Fotos: Macarena Deluca
MARIPOSAS
Hace muy poco, se publicó el libro Seguir con el problema, de la bióloga feminista estadounidense, Donna Haraway, en el cual narra su seguimiento de la migración de la mariposa Monarca en territorios mexicanos, en ese periplo, las mariposas le descubren a la autora, las heridas de la tierra por donde no pasaran, esas heridas hacen una referencia clave a los montes talados, a los bosques incendiados, a los campos contaminados de agrotóxicos, donde antes la selva fue una irradiación de muchos sustentos, no solo humanos. En esa migración cíclica de las mariposas, también estaba presente el saltearse poblados, aquellos donde los agroquímicos habían envenado a las aguas y a los pobladores. Las mariposas nos enseñan y revelan muchas cosas, entre ellas, que formamos parte de un todo, llamado plantea, que necesita del respeto hacía la naturaleza, para un uso sustentable y armónico de la misma. Cosa que la agricultura industrial no hace, pues en su función acumulativa, es la culpable de todos los males producidos por su práctica, que van desde la destrucción de ecosistemas saludables, al envenenamiento de la población a través de las aguas y de los alimentos producidos y elaborados con esas producciones. Heridas, heridas graves sobre el bien común, que solo pueden ser restañadas por un inmenso acto de amor al prójimo, como lo es la agroecología, tal como apunta el ingeniero forestal e integrante de la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena, Patricio Dowbley.
ORIGENES. La agroecología como paradigma social, se ha gestado de abajo hacia arriba, surgió de la preocupación y el malestar de los principales afectados por las fumigaciones, desmontes y otras devastaciones provocadas por el modelo de los monocultivos, tal como señala el ingeniero agrónomo Santiago Sarandón: “Uno de los acontecimientos más importantes en el área de las ciencias agrarias en los últimos años ha sido la aparición y consolidación de la Agroecología, con una velocidad inusitada y una fuerza y alcances sorprendentes, este término ha ocupado un lugar central en el campo de las Ciencias Agropecuarias. Parece que hoy, todo es “agroecológico” o debiera serlo”. Sin embargo, la difusión del término acarrea otros interrogantes: ¿Qué es y por qué la agroecología? El mismo Sarandón arroja luz sobre estas preguntas de por sí maravillosas: “La agroecología surge, como un nuevo enfoque, una reacción crítica ante un modelo agotado y ante los síntomas evidentes de un colapso del sistema agroalimentario mundial. Necesitamos cambiar, avanzar hacia una agricultura sustentable, que sea económicamente viable, pero, a su vez, ecológicamente adecuada y socioculturalmente aceptada”. Queda claro, que las problemáticas suscitadas por la erosión de los suelos, la expulsión de población y la contaminación ambiental, no la va a solucionar quien las creo, es decir la agricultura industrial. Esto queda en manos de la Agroecología y su accionar, que va más allá de la producción de alimentos sanos, porque su práctica y modelo está sujeto a la Soberanía Alimentaria, al rescate de los saberes ancestrales y al arraigo de población rural, con un buen desarrollo socio económico. De este acontecer, son muchos los que han tomado nota y como un ejemplo entre cientos, es válido mencionar el surgimiento de cooperativas de productores del monte o la selva, quienes dejan de lado la explotación maderera, es decir el extractivismo y con los frutos elaboran harina de algarroba, mieles, dulces y panificados, como sucede en San Luis, con la Cooperativa Raíces del Monte Nativo, que aglutina a unas 30 familias, en un área de 500 hectáreas de monte, rodeados por la amenaza latente del monocultivo industrial y la falta de agua. Una postal que se repite a lo largo y ancho de todo el territorio, siendo las provincias más afectadas por los desmontes, Chaco, Salta, Santiago del Estero y Misiones.
LEY
Fueron y son las organizaciones campesinas, las que bregaron y generaron la estructura del nuevo paradigma, razones les sobran, son las y los agricultores familiares quienes viven en directo las consecuencias de un modelo de producción insustentable y destructivo. Este nuevo y revolucionario paradigma, creció desde el pie, fue generado de abajo hacia arriba, en ese crecimiento natural, a la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena (SAFCI) le llegó el momento de actuar y en una decisión conjunta, entre Miguel Gómez secretario de la misma y Luis Basterra, titular del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, se decidió crear y nombrar al frente de la Dirección Nacional de Agroecología (DNA), al profesor Eduardo Cerdá, encargado de reunir voluntades y actores, para formular la ley demandada por el sector de la agricultura familiar, que produce el 70% de los alimentos que se consumen en la mesa de los argentinos. La DNA tiene una impronta transversal, porque atraviesa a otras direcciones y secretarías de dicho ministerio, porque cuando hablamos de agroecología, también hablamos de lácteos, de aguas, de semillas, de pesca y medio ambiente, es decir de economía y medio ambiente.
ESPÍRITU
Como toda ley, esta también tiene su espíritu y su filosofía, la cual considera a la agroecología un nuevo paradigma a imponer y una herramienta de cambio social, con una incidencia sociopolítica adecuada, para alcanzar la Soberanía Alimentaria, por tal motivo se apunta a la creación de los llamados mercados de cercanía, los cueles evitan grandes traslados y encarecimiento de los productos por problemas logísticos y además porque están dirigidos al desarrollo integral de los productores, asociados al ámbito productivo. También, se debe decir, que a la despoblación de zonas rurales como consecuencia del agronegocio, se le abre una brecha, con la punta de lanza de la vuelta al campo, al hacer eje en políticas que privilegian la participación protagónica de las mujeres rurales, los jóvenes y las disidencias binarias. Otro punto destacable es el otorgamiento de un código de identificación de la producción agroecológica, a través del Registro de Productores Agropecuarios, que no pasa solo por el etiquetado y la difusión, sino también por la educación y el acceso a tecnologías adecuadas, incentivos fiscales y créditos, al crear el Fondo Nacional de Fomento de la Agroecología.
REDACCIÓN
En la redacción del proyecto, presentado en la Universidad Nacional del Nordeste, sede Corrientes, este 16 de junio pasado, tuvieron una actuación destacada, no solo los referentes de las organizaciones campesinas; los directores Eduardo Cerdá y Patricio Dowbley, pertenecientes a la SAFCI y el diputado Leonardo Grosso, del Frente de Todos, trabajaron durante 18 meses en la redacción del proyecto, que con la firma de veinte diputados del FdT, será presentado en la Cámara de Diputados en los próximos días, para su debate parlamentario y posterior promulgación. Como rareza, hay que señalar que el profesor Eduardo Cerdá, renunció a cobrar su sueldo como funcionario, a modo de devolverle a la sociedad, su formación en la universidad pública y también, porque con su jubilación de docente le alcanza para vivir. Lo cual habla de un compromiso vital con una causa, siempre amenazada por los corrimientos de la frontera agropecuaria, una práctica consuetudinaria de las empresas del agronegocio, con sus desmontes y expulsión de población rural. Que el anuncio se haya realizado en esa provincia litoraleña, no es casual, las aguas del Paraná, además de tener enajenados sus puertos, por las multinacionales agropecuarias, muestran altos índices de contaminación por los agroquímicos usados en los monocultivos que después se contrabandean para evadir impuestos. Por encima o más allá de esto, el proyecto de ley, viene acompañado de una inmensa cuota de esperanza, porque cuando hablamos de agroecología, hablamos de saberes ancestrales y arraigo. Tal como está escrita, la ley es un acto de empoderamiento y una herramienta fundamental, para el reemplazo de los monocultivos y sus paquetes tecnológicos cargados de veneno. Alguien ya lo ha dicho: para salvar al planeta de la catástrofe en la cual la han sumido los modos de producción capitalista, la nueva revolución ha dejado de ser roja, es verde.
VOCES POR LA LEY
“La ley es importante porque la Agroecología es también disputa y es tensión con lo viejo que se resiste a morir. Tenemos que enterrar al hambre, a la desnutrición, al desarraigo y a la contaminación. Y sabemos que en la Agroecología tenemos las herramientas necesarias para lograrlo. Hay mucha tarea por delante. Nadie se salva solo”
Patricio Dowbley (SAFCI)
“Este proyecto de ley es el reconocimiento a muchos años de trabajo de las organizaciones, que no solo vienen haciendo la praxis, sino que la vienen instalando como nuevo paradigma, un cambio radical en como pensamos, hacemos y nos relacionamos en la producción agraria”
Verónica Lozano. MNCI. Salta
“Desde la Federación Nacional Campesina, apoyamos la presentación de este proyecto de ley. Nos parece muy importante con respecto al desarrollo de la agricultura, hoy con el alto costo de los insumos dolarizados, muchos compañeros vuelven hacía lo que hacían antiguamente nuestros abuelos, nuestros padres. Hay que rescatar los saberes ancestrales y seguir desarrollando la Agricultura Familiar”
Roberto Solano FNC (La Plata)