El teniente coronel Bernardo Alberte fue edecán de Perón en 1954 y su delegado personal desde comienzos de 1967 hasta marzo de 1968. En las primeras horas del 24 de marzo de 1976, un grupo de militares y policías uniformados violentó su departamento y lo asesinó arrojándolo por una ventana. El ex delegado de Perón terminaba de escribir una carta al jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, en la que le advertía del error que significaba un nuevo golpe militar. Su historia y la carta.
La Argentina tiene el triste privilegio de haber introducido la categoría sociológica y política del desaparecido. La dictadura cívico militar ejecutó un plan sistemático de exterminio de seres, de los cuales sólo debía saberse que desaparecieron. Ello pertenece a esa necesidad de que el vencido no tenga memoria, no tenga historia, no haya existido. La rememorización de estos arquetipos no es solamente una vuelta al pasado, sin memoria, sin rememoración el sujeto no existe. Por eso es tan importante la memoria, si no se ejercita desaparecemos, es por ello que los vencidos no tienen historia. Y es por eso que no nos sentimos derrotados.
Bernardo Alberte, mi padre, junto a miles de compañeros no fueron derrotados, fueron asesinados por fuerzas antinacionales. Alberte murió por ser impulsor y partícipe activo de una revolución, lo asesinaron porque comprendió la realidad e intentó modificarla. Hoy estos arquetipos aparecen como símbolos presentes a los que hay que imitar.
Bernardo Alberte fue un militante revolucionario que supo combinar la teoría política con la dignidad de una práctica revolucionaria, que no dudó en sostener con su propia vida a pesar de que tanto la amaba.
Cada vez que se mata a un militante hay un mensaje que se silencia. Cuando estos asesinatos son los primeros de una etapa, cuando las organizaciones criminales eligen a su primera víctima, buscan en ella el sentido simbólico de aquello que quieren destruir. Por eso no puede sorprender que el entonces Mayor Bernardo Alberte haya sido la primera víctima del proceso militar.
A 35 años de su asesinato, nosotros, militantes del campo popular rendimos nuestro homenaje, no en un sentido restrictivo, partidista, sino en un sentido amplio, abarcativo. Es decir, no se rinde homenaje a Alberte porque fue peronista. Se rinde homenaje a Alberte porque siendo militar combatió al golpismo y a las dictaduras militares y se rinde homenaje a Alberte porque siendo peronista se opuso al participacionismo y se opuso a la domesticación del Peronismo y se opuso al liberalismo económico en el Peronismo, que ya actuaba en vida de Alberte, bajo el gobierno de Isabel Martínez y López Rega. Porque siendo peronista se opuso a la Triple A. Se rinde homenaje a un hombre íntegro que no dudó en arriesgar el bien supremo, la vida, sin claudicaciones, siendo coherente con lo que pensaba, decía y amaba.
Hoy con esperanza vemos que somos una de las pocas sociedades que ha llevado adelante una política intensa de juzgamientos a los responsables de crímenes de lesa humanidad, consolidando la idea de que el Estado debe ser el garante de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y no su principal violador.
A partir del 2003, el gobierno ejercido por el compañero Néstor Kirchner tuvo la voluntad política de culminar con las leyes y símbolos de la impunidad del terrorismo de Estado. Ejemplo de ello fue la derogación de las leyes de impunidad y del indulto a los genocidas de la dictadura. Eso hizo posible el reinicio de los juicios que se han realizado y se están realizando. Otro acto que debemos valorar, y a no dudar significó todo un símbolo, es el haber descolgado los cuadros de los genocidas Videla y Bignone de las galerías del Colegio Militar, lugar donde estudian los futuros oficiales de las Fuerzas Armadas, así como el de convertir a la ESMA en un centro de la memoria, hechos que cristalizan la lucha que emprendieron las Madres, las Abuelas, los Hijos y todas las demás organizaciones de derechos humanos, sociales y políticas comprometidas con la lucha por la verdad y la justicia.
Sin embargo aún nos queda un largo camino por andar. En el caso particular del asesinato de Bernardo Alberte, a fines del año 2003 su familia solicitó al Juzgado Federal Nº 3 a cargo del Dr. Daniel Rafecas la reapertura del juicio iniciado en el mes de Abril de 1976 que investigaba el homicidio, donde oportunamente se habían dado infinidad de detalles del operativo militar, como también los nombres de dos generales retirados, que ocuparon puestos de relevancia en la División Inteligencia y Operaciones del Estado Mayor del Ejército, cuando el golpe del 24 de marzo de 1976, y que participaron en el operativo. Uno como jefe de la patota, el hoy General ® Oscar Guerrero, y el General ® Jorge O’ Higgins, al que se le encontró parte de la correspondencia de Perón a Alberte que fue robada del domicilio de Alberte por los efectivos militares que consumaron su asesinato.