A propósito de los últimos sucesos con la CGT, algunas reflexiones dirigidas a aquellos que se suman al debate político, para comenzar a ver al “conflicto” como una herramienta positiva para resolver las tensiones en democracia y poder profundizar el modelo.
El auge del compromiso político y la adhesión al proyecto nacional, popular y democrático que encabeza la presidenta Cristina Fernández, es uno de los fenómenos sociales más interesantes acaecidos en materia política en los últimos 30 años.
Quizás podamos resaltar como otras etapas importantes la vuelta a la democracia, donde Raúl Alfonsín no supo, no quiso, o ambas cosas, capitalizar el apoyo y participación popular en un proyecto político de masas que sirviese de sustento para un proyecto histórico de liberación nacional.
El otro momento importante fue la resistencia al neoliberalismo. La aparición de los movimientos sociales, la CTA y el MTA de Hugo Moyano, la participación de los jóvenes y los trabajadores organizados en las luchas contra el modelo de ajuste, privatización y alineamiento incondicional a las medidas del Consenso de Washington, que terminaron en el 19 y 20 de diciembre del 2001, y posteriormente, con la llegada de Néstor Kirchner al poder, un reacomodamiento que desencadenaría en el proyecto histórico que ahora nos ocupa.
Distintos factores determinaron la vuelta a la participación política. Principalmente, porque se abrió desde el gobierno un frente fundamental e imprescindible para todo proyecto que busque transformar la sociedad: la batalla cultural, la batalla por el sentido. En ese terreno, el mensaje de Néstor Kirchner fue claro: es la política la herramienta para transformar la sociedad, cambiar lo que está mal y, fundamentalmente a partir de la presidencia de Cristina Fernández, la legitimación de la democracia como el sistema desde donde se resuelven las tensiones.
El conflicto es inherente a la política, pero si se da en el marco de la democracia, tenemos el motor para avanzar en la resolución de los problemas que impiden el desarrollo de la nación, el robustecimiento del Estado y la felicidad del pueblo. Por esto mismo, quienes comulgamos con el proyecto nacional, entendido como proyecto histórico de transformación social, que tiene a la política como principal herramienta, y al sistema democrático, en permanente evolución, dinámico, con avances y retrocesos, como su marco de acción, defendemos al “conflicto”, como generador de síntesis y, fundamentalmente, como generador de debates de cara a la sociedad.
Por supuesto que muchas veces la política debe moderar esos “conflictos”, en dos planos, el armado político y la opinión pública, que generalmente van de la mano.
Un ejemplo en función del armado político fue el de la Ley de Glaciares. En este conflicto entraron en juego el sistema de alianzas, que debió ser moderado por la propia Presidenta. En este caso, se generó una nueva síntesis para mantener el statu quo hacia adentro de la coalición política de gobierno. El contrapeso para estas situaciones, donde los límites se ponen desde la propia fuerza, es la capacidad de movilización de los sectores populares implicados, cosa que no ocurrió.
En el conflicto de la 125, más allá de disputas y rupturas en el seno del bloque del FpV, se vio fundamentalmente el problema de tener que moderar a la opinión pública. Se fue a fondo en un tema que generó que la imagen política retrocediera y tocara su piso luego del conflicto, del cual se salió, luego de pagar un costo alto, como fue la elección legislativa del 2009, a fuerza de convicciones y medidas acertadas para equilibrar la balanza de cara a la sociedad, como la Asignación Universal por Hijo y la Ley de Medios. A esto ayudó el rol de programas como “6,7,8” que mostraron la otra cara del conflicto y lograron desmantelar el discurso de las grandes empresas periodísticas.
Por eso, los nuevos actores sociales que se suman a la política, principalmente de la juventud y la clase media, tan susceptibles al reinado de la opinión pública, a las redes sociales, sería interesante que comprendieran que el “conflicto” es inevitable. Lo ocurrido con la CGT en los últimos días es parte de esto, no se puede pensar que tener a la Central del lado de enfrente le conviene a la Presidenta Cristina Fernández por una cuestión de que piensa la opinión pública dominante.
La política son relaciones de fuerza, conflicto, debates, no se asusten por la tapa de Clarín, por el qué dirán, por las machacantes campañas de TN. Hacer política contra la marea, construir poder para profundizar el proyecto, son algunos de los legados de Néstor Kirchner.
La mejor forma de defender este proyecto político es con discusión política, formación y organización, buscando profundizar los debates y no eclipsándolos a pedir de TN. En el marco de la democracia, con conflictos “de baja intensidad”, moderados para no tener nuevamente que recuperar el caudal perdido, sin darle argumentos al enemigo ni tapas a Clarín, siendo parte de la construcción de la nueva Argentina y, fundamentalmente, desde la política, es desde donde mejor podemos bancar al proyecto.