En colaboración con Colectivo Gallo Negro.
Muchas veces los turistas que transitan la ciudad de San Salvador de Jujuy y pasean por su casco histórico en el mes de mayo, pueden observar y participar de un acto realizado en la plaza Belgrano. Allí un conjunto de habitantes de las ciudades de Abra Pampa, y Rinconada, por mencionar algunas de la puna jujeña, se congregan para conmemorar un aniversario más del hecho conocido como el Malón de la Paz.
¿Qué fue el Malón de la Paz?
El Malón de la Paz, fue una larga marcha a pie protagonizada por un centenar de nativos arrendatarios de la puna jujeña que comenzó en el mes de mayo de 1946. Demorarían un par de meses en recorrer los más de dos mil kilómetros de distancia, arribando a Buenos Aires a fines de julio. El trasfondo de esta decisión era poder reclamar y obtener los títulos de la propiedad.
Según Adriana Kindgard «A fines de agosto de 1943, el entonces coronel Perón nombraba al abogado Antonio Manuel Molinari –autor de El Drama de la Tierra en la Argentina— como director del Consejo Agrario Nacional. Molinari era uno de los propietarios del diario porteño Democracia que, en su edición del 7 de diciembre de 1945, publicaba en primera página: «Se expropiarán un millón de hectáreas en la Puna de Atacama antes de fin de año». Inmediatamente, el Consejo Agrario enviaba a la Puna jujeña una comisión de seis ingenieros agrónomos para estudiar el latifundio y dictaminar sobre las tierras que debían ser expropiadas, con lo que es dable suponer que los indígenas que medio año después emprendían la marcha a Buenos Aires habían podido constatar in situ la existencia, en las altas esferas de poder, de un clima favorable a sus tradicionales reivindicaciones«[1]
Pero eso no fue así. Ese reclamo no iba a ser respondido favorablemente como contaremos más adelante. La caravana se inició en Abra Pampa, en ella participaba el imaginero puneño Hermógenes Cayo, quien fuera retratado por el cine documental en la década del sesenta por Jorge Prelorán.[2]
Hermógenes Cayo escribió un diario de esa marcha y en él podemos leer los sentimientos de estos puneños que decidían ir a pie a realizar su reclamo:
«Desde Miraflores de la Candelaria emprendí mi camino el día 17 de mayo de 1946 a las hora doce del día, triste y pesaroso con dolor en mi corazón juntamente con la preciosa Virgencita en mis brazos, en compañía del Teniente de Ingenieros don Mario Augusto Bertonazco, jefe del Malón de la Paz por las rutas de la Patria«[3]
Transitarán en diez días 400 km por el territorio de la provincia de Jujuy, luego recorrerán en cinco días los 250 kilometros que les llevará atravesar la provincia de Salta, continuarán por siete días recorriendo la provincia de Tucumán, y ya en el mes de junio atravesaran Santiago del Estero y parte de Catamarca, para luego, en diez días atravesar los 331 kilometros de la provincia de Córdoba. El 9 de Julio estarán llegando a Rosario ya con un mes y medio de recorrido. Hermogenes Cayo en todo momento hace referencia a su religiosidad y al virgen que lo acompaña:
«El cinco a Tucumán muy de madrugada salimos al camino sería de cómo seis leguas (.) llegamos a Tucumán a mediodía y entramos a la ciudad tucumana por el centro de la ciudad (.) visitamos la plaza y luego a la casa histórica y después a los cuarteles (.) allí paramos cuatro días para reforsarnos de fuerzas, a nuestro cuerpo, y los animales (.) aquí yo fui a la Catedral a oír misa«[4]
Llegada a Buenos Aires
Dice el diario de H. Cayo «Y el tres de agosto de 1946 muy de madrugada como a las cuatro de la mañana ya partimos con la virgen de Luján en hombros de las mujeres, cuya imagen se conserva en Casabindo y otras varias más que teníamos ya (.) yo con la Virgen de Copacabana y Luján también (.), salimos por una calle tan larga y tanta neblina y frioso y mucha gente (.) y a las ocho de la mañana empesamos a entrar en Liniers, que es ya los principios de la Capital Federal en Buenos Aires, entramos por la calle Rivadavia todo el día caminamos Caravana cerrada marcha y marcha (.) frente al Cabildo y al poco momento en plena Plaza de Mayo y yo mismo al frente de la Pirámide anhelada (.) rezamos en acción de gracias y depositamos flores (.) a ello nuestros resos a Dios gracias y a la Virgen por el buen viaje que hemos tenido. Y luego el Himno Nacional y al momento por frente a la Casa Rosada saludamos al General Juan Domingo Perón Presidente de la República Argentina una inmensa muchedumbre que no se puede andar y luego pasamos con dirección de alojamiento al Hotel de Inmigración (.) allí llegamos como a las cinco de la tarde, y por fin damos tablada al cabo (.) se oye decir esperamos las justica pero no hay nada«[5]
¿Qué fue lo que sucedió? El reclamo de los arrendatarios fue desoído y estuvieron 27 días dando vueltas por Buenos Aires sin ser escuchados, hasta que una noche los obligaron por la fuerza a abordar un tren que los trajo de regreso a Jujuy. Atahualpa Yupanqui escribirá una carta en la que dirá «Te lo advertí. ¡Hermano kolla! ¡Recuerdas que te hablé de Condorcanqui, de Katari, de Pillipico! Ellos también como tu, se echaron el sol al hombro y caminaron senderos del Ande hasta las pampas desiertas, con la ilusión que la vida prende en los seres humildes que creen que aquellos que viven bien piensan y sienten bien. Te vi pasar por los caminos del Tucumán. Saludé tu esfuerzo con mi mayor alarido. Nuestros ponchos conversaron sobre cosas comunes. El mío rojo y azul dijo las cosas del sueño alto y de la copla libre. El tuyo castaño y pardo como tu vida y como la tierra que el rigor aconseja al corazón que sabe esperar siglos la aurora que libera de las sombras Yo no fui con un verso, ni con un discurso, ni monté con ajeno potro para lucir el barato gauchismo del hombre que se enhorqueta en Ciudadela para apearse en Plaza de Mayo. Yo soy del camino largo.«[6]
Muchos historiadores, antropólogos y cientistas sociales trabajan e intentan explicar el porqué de la invisibilización de este acontecimiento. Pero quizás es el silencio de aquellos hombres y mujeres, que cada mes de mayo en el sol de la plaza Belgrano de San Salvador de Jujuy, con sus rostros curtidos por los años, recuerdan callados aquella marcha que no logró su objetivo pero seguramente construye un hito más en la identidad de los hombres y mujeres de la puna, que en definitiva será el grito de los excluidos.
[1] Adriana M. Kindgard, «Tradición y conflicto social en los Andes argentinos. En torno al Malón de la Paz de 1946.», Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 15, n.o 1 (21 de enero de 2004), https://eial.tau.ac.il/index.php/eial/article/view/831.
[2] Hermógenes Cayo – Película documental completa (1969), 2021, https://www.youtube.com/watch?v=vIyZ3DRWcdY.
[3] Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria. 1º ed. [Libro en línea]. Buenos Aires: Museo de Arte Popular José Hernández. Buenos Aires Ciudad, 2012. 25 p. Disponible en <http://museohernandez.org.ar<. [Consulta (15/5/2023)]
[4] Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria. 1º ed. [Libro en línea]. Buenos Aires: Museo de Arte Popular José Hernández. Buenos Aires Ciudad, 2012. 25 p. Disponible en <http://museohernandez.org.ar<. [Consulta (15/5/2023)]
[5] Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria. 1º ed. [Libro en línea]. Buenos Aires: Museo de Arte Popular José Hernández. Buenos Aires Ciudad, 2012. 25 p. Disponible en <http://museohernandez.org.ar<. [Consulta (15/5/2023)]
[6] Atahualpa Yupanqui, Diario La Hora, Buenos Aires, 1946