Los primeros ejercicios del poder macrista han comenzado a mostrar enormes fracturas. Por primera vez desde el 10 de diciembre de 2007, cuando el empresario Mauricio Macri asumió como jefe de Gobierno de la Ciudad, las diferencias en el armado PRO resultan inocultables. Construido sobre un batallón de gerentes de las empresas de Macri y un importante aporte del menemismo residual (que ahora se reivindica más peronista que nunca), el tinglado partidario del macrismo exhibe rupturas novedosas en la Legislatura porteña, el recinto donde el nuevo gobierno de derecha necesita aprobar las medidas que le permitirían lucirse ante los porteños durante las elecciones legislativas de 2009. Pero el tiempo se acorta y en vez de encontrar soluciones, los hombres PRO cada vez se muestran más los dientes.
Parece mentira, pero la mayoría compuesta por 28 votos propios que acumuló el macrismo en las últimas elecciones corre peligro de dividirse. Las razones no abarcan profundos debates sobre las nuevas formas de hacer política, sino que nacen del enorme desdén que les prodigan los dirigentes conservadores del macrismo a sus socios peronistas, los mismos que hace una década revistaron en el menemismo y que ahora, tras la crisis del campo, han vuelto a sentir el llamado de la selva, tras la irrupción del ex presidente Eduardo Duhalde, principal operador opositor contra Kirchner desde que la discusión agraria puso de manifiesto las debilidades del gobierno K. Ahora nadie parece recordar que las manos del ex hombre fuerte del peronismo bonaerense están manchadas de sangre tras los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los dos jóvenes asesinados el 26 de junio de 2002 en Puente Pueyrredón por disparos policiales y por órdenes políticas de Duhalde.
Pero en la Ciudad de Buenos Aires la película dista de asumir la banalidad del mal. En la Capital Federal los tiempos son otros. La derecha está acumulando sus primeros meses de gobierno sobre el
Las tres estratégicas áreas están en manos de estos socios que hasta ahora le han prodigado buenos resultados a la conducción empresaria de Macri. Fuentes legislativas reconocen que son los únicos que pueden articular un sistema de acuerdos y alianzas dentro del intrincado mapa del ex Concejo Deliberante, ya que los demás representantes del PRO no se saben ni el reglamento de la Legislatura.
Los tres mosqueteros
Sobre estos tres nombres descansa una responsabilidad enorme y mal coordinada desde el poder ejecutivo. Santilli, como virtual presidente de la cámara, debe encargarse de que los proyectos impulsados por su jefe político cosechen victorias legislativas que le permitan seguir gobernando. Amoroso, tiene a su cargo la política de tránsito, uno de los pilares de la campaña PRO. Y Ritondo, como responsable de la Comisión de Obras y Servicios Públicos, carga sobre sus espaldas un verdadero desafío para Macri: la aprobación de los pliegos de licitación de los nuevos contratos de recolección de basura. Uno de los negocios más onerosos del estado porteño, cuya licitación será esta vez por diez años.
Por fuera de la tríada, hay dos miembros clave, pero no con tanto peso.
Como si fuera un selecto equipo, cada macrista de origen peronista controla el funcionamiento de las áreas legislativas donde el gobierno PRO juega sus principales proyectos de campaña. En esos recintos se deberían defender los remanidos lugares comunes que escuchan los porteños por los medios, como que “el espacio público no se negocia” o que “no hay nada peor para un vecino que las demoras en los embotellamientos de la ciudad”.
Cortocircuitos
Si bien la cocina legislativa de estas iniciativas está en manos de estos cinco diputados, las desinteligencias promovidas desde el poder ejecutivo han oscurecido todos los acuerdos posibles.
Los escenarios de la discordia fueron el tránsito y la basura. En el primer caso, el ministro de Desarrollo Urbano de Macri, Daniel Chaín, se opone abiertamente a que el ex menemista Amoroso defina la política de tránsito de la ciudad. Se lo hizo saber cuando lo desautorizó con los taxistas y colectiveros durante la negociación de los carriles exclusivos para agilizar el tránsito y la gota que colmó al vaso sucedió la semana pasada. El jueves 21, cuando todo el macrismo había apoyado un proyecto para que las grúas no acarreen los autos que se quedan más tiempo en los espacios de estacionamiento medido, un llamado telefónico suspendió el trámite y a pocos minutos de aprobar el proyecto, el PRO escondió la ley y la postergó. Según los enfurecidos macristas peronistas, fue una operación de Chaín, celoso de que otra vez se aprobara un proyecto que no contaba con su consentimiento.
El otro antecedente no fue menos bochornoso. Ocurrió dos días antes: el martes 19, cuando el ministro de Espacio Público y Medio Ambiente,
Duhalde divide las aguas
La disputa entre ministros y diputados macristas es un dato inesperado para la derecha porteña. Pero el telón de fondo es el desembarco del oscuro Eduardo Duhalde en la ciudad. La idea del cuestionado dirigente es promover la candidatura del ex ministro de Economía Roberto Lavagna como sucesor de Macri en 2011 y, como doblete, lograr que el actual jefe de gobierno sea candidato a presidente, pero por una fórmula impulsada desde el pejotismo. El puente de plata lo haría Duhalde, quien garantizaría el ingreso de Macri al PJ en la Capital, mientras el empresario Francisco De Narváez hace lo propio en la Provincia de Buenos Aires. Detrás de ese plan están Amoroso, Ritondo, González y la super mejor amiga menemista Silvia Majdalani, una de las pocas personas que visitó a menudo al ex presidente a Carlos Menem durante su estadía forzosa en Chile, cuando la Justicia argentina requería su extradición por presuntos casos de corrupción.
«No hay ninguna razón para adelantar tiempos. Una cosa es reunirse entre amigos políticos: yo me reuní con Duhalde en la cancha de Banfield y también compartimos una cena de la Fundación Konrad Adenauer, pero todavía falta para empezar a tener reuniones políticas consistentes. Y este encuentro tomó un cariz que parece buscar armados para los que falta una eternidad», concluyó. Los otros diputados no piensan lo mismo y mascullan la ignominia de la desautorización pública. ¿Qué pasará con los proyectos estratégicos que pasan por sus comisiones y que podrían sumarles o restarles votos? La interna recién comienza y es tanto lo que hay en juego que solo hay dos certezas. Una es que no durará poco. La otra, que traerá muchas sorpresas.