La Generación del Bicentenario y el movimiento nacional

Esta nueva generación interpela al país desde su fuerza transformadora, con una escala de valores y voluntad de cambio que comparten, y cuyo origen está en la era posneoliberal, en el posmenemismo y pos alianza: incluso muchas podrían ser hijos de padres que votaron a Carrió, Solanas o Macri.

La superación definitiva del modelo agroexportador por uno industrialista con eje en el crecimiento del mercado interno, redistribución de la riqueza y fortalecimiento de las clases trabajadoras y populares, es la etapa histórica que a nuestras generaciones les toca realizar. Varios han sido los indicios de que en ella la movilización y la participación popular serán protagónicos y un sector asoma con la promesa de aportar una fuerza fundamental para el cambio: la juventud. Si bien por naturaleza, su presencia es siempre perturbadora para cualquier orden conservador, más lo es en la actualidad si tenemos en cuenta su compromiso con la militancia popular. De ahí que no sea del todo precisa la denominación de “jóvenes”, porque más bien lo que hizo su aparición en este tiempo es una nueva generación.

Esta nueva generación interpela al país desde su fuerza transformadora, con una escala de valores y voluntad de cambio que comparten, y cuyo origen está en la era posneoliberal, en el posmenemismo y pos alianza: incluso muchas podrían ser hijos de padres que votaron a Carrió, Solanas o Macri, lo que les da más fuerzas porque además de despreciar la vieja política, son lo nuevo y se definen por la negación de lo presente. Son la ruptura ideológica con el viejo país, en el que aún perduran grandes oligopolios en la alta industria y en el sistema financiero, así como sobrevivientes de la era precámbrica (Posse, Grondona).

Y si consideramos que la etapa histórica que la interpela coincide temporal y significativamente con los doscientos años de nuestra patria, es más correcto nombrarla como la Generación del Bicentenario, lo que implica darle la condición de sujeto colectivo con la voluntad de transformar la realidad y de ser hacedor de la historia presente, propia de quien amanece al mundo sabiendo que tiene el derecho a hacerlo de nuevo. Ahí reside su potencialidad política.

Un dato político de importancia es también que chicas y chicos, más por intuición tal vez, se alejaron de la influencia de la izquierda abstracta (pero derecha concreta) que en su pretendida misión revolucionaria es -en verdad siempre lo ha sido- la negación de la política como práctica colectiva transformadora y el camino más seguro a la resignación (tan propio de los años noventa), ante la imposibilidad de cumplir sus planes tan “audaces” sin tener en cuenta la correlación de fuerzas ni la historia del país. Otro dato es que casi un millón y medio de jóvenes se incorporaría al padrón electoral, y, según una encuesta publicada en Télam, “el 60 por ciento considera que Néstor Kirchner fue el mejor presidente desde la recuperación de la democracia, y el 66 por ciento cree que a partir del gobierno del ex presidente los jóvenes intensificaron su participación en la política”. Todo ello evidencia que su presencia es tanto cualitativa como cuantitativa.

Diferentes generaciones han atravesado nuestra historia, como por ejemplo -sin pretender enunciarlas a todas- la del centenario y la de la reforma del ’18, frustradas en su vocación nacional. También está la de la resistencia peronista y la de los ’70, perseguidas por dictaduras cívico-militares; sin olvidar a las de los ’80 y los ’90. Cada una con un sentido y cosmovisión de acuerdo a las circunstancias históricas que les tocó vivir.

Hay un riesgo: cada generación se cree que es la primera, la original y que nada le debe a las anteriores. Eso podría llevarla a aislarse y perderse en la falta de orientación general (como por ejemplo le ocurrió a la del centenario). O dicho de otro modo: a la intuición con la que se irrumpe en el mundo debe dársele contenido ideológico y organización, sino la acción política, tan valiosa en un inicio, se vuelve ciega y queda en un arresto incierto, apenas como testigo de época.

De ahí que dos tareas sean urgentes: la organización política de su vocación protagónica y la formación ideológica para comprender el presente desde el estudio de la historia y las cuestiones concretas de nuestra patria. De lo primero, dan testimonio de ello, entre varias, la Juventud Sindical de la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista -brazo político de la CGT-, las juventudes gremiales de la CTA, La Cámpora, las diferentes JP, juventudes políticas y todos esos chicos que pueblan universidades, organizaciones de territorio y centros culturales. Por lo segundo, es imprescindible la revisión de nuestra historia superando la mitología del liberalismo conservador mitrista y las zonceras que nos impiden ver el país real, conocer la lucha de clases así como el antiimperialismo de los pueblos latinoamericanos por su unificación. Ese es el lugar de pensadores y militantes populares como Rubén Dri o los de Carta Abierta. Y también el de Norberto Galasso, por quien justamente la nueva generación se siente interpelada a partir de la posibilidad de encontrar el puente entre las tradiciones más poderosas y vitales de nuestra Patria Grande (la del pensamiento nacional, popular, federal y socialista) y el presente de transformación social. Es que, objetivamente, el ensayista la juega de enganche entre generaciones, y por eso la del Bicentenario encuentra allí una promesa de diálogo y se siente impulsada por Ugarte, Scalabrini Ortiz, Jauretche, Arregui y Perón, para darse así una memoria colectiva desde donde convertirse en sujeto político y hacedora de su propio destino.

Pero también hay un discurso que desde lo más alto del sistema político argentino le habla: “quiero una juventud que construya su propia historia, como la hicimos nosotros, ustedes son la Generación del Bicentenario”, dijo la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Qué nuevos matices y contenidos tendrá la alianza social que sustente al proyecto nacional, popular y democrático que lidera Cristina a partir de ahora? De su respuesta, siempre cambiante, depende la posibilidad de postergar a lugares secundarios elementos conservadores al interior del frente nacional que hoy juegan aislados pero que están esperando su ocasión más oportuna. En ese juego de fuerzas, la alianza entre la clase trabajadora organizada y la Generación del Bicentenario (que también es trabajadora) le podría dar una vitalidad al movimiento nacional como para estar a la altura de la realización de las tareas históricas más profundas.

* Centro Cultural Enrique Santos Discépolo

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