La esperanza en marcha

Pequeña síntesis del discurso de Cristina Fernández en el Estadio Diego Armando Maradona, en el día de la militancia peronista.

El tránsito por la autopista rumbo a La Plata por tramos se torna denso, una multitud se desplaza hacia el estadio Diego Armando Maradona a escuchar a Cristina en su segunda aparición pública tras el atentado sufrido hace dos meses y medio. Más de la mitad de los micros que se dirigen a la ciudad están compuestos por gente, en su mayoría jóvenes, que lleva una bandera o una remera identificatoria. Conmemorar el día de la militancia peronista es el eje central de este 17 de noviembre, en el cual se cumplieron cincuenta años del regreso de Perón tras proscripciones y un exilio de diecisiete años, una gesta lograda por la unidad de las fuerzas populares, más allá de las disidencias que planteaban un peronismo sin Perón.

Mientras se avanza, en las barandas de los puentes se pueden observar pasacalles con una leyenda indicativa de por dónde irá o debe ir el camino: Organicemos la esperanza. Papa Francisco. Esta frase, nos remite a la campaña electoral de Lula en Brasil, quien recibió el apoyo papal y también el de los obispos brasileños de la iglesia católica, que llamaron a votar en contra de los discursos de odio de Bolsonaro. Esta premisa también nos lleva a establecer paralelismo entre Cristina y el mismo Lula, ambos víctimas del Lawfare, en escenarios donde la judicialización de la política es la herramienta utilizada por la derecha para derrocar gobiernos populares y progresistas por parte del partido judicial. Acciones perjudicadoras y desplegadas en la región, que se vuelven extensivas también a Rafael Correa, mencionados en un discurso, desarrollado casi como una clase de historia, en la cual se indicaron los hitos que marcaron los cambios históricos introducidos por el peronismo y el reconocimiento de derechos, que fueron para enumerar algunos de los mencionados, desde la mayor distribución del ingreso cada vez que le tocó gobernar a la participación de los trabajadores en el PBI, el voto universal y la jubilación.  

En su despliegue oratorio, ante una convocatoria donde se puede decir que estuvo presente todo el campo nacional y popular, representado por los referentes de las tres centrales de trabajadores y agrupaciones políticas y sociales, que incluyen a figuras del Movimiento Evita, como Leo Grosso y Mariel Fernández, no dejó de lado la mención al atentado y a los discursos de odio que culminaron en el mismo. En ese sentido, al hablar del uso de la muerte como instrumento político, un uso que tiñó de luto siniestro la vida política de la Argentina y que eliminó la democracia nuevamente conquistada en 1983, pero que la derecha sustituyó por el odio, fue clara y unánime en la respuesta: ningún partido puede aceptar el odio como instrumento para llegar al gobierno. Una sentencia que trascendió a la fecha, al decir también que el 17 de noviembre debiera ser no solo el día de la militancia peronista, sino el día de la militancia por la Argentina, en un llamado a la unidad que posibilite, tal como lo preconizara Francisco, organizar la esperanza y restablecer el pacto democrático quebrado el 1 de septiembre cuando Sabag Montiel gatilló dos veces en su cabeza, alentado por los discursos de odio. En relación con esto, no escapó el papel del partido judicial y el entorpecimiento de la investigación para lograr descubrir el financiamiento de los grupos ligados al atentado. Extensivo también al papel del partido mencionado, en la aplicación de políticas neoliberales, con su intromisión en la decisiones económicas que afectan la vida de todos los argentinos y argentinas, poniendo como ejemplo las tarifas liberadas que aplican por encima de la inflación las empresas de telefonía móvil.

En ese recorrido discursivo por la historia de la vida política argentina y con su llamamiento a la comprensión de la misma, se puede vislumbrar un retorno a las fuentes peronistas y tal como rezó la consigna convocante, La Fuerza de la Esperanza, a la construcción de un nuevo modelo inclusivo que permita el desarrollo de la nación, en un mundo que ya no es el mismo que encontró Néstor en el año 2003. En ese lapso sucedió el paso de la pandemia y también sucede la guerra entre bloques hegemónicos; en el foro interno pasó la destrucción de la economía llevada adelante por el macrismo, con un endeudamiento externo y fuga de capitales orquestado de modo criminal. En ese sentido y ante el clamor de verla como candidata, volvemos a la frase de Perón: “Todo en su medida y armoniosamente, habla no solo de mesura, sino también de la construcción de un liderazgo con su conducción, que va más allá de una candidatura o no”.

En este marco es válido trazar un nuevo paralelismo con Lula, quien antes para aceptar su candidatura les preguntó a sus asesores si estaban seguros de que iba a ganar. Este desafío, planteado también como interrogante, solo tiene una respuesta en la misma praxis de la organización de la esperanza. Cristina es el único cuadro político con la capacidad de aglutinar y sumar las fuerzas necesarias para que la premisa franciscana se concrete, no como un planteo utópico, sino como una realidad efectiva, propia del peronismo y su historia.

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