Por Camila García, Mariana Angerosa y Mauro Brissio
“Mientras nosotros trabajamos, en la oposición siembran odio en pantuflas desde su casa” dijo el Jefe de Gabinete de La Nación, Santiago Cafiero y tiene razón, porque mientras el peronismo se dedica a gobernar, el establishment y parte de la oposición incitan la violencia en un contexto en que lo único que importa es transmitir paz a toda la ciudadanía argentina.
En términos históricos hay una parte de la sociedad que jamás se sentirá representada por los ideales peronistas, nacionales, populares y progresistas y esto tiene que ver con el nivel de invisibilización y demonización que la historiografía liberal le asignó a los proyectos del pueblo. Esa misma comunidad que siempre se sintió interpelada cultural e históricamente por el odio y el resentimiento —con el que siempre hicieron política los poderes fácticos de la Argentina—, hoy adscriben a las mismas lógicas que hace 70 años porque en definitiva, los grupos de poder desde lo discursivo y persuasivo, siguen solidificando su fuerza con mensajes simples, fuertes y que incitan al ejercicio de la violencia y la xenofobia. Estas lógicas no son novedosas, como todo lo que hacen las derechas; pero lo que sí son es muy persuasivas.
Esta ciudadanía que ejerce la praxis de la violencia nunca elegirá el camino del diálogo y el debate de ideas. Es por ello que frente a esta realidad hay que diferenciar a los “odiadores” del resto de la sociedad, y no circunscribirse en debates estériles que solo reproducen la misma violencia que ellos y ellas ejercen.
La comunicación política se nutre de las diferencias de opinión siempre y cuando esas diferencias se den a través de un diálogo basado en el respeto mutuo. Son esos los debates que permiten el acercamiento a comunidades de intereses alejadas de ciertas realidades que nos son ajenas.
La lógica de esta ciudadanía violenta es nominar y dominar para apropiarse de términos tales como república, democracia, constitución y libertad, términos que son universales para cualquier nación y ciudadanía democrática, hoy parecen ser potestad de una oposición que en nombre de derechos universales, apelan a la violencia para manifestar su odio cultural histórico. El ejemplo más claro de esta premisa son los manifestantes anticuarentena destruyendo un móvil de C5N y agrediendo violentamente a los periodistas Ezequiel Guazzora y Lautaro Maslin en nombre de la libertad.
En las marchas anticuarentena se visibilizaron, además de violentos, cuentapropistas, comerciantes, propietarios de Pymes y muchos trabajadores y trabajadoras que quizás participaron de esa protesta porque la encontraron como único medio para vehiculizar reclamos y necesidades que quizás surgen de la manipulación y la falta de información. Es a este sector al que se debe escuchar y con el que hay que empatizar porque son ciudadanos de a pie con necesidades que necesitan ser atendidas y escuchadas. Es además, este mismo sector que se encuentra en disputa entre los proyectos populares y la oposición que incita a la violencia.
En esta ciudadanía no hay odiadores, ni violentos ni agresores, como tampoco hay racionalidad que los militantes puedan agarrar para convencer, ya que la mayoría de esta ciudadanía piensa en términos emocionales. Es por ello que para convencerlos además de escucharlos, se debe comenzar a debatir el Gran Acuerdo Social pospandemia que el Gobierno ya se encuentra delineando y que estará basado en una batería de políticas de Estado que brindarán oportunidades de ascenso social y mejora de condiciones económicas para todos aquellos sectores postergados antes de la crisis sanitaria, entre los que se encuentra esta ciudadanía emocional. Acá reside uno de los ejes de la Comisión de comunicación política del Foro Virtual de Agenda Argentina que el próximo 8 de agosto que debatirán la agenda comunicacional.
Se vienen enormes desafíos y discusiones que delinearán el futuro de la Argentina y el Gobierno precisará de todos los sectores que tengan intenciones de dialogar para construir una Argentina inclusiva, es por eso que la comunicación deberá mostrarse a la altura de las circunstancias históricas para amalgamar esos lazos sociales que fortalecerán a un proyecto de país que ya está en marcha.