La banda chancha

El Gobierno puso fin a una grosera irregularidad y sectores de la oposición salieron a criticar. La multitudinaria marcha en defensa de la empresa que convocaban los medios del Grupo fue un fiasco. Manipulaciones, extorsión y negocios sucios.

Según lo dispuesto por el Ministerio de Planificación Federal de la Nación, a través de la Secretaría de Comunicaciones, la empresa Cablevisión, propiedad del Grupo Clarín, deberá dejar de brindar en un plazo que no exceda los noventa días, los servicios de Transmisión de Datos, Aviso a Personas, Videoconferencia, Transporte de Señales de Radiodifusión, Radioeléctrico de Concentración de Enlaces, Telefonía Local y Telefonía Pública.

El motivo por el cuál la autoridad de aplicación ha dispuesto esta medida, es que la empresa subsidiaria de Cablevisión que prestaba el servicio, la archiconocida FiberTel, no contaba con la licencia necesaria para ser proveedora de dichos servicios. Suena increíble, pero es así. Hay documentos que prueban esta situación y dejan a la vista el manto de precariedad jurídico que cubría las operaciones de FiberTel y Cablevisión.

A grandes rasgos, la medida se sustenta en que el grupo accionario que manejaba las empresas Cablevisión y FiberTel decidió hace un par de años que la primera absorbiera completamente a la segunda. Dicha “fusión” empresarial, dejó en un limbo administrativo y legal a los más de un millón de usuarios que habían elegido a FiberTel como proveedor de Internet, ya sea porque al momento de decidir no tenían otra opción, o porque las otras opciones eran peores (N. del Autor: el 90 por ciento de los usuarios domiciliaros de Internet en nuestro país coinciden en señalar que ningún servidor es “bueno”, y que muchas veces, el servicio con el que se cuenta se eligió por descarte).

Sin siquiera esperar la aprobación de la disolución de FiberTel por parte de la Autoridad de aplicación correspondiente, los dueños de Cablevisión hicieron de cuenta que “acá no había pasado nada”, y siguieron operando en nombre de FiberTel.

¡Hasta el gobierno de Mauricio Macri les echó flit! Una cosa de locos, diría el lenguaje de la gente de a pie.

Más allá de las presiones mediáticas y económicas, y del juego decadente al que se ha prestado la oposición política en el Congreso de la Nación para no perder la costumbre, lo cierto es que el gobierno nacional no tiene tradición de dar marcha atrás en este tipo de medidas. Ergo, el millón y pico de abonados a banda ancha que tiene FiberTel deberán migrar a otra empresa prestataria en los próximos noventa días.

Frente a esta situación, no faltaron los analistas avezados que salieron enseguida a pronosticar un “apagón” compulsivo, con la posterior furia masiva de los posibles damnificados. Patéticos, porque si tal apagón fuera posible ¿Cómo sería? ¿Alguien se imagina al señor Burns apretando un botón colorado y dejando sin Internet a medio Buenos Aires?

Uno ya no pretende esperar otra cosa de amanuenses de verba decrépita como Mariano Grondona y Joaquín Morales Solá. Pero que algunos analistas jóvenes y queribles, como el economista Lucas Llach, se presten a formar parte del circo romano montado por las corporaciones de medios de comunicación, da mucha pena.

La excitación de pensar esta cuestión como “una nueva 125”, ha llevado a muchos analistas a escribir verdaderos disparates.

Si algo tuvo de novedoso, desde el punto de vista dialéctico, el conflicto por la Resolución 125, fue la creación del sujeto mediático-político denominado “el campo”.

Al menos, “el campo”, representaba cierto sujeto agrario que por aquellos días intensos de 2008, bloqueaba las carreteras que orillan al país sojero, y desabastecía las góndolas metropolitanas.

Ahora bien, ni la Resolución 100/2010 es la 125/2008, ni FiberTel es “el campo”. FiberTel es una compañía que forma parte de un conglomerado que posee cientos de empresas dedicadas a los medios de comunicación, y que en los últimos años se ha diversificado en otros negocios como el del agro (a gran escala) y la especulación financiera.

Nadie va a “dar la vida” por FibeTel, como sí estaban dispuestos a hacerlos aquellos chacareros y arrendatarios que fueron utilizados como ariete “del campo” para doblegar al proyecto de implementar retenciones móviles y segmentadas que beneficiaban a los pequeños productores.

De cualquier manera, hay un detalle del que no se habla, y que sería la llave para destrabar este conflicto, o al menos para encaminar una pronta solución. Paradójicamente, esa llave está en poder de Cablevisión (y el Grupo Clarín).

Lo ha dicho entre líneas el ministro Julio De Vido: “nosotros le dimos de baja a FiberTel, pero nadie le prohíbe a Cablevisión fundar otra empresa, obtener una nueva licencia, y ofrecer nuevamente el servicio”. Es así de sencillo.

Una licencia para operar en telecomunicaciones cuesta dos mil pesos (sí, lo que leyeron). Con esa nueva autorización, además, el Grupo Clarín podría acceder por fin al tan deseado triple play (teléfono+Internet+televisión paga), negoción que se le viene negando desde hace varios años, ya sea por errores propios o porque el Gobierno le fue pisando la pollera.

¿Y entonces por qué no lo hacen?

Bueno, hay un par de respuestas posibles. La primera, y más evidente, es que cualquier medida que el Gobierno tome para poner en regla a las empresas del Grupo que andan “flojas de papeles”, será automáticamente transformada en un “ataque a la libertad de expresión”. Como ya es de público conocimiento, FiberTel no es la única compañía con algunas aristas de irregularidad; le siguió Papel Prensa, y antes de fin de año es probable que al menos otras dos empresas del Grupo le vayan en zaga. Entonces, Clarín antepone sus intereses políticos a los económicos, y prefiere seguir peleándose con el Gobierno en lugar de hacer lo que cualquier empresa más o menos normal haría.

Hablando de Clarín y papeles irregulares, un manto de piedad sobre el tema “adopciones”. Solo por esta vez.

Pero sin dudas, el segundo motivo que desató la reacción del Grupo es el que más preocupado tiene a aquellos directivos que se manejan en el plano de lo real: la probable fuga de abonados en masa.

Es que el acceso a Internet por medio de la banda ancha, es el motor de la fidelización o retención de clientes. Los especialistas en materia de telecomunicaciones que hemos consultado (algunos de los cuales trabajan o han trabajado para Cablevisión), nos dijeron en off que este es el secreto por el cual, una empresa como Telecentro no ha podido crecer como se preveía.

Telecentro, la empresa propiedad de Alberto Pierri, fue la primera compañía de telecomunicaciones que accedió al Triple Play, hace ya unos tres años. Por otra parte, al ser una proveedora que nació en el Conurbano Bonaerense, se esperaba que en poco tiempo Telecentro ganara buenas posiciones en el mercado, y le disputara tanto a FiberTel como a las telefónicas (Speedy y Arnet), una buena porción de los clientes disponibles y de los que había por convencer.

Sin embargo, Telecentro jamás pudo despegar, y hoy en día, con apenas doscientos mil abonados, ni siquiera es capaz de hacerle sombra a los tres grandes tanques que concentran el negocio.

En un país sin demasiada tradición de ver televisión paga (pensemos que el cable llegó a nuestro país en 1985 y, veinticinco años después, nunca pudo alcanzar a conectar ni la mitad de los televisores argentinos), y con un negocio de telefonía fija estancado desde la pesificación duhaldista de las tarifas, la única posibilidad de fidelizar clientes es a través de uno de los dos negocios en telecomunicaciones que ha crecido exponencialmente en la última década: la conexión de banda ancha (el otro gran curro son los teléfonos celulares).

Pero hay otro motivo por el cual Telecentro se vio impedido de crecer: la política extorsiva del Grupo, que a través de sus Suplementos Zonales del Gran Buenos Aires ha mantenido a raya las intenciones de Alberto Pierri, de penetrar en los Municipios del “primer cordón”, donde su empresa tenía mayores posibilidades de continuar el crecimiento obtenido en La Matanza y en la Capital Federal.

La guerra parece ser eterna, y Clarín ha llegado al colmo de tomar medidas infanto-mongoloides, como la eliminación del Canal 26 (también propiedad de Pierri) de la grilla de programación que ofrece Multicanal en algunos lugares de la Ciudad de Buenos Aires y el sur del Conurbano.

También, Clarín, decidió hace varios años que el cableado de Telecentro (que es similar al de FiberTel pero distinto del de las telefónicas), no podía pasar por los postes de Cablevisión ni de Multicanal. Las telefónicas, al menos tenían el cinismo de alquilarle a Pierri los postes, a precios delirantes. Clarín ni siquiera eso: cuando Telecentro colgaba un cable de un palo de madera, propiedad de la señora Ernestina Herrera y del señor Héctor Magnetto, lo denunciaba con foto incluida, en el correspondiente zonal, también de su propiedad.

Cuando el conflicto por la 125 agudizó la pelea entre el Gobierno y el Grupo, algunos de los Intendentes que responden al kirchnerismo decidieron patear el tablero y cortarles ellos también el chorro al Diario. La reacción no se hizo esperar, pero al menos el enfrentamiento abierto sirvió para que los Intendentes le abrieran paso a Telecentro primero y a Telmex después, y quedara un motivo menos para extorsionar. Ambas empresas, autorizadas por los Municipios, comenzaron ha instalar sus propios postes, situación incómoda para los vecinos (en una cuadra uno puede llegar a encontrarse con veinte postes por mano), pero más incómoda aún para el Grupo.

En los últimos meses, Telmex, ha ido más lejos de lo pensado y ha suscripto varios acuerdos con distintos Municipios, consistentes en proveer de conectividad gratuita a instituciones públicas (escuelas, hospitales, etc.) a cambio de mayores facilidades para extender el cableado y las antenas. Avellaneda y Tigre son dos de los Partidos que hicieron punta con los mexicanos.

En este sentido, ahora sí que FiberTel puede ver peligrar su, digamos, capital social. El crecimiento potencial que tienen Telecentro y Telmex (sumado a los monstruos de Arnet y Speedy) puede llegar a dejar sin nada a Cablevisión en muy poco tiempo.

Como dato de color y primicia que todavía no ha salido en ningún medio, sepamos que Clarín había previsto esta situación, y hace unos meses compró dos proveedoras de banda ancha: SkyOnline y Red Intercable.

La primera es una pequeña empresa de avanzada que opera en el espectro de 2,5 GHz. Este espectro adquirió mucha importancia en los últimos tiempos, porque se piensa que es “el futuro” de las comunicaciones móviles, en particular en América Latina, una vez que empiece a desarrollarse la tecnología 4G.

Respecto de Red Intercable, se trata de una compañía formada por un conjunto de cable operadores del interior que incursionaron en televisión digital (mucho antes que Cablevisión). Sus dueños, son esos señores con apariencia tan simpática que desde principios de año aparecen en los cortes publicitarios del canal TN, hablando en contra de la Ley de Medios.

Volviendo a los errores que ha cometido el Grupo para llegar a esta situación, Revista Zoom consultó, entre otras fuentes, a tres periodistas de diarios de circulación nacional que esta semana se ocuparon de investigar el tema, y todos coincidieron en brindarnos este dato: en privado, los directivos de Cablevisión reconocen el dislate de haber operado durante un año y medio sin ningún tipo de permiso. “Se les fue la mano con el exceso de confianza. Nunca se imaginaron que esto podía llegar a pasar, pensando que con la aprobación de la fusión Multicanal-Cablevisión como antecedente, el Gobierno nunca se iba a meter con ellos”.

Por supuesto, este cronista también conversó con Lorena Marino, jefa del Departamento de Prensa de Cablevisión, para solicitar una entrevista con alguno de los gerentes de la empresa. Muy amable, Lorena nos avisó que por el momento sólo se iban a manejar con comunicados, y que los directivos de la empresa no iban a atender al periodismo.

Inmediatamente entendimos la postura de la empresa, y nos parece absolutamente coherente: si no atienden a sus clientes cuando estos le llevan algún que otro problema, mucho menos van a escuchar las preguntas de un periodista molesto.

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