La amenaza de los biocombustibles

Hoy culmina la Conferencia Mundial sobre Seguridad Alimentaria, Cambio Climático y Bioenergía, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la cual tuvo lugar en la ciudad de Roma durante tres días. Para la ocasión, Greenpeace denunció una vez más los impactos ambientales y sociales que los actuales patrones de producción de biocombustibles tendrán en nuestro país y la región.

La cumbre de la FAO fue convocada en un contexto de crisis de la seguridad alimentaria a nivel mundial. Dentro del complejo de factores que intervienen en esta crisis global, los actuales patrones de producción de biocombustibles a gran escala constituyen una de las variables de mayor influencia, poniendo en peligro la subsistencia de las poblaciones más pobres del mundo al impactar sobre los precios de los alimentos, generar un aumento en la demanda de materia prima y competir por más superficies de tierras cultivables. Por otro lado, la extensión de cultivos tales como el maíz, la soja, la colza o la caña de azúcar destinada a la producción de biocombustibles de primera generación, influye también en las tierras agrícolas disponibles, provocando la destrucción, directa e indirecta, de ecosistemas naturales, como los bosques nativos.

A pesar de las advertencias hechas en numerosas y serias investigaciones científicas y de las denuncias de importantes organismos internacionales como la misma FAO acerca de la amenaza que los biocombustibles representan para la seguridad alimentaria y para los ecosistemas naturales, muchos gobiernos de todo el mundo siguen impulsando y promoviendo la producción de biocombustibles a gran escala, tratando de alcanzar sus metas domésticas *. Lo cierto es que Europa ha establecido un corte de sus combustibles fósiles que excede su capacidad de producción, por lo que se procura que los países de América Latina se conviertan en proveedores dentro de un mercado internacional, poniendo en peligro su patrimonio natural.

Los gobiernos y los sectores industriales fomentan los biocombustibles por ser promocionados como una “solución rápida” para el problema de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) liberados por el transporte, y al mismo tiempo, como una nueva posibilidad de negocio para el sector agropecuario. Sin embargo, la promesa de reducción de GEI de la mayoría de los biocombustibles de primera generación, entre ellos el biodiesel de soja, no es cierta y su producción implica necesariamente deforestación y competencia por superficies de tierras cultivables. Por lo tanto, lo que queda es solo un buen negocio para el sector agroindustrial.

Semanas atrás Greenpeace presentó al Gobierno nacional un documento en el cual se plantea la necesidad de establecer criterios de sustentabilidad a la hora de pensar una política nacional para el uso de la bioenergía; en el mismo se considera que deben priorizarse sólo las opciones que logren una reducción efectiva y considerable de GEI de al menos un 60%; que no degraden directa o indirectamente bosques naturales ni otros ecosistemas y que no amenacen la seguridad alimentaria local, en especial la de los países en vías de desarrollo. Más de 100 mil personas apoyaron este pedido y escribieron a la presidente, Cristina Fernández de Kirchner, reclamando la adopción de estos criterios.

Durante la Cumbre organizada por la FAO los Jefes de Estado discutieron cómo abordar el problema de la crisis alimentaria a nivel mundial frente a la subida de precios alimentarios, la escasez de agua y de tierras, el cambio climático, el aumento de las necesidades energéticas y la producción de bioenergía y el crecimiento de la población. Los jefes de Estado hablaron a favor y en contra de la producción de biocombustibles. Más allá de ello la evidencia de las últimas investigaciones científicas es esclarecedora; de ellas podemos concluir que los biocombustibles de primera generación ocasionan más problemas de los que solucionan.

*La reglamentación europea estipula un corte obligatorio de los combustibles usados en el transporte con un 5,75% de biocombustibles para el 2010 y del 10% para el 2020.

Otra nota acerca de la Cumbre de la FAO, aquí.

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