Koenig: “No creo que haya fisuras en la continuidad del Frente de Todos”

El Frente de Todos y los desafíos actuales. La figura de Cristina y Alberto. La democracia y el pueblo argentino a 20 años del 2001.
koenig foto de buena calidad

Fotos: Georgina Garcia

“La democracia es lo que el pueblo se pone al hombro y hace con ella”, dice Marcelo Koenig, Secretario General de la Corriente Descamisados y actualmente Diputado Nacional por el Frente de Todos, en esta entrevista con revista Zoom en la que se refiere a la situación actual que atraviesa el Frente de Todos, analiza el proceso kirchnerista en sus continuidades y rupturas y arriesga un balance a veinte años de la rebelión popular que terminó con el gobierno de la Alianza bajo el grito de “Que se vayan todos; que no quede ni uno sólo”

Desde hace años Koenig ejerce la docencia universitaria y es autor de numerosos libros, entre otros, Democracia Plebeya. Multitud, pueblo y poder constituyente en Nuestra América (Cooperativa editorial Azuzena) y Vencedores vencidos: peronismo y antiperonismo (editorial Punto de Encuentro). Desde revista Zoom nos acercamos a su despacho en el Congreso y mantuvimos con él una conversación sobre la política argentina, más allá –y más acá— de la coyuntura electoral.


Para empezar, Marcelo, la pregunta de rigor de esta semana: ¿Qué balance haces de las recientes elecciones?

Hay cuestiones que resultan básicas para hacer un balance de la contienda electoral y para analizar cualquier proceso de estas características. Una: no nos podemos enojar con el pueblo; hay que poder leer, interpretar, decodificar el mensaje que se ha dado y por qué no fuimos mayoritariamente acompañados en el camino que veníamos trazando. Por eso la respuesta clave a esta pregunta está vinculada a la respuesta sobre cómo nos vamos a parar frente a las elecciones generales de noviembre, y también –y esto es mucho más importante aún— respecto de las elecciones generales de 2023, porque en un régimen presidencialista como el nuestro es el Poder Ejecutivo el que toma las decisiones centrales. En segundo lugar, y espero que se proceda en esa dirección, tiene que ver con el modo en que Néstor Kirchner leyó la derrota electoral de 2009, cuando no perdimos por lo que se había hecho sino precisamente por lo que no se había hecho. En este sentido queda pendiente para el gobierno actual, entonces, detectar cuáles son las cosas que realmente pueden llevar a buen puerto la situación, dando respuestas económicas, políticas y, sobre todo, meter más peronismo y dejar de lado tantas vacilaciones, como con Vicentín o la soberanía sobre el Paraná o cuestiones como el litio, que es un tema fundamental de soberanía, así como el rol del Estado, que es otro elemento fundamental en la historia del peronismo y en nuestro frente actual, como también la perspectiva de justicia social, porque como decía Perón, “gobernar es crear trabajo”.

¿Cómo estás viendo el proceso político actual?


Veo con preocupación al proyecto político actual porque estas elecciones se dieron en un marco donde fue instalando previamente cierta idea de antipolítica. Creo que esa mancha de aceite que es la antipolítica se extendió considerablemente en la sociedad argentina. Y la antipolítica es el caldo de cultivo de la derecha. Siempre fue así, independientemente de que tenga o no resultados electorales. Me parece que hay una cosa importante en la que se retrocedió: mucha militancia terminó replegándose en los barrios, tratando de parar las ollas, de hacer que llegue un plato de comida a algún compañero o una compañera. Es decir, claramente hubo un retroceso en el terreno de la militancia política. Yo creo que los sectores dominantes tienen en favor de sus fuerzas políticas esa enorme concentración de medios, que les permite generar una enorme subjetividad. Sería necio no reconocerles esa capacidad, que es una especie de fuerza aérea que bombardea todo el tiempo, por más que no les alcance solo con eso  para dominar. Nosotros tenemos una enorme infantería, que es la militancia. Pero creo que esta es una de las cosas que nos está faltando en este periodo, porque hubo un retroceso de la militancia sobre lo social. Entonces, más allá de la demonización de la política que se hace en los medios, los cuales avalan a la antipolítica, la idea que todos son iguales y la noción que la política no sirve para nada, nosotros contamos con el gran legado de Néstor Kirchner, que recuperó la política como herramienta de transformación.

Estas PASO fueron una elección atípica, porque como lo expresaba el Presidente, las ideas y los proyectos que se tenían al asumir chocaron de frente contra la pandemia, y entonces hubo que hacer cosas distintas a las que se esperaba. El Frente de Todos fue votado para reconstruir una Argentina productiva y solidaria, pero esto tuvo que quedar entre paréntesis con la pandemia. Pandemia que estoy convencido se administró correctamente, creo que se hicieron bien las cosas durante ella. Porque si uno preveía como nos iba a impactar ese tema viendo las imágenes que venían desde Europa, con la gente muriendo en las ambulancias en la puerta de los hospitales, en los pasillos de los hospitales, sin cama, uno decía: “Bueno, ¿cómo va a ser eso en nuestra Argentina? En Buenos Aires, en ese conurbano tan poblado…”. Porque siempre funcionaba el mito de que todo el sistema de salud se construía en la Capital. Entonces: en ese sentido las cosas se hicieron bien. Incluso la disputa geopolítica de la vacuna se llevó a cabo de forma correcta. Muchos países de Latinoamérica todavía hoy no tienen las vacunas suficientes para vacunar a su población y en los casos que pudieron acceder a ellas, fueron unas mucho peores de las que pudimos acceder nosotros. Por eso Uruguay y Chile están pensando en una tercera dosis, por ejemplo. Me parece que esto también hay que entenderlo en el contexto mundial y como se paró Argentina frente a ese contexto, la verdad fue muy interesante. También el arreglo con los acreedores externos, más allá de que uno tiene la convicción que siempre la deuda externa es un robo y los gobiernos neoliberales vienen para robarnos, la verdad fue un buen acuerdo el que se hizo, dentro de los posibles en este contexto. Me preocupa mucho el acuerdo con el Fondo, eso sí: yo no soy de aquellos que cree que ahora el FMI es bueno porque tiene una presidenta que sufrió hambre en su niñez. El Fondo, desde que se creó en 1944, fue siempre idéntico a sí mismo.

Y respecto de Alberto y Cristina: ¿qué balance hacés?

Respecto al rol de Alberto me parece que le tocó una difícil, no fue fácil. No sé cómo hubiese sido de presidente si no hubiese estado la pandemia de por medio y esa es historia contrafáctica, pero me parece que hay algo, tanto Alberto como en Cristina, Massa y Máximo, y es que tienen absoluta conciencia de que la unidad es una condición necesaria para ganarle al macrismo y para gobernar. Después, a partir de ahí, lo que hay es una disputa al interior de la coalición del gobierno, y me parece que Cristina cumple un rol político y simbólico enorme, por lo que ella representa para las mayorías populares. Estoy convencido que la mayoría de los votos de nuestros espacios son los votos de Cristina. Después hay una disputa, porque el Frente de Todos es una unidad en la que nadie sobra, donde se construye una unidad con aquellos que no son iguales, que tienen una mirada distinta de cómo se resuelven los problemas de los argentinos y las argentinas, y en esas miradas diferentes hay disputas, agónicas, no antagónicas, pero disputas al fin. Me parece que ahí el ejemplo que podría poner es el tema del litio, pero hay un montón de ejemplos donde hubo disputa de sentido.

El peronismo históricamente siempre ha sido una disputa de sentidos. A veces ganan los sectores que son más afines a aquellos que tenemos una mirada basada en la historia revolucionaria del peronismo, otras veces hay sectores más conservadores que son los que tienen la hegemonía. Quiero decir: a lo largo de este tiempo hemos ido para adelante y para atrás, y quizás si hubiese existido otra hegemonía se hubiesen resuelto las cosas de otra manera. Ejemplo: el caso Vicentín. La Argentina tuvo la oportunidad, el Estado Nacional tuvo la oportunidad a partir de los desmanejos de Vicentín y las complicidades del gobierno anterior, de quedarse con una empresa que no solamente era un actor importante en el comercio de grano, con lo cual el Estado hubiese podido terciar (hoy por hoy la mayor entrada de recursos de divisa de la Argentina), sino que además es una de las mayores productoras de alimento, por lo cual también podría haber intervenido en un mercado que está totalmente oligopolizado y que se ha transformado en uno de los grandes problemas de la Argentina, por lo caro que están hoy los alimentos. Ahí perdimos una oportunidad, porque había sectores que claramente pensaban que no teníamos que avanzar sobre Vincentín, más allá de la oposición, a mí que la oposición defienda a Vincentín o que defiendan al 0, 2 % que no querían pagar en el impuesto a las grandes fortunas no me preocupa, me parecen que son coherentes con ellos mismos. El problema es cuando esa disputa y esa discusión están adentro.


Respecto a esto que decías que el Frente De Todos es una coalición con distintas corrientes adentro, de las cuales el kirchnerismo es la mayoritaria pero no la única. Sin embargo, en algunos momentos, sobre todo al inicio de la gestión, sonaba mucho la consigna “Volvimos”. Entonces: ¿la gestión actual es un retorno del kirchnerismo o es más bien otra cosa? Y respecto del kirchnerismo: ¿cuáles serían el conjunto de problemas que no se pudieron resolver en sus tres mandatos y que de algún modo han quedado como parte de una agenda futura?

Yo no creo que haya fisuras en la continuidad del Frente de Todos; sí hay tensiones. En toda estructura diversa hay tensiones. Creo incluso que las tensiones no son tan lineales como se analizan desde los medios: Kirchnerismo vs Massismo o vs Albertismo. A veces en ese barajar y dar de nuevo no son siempre las mismas cartas que se confrontan y creo que toda la coalición es consciente de esto. En el Frente Amplio decían: “Acá no sobra nadie”, y eso está bueno. Lo que sí es mucho más complejo y creo que es uno de los desafíos del Frente de Todos, es qué hacer ahora que volvimos. Porque yo creo que sí volvimos: volvimos en otras condiciones, volvimos después de un hecho que no podemos soslayar que son los cuatro años de neoliberalismo, que ganó con apoyo popular, por primera vez en la historia.

La derecha no lo dice públicamente pero son un partido de derecha, y ganan elecciones en la Argentina sin disfrazarse, como hicieron con el peronismo durante el menemismo, o como hicieron los radicales en múltiples ocasiones. Tampoco lo hicieron calzándose las botas de los golpes, ni con elecciones fraudulentas. No, ganaron legítimamente, y pudieron avanzar en la construcción de esa Argentina para pocos que ellos quieren. Con lo cual no podemos hacer como si eso no hubiera pasado.

Cuando se vuelve en el 2019 no se retorna al mismo punto del 2015. Y encima la pandemia lo puso todo entre paréntesis. Ahora, si yo tuviese que decir cuál fue la cuestión del kirchnerismo que queda pendiente, después de doce años de gobierno, diría que es asumir que está absolutamente agotado el modelo desarrollista-extractivista. El 50% de pobres que tiene hoy la Argentina, ese porcentaje desgarrante y que nos duele a quienes estamos de este lado porque tenemos sensibilidad social, ese 50 % de pobreza y ese otro tanto de indigencia es un insulto. Estamos apenas por debajo de las cifras posteriores al 2001, cuando el neoliberalismo explotó. Lo que nos revela esta situación es que aumentando el desarrollismo no lo cambiamos, aumentando el extractivismo tampoco no lo cambiamos.

Yo me acuerdo siempre una frase que decía Tiburón, del MTD de Villa Corina: “No queremos una Argentina que produzca para trescientos millones de personas si hay una parte importante de esos treinta millones que pasa hambre”. Evidentemente el modelo de producir lo que necesita el mercado externo es un modelo que está agotado, ese modelo de la reprimarización de nuestra economía e incluso de una industrialización de la mano de los grandes grupos económicos, que es una industrialización que requiere de mucha integración con el mercado mundial, por ejemplo en la industria automotriz, no va. Se festejó como un logro la ley que dice que los autos hechos acá tienen que tener el 30% de piezas argentinas. Es un logro, está claro, peor es importar el 100 %, pero la verdad que si el ejemplo de industrialización que tenemos es el de una industrialización que el 70% de lo que se produce hay que comprarlo afuera, es un quilombo. Lo que demuestra que el capitalismo en esta etapa deja fuera y excluye a una gran parte de la población.

Yo soy de aquellos que cree que como hizo el primer peronismo, nosotros podemos hacer una ruptura con la división internacional de la producción y del trabajo. En aquel momento a nosotros nos asignaban la producción de vacas y de trigo, y hoy nos asignan la de soja y algunas otras cosas más. Así como se rompió en ese momento, también se puede romper ahora este modelo: no hay que aceptar mansamente que el capitalismo, en cualquiera de sus variantes, nos acostumbre a vivir con millones y millones de pobres, y millones y millones de excluidos. Yo creo que ahí hay una importante discusión pendiente, y que hace al nudo de la cuestión, que tiene que ver con el trabajo, que tiene que ver con la Argentina del kirchnerismo donde se construyeron seis millones de puestos de trabajo y de eso parte importante, mucho más de un tercio —podría decir más quizás— fueron trabajos sin derechos. Evidentemente, ahí hay una cosa pendiente que no se resuelve desde la gestión del Ministerio de Trabajo, se resuelve repensando la matriz productiva de la Argentina.

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En el plano político, pensando que se cumplen también veinte años del 20 de diciembre, de algún modo esa idea de “Que se vayan todos” tiene una lectura por derecha ¿no? Digo: incluso uno puede pensar que cierto emergente de la rebelión termina siendo el macrismo, con cierto culto a la despolitización o la anti-política, pero también por izquierda podría pensar que el 2001 es la puesta en crisis de la democracia que heredamos de la dictadura y sus formas de representación más liberal. ¿Te parece que hay condiciones para pensar en una reforma política, para decirlo en un lenguaje más liberal, o de una democracia plebeya, en un sentido más popular?


Claramente hago una lectura del 20 de diciembre del 2001 como uno de los grandes hitos de la historia Argentina, que a diferencia de otros hitos, este tenía claro que es lo que no quería, mientras no estaba muy patente que quería. Y la salida vino por el lado de la política, no desde esa cosa embriagadora del poder de las asambleas y de  los piquetes que se sentían entonces, de alguna manera, con derecho a discutir el socialismo del universo ¿no? Pero me parece que ese proceso, quien mejor lo leyó, fue Néstor Kirchner, quien atacó algunas bases del neoliberalismo, como por ejemplo la impunidad. La sensación de impunidad que se sentía con los genocidas caminando por la calle fue uno de los pilares ideológicos del neoliberalismo, más allá que en otros temas no le fuera tan bien, en eso sí profundizó e instaló la idea que para la Argentina los Derechos Humanos son una política de Estado y terminó de hacerse aquello que empezó e interrumpió Alfonsín: el Juicio a los genocidas, pero ya no a treinta sino a todos. Aunque todavía nos falta avanzar sobre los responsables civiles, eso sería como otra vuelta de tuerca importante de la historia, en ese terreno se avanzó.

Yo siento que nosotros hoy estamos lejos de una reforma política que construya otro tipo de democracia, no liberal, no procedimental, sino una democracia donde el pueblo sea constituyente. Creo que esto tiene que ver con lo que hablábamos antes, con esos cuatro años de retroceso durante el macrismo, porque si bien el pueblo argentino encontró en la política la salida (la salida no fue de resistencia sino de una política más partidocrática), me parece que esa salida política se parece en alguna medida a la salida política que se encontró a partir del año 2002, 2003. No nos permite a nosotros soñar, por lo menos en lo inmediato, con una democracia más plebeya, con una democracia en donde sea realmente un régimen político en donde se haga lo que el pueblo quiere y en donde el pueblo, a través de sus formas organizadas, decida. Porque el retroceso de las formas de organización popular es un retroceso en la cuestión de una democracia más sustancial. Lo que no podemos hacer es tirar al chico por el agua sucia, está claro: la democracia formal es una condición necesaria pero no suficiente, por lo menos para la Argentina que nos imaginamos nosotros.

¿Entonces, para adelante?

Hay que animarse a plantear una nueva democracia, a plantear una nueva constitución, porque esta y el proyecto de país tienen siempre un correlato.

Como pasó en la Argentina a mitad de siglo XX cuando se cambió la matriz productiva, y se dejó de ser la Argentina de las vacas y los trigales para ser una Argentina de las industrias y se avanzó con el protagonismo popular, y fue necesario una nueva constitución, como la de 1949. Cuando nosotros logremos superar esta situación de un país donde muchos se quedan afuera, de un país que produce más para afuera que para dentro, un país en donde lo industrial supere a la cuestión de los servicios  y ni hablar de la cuestión de lo agrario, recién ahí nosotros vamos a necesitar institucionalizar ese proceso también en lo político. Ahí hay una cosa que nos falta, para no recaer en una especie de mirada iluminista, como si se tratara de juntar tres o cuatros mentes brillantes para que nos den un modelo perfecto de democracia. La democracia es lo que el pueblo se pone al hombro y hace con ella.

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