Mientras se disipan los humos del debate sobre la dolarización de la economía y los candidatos presidenciales se preparan para las PASO, lo que perdura es el dilema sobre la corrección de las variables macroeconómicas. En los sondeos de mercado, crecen las expectativas ante un escenario electoral que parece coincidir en la necesidad de resetear la economía.
Para Argentina, el endeudamiento externo es casi la única vía de acumulación de reservas, más aún cuando la sequía de la cosecha comprometió durante los primeros meses del año la generación genuina de divisas.
Massa tiene por delante un desafío enorme. El plan gradualista se ha mostrado insuficiente en su objetivo de estabilizar las variables macroeconómicas, pero a la vez, evitar la profundización del deterioro es la mejor carta que puede exhibir de cara a las elecciones. Este escenario se inserta en un mundo que acelera sus tensiones a partir del crecimiento de la economía china y las dificultades norteamericanas para resolver una crisis mundial sin antecedentes inmediatos durante las dos décadas del nuevo siglo.
La escasez de dólares
Desde que Sergio Massa asumió la dirección del ministerio de economía tiene la tarea de administrar un escenario que muestra indicadores contradictorios. La actividad industrial crece, la generación de empleo sube y, hasta fines del año anterior, el país gozó de superávit comercial, es decir, vendió más de lo que compró. Sin embargo, los dólares que el país genera por cuenta propia desaparecen tan pronto como el Banco Central los recibe, los datos inflacionarios no dan tregua y el salario no muestra signos de recuperación.
Para explicar estas tendencias es necesario recordar que Argentina presenta un nivel de endeudamiento que lo convierte en uno de los principales deudores del Fondo Monetario Internacional. El país está sometido a una revisión trimestral del organismo que le exige disminuir el déficit de gasto y ajustar el tipo de cambio. Esto es, devaluar la moneda e incrementar la recaudación.
Ante los compromisos externos y la escasez de dólares, la cartera de Hacienda dispuso de varios tipos de cambios paralelos. Es decir, un valor de venta preferencial que ofrece a los productores varios pesos por cada dólar entregado.
Entre ellos, el más importante por el saldo de exportación, es el dólar soja. Con tres ediciones, el tipo de cambio alternativo para el complejo agroexportador le permitió al sector obtener beneficios fiscales a cambio de la liquidación de moneda extranjera.
Sin embargo, la escasez de dólares sigue siendo la mayor dificultad para el oficialismo.
En el reporte de Sebastián Menescaldi, director de Eco Go, consultora vinculada a la economista Marina Dal Poggetto, integrante del espacio del neurocientífico radical, Matías Mannes, el mayor «escape» de dólares fue por los pagos de los vencimientos al FMI y deuda con capitales privados. Para el economista Santiago Manoukian de la consultora Ecolatina, el drenaje de dólares se acelera debido a “la utilización de reservas del BCRA en el mercado de losdólares financieros”.
La fragilidad del escenario macroeconómico es evidente. Se profundiza la dependencia con el FMI, el principal acreedor de la deuda argentina, que para seguir girando dólares frescos que permitan pagar los compromisos contraídos exige mayor reducción del gasto y una devaluación del peso. Por otra parte, para facilitar la liquidación de dólares, el gobierno emite los pesos que constituyen los principales beneficios que negocian los productores agrandando el déficit fiscal.
Llegados a este punto vale hacer algunas aclaraciones. Si el recorte del gasto que reclama el FMI se implementa sobre el sector social y la desvalorización del peso no va a ser acompañada por una suba nominal del salario, el costo de vida y la pobreza seguirán en aumento.
Lo propio con los beneficios fiscales del agro. La emisión de pesos para garantizar el dólar soja agranda el déficit fiscal, sin embargo, a algunos sectores sólo parece molestarles los pesos emitidos para paliar las dificultades sociales de la población.
A menos de seis meses de las elecciones presidenciales, el gobierno busca amortiguar el impacto para llegar sin sobresaltos a los comicios. Con la elección de Massa como candidato de Unión por la Patria, la administración de las cuentas públicas es la carta más importante para llegar a las elecciones con chances serias de forzar un ballotage.
No obstante, todas las fórmulas con aspiraciones presidenciables saben que el mayor desafío que tendrán por delante será la renegociación de la deuda con el FMI, acuerdo que, entre otras cosas, implica corregir el tipo de cambio, el precio de las tarifas energéticas y el valor del salario.
El problema de esta medida es que las propuestas para implementar un plan de estabilización no siempre contemplan el impacto negativo que la desvalorización del peso tiene sobre el costo de vida de aquellos que viven de su salario.
La disputa global
Junto al endeudamiento externo y los tipos de cambios, otra de las decisiones que tomó el Palacio de Hacienda para sortear las dificultades motivadas por la escasez de dólares, fue sellar con China un nuevo acuerdo sobre el Swap. A principio de mes, Sergio Massa viajó a Beijing para cerrar un acuerdo que le posibilitó a Argentina acceder a $ 5.000 millones adicionales.
El swap o canje de monedas es una herramienta usada por muchos bancos centrales en el mundo, que permite a los países incrementar sus reservas sin costos. No es un préstamo sino un canje, es decir, Argentina y China intercambian monedas que luego son utilizadas para facilitar la comercialización entre ambos países. Con esta operación el país paga las importaciones que llegan desde China con yuanes.
En términos políticos la ampliación del swap se traduce como una profundización de las relaciones diplomáticas que el país hace rato emprendió con el gigante asiático, hecho que no cae muy bien ni en las oficinas de la Casa Blanca ni en la embajada norteamericana del barrio porteño de Palermo.
Es que, de este viaje, además de monedas, Sergio Massa trajo un puñado de proyectos de inversión que China planea implementar en la provincia de Tierra del Fuego. Se trata de la construcción de un puerto estratégico y una petroquímica en la localidad fueguina de Río Grande.
China necesita un punto estratégico bioceánico al que recurrir si, por ejemplo, debido a un conflicto militar, se bloquea el canal de Panamá (controlado por Estados Unidos). En esta planificación, la proximidad de Río Grande con la Antártida es otro factor de interés.
El embajador norteamericano en Argentina, Marc Stanley viajó hasta Tierra del Fuego para reunirse con el gobernador, Gustavo Mellela.
Stanley intentó convencer a Mellela sobre el impacto ambiental que tendría un posible puerto chino en la zona. El gobernador, se sabe, le replicó que aceptaría gustosa la inversión norteamericana para implementar la obra. Sin embargo, a la Casa Blanca tales obras no parecen importarles demasiado.
Esta discusión es bastante similar a la que sostuvo Laura Richardson, la general del Ejército de los Estados Unidos y jefa del Comando Sur ante el avance de capitales chinos en la extracción del litio en el norte argentino.
En una reunión con ministros de defensa del cono sur, la generala argumentó que impedir la penetración de capitales chinos en el norte argentino “es una cuestión tanto de defensa ambiental como de seguridad nacional”.
A fines del año pasado el informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington confirmó la preocupación norteamericana: “Dado el conflicto comercial geopolítico con China, ésta podría usar su posición para dirigir el futuro de la transición mundial a una energía limpia. En vistas del estado actual de la cadena de suministro de litio, Estados Unidos se encuentra muy poco preparado para satisfacer el aumento exponencial de la demanda durante la próxima década y con posterioridad”.
Con la pretensión de obtener mayor asistencia financiera y diversificar sus exportaciones, el país intenta negociar con las dos cajas económicas que rivalizan por la distribución del poder mundial. Argentina es el escenario de la disputa global entre Estados Unidos y China cuyos episodios se repiten tanto en la competencia por la explotación de bienes naturales como en la pelea por las monedas que regulan la actividad del comercio exterior.
Asimismo, para muchos especialistas del comercio, a pesar del descalabro de precios que experimenta Argentina, el país tiene por delante un ciclo de bonanza económica motivado por la exportación de litio y gas no convencional. La pregunta que se abre es qué modelo implementará el gobierno que logre imponerse en las elecciones presidenciales para corregir las variables macroeconómicas, administrar el eventual ciclo de crecimiento comercial y, sumado a la construcción de sus relaciones geopolíticas, como piensa distribuir las ganancias obtenidas a partir del ciclo que se abre.