Elecciones en Colombia: el desafío de aprender a ganar

El frente que reúne al progresismo, la izquierda y los movimientos sociales ganó la primera vuelta electoral, aunque un hecho inesperado le impidió festejar. Panorama de las elecciones más decisivas –y, a partir de ahora, menos certeras– del continente.

El pasado domingo la fórmula Petro – Márquez se impuso en la primera vuelta de las presidenciales de Colombia con un contundente 40,3% de los votos. El segundo lugar fue paraRodolfo Hernández, un candidato conservador que alcanzó un lejano 28,1%. El balotaje será el próximo domingo 19 de junio, en apenas 3 semanas. La victoria era esperada, la amplia diferencia también. Sin embargo, durante esa primera noche no hubo optimismo en las filas vencedoras.

Es cierto que, hacia la segunda vuelta, el triunfo parcial corre riesgo. Pero en el desconcierto de la victoria pesa también el temor a lo desconocido: en toda la historia de Colombia, hasta ahora, un frente popular nunca ganó una elección presidencial.

El resultado ventajoso incluyó una mala noticia: el contrincante final no es el uribista ´Fico´ Gutiérrez como se esperaba, quien tiene una alta imagen negativa, sino uno con más posibilidades de crecer. Hernández, un empresario de 77 años que hizo campaña por Tik tok, se presenta como un outsider de la política (a pesar de haber sido alcalde de Bucaramanga). Con ese perfil desplazó al uribismo, que finalmente quedó en tercer lugar. Por ese motivo su candidatura es un desafío más peligroso para la fuerza alternativa que aun pretende llegar a la presidencia del país.

Las distintas vertientes de la derecha ya anunciaron su adhesión al candidato antipetro y ofrecieron toda su maquinaria. En las últimas horas se multiplicó también el favor de los grandes medios de comunicación, propiedad de los dueños de todo lo demás. Pero ese apoyo puede ser contraproducente: Hernández construyó consensos en torno a su figura en nombre de la antipolítica, caudal que se podría ver afectado si se presta a alianzas con lo peor de la política tradicional.

El Pacto Histórico, por su lado, acusó el golpe de la mala novedad. Tal vez, incluso, más de lo que debería: triunfó holgadamente, pero el primer efecto en su militancia fue de desánimo. Paradojas de una elección victoriosa que, sin embargo, el pueblo colombiano no se animó a celebrar.

Sin embargo, hacia la segunda vuelta sigue habiendo posibilidad de victoria. La candidatura de Petro vino creciendo sostenidamente los últimos años. Los 8.520.000 votos no tienen por qué ser su techo: toda segunda vuelta por definición polariza. Es esperable que las dos opciones crezcan, y es al Pacto Histórico a quien le falta menos para llegar.

Además de los mencionados, hay un cuarto candidato de perfil moderado, el profesor universitario Sergio Fajardo. En la primera vuelta recibió casi 900.000 votos, un valioso 4,2% de electorado que ahora tendrá que volver a elegir. Por afinidad programática, la fórmula Petro – Márquez es la que mejor representa a esa porción electoral (aunque la relatividad de fidelidades que permite augurar un posible crecimiento también obliga a relativizar la suma automática de ese caudal).

Un tercer factor favorable puede ser más auspicioso aún: en Colombia el voto no es obligatorio, y un 46% de la ciudadanía habilitada para hacerlo no fue a votar. Ese ausentismo es de arrastre, aunque la cifra de votantes se fue incrementando con los años, a partir de la mayor politización de la sociedad. También ese es un techo probable de superar. El propio Gustavo Petro dijo, en el discurso después de conocidos los resultados, que la militancia debía salir a buscar a esa población que hasta ahora no se dejó interpelar.

El piso del 40% obtenido en primera vuelta, más ese abanico de opciones de crecimiento, muestran un escenario abierto, incluso favorable. Sin embargo, hay miedo. En este caso, no a la violencia (no solo a la violencia, sería más preciso decir, ya que esa amenaza en Colombia siempre está). El miedo ahora parece ser a lo desconocido, a la incertidumbre de no saber si finalmente se va a ganar.

“En algunos casos son miedos deseantes, movilizantes”, interpreta Johana, una psicóloga que militó desde el primer momento la campaña. Pilar, defensora de derechos humanos, coincide: “En Colombia sabemos que la tristeza, la rabia y la frustración nos pueden llevar a crear cosas poderosas y llenas de dignidad”.

Aprender a ganar

El periodista le acerca el micrófono a un hombre para que responda: “Don Gustavo, lo que no entiendo es todo esto para qué”. El hombre lo mira desafiante y dice: “¿Para qué? Pues… ¿Para qué le sirve usted la dignidad, ah? ¿Esa palabra no existe o qué, o no la usan ya en televisión? ¡Como que pa´ qué! ¡Pa´ la dignidad!”. El reportero se ofende y corta la transmisión.

Así termina La estrategia del caracol, una película emblemática del cine colombiano en la que unas familias pierden un juicio de desalojo, deben entregar sus viviendas y elijen hacerlo peleando, con más creatividad vindicatoria que efectividad.

Así ha sido durante toda la historia en Colombia. Este pueblo ha soportado guerras civiles, desplazamientos, desalojos, exilios. Duras derrotas, por lo general. Pero no está en su ADN la posibilidad de la resignación. Aquí todas las batallas se pelean con dignidad.

La segunda vuelta electoral no será fácil. Ni lo será gobernar este país, si el Pacto Histórico llegara a ganar. O retomar la resistencia, si quedara un nuevo gobierno de derecha. Tampoco será sencillo, si no resulta ahora, volver a intentar la epopeya en 4 años más. Nada en Colombia para el pueblo fue ni será fácil. Pero nunca en toda la historia de esta tierra, como ahora, se estuvo tan cerca de dejar de perder, de quebrar el círculo de la derrota, aun la que se asume con dignidad.

Ya se ganó una primera vuelta parcial, aunque a los propios protagonistas les esté costando hacerse a la idea. Es entendible. Pero la espiral de pequeñas victorias ya empieza a hacer efecto. Más temprano que tarde el pueblo colombiano, que tanto ha aprendido y tanto tiene por enseñar, también aprenderá a ganar.

Por Pablo Solana desde Bogotá para Revista Zoom.

El autor es editor de la Revista Lanzas y Letras y La Fogata Editorial (Colombia).

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