El posmo-análisis de la pandemia y la ausencia de la geopolítica

Un análisis de los pronósticos intelectuales que despertó la pandemia. Deseo, voluntarismo y presindencia de mirada global.
Por Emanuel Bonforti

(…)Territorios que pertenecen a la periferia del mundo capitalista. Donde la historia discurre, (…), como resonancia o efectos de procesos medulares que se dilucidan en la metrópolis. Donde, en una palabra, la historia se padece, pero no se hace.

Vivian Trias

A comienzos de julio, cuando se anunciaba el regreso de fase en la cuarentena, Pedro Saborido publicaba un de decálogo sobre cómo abordar la nueva etapa y recomendaba: «Circular textos donde se asegura que el capitalismo se derrumba. O que de lejos ‘parece que se derrumba’». Zizek dice que «esta vez sí, en esta se viene el comunismo». Algunos recogimos ese guante y volvimos a encontrar las mismas ausencias en los textos de los filósofos de la Vieja Europa. Es evidente la decisión teórica de omitir discusiones en relación a aspectos geopolíticos. En esa línea también se inscriben las ausencias analíticas por parte de los teóricos vernáculos.

El presente artículo tiene como objetivo analizar brevemente las intervenciones de filósofos europeos y nacionales e identificar la ausencia del registro geopolítico en estos enfoques.

Uno de los primeros filósofos que en nombre del liberalismo alzó la voz fue el italiano Giorgio Agamben, quien expresó su preocupación en torno al avance de un estado de excepción. El autor denunciaba la combinación entre restricciones a la libertad y un discurso que apuntaba a la sensación de un estado de pánico colectivo. Agamben extremó su alarma filosófica al sostener que en el auge del pico pandémico en Italia, cualquier individuo que excediera el estado de excepción sería considerado un terrorista. A la vez, observa un proceso de degeneración de las relaciones sociales y un Estado todopoderoso que agobia las libertades individuales. Como vemos, el registro de análisis de Agamben era puramente individual, basado en una escala que prioriza los derechos civiles.

Al pesimismo de Agamben se le suma el optimismo de Slavoj Zizek, quien considera a la pandemia como condición posible para un cambio de sistema. Partiendo del temor de Agamben por la fortaleza de los Estados Nacionales, el eslavo se orienta hacia el futuro y, a modo de predicción, se ilusiona con una sociedad capaz de repensar sus lazos de solidaridad y cooperación global. Esta aspiración se sostiene en clave ideológica: el COVID 19 obliga a reflexionar al comunismo como regulador de las relaciones sociales. De esta forma, el encuadre analítico de Zizek pondera la reconversión ideológica desde una globalización vista desde Europa.

Con una mirada más negativa aparece Byung Chul Han. Crítico de la lectura zizekiana, y tendiendo algunos puentes con el análisis de Agamben en relación a la emergencia de aspectos totalitarios en la Vieja Europa. El aporte del surcoreano radica en la comparación entre oriente y occidente en cuanto al abordaje de la pandemia. Sin mencionarlo, realiza una lectura en clave de enfrentamiento civilizatorio. Incurre así en un enfoque interpretativo afín al de Agamben: para Byung Chul Han, la pandemia no es condición de posibilidad de ningún cambio progresivo -a diferencia del esloveno-.

Jean Luc-Nancy traslada la reflexión al campo del enfrentamiento civilizatorio sin mencionar de forma clara las civilizaciones. Observa que la pandemia es mucho más que un problema de alcance viral, ya que también atravesó los campos de la comunicación y la informática.

Siguiendo con otro filósofo de moda, Franco «Bifo» Berardi centró su análisis en describir la continuidad de la crisis del capitalismo que excede en tiempo a la emergencia del virus. En el enfoque de Berardi, fue el paroxismo de la interpretación individual lo que generó la crisis, al ser definitiva la ruptura de la psicología con la dimensión de lo social. Podría decirse que el autor desnudó la peor cara de la crisis del sistema, en fuerte contraposición con el análisis de Agamben -donde las contradicciones del sistema se hallan en el virus y la crisis viene del propio cuerpo humano-.

En el panorama nacional, los análisis discurren entre inquietudes propias matizadas con expectativas europeas. Así, autores como Maristella Svampa y Enrique Viale, en una publicación local, analizaron el escenario en clave civilizatoria. Las recetas a la salida de la pandemia son el ingreso universal ciudadano, la reforma tributaria progresiva, la suspensión del pago de la deuda, un sistema nacional de cuidados y una radical transición ecológica. En éste último punto los autores le adjudican derechos a la naturaleza. Es decir, una agenda propiamente de la urbanidad donde parecieran ignorarse las problemáticas federales.

Beatriz Sarlo sostuvo que lo mejor que podría suceder es la construcción de una reforma impositiva. Por otro lado, María Esperanza Casullo tomó como punto de partida una publicación británica cuya proposición era que la consecuencia de la crisis será la discusión integral del liberalismo como regulador social. El artículo se desarrolló en clave contractual, aseverando que la postpandemia inevitablemente obligaría a repensar el contrato social en su conjunto.

Por último, vale mencionar el último artículo de Helena Carreiras y Andrés Malamud, donde por vez primera se identifica una lectura de la geopolítica. Interesante es el planteo de que si bien la pandemia refuerza la soberanía también implica interdependencia.

La posmodernidad oculta el verdadero conflicto mundial. ¿Y la respuesta Argentina?

Encontramos en los autores europeos -y en parte de la intelectualidad local- una tendencia a silenciar las relaciones de poder a escala internacional; con esto se omite cualquier registro geopolítico que podría ser utilizado como soporte teórico para comprender el preludio, el desarrollo y la pospandemia. Obviamente nadie desea hacer hablar a los autores de temas en los que no están interesados y, llegado el caso, el recorte temático se da a partir de una cosmovisión determinada. La negación a abrevar en los temas mencionados se produce por una lectura que emerge de discusiones teóricas propias de una región. En ese sentido, el registro a gran escala que mueve estas interpretaciones podría ser el paradigma de la posmodernidad.

En ninguno de estos autores -a excepción del tímido relato de Zizek- existe una pretensión de universalidad a la hora de construir un relato histórico. El desencanto forma es central para comprender el fenómeno del COVID 19. Así el futuro es sombrío, ya que en esta concepción el relato temporal es puramente presente. Identificamos un diálogo directo entre posmodernismo y liberalismo. En estos análisis se observa una desconstrucción de la historia, relatos de alteridad y heterogeneidad que priorizan al individuo. Sin embargo, no logran analizar la pandemia en clave de conflicto de civilizaciones, por lo que se pierde la posibilidad de pensar la emergencia de Oriente. Como la pandemia, el atentado a las Torres Gemelas rompió el encanto de la ideología única, y el soporte de la posmodernidad significa el regreso a la universalidad. Con esto, cualquier análisis debería contemplar, invariablemente, la dimensión geopolítica.

Decía el uruguayo Vivian Trías que la geopolítica es una disciplina maldita: estudia la influencia de los factores geográficos en la vida de los Estados con el objetivo de extraer conclusiones para orientar políticas de dominación. En ese sentido, la geopolítica aparece como doctrina de los imperios y cualquier análisis realista debería contemplarlo.

Un análisis sobre la pandemia no puede dejar de lado que existía una guerra comercial previa entre China y los Estados Unidos, y que detrás de ella hay otras potencias haciendo su juego. Tampoco puede omitirse el descalabro en los precios del petróleo. Despojados de la variable geopolítica y de una mirada realista del mundo estos, análisis no complejizan en el tablero del poder la disputas al interior de la Organización Mundial de la Salud, como tampoco el rol de la OTAN en un escenario de pospandemia.

El enfoque liberal del análisis europeo, conjugado con un oportunismo posmoderno, dan cuenta de una alergia a la historia. No se desarrolla el proceso de transnacionalización y deslocalización de industrias, pasando de la órbita europea a la China u otros países asiáticos. Así Europa, de la gran chimenea decimonónica pasó a convertirse en un lugar meramente de consumo y un gran museo de interés para la nueva burguesía de los países orientales. Los análisis europeos tampoco contemplan que, durante el período 2013-2018, el PBI de China duplicó al norteamericano. Por último, estos análisis no interpelan las consecuencias de la pospandemia más allá de las lecturas psicoanalíticas. No hay pregunta concreta sobre cómo quedará afectado el mercado de trabajo, cuántas muertes implicará realmente el paso del COVID19 por el mundo, ni tampoco la distribución de la vacuna ni su alcance.

El registro de análisis de intelectuales nacionales, salvo excepciones, también evita inmiscuirse en el estudio de la geopolítica. No se contempla que la pandemia puede llegar a ser una posibilidad para los destinos de un país bicontinental y bioceánico. Lo cierto es que la realidad política local tampoco invita a pensar la relación de cooperación con el Brasil, pero esto parece ser una materia pendiente de los análisis locales. La pospandemia podría ser también un momento para pensar nuestro federalismo, la distribución poblacional, los ejes productivos y su relación con el territorio, el centro del país, nuestra relación con Atlántico o desempolvar el proyecto de unidad continental que priorizaba el Pacífico.

Una construcción soberana también tendrá que ser una apuesta de la intelectualidad local. Sucede que existe un tabú de origen, ya que gran parte de ésta intelectualidad es de tradición civilista y vincula el estudio geopolítico con la cuestión militar: de ahí su rechazo histórico al peronismo. Incorporar el análisis de la política internacional en el marco pospandémico no nos hace un país con vocación expansiva de la noche a la mañana, pero sí nos posibilitaría desarrollar una mirada geopolítica de carácter defensivo. Y esto último, no es más que valorar nuestro extenso territorio.

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