Este artículo de María Esperanza fue posteado en Artepolítica el pasado 21 de junio. La autora participa también del blog La Barbarie.
Los excelentes posts de mis colegas y amigos Hal y Escriba apuntan, creo, a una pregunta básica, estructural, ¿qué debe hacer el progresismo argentino con la actual experiencia kirchnerista? Por favor, no nos engañemos: es ésta la cuestión más urgente que el progresismo argentino tiene frente a sí en estos momentos.
Empecemos, como es lo correcto, por el principio. Cuando digo “progresista” me refiero a ese campo difuso pero extendido de gente que coincide en ciertos objetivos básicos. Los principales entre ellos son:
– Defensa irrestricta de la agenda de derechos humanos, que incluye, pero no se limita, a la consigna de juicio y castigo a los responsables de los crímenes de la última dictadura.
– Sostenimiento de un estado de derecho.
– Apoyo de la intervención del estado en la economía, no sólo como regulador “de base” sino como actor central en la distribución de recursos e ingreso, con vistas a estabilizar y contener las tendencias destructivas de la economía capitalista.
– Avance hacia una mayor equidad económica y social, articulada primariamente alrededor de un sistema tributario más progresivo.
– Puesta en funcionamiento de mecanismos amplios y efectivos de ciudadanía social, incluyendo, entre otros, políticas universales (es decir, políticas financiadas por rentas generales y accesibles a todos los ciudadanos) de salud, educación y ayuda social.
– Avance en la democratización de los medios de toma de decisión política.
Podemos decir que una cantidad importante de gente comparte y está de acuerdo con que estos objetivos constituyen los fines de una política progresista. El problema es que, como en el misterioso jardín, los senderos se bifurcan cuando se discuten cuáles son los medios necesarios para llegar a ellos.
Los senderos se bifurcan como se bifurca un arroyito si encuentra una piedra. En este caso, la piedra es el kirchnerismo. (En realidad, como relata Carlos Altamirano, nuestro arroyito progresista lleva sesenta años dividiéndose en la misma piedra, que es el peronismo. Pero eso sería material para otro post, o más bien sesenta.)
En la circunstancia actual, el campo progresista se bifurca de la siguiente manera (y recordemos siempre que estamos hablando de personas que comparten objetivos políticos, sensibilidades culturales y, en muchos casos, inclusive espacios presentes o pasados de militancia):
Una parte del progresismo, creo, entiende que el actual régimen kircherista, sin ser perfecto ni muchísimo menos, ha planteado algunas aperturas en la dirección deseada y por lo tanto puede operar como un primer paso o primer avance tentativo hacia una dirección “verdaderamente” progresista. Esa parte entiende, entonces, que la experiencia kirchnerista debe ser sostenida en este momento. A largo plazo, obviamente, los esfuerzos se deben poner en superar y dejar atrás la experiencia kircherista, pero el kirchnerismo se entiende como un “estadio posible” en el avance hacia el progresismo.
En este campo están, entre otros, gente como Martín Sabbatella, algunos socialistas, Hugo Yasky y parte de la CTA; la idea básica, como planteó un amigo, furibundo crítico del kirchnerismo que sin embargo está hoy sólidamente plantado en este campo: “hoy tenemos que bancar porque si se llevan puesto al gobierno nos llevan puestos a todos nosotros. El fin del kirchnerismo hoy implicaría la liquidación de la posibilidad del progresismo en Argentina, por lo menos por varias décadas.”
La otra mitad del progresismo, por su parte, entiende que el kirchnerismo tapona la posibilidad de una consolidación progresista en el país. Es decir, que el kirchnerismo, por la manera en que manipula consignas progresistas para su propia conveniencia opera en contra del avance del campo progresista, ya que coopta y manipula a las bases populares y confunde y diluye a las organizaciones progresistas. Este campo, entonces, entiende, no sólo que debe evitarse cualquier negociación, sino que, en último término, la caída de la experiencia kirchnerista es un paso necesario y positivo para la consolidación de una alternativa progresista. Este campo supone también que una eventual victoria puntual de una alternativa de derecha en este momento sería en verdad una apertura estratégica para el progresismo, al dejar en blanco sobre negro las alternativas de una “verdadera” derecha y una “verdadera” centroizquierda.
En este lado del campo progresista están entre otros Pino Solanas, Claudio Lozano, Victor De Gennaro, otra parte del socialismo y la mayoría de los partidos de izquierda.
¿Qué resultará de esta bifurcación de los senderos? ¿Cuál es la vía adecuada? El debate queda abierto.