El lanzamiento del Consejo Económico y Social, el pasado viernes 19 de febrero en el Centro Cultural Kirchner (CCK), introduce al menos dos cuestiones fundamentales: por un lado, la vocación oficial –respaldada por el presidente Alberto Fernández, quien instó a construir un país “con otra lógica”– de introducir un debate nacional sobre el futuro de las y los argentinos (el organismo fue creado con el objetivo explícito de desarrollar políticas a mediano y largo plazo); por otro, la incorporación de los nuevos actores sociales a las discusiones políticas. No es menor que Esteban “Gringo” Castro (Secretario General de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular), haya sido uno de los veinticinco miembros del flamante organismo presidido por el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz, integrado además por referentes académicos, representantes del mundo empresarial y dirigentes sindicales (además de Castro por la UTEP, forma parte del organismo Edith Encinas, presidenta de la Confederación Nacional de Mutualidades de la República Argentina, la CONAM, una de las entidades donde se agrupan sectores de la Economía Social y Solidaria). Por la diversidad del mismo, el Consejo expresa una variedad de miradas en pugna sobre la Argentina. Incluso de proyectos, si puede decirse que todos los actores allí congregados tienen un proyecto nacional.
Estrategia y coyuntura
Necesitamos, los sectores populares, recuperar la perspectiva estratégica con urgencia. En un mundo colapsado y en decadencia, las clases dominantes mismas llaman a repensar lo que nos pasa como humanidad (sin ir más lejos puede mencionarse el Foro Económico Mundial (Davos), que en enero pasado sesionó de manera virtual bajo el lema “reiniciar el capitalismo”).
Tal como sostiene Julio Gambina en un texto publicado recientemente en su blog (“El país del futuro en el Concejo Económico y Social”), no alcanza con “repensar” o “resetear” al capitalismo para que todo vuelva a una normalidad “que agudiza los problemas de la desigualdad, la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes”. Lo imprescindible es “transformar el orden económico y social, lo que implica debatir el futuro imaginado y esperado”.
Claro que, tal como hemos señalado ya en más de una oportunidad, desde un punto de vista popular no podemos simplemente concentrarnos en “imaginar” o “soñar” con otros mundos posibles, por más bello o poético que esto pueda sonar a los oídos de nuestro progresismo blanco y bienpensante. Requerimos de toda nuestra potencia imaginativa, claro, pero puesta a funcionar en los engranajes de una fábrica de ideas capaz de expresarse materialmente en una fuerza social y un proyecto político (esto último también señalado por Gambina) capaz de cambiar las relaciones de fuerzas existentes, capaz de asumir una estrategia y no sólo luchar por conquistas, organizarse por abajo y ocupar espacios en las instituciones vigentes.
De allí la necesidad de gestar una filosofía política de las militancias (populares), capaz de salirse de la dicotomía instalada en la escena contemporánea, en la que no puede pensarse más allá de la dupla neoliberalismo/progresismo (o patalear desde una izquierda denuncialista, quejosa y marginal).
El propio Alfredo Zaiat, en su Panorama económico publicado este domingo en el diario Página/12, subraya que no se puede considerar “conservador u ortodoxo” al ministro Martín Guzmán porque plantee un déficit fiscal de 4,5% del PIB en 2021 y moderación monetaria sin tomar en cuenta las relaciones de fuerza existentes, en un país en el que el poder económico rechaza la política fiscal y monetaria expansiva, “pese a que en los años kirchneristas ha resultado conveniente para la actividad y mejorado sustancialmente la tasa de ganancias”. La secuencia de la intervención pública, en el caso de que se pretenda consolidar un proyecto de crecimiento con inclusión social –remata el periodista de filiación kirchnerista–, “pasaría por conseguir esa fortaleza fiscal para tener mayor capacidad de disciplinamiento sobre los agentes económicos”.
Son cuestiones fundamentales, porque sin buena resolución de los problemas de coyuntura no hay mediano y largo plazo que discutir, por más Concejo Económico y Social que se inaugure.
En este sentido, y más allá del sacudón que implicaron el escándalo del “vacunatorio vip” y el pedido de renuncia del presidente al “Comandante Ginés”, hay algunos elementos sin los cuales cuesta pensar un futuro inmediato propicio, se realicen o no elecciones primarias en agosto.
La puja distributiva en curso es fundamental, porque el coronavirus no golpea a todos y todas por igual. La suba de precios en alimentos y la disparada en los costos de los alquileres de viviendas, por poner dos ejemplos emblemáticos, jaquean las vidas populares, muchas de ellas votantes peronistas y base social del actual gobierno. El lanzamiento de una Campaña Nacional de control de precios por parte de la UTEP, de la que participaron 40.000 voluntarios y voluntarias durante la semana pasada, es un paso importante en la gestión de otro concepto de ciudadanía y en el trastocamiento de la relación “sociedad” y “Estado”, pero no alcanza si estas medidas corren por detrás de una dinámica que perjudica cada día a estos sectores. La estrategia anti-inflacionaria del gobierno resulta crucial en esta etapa, junto con el modo en que se arribe a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el sostenimiento y fortalecimiento de la autoridad presidencial y la unidad del Frente de todos, no sólo ante los comicios que se avecinan sino también para dotar de mayor coherencia a la gestión actual. Gestión que deberá centrarse en avanzar en medidas que beneficien a las y los trabajadores y a los sectores populares, severamente deteriorados en sus condiciones de vida tras cuatro años de macrismo y un año de cuarentena.
Desafíos
¿Cómo trazar entonces una diagonal al camino recto del capitalismo neoliberal, asumiendo que –por más heterodoxia de por medio que se sostenga– no hay horizonte de justicia social ni ambiental, ni soberanía nacional, ni resolución de los problemas fundamentales de la humanidad dentro del capitalismo? No se trata de enunciar y anhelar un retorno al “ciclo de gobiernos progresistas”, porque éstos ya han demostrado sus límites en el continente (no es casual que, con todas sus dificultades y retrocesos, de los nuevos procesos del siglo XXI, sólo los proyectos y Gobiernos Populares de Bolivia y Venezuela sigan en pie). Se trata, sí, de ejercitar una mirada retrospectiva y efectuar un proceso de recuperación y mezcla de los elementos más dinámicos, tanto del “ciclo de gobiernos progresistas” como del “ciclo de luchas sociales por abajo” que lo antecedió, en Argentina y en toda Nuestraamérica.
El momento es crucial para la humanidad. La pandemia exasperó todas las discusiones: sobre el rol y los límites de los estados nacionales; sobre el carácter extremadamente interconectado del mundo moderno; sobre el abismo ambiental y existencial al que nos precipitamos en medio de pandemias, recursos cada vez más escasos y un planeta cada vez más contaminado, porciones cada vez más crecientes de la población mundial condenadas a morir o, en el mejor de los casos, apenas sobrevivir. El capitalismo, impuesto como horizonte ideológico insuperable de la época, no puede dar respuesta a ninguna de estas cuestiones, por su misma lógica rapaz: la compulsión a la producción para la ganancia (privada, concentrada en pocas manos). De allí que debamos asumir que necesitamos poner sobre rieles una poderosa usina del pensamiento que contribuya a elaborar insumos teóricos para un mundo poscapitalista, mientras transitamos procesos de transición hacia dinámicas sociales y políticas que, aún dentro de las relaciones sociales capitalistas, permitan mixturas con formas políticas y procesos productivos con otro tipo de orientación.
Con todo, de la derrota estratégica del siglo XX no vamos a reponernos con activismos sociales que hagan muchas cosas, personal administrativo (la “casta política”) que gestione bien el Estado (Liberal) y sectores académicos que piensen o elaboren “proyectos técnicos”, sino recuperando un horizonte estratégico integral y un modo de vida militante con orientación emancipatoria tanto para los movimientos sociales como para las organizaciones políticas y las usinas de pensamiento crítico, que no se produce solamente en las universidades.
Por Mariano Pacheco, Director del Instituto Generosa Frattasi