La categoría “desaparecidos” tiene una carga traumática en nuestro país. En realidad, no podemos extenderla a cualquier tipo de desaparición ya que es asociada a un delito particular: la desaparición forzada de personas por parte de las fuerzas estatales. Sin embargo, el impacto que causó la aplicación masiva de esta metodología durante la dictadura iniciada en 1976 hace que en muchos casos hablemos de, por ejemplo, “desaparecidos sociales”, cuando queremos poner énfasis en el concepto de víctimas de políticas de Estado. Si es así, no está de más decir que se puede llamar “desaparecidos”, en ese sentido fuerte al que aludimos, a los marinos del ARA San Juan, aunque para muchos suene paradójico.
Es intención de esta nota presentar algunas ideas sobre nuestra política militar, su presente y su futuro.
1. La tesis industrialista
La política de defensa se encuadra en una visión geopolítica y en las hipótesis de conflicto. Tiene como marco y límites el tipo y nivel de desarrollo de un país. El desarrollo de una fuerza de submarinos propia es una decisión audaz y de envergadura; fue un proyecto de fines de la década del 60 y principio de la del 70, en el marco de tesis “industrialistas” que sectores de la oficialidad sostenían al interior de las Fuerzas Armadas. En realidad, la visión industrialista en las FF.AA. tuvo su origen en la década del 20 y uno de sus exponentes fue Juan Domingo Perón. Era la visión de aquella generación para la cual la industrialización y, en su interior, la industria militar eran una estrategia nacional integral de defensa, de la cual la producción de armas era sólo un fenómeno necesario pero consecutivo del resto deL proceso de “independencia económica”.
2. La construcción de submarinos
Como consecuencia o continuación de esta política, en 1977 se funda una sociedad anónima con participación estatal mayoritaria, cuyo accionista principal fue el Ministerio de Defensa de la Nación y el minoritario la firma Thyssen, de la antigua República Federal Alemana. Así se creó el astillero Ministro Manuel Domecq García S.A., cuyo objetivo principal era la construcción de submarinos, su reparación, modificación y/o modernización, sin excluir la realización de trabajos en otros buques y artefactos navales, ya fueran nacionales o de otros países. Tenía una superficie cubierta de 54.000 m2, modernísimas máquinas y herramientas y un plantel de casi 1000 personas en todas las áreas. Así, el astillero se constituyó en la primera fábrica de submarinos de Iberoamérica, siendo Argentina junto con los Estados Unidos los únicos Estados del continente con capacidad para producir unidades submarinas, sumándose luego, a fines de la década del 80, Brasil.
El astillero fue privatizado en 1990 y dejó de funcionar hasta su rehabilitación parcial durante los gobiernos kirchneristas, cuando pasó a llamarse “Almirante Storni” (en homenaje a este oficial industrialista de la década del 40, protagonista de la revolución de 1943) y unificado en un mismo complejo con Tandanor.
Es interesante destacar la continuidad conceptual que se produjo en ese terreno a lo largo de todo un periodo de nuestra historia, ya que el astillero fue inaugurado por la Marina en 1977 y al mismo tiempo es reivindicado por el campo popular como un logro a sostener. Mientras que el ministro Martínez de Hoz adjudicaba su fracaso a la incapacidad de los militares de deshacerse definitivamente de industrias militares o empresas del Estado (tarea que sin dudas comenzó pero que habría de concretar Carlos Saúl Menem).
3. El origen del ARA San Juan
La idea de una flota de submarinos propia realizada a través de la transferencia de tecnología con Alemania fue una idea audaz. Se pensó en seis submarinos: dos se fabricarían en Alemania y los siguientes cuatro, ya transferidos los conocimientos, se construirían en nuestro país, lo que dejaría para la industria naval un potencial de gran envergadura. Esta decisión trajo como consecuencia la transferencia tecnológica más importante efectuada por Alemania a un país extranjero desde la Segunda Guerra Mundial.
El ARA San Juan era parte de ese proyecto y, para su época, estaba entre lo más avanzado en materia de submarinos convencionales. Gran autonomía, prolongado tiempo de permanencia en operaciones, gran capacidad de armamento portante, alta velocidad y un reducido período para la recarga de baterías. Estas características eran propias de una unidad realmente oceánica y fueron alcanzadas mediante el desarrollo de un nuevo modelo, el TR1700 de los astilleros Thyssen. Esta nueva clase, por sus características técnicas, se convertiría en el submarino diesel eléctrico más avanzado del mundo.
Una vez adoptado el proyecto, la Armada encargó a esos astilleros dos unidades TR1700: el ARA Santa Cruz y el ARA San Juan, que entrarían en servicio en 1984 y 1985, respectivamente. Junto con este pedido se debía encarar en nuestro país la construcción de cuatro unidades más de este tipo, tarea que se inició poco a poco pero que se abandonó durante el gobierno de Menem.
4. El destino del ARA San Juan
Hace una semana, el submarino ARA San Juan desapareció en el Mar Argentino. La gravedad del hecho abarca la preocupación por las 44 personas que lo tripulan, pero se extiende a cuestiones que hacen al ejercicio efectivo de la soberanía argentina en el mar.
Desde hace varias décadas la defensa nacional ha sido abandonada y los instrumentos necesarios para hacer efectiva la presencia argentina en nuestro vasto territorio se han deteriorado en grado extremo. La derrota en Malvinas fue ratificada por el gobierno de Carlos Menem con los Acuerdos de Madrid, que implican el desmantelamiento de las FF.AA. como fuerza operativa para la defensa nacional, y con un giro geopolítico de alineamiento automático con las potencias, entre las que se encontraba Inglaterra.
El actual gobierno de la alianza Cambiemos reubica nuestro país en ese horizonte. Y busca ampliar y asociarse a los negocios y las inversiones extranjeras en la región.
La desaparición del submarino nos presenta como un país débil, que no puede hacerse cargo de las mínimas responsabilidades en lo que hace a la ocupación y patrullaje de los territorios que reclama como propios. La tragedia implicará que la flota deberá readecuarse, sostenerse no sólo con voluntad, sino con mantenimientos adecuados. Eso requiere dinero, inversiones en equipos, talleres, astilleros, etc., una dirección no sostenida por el actual gobierno, ni en lo presupuestario, ni en la orientación de dónde y con qué objetivos se invierte en las FF.AA. Sólo los trascendidos de que la actual gestión pensaba transferir las unidades operativas de la Aviación Naval a la Fuerza Aérea hablan del sentido bestial de la política actual.
5. La colaboración internacional
Los medios «festejan» la colaboración internacional (especialmente la inglesa y norteamericana), pero no lo hacen como una cuestión de reconocimiento a la «caballerosidad» o solidaridad de los colaboradores, sino que lo presentan y reivindican como una política de alineamiento, de enterrar diferencias (diferencias que, por cierto, hacen al saqueo y disputa territorial). En realidad la colaboración (sea generosa o no) se transforma en indispensable dada nuestra incapacidad de llevar adelante los despliegues necesarios para cubrir accidentes y otras catástrofes que se den en al mar. Así, la presencia de otras potencias, y del usurpador británico, se muestra en los medios como «amigable». De allí a pensar a su base como la más segura en la región no hay ni siquiera un paso.
Siendo la política de sustentabilidad de la ocupación británica justamente la rentabilidad del saqueo que ya la tiene como eje, la complicidad es obvia. Encontrar el submarino y rescatar a los marinos con vida fue una prioridad pero, sin dudas, a partir de esta desgraciada situación nuestro país quedará aun más indefenso, entregado a la apoyatura de las potencias que usurpan nuestro territorio, aun para actividades policiales y de rescate.
Una política de defensa que vuelva posible hacer efectivo el reclamo de soberanía sobre el territorio y sus recursos sólo puede ser efectiva pensando la defensa nacional de forma de que tengan en cuenta las inversiones necesarias, acorde a una estrategia de independencia económica y soberanía territorial. Ese es el desafío del campo popular.
6. Argentina y el gasto militar
Según el Banco Mundial, el gasto militar argentino en relación al PBI tuvo una evolución muy inestable en los 50 años que hacen a la historia que contamos. Llegó al 1,4% del PBI en la época de la Revolución Argentina. Bajó al 1,2% en el período Cámpora-Perón y volvió a subir hasta el 1,5% con Isabel. La dictadura del “proceso” lo elevó hasta un enorme 3,5%; era la época de los conflictos con Chile y Gran Bretaña. Alfonsín lo redujo hasta un mucho más lógico 2%, y hasta el 1,45% en la crisis de la deuda de 1988. Con el menemismo el gasto militar fue bajando en dos etapas: hacia 1995 desciende al 1,5% y después al 1,2%, porcentaje que mantiene la Alianza. Con la crisis de 2001 y el ascenso del kirchnerismo el gasto militar sufrió un nuevo recorte, tocando el piso histórico de 0,76% en 2008, uno de los más bajos del mundo, elevándose levemente en los años siguientes, hasta la actualidad, en que se mantiene en un piso menor al 1%.
Hay que tener en cuenta en este análisis la variación del PBI, ya que los porcentajes no implican lo mismo en volumen de acuerdo a la “torta” a repartir. Como también hay que tener en cuenta los momentos de crisis social en los que los derrumbes imponen recortes que pueden ser coyunturales en función de la supervivencia de la población. O sea, esto significa que el gasto militar puede ser más o menos bajo o alto, pero depende del volumen del PBI (aunque un 1% es un gasto muy bajo para un país de la dimensión y conflictos que sostiene la Argentina).
Otra cuestión a tener en cuenta es que todo depende de en qué se gasta, en qué tipo de fuerza, o si se gasta sólo para salarios o para gastos operativos o mejoras en equipamiento, de qué tipo y con qué objetivos, etc. A su vez, hay que tener en cuenta que el gasto militar fue en descenso abrupto desde 1983, pero la fase alfonsinista tenía el argumento lógico de que el gasto militar de la dictadura fue exorbitante y Argentina se encontraba en crisis en 1983. En cambio, las sucesivas caídas desde 1990 no parten de un gasto alto.
Y es de destacar, también, que los recortes a las FF.AA. van acompañados de un paralelo y significativo aumento de los gastos en las fuerzas de seguridad, de un aumento de su número y equipamiento, además de su presencia social. Quizás esto nos debería hacer reflexionar respecto a dónde buscan las elites a los enemigos a combatir, y a debatir, a su vez, el rol de las FF.AA. del futuro: si se las piensa para la defensa y desarrollo nacional en un mundo altamente competitivo, agresivo y saqueador, o se las proyecta como reserva estratégica de las fuerzas de seguridad frente al descontento y las impugnaciones, legitimas o no, que emergentes de las clases oprimidas hagan al sistema.
7. Responsabilidades
La guerra de los medios se desató poco después de que se comenzara a temer la peor de las hipótesis respecto al destino del ARA San Juan. En actitud realmente repugnante, la información se dirigió para colocar como responsable a Cristina Fernández. Según los medios, la ex presidenta sería responsable por no invertir, por perseguir a los militares, por … lo que usted lector elija. Pero en el fondo lo que se cuestiona es que el submarino haya sido reparado (reparación de media vida) en astilleros argentinos, que fueron reactivados (o se los intentó reactivar) durante el kirchnerismo.
El submarino fue reparado en los astilleros que habían sido creados para tal fin, que habían sido abandonados durante el menemismo y que, en una decisión correcta, se comenzó a poner en funcionamiento durante el gobierno anterior. Podemos cuestionar el grado de inversión en la industria, la velocidad de las tareas (condicionada por lo anterior) pero, en general, no parece haber voces en la Armada ni entre los profesionales del sector que indiquen que la reparación fue mal hecha.
Pero si no fue Cristina la responsable, los medios tienen un problema. Primero, porque si analizamos la política de defensa y la inversión en el área en los dos años de macrismo no vemos ningún aumento o interés particular, más allá de cierta simpatía por los uniformados que demuestran algunos funcionarios, en un tono más bien autoritario que nacionalista. El gobierno actual parece haber abandonado (aún más) la idea de una FF.AA. para la defensa nacional o regional, cosa sí muy presente (aunque más que nada en el discurso o en iniciativas no resueltas a fondo) durante los gobiernos kirchneristas.
8. Preguntas
¿Cuándo y por qué se hundió el submarino, entonces? ¿Quiénes son los responsables de haber perdido 44 vidas y una nave que sin dudas será difícil reponer?
Debemos recordar algo que se suele borrar de la conciencia del pueblo en su real significado. Nosotros perdimos una guerra contra Inglaterra. Eso se paga, entre otras cosas, pero a un nivel muy importante, en el plano militar. Esa derrota se suma a una serie de derrotas nacionales (algunas de las cuales tuvieron a militares de aquellas épocas como brazos ejecutores, léase el “Proceso”). Pero especialmente la derrota de Malvinas tiene su broche de oro (o de plomo) en los Acuerdos de Madrid firmados por Carlos Menem, y en las políticas que dejaron postrado a nuestro país, léase desindustrialización, desocupación, pérdida de derechos, extranjerización, etc. A las que se debe agregar, en un lugar central, el desmantelamiento del aparato militar industrial que era de vanguardia en los países de Tercer Mundo y un pilar de nuestro desarrollo desde los años 40.
El submarino ABA San Juan se comenzó a hundir con la pérdida de un proyecto de país, con el abandono de toda estrategia nacional, y yace en el fondo de nuestra plataforma continental con sus 44 tripulantes, esperando al resto de la Argentina, si no la rescatamos y la reencauzamos hacia un nuevo proyecto de nación.