La revolución bolivariana ha andado ya un largo camino, pero aún necesita dar pasos gigantes y eso es lo que quiere impedir Estados Unidos, a la vez que frenar su estrategia de unidad continental, sin la cuál es difícil enfrentar los nuevos proyectos de recolonización imperial.
Las elecciones legislativas venezolanas del próximo 26 de septiembre configuran uno de los más formidables enfrentamientos entre los planes de Estados Unidos para la región y el futuro liberador que significa la integración latinoamericana, que continúa avanzando aún con debilidades lógicas, pero que es clave en esa confrontación estratégica.
Después del golpe del 28 de junio de 2009 en Honduras, que escenificó en el continente el diseño estratégico estadounidense para la región, con la implantación de una dictadura disfrazada de democracia de Seguridad y convalidada por un Congreso corrupto, que, a su vez, sirvió para instalar una Corte Suprema de Justicia diseñada por la mano del embajador John Negroponte, poco antes del golpe, desde su cargo en la Secretaría de Estado del gobierno de Barack Obama, ese esquema amenaza con extenderse rápidamente.
Es que ante la posibilidad de que en varios países importantes de la región sean elegidos o reelegidos presidentes que continúen las líneas de la unidad latinoamericana para enfrentar los proyectos hegemónicos, la red de Fundaciones que Washington ha sembrado en América Latina trabaja activamente para avanzar en la posibilidad de controlar los Congresos y cortar los pies de los mandatarios, como sucedió en Honduras y de hecho sucede en Paraguay.
Así como han creado escuelas de militares, policías de “instrucción antiterrorista” que en realidad debería llamarse de “instrucción terrorista”, han diseminado también institutos para adoctrinar a políticos, sindicalistas y a los futuros juristas, algo muy poco investigado en América Latina.
Controlar militarmente la región, controlar la Justicia y los Congresos es un diseño de los años ’90, como muestran los documentos de la remozada Guerra de Baja Intensidad (GBI).
En Honduras tenían como ventaja una antigua presencia militar, que de hecho, significaba una ocupación encubierta, pero además un empresariado en su mayoría ariete del imperio, que dejó estructurado el mismo Negroponte desde los años ’80. Fue fácil trabajar solapadamente y no tanto, para quebrar la voluntad de los pocos legisladores liberales que podían apoyar al presidente Manuel Zelaya y cumplir el diseño de los años ’90 sobre estas democracias de seguridad, que el ex presidente Alvaro Uribe impuso en Colombia, con paramilitares y la más acabada corrupción del poder convertido en una mafia del narcotráfico amparada por Washington.
La realidad no tiene dos caras, la verdad tampoco. Hay que atreverse a mirarla.
El presidente Hugo Chávez ha sido, sin ninguna duda, el mayor gestionador de la integración latinoamericana, que a pesar de sus patas flojas y las enormes presiones imperiales, ha producido hechos nunca sucedidos en América Latina.
Chávez, el pueblo venezolano y un sector del ejército de ese país, le produjeron un descalabro a la mayor potencia del mundo, cuando frustraron el golpe cívico-militar de abril del 2002, en un hecho único en la historia mundial.
El paro patronal y el paro petrolero, en esos tiempos, en los que Washington invirtió una enorme cantidad de dinero, causaron severos daños, pero con una reacción rápida, pocas veces estudiada también, ambos hechos terminaron finalmente fortaleciendo nuevos mecanismos impuestos por el gobierno de Chávez, como por ejemplo los mercados populares, una más avanzada independencia y en el caso petrolero el Estado recuperó la empresa PDVSA, que había servido para alimentar la más grande corrupción de la oligarquía venezolana, que se quedaba con el 80 por ciento de las ganancias.
Esto sólo para señalar algunos de los hechos claves de la Revolución Bolivariana. Pero hay que decir que las sucesivas elecciones venezolanas que Chávez ganó, sin duda alguna, figuran entre las más grandes derrotas que experimentara Washington desde 1998-99 hasta ahora. Eso y la puesta en marcha de una Constitución de avanzada en la región.
La inversión millonaria de los sucesivos gobiernos estadounidenses, a través de la Fundación para la Democracia ( National Endowment Foundation) el engendro del gobierno de Ronald Reagan, o la Agencia Internacional para el Desarrollo (ahora USAID) para posicionar la “cara social” de la CIA en el continente y extender la red de arañas de diversas Organizaciones No Gubernamentales, haciendo el trabajo sucio de financiar la desestabilización de los gobiernos, ha fracasado una y otra vez en Venezuela.
Chávez está en el primer plano de la mira imperial en estos momentos. Los ataques mediáticos han llegado al paroxismo. Ya no pueden sólo acusarlo de “dictador” porque gana elecciones ante una oposición que maneja millones de dólares para sus campañas y que ha llegado a lograr el apoyo de una seudo izquierda, muy pequeña por cierto, pero que bien le sirve como sostén.
Especialmente ante algunas socialdemocracias europeas, que de social y de democracia poco tienen en estos tiempos en que el imperio obliga a definiciones muy precisas.
La contrarrevolución está hace tiempo en marcha en Venezuela. En los últimos años el gobierno ha asestado varios golpes precisos. No es poca cosa haber detenido los planes que se tejieron y de los que fue parte activa Alejandro Peña Esclusa, al que la CIA instituyó como presidente de una fundación cuya esencia golpista no se oculta como es la UnoAmérica, que colaboró con sus “bases” de ex militares de las pasadas dictaduras latinoamericanas y mercenarios en el golpe de Honduras.
No es a la oposición venezolana a la que enfrenta Chávez y el pueblo de ese país, es al poder imperial que ha puesto sus esperanzas en lograr que se instale un Congreso que le impida al gobierno avanzar y sostener sus logros, que son extraordinarios. Y más aún frenar los nuevos planes para avanzar a favor de la población y en la constitución de la fuerte estructura del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
A nada teme más Washington que a la organización partidaria de masas en América Latina y a la unidad regional.
La revolución bolivariana ha andado ya un largo camino, pero aún necesita dar pasos gigantes y eso es lo que quiere impedir Estados Unidos, a la vez que frenar su estrategia de unidad continental, sin la cuál es difícil enfrentar los nuevos proyectos de recolonización imperial.
Estados Unidos ha logrado avances y muchos de ellos suceden por la falta de acción de las administraciones frente a la abierta intromisión en la vida política interna. Un gobierno debe poder defenderse y así como existe una gran preocupación por el avance militar estadounidense en la región, debe comenzar el proceso de “limpiar” la política interna. Nunca en la historia de América Latina, la derecha ha sido tan absolutamente dependiente de los dineros externos, que se multiplican en las fundaciones destinadas al reparto de dinero y a corromper de base la política. Esto es una intolerable intromisión en los asuntos internos de nuestros países.
Si se investiga a fondo qué mano está detrás de algunos partidos y movimientos políticos en todos nuestros países, los que se ufanan de “demócratas” e independientes, veríamos hasta donde ha llegado el esquema de corrupción imperial. Los pueblos deben saber de qué se trata para poder defenderse de los que traicionan los básicos principios de soberanía e independencia.
La apropiación de los medios de comunicación debe tener un límite y es el de la defensa de la soberanía. No hay soberanía comunicacional en países que dependen de medios cuya información se procesa en los grandes centros del poder y está destinada a destruir todo avance de los pueblos y de la independencia real de nuestros países.
Chávez ha significado mucho más que lo que normalmente se dice en diversos análisis. Ha demostrado con su creativa y desafiante política de integración, que los intercambios regionales eran posibles y que podía tenderse la mano sin egoísmos y sin pretensiones hegemónicas, como lo ha hecho con los países más pequeños y empobrecidos en el continente.
Hace tiempo que muchos gobernantes no tienen que ir de rodillas a pedir dineros o petróleo a los organismos internacionales de turno para seguir endeudándose y dependiendo indefinidamente. Eso que se llama independencia, aunque sea limitada, pero independencia al fin.
Los logros internos en Venezuela no se difunden en ninguna parte, aunque se hayan dado saltos históricos, pero menos aún se habla de esta forma de integración solidaria, que rompió todos los límites.
Para Estados Unidos este 26 de septiembre se está librando en Venezuela otra madre de todas las batallas. Trata de imponer una mayoría en el Congreso para cortar los pies a Chávez. Esos pies que caminan América Latina, con una visión estratégica: la unidad como objetivo real para la liberación.
Los pueblos de América Latina deben prepararse para la defensa de Venezuela. Pero Washington ha aceitado todas sus armas para tratar de crear la desestabilización posible, contando ahora con algunos otros gobiernos en la región, que pueden apoyar sus acciones.
No será fácil, porque hasta ahora ni siquiera les ha servido el terrorismo mediático que se aplica sobre ese país, como una de las armas más poderosas.
Defender a Venezuela y a su pueblo es defender el futuro libre e independiente de América Latina, en el período en que están en marcha los planes de expansión más poderosos después de los que se trazaron y cumplieron a fines del siglo XIX y principios del Siglo XX y que significaron un genocidio en la región.
La difamación y la calumnia no tienen límites, pero la solidaridad popular tampoco. La campaña mediática llegó a niveles sin precedentes, no sólo para Chávez sino para todos los gobiernos de América Latina que desafían en mayor o menor grado los poderes imperiales.
“Matón agresivo”, “populista” (en este caso de cuartel) “dictadorzuelo con megalomanía”, todo cabe aunque la realidad muestra que millones de venezolanos lo apoyan y que esos venezolanos que lo siguen no lo hacen desde la ignorancia, sino desde el conocimiento, que bien se ha encargado de difundir Chávez, con sus grandes avances educativos.
El gobierno sabe que necesita un pueblo consciente, no a una masa que se mueva ciega, sin determinación propia, sin participación. ¿Alguno recuerda hoy que ese pueblo organizándose en los barrios salió a las calles desafiando todo durante el golpe de 2002, para que se devolviera al gobierno al presidente que había elegido, secuestrado por los golpistas apoyados y financiados por Estados Unidos?
Al parecer no. Creen que el pueblo de Venezuela, que participa activamente en todo lo que se está haciendo en ese país, puede ser convencido por los poderosos pasquines del imperio. En los últimos once años el gobierno, Chávez ha ganado limpiamente más elecciones que cualquier otro presidente en el mundo. Sin embargo si vemos la proyección en los medios del sistema se hace más evidente la pobreza de los escribientes pagados.
Sus adjetivos y sus falsas descripciones del proceso venezolano se estrellan contra la realidad. Pero no les importa, les pagan por mentir no por ganar. Es claro que si además logran algo la paga aumenta.
El Financial Times de Londres menciona que Chávez se ve “cada vez más autocrático” y que lleva adelante su democracia cargada de perversiones. Los expertos en perversiones coloniales ven su propia sombra reflejada cuando no pueden explicar un fenómeno de masas o la voluntad de un pueblo que al fin quiere liberarse.
Es además el odio lo que mueve a la prensa colonial cuando advierten que ya no manejan a los pueblos con sus viejas habilidades colonizantes y ni siquiera el poder de las armas ni la tortura ni los genocidios como el de Afganistán e Irak han logrado imponerlos.
En Venezuela, como lo han hecho en Cuba durante medio siglo, intentan detener el paso de América Latina. Tiemblan ante las medidas de avanzada de la revolución bolivariana, ante la más leve recuperación del poder popular.
La democracia directa los asusta y aterroriza. Chávez no tiene doble cara discursiva. Desafía, desafía y desafía. Y esto es intolerable. No obedece las órdenes del imperio y sus asociados dependientes.
Es un mal ejemplo para la región y para el mundo. Se sienta en la mesa de los mandantes del eje del mal. Y lo que es peor desobedece las órdenes estrictas del imperio. Encabezando en esta región el nuevo proceso revolucionario que con todos los obstáculos, presiones y debilidades avanza en América Latina, Chávez se ha colocado en la mira. Pero no es fácil, a pesar de todo el poder que tienen, borrarlo del mapa y sacarlo del camino que ellos quieren transitar para poder volver a los viejos y renovados colonialismos. Ya no son “neo”, no nos confundamos. El proyecto es colonial a secas con un disfraz de democracia segura y controlada estrictamente.
Las medidas que continúa tomando Chávez ante cada amenaza no sólo le permiten avances históricos a Venezuela, sino también al resto del Continente. Es largo lo que podemos decir, pero lo cierto es que el 26 de septiembre en Venezuela se enfrentó el más perverso y decrépito poder mundial con nuestra América Latina. Y también sucederá en Brasil, en otro esquema, pero es Latinoamérica lo que se está jugando en cada territorio del continente.
Por eso el empeño de Estados Unidos en este caso, y más aún cuando necesita doblar alguna mano en el contexto de una crisis tan grave como la que vive ese poder capitalista.
Y también cuando se enfrenta a los resultados de su intento de revivir el proceso neoliberal derrotado en América Latina como lo estamos viendo en las rebeliones populares en Francia, Gracia, España y otros países.
Por todo eso y mucho más -que no cabe en una simple nota- en Venezuela estamos jugando al juego de cortar los lazos de la dependencia, estamos mirándonos en el espejo liberador y se impone toda la solidaridad con un pueblo y un gobierno que nunca la retacearon a la hora de estar en la primera fila en las necesidades de Nuestra América. También queda luego por vencer a las quintas columnas al interior de nuestros países y nuestros procesos. Eso es otro desafío.