Cumbre del G20 ¿negocio para la Argentina?

El centro CEPA elaboró un informe sobre las relaciones comerciales entre la Argentina y los estados miembros del Foro que se reúne en país. Asimetrías, guerras e imposturas detrás del protocolo.
Por CEPA

 

El 30 de noviembre se realizará por primera vez en la Argentina la reunión del G20. Del foro participan la Unión Europea y 19 países, entre ellos Estados Unidos, China, Alemania, Reino Unido, Japón, India, Rusia, Francia, Italia, y Canadá. El G20 tiene particular significación dado que entre los países que participan ostentan el 85% del PBI de la economía mundial.

 

El foro tiene por objeto la cooperación económica, financiera y política. En los últimos años se han incorporado temas como el Desarrollo Sustentable, Infraestructura para alcanzar el Desarrollo, Futuro Alimentario, Salud, Lucha contra el Terrorismo, el Futuro del Trabajo y Perspectiva de Género.

 

Según el Ministerio de Relaciones Exteriores, el G20 “está ubicado en una posición única para hacer frente a los desafíos globales, a través de una cooperación política más efectiva y la promoción de acciones concretas que impacten en sus Estados miembro y en los demás actores internacionales. A su capacidad resolutoria, ya probada frente a la crisis económica y financiera de 2008, se suma un liderazgo efectivo y la adopción de decisiones en temas de relevancia global”.

 

Importancia del foro y presidencia para la Argentina

La Argentina ejercerá la presidencia para el próximo periodo anual ¿Qué importancia tiene esto para nuestro país?

 

En primer lugar, el G20 le permitió en otros momentos instalar la discusión sobre la necesidad de un marco para las reestructuraciones de deuda de los países. De hecho, en el G20 de 2014, se mencionó en el comunicado final de la cumbre “el progreso realizado en el reforzamiento de la disciplina y la previsibilidad de los procesos de reestructuración de la deuda soberana”, junto con un punto referido a “Asuntos para mayores acciones”, donde se indican “los retos que plantean los litigios y con el fin de reforzar el orden y la previsibilidad de los procesos de reestructuración de las deudas soberanas”. Como contracara, esta cumbre encuentra a nuestro país estrechamente ligado a los lineamientos del FMI, lo que se refleja en un limitado margen de maniobra que hace poco esperable planteos innovadores o discordantes de la hegemonía mundial. En este mismo sentido, la reciente frase del Ministro Dujovne (“esto nunca se había hecho en la Argentina sin que caiga el Gobierno”) parece mostrar el verdadero objetivo del Ejecutivo Nacional: cumplimos con el ajuste del FMI y seguimos gobernando.

 

En segundo lugar, y en el mismo sentido que lo mencionado anteriormente, las posiciones pre acordadas de varios países emergentes permitieron, en otras cumbres, la discusión sobre los paraísos fiscales, la necesidad de regulaciones e incluso las críticas a la economía financiera actual y el impacto sobre estos países. En 2009, por caso, en el marco de la crisis financiera internacional, lograron que el G-20 reemplazara al G-8 como el principal escenario de discusión en materia económica, y China, India y Brasil serían miembros permanentes y obtendrían una mayor representación en la estructura del FMI. Es difícil imaginar estos debates en la reunión actual.

 

Como tercer punto, la guerra comercial entre EEUU y China le da marco general al actual encuentro. La Argentina, como presidente del G20, solo atina a ser un espectador de tales discusiones. Vale mencionar que recientemente se llevó a cabo la cumbre de APEC (Foro de Cooperación Asia-Pacifico) que cerró sin acuerdo final justamente por la disputa entre estos dos gigantes. Mike Pence, el vicepresidente estadounidense, amenazó a China con más aranceles si no modifica su política comercial a lo que el presidente chino, Xi Jinping, contestó acusando a EEUU de ser “contrario a las leyes económicas y al sentido de la historia.

 

En el orden regional, la relación comercial con Brasil parece no mostrar un devenir atractivo. Jair Bolsonaro, recientemente electo presidente, no vendrá a la cumbre y ha manifestado poco interés en la relación comercial con nuestro país.

 

Argentina ha planteado tres ejes estratégicos para el ejercicio de su presidencia: el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y un futuro alimentario sostenible. En estos aspectos, y a nivel local, Argentina no recorre el camino de la inclusión, sino todo lo contrario: se visualiza una considerable pérdida de puestos de trabajo y junto con ello se instalaron debates para “modernizar” convenios colectivos con el único objetivo de flexibilizar derechos laborales, el ajuste en la obra pública difícilmente logre cumplir con el objetivo de “infraestructura para el desarrollo” y la desregulación de los precios de los alimentos –junto con el desarme de organismos de control como el SENASA- hacen dudar de la existencia de planificación local para un futuro alimentario sostenible.

 

El “futuro” del trabajo en nuestro país parece sombrío teniendo en cuenta que los últimos datos de empleo registrado en el segundo trimestre del 2018 muestran un aumento de la tasa de actividad, pasando del 45,4 al 46,4% entre 2017 y 2018, así como también un incremento de la desocupación del 8,7 al 9,6%2 para el mismo período, con pocas expectativas de un cambio positivo en el mediano plazo. En este mismo sentido, las estimaciones sobre desocupación del propio FMI para el 2019 llegan al 10,9%.

 

Con relación al desarrollo de infraestructura, durante 2018 la obra pública sufrió un recorte de $14.225 millones, que significa un ajuste nominal del 8% en relación al 20173 y real de más del 50%. Asimismo, recientemente se ha votado un presupuesto para el año 2019 donde el mayor recorte se lo lleva la inversión pública con un ajuste nominal de más de $17.000 millones, que implica un retroceso de casi 9 puntos porcentuales respecto del 2018 y en términos reales un ajuste del 32%4.

 

Por último, la desregulación de los principales precios de los alimentos en la Argentina han tenido impacto: mientras que la inflación alcanza 39,5% a octubre de 2018, el precio de los alimentos alcanza casi 46%, afectando principalmente a los sectores de menores ingresos. Este efecto es el resultado de la desregulación de productos como trigo, aceite y combustibles.

 

En relación a la perspectiva de género, que fue un tema de la agenda de las últimas reuniones del G20, el actual Gobierno no ha avanzado y las mujeres siguen sufriendo la desigualdad en todos los indicadores: 2 puntos más de desocupación y 5 puntos más de empleo no registrado que los varones, mayor cantidad de horas dedicada al trabajo reproductivo no remunerado, 3 horas por día más que los varones, casi una jornada laboral de 6 horas), y cuando consiguen empleo la brecha salarial en relación a los varones es del 27%. Además, el presupuesto 2019 destina sólo el 0,11% del gasto total a políticas para mitigar la desigualdad de género.

 

Leer el informe completo

 

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