Por Grupo Definición de Agosto*
El documento que damos a conocer a continuación, fue lanzado por un grupo de intelectuales y artistas argentin@s afiliad@s a universidades e instituciones culturales en todo el país, en vísperas de la masiva marcha por la educación del pasado jueves 30 de agosto. En esta ocasión, bajo una lluvia torrentosa, cientos de miles de personas se movilizaron en Buenos Aires y otras ciudades contra la administración de Mauricio Macri.
Desde su asunción en diciembre de 2015, el actual gobierno de derecha ha puesto en marcha recortes masivos en todas las áreas de la educación, salud pública, jubilacionesy seguridad social. Esto, junto con una de las tasas de inflación más altas en el mundo, han llevado a la Argentina a niveles de emergencia social que se vieron por última vez en 2001, cuando el país entró en default financiero.
Solamente en el día de la marcha, el peso argentino sufrió una caída de más del 13% contra el dólar; en lo que va del año 2018, el peso perdió el 102% contra el dólar (96% contra el euro) [EFE]. También la deuda externa tomada desde la asunción de Macri bate todos los records: ascendía a 80 billones de dólares, la cifra más alta de todos los países emergentes, esto antes de negociar en mayo de este año un rescate de 50 billones de dólares con el Fondo Monetario Internacional. [CBC] El anuncio de Macri y su ministro de economía Nicolás Dujovne, el día antes de la marcha, de que pedirían el desembolso anticipado del total de ese crédito para frenar la sangría solo sirvió para echar más leña al fuego: el Banco Central, conducido por el ex directivo de la financiera JP Morgan Luis Caputo,tuvo que anunciar al día siguiente un aumento de la tasa de interés a un astronómico 60%. [Infobae] El panorama apocalíptico se complementa con aumentos estratosféricos de las tarifas de servicio básicos: en Buenos Aires, la electricidad subió 562% entre 2015 y 2017, el agua 338% y el gas 223%, con números más recientes indicando una continuación y aún profundización de la tendencia. [Chequeado.com] El fracaso estrepitoso del gobierno que alguna vez se jactaba de ser ‘el mejor equipo de los últimos cincuenta años’ ha sido acompañado desde el principio por la destrucción sistemática de las garantías del estado de derecho, desde la anulación por decreto de todas las barreras a la concentración oligopólica de los medios masivos a la instrumentalización del aparato judicial, la fuerza policial y militar y los servicios de inteligencia para fines de espionaje, persecución y encarcelamiento ilegal de líderes y militantes sociales de la oposición política y las organizaciones sociales, en violación abierta de numerosas instrucciones y medidas cautelares de organismos internacionales como Naciones Unidas y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El principal partido de la oposición continúa intervenido por una jueza afin al gobierno, alegando que su derrota en las últimas elecciones presidenciales amerita la suspensión de las autoridades partidarias y su reemplazo por figuras afines al macrismo, de prontuario notorio. Finalmente, rompiendo con el consenso que unía a todo el espectro político desde la caída de la última dictadura militar en 1983, Macri acaba de decretar sin consulta parlamentaria el uso de las fuerzas armadas en tareas de ‘seguridad interna’. La amenaza a la sociedad civil en vísperas de la reunión del G20 que se celebra en Buenos Aires en noviembre de este año no podría ser más explícita.
I.
La economía está en crisis, la salud está en crisis, la educación está en crisis, el trabajo está en crisis: la democracia está en crisis. Como trabajadoras y trabajadores de la educación y la cultura observamos con preocupación y alarma esta situación y la utilización de resortes estatales para atacar conquistas y derechos democráticos elementales, así como el recrudecimiento de la persecución política contra opositores que viene llevando adelante el Gobierno de Mauricio Macri.
El ajuste dictado por el FMI y el capital financiero no ha hecho más que acentuar una tendencia generalizada, arrastrando a vastas capas de la sociedad a una situación en la que el empobrecimiento general amenaza aún más la precaria paz social. Esa tendencia que condujo a la crisis, es preciso subrayar, no es obvia ni natural, sino que es producto de las decisiones políticas tomadas por el actual gobierno. Se extiende así la sospecha de que el macrismo y todo lo que él expresa carece de Patria, o de alguna noción cierta de bien común que vaya más allá del enriquecimiento de una minoría favorecida. Sólo eso explica la liviandad con la que llevaron al país a una situación de altísima vulnerabilidad económica, cuando es más que sabido que las élites de las principales potencias del mundo –que ellos admiran– exigen estas políticas para los países periféricos, pero las evitan en sus propios Estados.
Es en estas condiciones que Macri ha decidido no tomar medidas contra la crisis, sino contra la oposición. Optando siempre por la fuerza y el chantaje contra la razón y la sensibilidad, haciendo de la provocación una política, y en alianza con las fuerzas más oscuras de los poderes mediáticos y judiciales, Cambiemos opera para encerrar dirigentes sociales y políticos e intervenir partidos opositores, al tiempo que multa sindicatos y persigue manifestaciones disidentes con una saña y una belicosidad que no se habían visto desde la recuperación democrática en 1983. Este uso de la sanción judicial puede generar un punto de no retorno en la democracia argentina. Si esta máquina punitiva triunfa le dará forma a una herramienta política “legal” de supresión y domesticación de la oposición que disolverá los principios básicos de la independencia de poderes y la construcción plural de la sociedad.
Una democracia no puede durar con este tipo de herramientas políticas. El gobierno que las crea se verá pronto obligado a defender su monopolio, inventando otros atajos y mecanismos institucionales que pondrán en serio riesgo la vida democrática. Ese es el peligro que abre la construcción mediático-judicial del linchamiento de toda práctica social, cultural y política que no responda a los mandatos gubernamentales. Peligro que se incrementa con el decreto que autoriza a las FFAA a volver a ocuparse de asuntos de seguridad interior y le da un carácter aún más siniestro a aquella belicosidad, en tanto lesiona acuerdos mínimos de la convivencia legal que tan trabajosamente se construyeron durante los primeros años de la postdictadura.
En este sentido, enumerar algunos de los hitos de la progresiva degradación del Estado de Derecho a la que asistimos en los últimos dos años y medio es inevitable: desde la prisión ilegal de Milagro Sala y todas las vejaciones que aún sufre, pasando por la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel, los casos de gatillo fácil que se repiten a la vez que se consagra la doctrina Chocobar, la represión a la protesta social que empieza a instalarse como paisaje “normal”, hasta el encarcelamiento injustificado y circense de referentes opositores, en el que no sienta jurisprudencia el derecho sino la venganza. En esta larga y no exhaustiva serie, el último episodio es el intento manifiesto de proscribir y encarcelar a Cristina Fernández de Kirchner, figura central de la oposición, que tiene la adhesión militante de una parte muy importante de la sociedad, y que ha denunciado tanto el empeoramiento de las condiciones de vida de la población como la subordinación de importantes sectores de la política institucional al gobierno de los grupos concentrados. Tal como hicieron con Lula en Brasil y como quieren hacer con Correa en Ecuador, se agitan “causas de corrupción” que privilegian el impacto mediático sobre las pruebas y transgreden toda garantía procesal: así, la derecha y las clases dominantes se proponen dejar sin expresión electoral a millones de argentinos y argentinas, y a la vez disciplinar las disidencias más activas del colectivo social. Si Cristina Kirchner es impedida de participar en condiciones legítimas, democráticas y transparentes, Argentina se habrá convertido en lo que ya fue durante buena parte del siglo XX: una ex-democracia con mayorías populares proscriptas.
Por eso no hay que engañarse: la persecución apunta a los líderes, pero también a las organizaciones y los ciudadanos. Las universidades e institutos de formación docente protestan por las condiciones de enseñanza y reciben recortes presupuestarios, avasallamiento institucional y amedrentamiento policial; un multitudinario movimiento feminista reclama por la legalización del aborto y su presentación amplia y transversal es denegada por los votos de un grupo de senadores y senadoras; los gremios piden paritarias y son multados con montos millonarios por el Ministerio de Trabajo; los sectores de la economía popular reclaman por los trabajadores desocupados y precarizados mientras no deja de subir la carestía de vida; los hospitales públicos carecen de insumos y de la cantidad de profesionales necesarios para la adecuada atención de la población; la ciencia argentina es rematada por falta del financiamiento prometido; las escuelas públicas son abandonadas y se derrumban, igual que los comercios y la producción industrial. Sólo crecen la inflación, los tarifazos, la desesperación del pueblo y la falsa moralina de las élites, que se sienten más allá de toda ley porque tienen decenas de jueces adictos y más allá de toda crisis porque acuñan sus ganancias en moneda extranjera, y que escriben el presente más oscuro porque aplican la mano dura de los medios concentrados.
II
Esto que describimos debería entenderse también como una advertencia. Desoír las protestas sociales, negarles incluso la mera existencia desde la alianza –estrecha como pocas veces– entre un gobierno y los grandes medios de comunicación; tratar como trasnochados o delincuentes a quienes nos oponemos a un modelo que condena a generaciones a un endeudamiento que ya es una nueva prisión; todo esto asegura más y más desgarramientos en nuestro país que, irremediablemente, se encamina a un proceso de encendidas luchas sociales y políticas. Lo que siembran hoy en su afán de venganza, tarde o temprano se volverá contra ellos.
Por eso llamamos a todos los actores con incidencia en la vida pública argentina a sostener la democracia en su más amplio sentido, con vistas a proyectar un futuro común. La democracia es creación de libertades, de derechos y garantías individuales y colectivas –fundamentalmente– para la expresión del disenso y la manifestación de posicionamientos antagónicos, junto con el sostenimiento de condiciones equitativas de disputa electoral para todos y todas. Exigimos, entonces, restablecer el pleno funcionamiento del Estado de Derecho y el fin de la persecución a opositores y opositoras del campo político y social. Es mucho lo que se pierde si gana el autoritarismo persecutorio, la estigmatización y el odio. Pero, además, responder a la crisis actual con ajuste, denegación del otro y violencias de todo tipo es ahondar las injusticias y ocultar las verdaderas causas de nuestros problemas.
Entendemos que profundizar la democracia como forma de elección libre e invención de condiciones de vida cada vez más justas para las mayorías es el único camino ante la crisis: esta es la enseñanza más convincente que nos ha dado la historia argentina.
Firman:
Facundo Abalo / Sebastián Amarilla / Jens Andermann / Claudia Bacci / Julia Barba / Emilio Bernini / Emmanuel Biset / Pablo Bruzzone / Mario Cámara / Virginia Cano / Darío Capelli / Diego Caramés / Mariana Casullo Amado / Gisela Catanzaro / Juan Ciucci / María Rita Ciucci / Irene Cosoy / Américo Cristófalo / Gabriel D’Iorio / Esteban Dipaola / Carlos Echeverría / Ximena Espeche / Matías Farías / Roque Farrán / Alejandro Fernández Mouján / Mariana Gainza / Evelyn Galiazo / Germán Gallino / Luis García / Francisco García Laval / Juan Garrido / Luciano Guiñazú / Gabriel Giorgi / Mara Glozman / Florencia Gomez / Horacio González / Adriana Habra / María Habra / José Hage / Ezequiel Ipar / Roberto Jacoby / Oscar Jalil / Alejandro Kaufman / Violeta Kesselman / Guillermo Korn / Mariana Lewkowicz / María Pia López / Diego Makedonsky / Nelson Mallach / Julián Manacorda / Elena Mancinelli / Marcela Martínez / Ana Mazzoni / Gustavo Míguez / Mauro Miletti / Rodrigo Mirto / Mariano Molina / Carla Muccillo / Luciano Nosetto / Pablo Pineau / Carolina Ramallo / Alejandro Ravazzani / Eduardo Rinesi / Matías Rodeiro / Cinthia Rogovsky / Natalia Romé / Julia Rosemberg / María José Rossi / Sebastián Russo / Lisandro Sague / Damián Selci / Matías Soich / Jaime Sorín / Oscar Steimberg / Natalia Taccetta / Leandro Tartaglia / Diego Tatián / Javier Trímboli / Florencia Ubertalli / Gustavo Varela / Esteban Vergalito / Nicolás Vilela / Fabio Wasserman / y siguen las firmas…