Si es cierto que el terrorismo de Estado en Argentina comenzó mucho antes del 24 de marzo de 1976, entonces tal vez deberíamos prestar más atención a los devenires políticos de provincias como las de Tucumán (donde en 1975 se desarrolló el “Operativo Independencia”) y Córdoba (donde en 1974 se produjo el golpe policial conocido como “El Navarrazo”). Si bien en la segunda no se desarrolló el fenómeno de que un interventor de facto como Antonio Domingo Bussi (1976-1978) ganara dos décadas después una elección constitucional para resultar electo gobernador (1995), sí sucedió que los efectos de la política de aquellos años no dejaron de hacerse sentir durante todos estos años de posdictadura.
No solo por el hecho de que José Manuel De la Sota fue señalado por Claudio Orosz como uno de los partícipes civiles del derrocamiento de un gobierno popular (el de Ricardo Obregón Cano y Atilio López), elegido por el voto, sino por lo extendido de la ideología oficial propugnada por el primero en la población cordobesa. Sería solo un episodio anecdótico el hecho de que el abogado querellante en el juicio de la megacausa La Perla haya afirmado que el hasta ahora dos veces gobernador fue uno de los que defendió la intervención federal del Brigadier Raúl Lacabanne (quien recepcionó a Héctor Pedro Verges, que fue el que “vino a crear la Triple A cordobesa, el ‘Comando Libertadores de América’, que empezó a asesinar a militantes populares y tirarlos en zanjones”, según acusó en su momento el abogado de Derechos Humanos), sino fuera por que incluso hubo testigos de dicho juicio que aseveraron haber visto a De la Sota, cadenas en mano, intentando impedir que partiera una columna de estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, cuando en 1973 centenares de calles del continente vieron a miles de personas expresar el repudio del derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende.
«Por historia, por perfiles discursivos y estilos de conducción, De la Sota y Schiaretti no son lo mismo. Aunque hay quienes los piensan como las dos caras de una misma moneda: el “Cordobesismo”, “modelo” político que gobierna la provincia desde hace 20 años»
Estas líneas (extensas ya para denominarlas una simple “introducción”) estarían de más, seguramente, de no ser por la importancia que aún se le puede asignar a “El Navarrazo” en la subjetividad de los cordobeses. Serían, tal vez, una mera reconstrucción histórica de una determinada cantidad de dichos (nunca corroborados ni desmentidos), de no ser porque cobran un relieve singular tras extensos años de luchas de los organismos de Derechos Humanos en la Argentina, que se fueron plasmando en políticas de Estado durante la última década.
Es que lejos de tomar distancia de estas por lo menos “incómodas” versiones, “El Hombre” –como se hizo llamar durante la última coyuntura electoral- ha sostenido en los últimos años una clara posición cercana a la ochentosa “Teoría de los Dos Demonios” (que equiparaba la actividad militar de las organizaciones revolucionarias con los crímenes perpetrados por el accionar terrorista del Estado). Solo como para tener en cuenta algunas de las palabras sobre las que sostiene sus postulados de “reconciliación” con los genocidas, basta tener en cuenta frases como las pronunciadas en 2004, cuando afirmó que las Madres de Plaza de Mayo “deberían haber cuidado mejor a sus hijos”, o las de 2012, cuando refiriéndose a los militantes del peronismo revolucionario aseveró: “se enamoraron de las armas y de la violencia y llevaron a miles de jóvenes idealistas a la muerte; sin embargo, siguen libres y algunos de ellos están en el gobierno o son asesores”.
Más allá de los reposicionamientos del peronismo en esta era del poskirchnerismo, postulados como los recién citados colocan al inventor del cordobesismo (paradójicamente nacido en Buenos Aires), “ideológicamente”, más cerca del ingeniero que hoy ocupa el sillón de Rivadavia que de las conclusiones del Partido Justicialista tras su reunión de junio, sintetizadas en el “Documento de Formosa”. Si la dupla José Manuel De la Sota-“El Pibe” Sergio Massa, pretende librar disputa al interior del peronismo, deberán ver cómo hacer coincidir sus discursos con los del resto del arco peronista. ¿Y Juan Schiaretti? Por ahora gobernando la provincia y tejiendo sus propias redes para sostener el frágil equilibrio interno dentro del peronismo cordobés…
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Por historia, por perfiles discursivos y estilos de conducción, De la Sota y Schiaretti no son lo mismo. Aunque hay quienes los piensan como las dos caras de una misma moneda: el “Cordobesismo”, “modelo” político que gobierna la provincia desde hace 20 años.
Si bien el cordobesismo se asienta sobre las bases de lo que algunos especialistas locales han llamado “Estado policial”, lo cierto es que Juan Schiaretti (gobernador entre 2007 y 2011) le rindió un homenaje a los organismos de Derechos Humanos (destacando la figura de Sonia Torres, titular de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba) y recordó a “los compañeros desaparecidos” ni bien dio apertura al 138° período de sesiones ordinarias de la Legislatura provincial. “Como miembro del peronismo republicano y como gobernador de la provincia quiero decirles a todos que debemos repudiar el golpe de Estado, el terrorismo de Estado, la impunidad y decirle sí a la vida, sí a los derechos humanos, sí a la libertad, sí a la convivencia”, dijo Schiaretti en el acto de febrero de este año.
Ya durante la campaña proselitista del año pasado, aun entre quienes no apoyaban públicamente la candidatura del ex gobernador enrolado en el escándalo del presunto fraude electoral de 2007 (cuando el hoy “macrista” Luis Juez aseguró que “le robaron la elección”) especulaban (en el sentido político y no moral del término) con poder “destrabar” las líneas de financiamiento del Estado provincial hacia “los organismos”, que fue una línea persistente durante la gestión De la Sota, y que el actual mandatario parece haber comenzado a revertir.
«Si la dupla José Manuel De la Sota-“El Pibe” Sergio Massa, pretende librar disputa al interior del peronismo, deberán ver cómo hacer coincidir sus discursos con los del resto del arco peronista»
Por otra parte, Schiaretti parece haber tomado nota de la “rebelión de los azules” que en diciembre de 2013 casi se lleva puesto el “modelo” entero, cuando un amotinamiento policial desencadenó una ola de saqueos. De allí la necesidad, visualizada por “Juan que ha Vuelto”, de ejercer una férrea conducción política de las fuerzas de seguridad del Estado. Conducción que habrá que ver aun si es capaz de ser efectiva y, en tal caso, con qué línea política.
Así y todo, hay sectores que sostienen que el Nuevo Código de Convivencia, que reemplazó al antiguo Código de Faltas, no es más que una continuidad de la política represiva del “Estado policial”, que “afloja” en algunos puntos “duros y cuestionados”, pero que profundiza otros aspectos, ligados a la protesta social, que no contemplaba el anterior.
De hecho, al cierre de esta nota, portales de noticias locales informaban que un “megaoperativo antidroga” realizado por la Dirección de Investigaciones Operativas de la Policía Judicial en la zona sudeste de la ciudad, había efectivizado más de 20 allanamientos, secuestrando cinco kilogramos de marihuana y dos de cocaína.
Simultáneamente llegaban al celular de este cronista mensajes de vecinos del barrio Ciudad Evita, denunciando abuso policial, con fotografías de sus casas destrozadas. Una imagen más parecida a las conocidas “razzias” policiales durante el delasotismo, con a un cambio de rumbo en la era schiaretistta. ¿Daño colateral o política de estado?