De la Redacción de ZOOM. Las cuatro muertes y la violencia desatada en Villa Soldati son consecuencia de la crisis habitacional, la ineptitud de la gestión macrista, la ausencia de escrúpulos de quienes medran con la pobreza y el desmanejo de la Policía Federal. La crisis puso en evidencia que la hijaputez de Macri no tiene retorno. También, que el gobierno nacional reaccionó virtuosamente en la dirección correcta, aunque con imperdonable demora. Pero, sobre todo, dejó al desnudo la degradación del tejido comunitario porteño y un sustrato excluyente cuyo imaginario está demasiado en línea con los intereses de los grupos económicos concentrados.
Aclaración inicial: los links que contiene el siguiente artículo merecen la lectura más que estas líneas.
Cuando el gobernante de una ciudad alienta la desinversión en las áreas sociales, anuncia irresponsablemente la escrituración de tierras para los desposeídos, apaña el punterismo que medra con la necesidad ajena, incentiva a los buitres inmobiliarios que en segunda instancia se quedarán con la parte del león, acusa de narcos a los inmigrantes cuando se arma el quilombo, y estimula públicamente la xenofobia y la violencia para finalmente admitir que no puede resolver un problema en su propia jurisdicción, ese gobernante debiera transformarse de inmediato en un muerto político. El antropólogo Alejandro Grimson y el periodista Luis Bruschtein ya desandaron y refutaron con rigor, detalle y lucidez este derrotero del jefe de gobierno porteño. Sin embargo, Mauricio Macri, que hizo en pocos días todo esto y mucho más, continúa siendo el prospecto presidencial de un sector del poder económico argentino y de una considerable porción del electorado. Ese mismo en el que pensaron los cráneos PRO cuando decidieron redoblar la apuesta y salir a aliviar las heridas con sal (incitando reacciones racistas como esta de grupos nazis).
A la luz de algunas repercusiones sociales que se palparon en la vecindad del Parque Indoamericano y se pudieron espiar en Twitter, en Facebook o en los mensajes de algunos oyentes radiales, no es Macri el que no tiene retorno, sino su hijaputez. A la vez, el espejo de las palabras discriminadoras disparadas desde Bolívar 1 tiene un reflejo dispar pero indisimulable en la Capital. En ese soporte social y cultural radica su mayor peligrosidad política y electoral, en una ciudad en la que hace 10 años seguidos que al menos uno de cada tres porteños vota por derecha aunque durante el menemismo se creía una sociedad progresista.
El foco
No resultó sencillo hacer foco y entender qué estaba pasando en Soldati durante las primeras horas. Nuevamente, los blogs y los tuits fueron mucho más útiles para informarse y reflexionar que los grandes medios. Ezequiel Meler y Florencia Benson fueron los primeros que pusieron el dedo en la llaga, poniendo en tela de juicio la actuación de la yuta federica y anticipando en 48 horas el germen de la creación del Ministerio de Seguridad decidido por la Presidenta. Mendieta alertó con precisión de cirujano que el Estado no puede esquivarle el culo a la jeringa, cuando los compañeros del Frente Darío Santillán (involucrados en el conflicto por su militancia en el barrio) ya cuestionaban con ironía ciertos discursos K y brindaban un decálogo sobre “Qué decir ante las denuncias de represión que le hacen el juego a la derecha”.
Estas opiniones, junto con los impecables análisis del blog de Abel, se animaron a desbrozar el desquicio de la gestión PRO (que tienta a cargar las tintas hacia ese wing) y apuntar sobre el rol de la Federal y las consecuentes responsabilidades del gobierno nacional. La encomiable política de no reprimir la protesta social en las administraciones Kirchner tocó su techo, como tantas acertadas innovaciones K de 2003 para acá que fueron requiriendo de ajustes finos. Se notó en la represión salvaje de Soldati (dramáticamente encadenada con los episodios de Ferreyra y de Formosa). Pero mucho más en la ausencia estatal posterior a las primeras dos muertes. Natural en la gestión Macri, dolorosa en el gobierno de Cristina. No solo por la Gendarmería que Aníbal F. negó en conferencia de prensa y que finalmente fue enviada horas más tarde, sino por cualquier otro tipo de intervención.
La movida presidencial de ponerle un cascabel civil al demoníaco gato policial significa un salto de pantalla concreto a la hora de asumir “el problema de la seguridad” cuya magnitud asordina pero no borra los errores cometidos. ¿Hacía falta que Gallardo ordenara baños químicos y camiones con agua? ¿No era posible desembarcar con la fuerza pública para desbaratar las bandas armadas y a la vez con equipos de Desarrollo Social y la logística necesaria para mostrar que existe otro modo de enfrentar estos trances derivados de la desigualdad? Si la inacción fue producto de algún ajedrez electoral, luce tan injustificable como torpe. Además de humanitaria, la presencia del Estado nacional podría haber demostrado al macrismo in your face cómo se puede gestionar el conflicto social. Ojalá la lluvia del viernes haya sido solo la excusa providencial aprovechada para postergar el megarrecital de Plaza de Mayo y evitar un desatino impar.
En términos informativos, la extraordinaria performance periodística de Fabián Rodríguez, un amigo de la casa, desde su blog, poco a poco anudó antes que nadie la trama desplegada entre punteros macristas, empleados de la obra social municipal e intereses inmobiliarios. Otro perro de presa fue confirmando, esta vez desde la prensa escrita, la ominosa historia en la que comenzó a recortarse el nombre del legislador ProPeronista Cristian Ritondo, hijo político de Miguel Angel Toma a quien la calaña de su custodia (alto taquero retirado) le traza el perfil sin vueltas. Ambos, tornaron casi rutinaria la lectura del oráculo del domingo.
Conspiraciones
El drama del Indoamericano tendrá más capítulos. Es indispensable esclarecer los cuatro asesinatos y castigar a sus responsables, tanto materiales como intelectuales. Por otro lado, las derivaciones políticas pueden dejar un tendal. Luis D’Elía se preguntaba en Twitter si “¿hay algún hilo conductor entre estos nombres: Scioli, Macri, Duhalde, Fernández, Alak, Ritondo, Barrionuevo, Lorusso en el drama V.Soldati?”. Muchos personajes en busca de un autor. Clarín difunde la multiplicación de toma de tierras con un fervor que nadie hubiera imaginado en tiempos del lockout agrario.
Cuando la cancha empieza a embarrarse, es importante no perder el rumbo. La sentencia de Manolo, un groso, ancla de nuevo el debate: La “Solución Habitacional”, como siempre sucede en Argentina, terminará en el GBA. La Ciudad de pobres corazones, aquella que archivó el efímero “piquete y cacerola, la lucha es una sola” ni bien salvó el bolso, sigue sin poder procesar qué carajo hacer con los excluídos que parió la dictadura y que Menem y De la Rúa multiplicaron en los ‘90. Algunos ya lo saben, ojota, y se tragan el bigote como Macri para hacerse los boludos.
En esta puta ciudad, demasiada gente piensa como los poderosos, aunque no llegue a fin de mes. Demasiada gente putea a la política, sin detenerse a pensar que con mayor organización barrial y una militancia popular más activa no sería tan sencillo que te desmadren un conflicto como el de Soldati. En esta puta ciudad, demasiada gente quiere cagar más alto que el culo y dice preocuparse por la debacle del Teatro Colón, pero se mea encima con el BAFICI y ni se les ocurre reclamar una política cultural que modere la xenofobia y promueva la convivencia mientras miran a Barenboim o a Cerati en el Obelisco.
En esta puta ciudad, demasiada gente cree que “a ellos nunca les va a tocar”. Y cuando menos te lo esperás, es cuando más te duele.