China y la nueva Ruta de la Seda, una mirada global

China tiene un inmenso proyecto político internacional. Abordamos sus intenciones y el efecto que tiene el mencionado en Latinoamérica.

China ha sido históricamente, tanto en población como en PBI, la mayor potencia del mundo. Solo basta con mencionar dos ejemplos para romper con la mirada eurocéntrica que los estados pertenecientes al hemisferio occidental  podemos tener. En primer lugar, si tomamos al Imperio Romano, la cuna de la civilización occidental en su época de mayor esplendor, administró un territorio equivalente a tan solo la tercera parte del que tenía por ese entonces el Imperio Chino. Respecto del PBI mundial la diferencia es aún más abismal: mientras que en su apogeo el Imperio Romano representaba un nueve por ciento del PBI mundial, el Imperio Chino era aproximadamente el veinte por ciento del mismo. En segundo lugar, a pesar de la emergencia y caída de diversos imperios Occidentales, como por ejemplo el Imperio Español, que tras el descubrimiento de América en 1492, exploró y conquistó grandes extensiones de territorio en América, desde el actual suroeste de Estados Unidos, México y el Caribe, hasta Centroamérica, la mayor parte de Sudamérica y la costa noroeste de Norteamérica (actual Alaska y Columbia Británica).

 En su apogeo, a finales del siglo XVIII, alcanzó los veinte millones de kilómetros cuadrados (casi la séptima parte de la superficie de las tierras emergidas del planeta). No fue hasta bien entrado el siglo XIX que China dejó su posición de potencia económica y comercial. Sus problemas comenzaron durante los S.XV y XVI, cuando la administración imperial, a fin de proteger y reforzar sus jerarcas, se cerró sobre sí mismo y evitó el contacto comercial con otros pueblos y culturas. Esta situación que llevó a que el país se quede afuera de la revolución industrial, el cual fue un proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en el Reino de Gran Bretaña, y que se extendió unas décadas después a gran parte de Europa occidental y América Anglosajona. Durante este periodo se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad, que vio el paso desde una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada. A partir de este momento se inició una transición que acabaría con siglos de una mano de obra basada en el trabajo manual y el uso de animales, siendo estos sustituidos por maquinaria para la fabricación industrial y para el transporte de mercancías y pasajeros.

Con la muerte de Mao Zedong (26 de diciembre de 1893 – 9 de septiembre de 1976) comenzó una nueva etapa, donde el objetivo Maoista de exportar la revolución, dio paso a la promoción del comercio y la apertura económica. A partir de ese momento, los líderes Chinos, sobre todo en las últimas cuatro décadas, han tenido muy claro que el comercio es la llave de la prosperidad y el poder.

Durante veinte siglos, la Ruta de la Seda, aquella que relataba el mercader y viajero Italiano Marco Polo, fue una auténtica muestra del poderío Chino, una verdadera autopista comercial que conectaba Oriente con Occidente, pasando por las principales ciudades de la época, conectando a China con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Sus diversas rutas comenzaban en la ciudad de Chang’an (actualmente Xi’an) en China, pasando entre otras por, Karakórum (Mongolia), el Paso de Khunjerab (China/Pakistán), Susa (Persia) el Valle de Fergana (Tayikistán), Samarcanda (Uzbekistán), Taxila (Pakistán), Antioquía (Turquía), Alejandría (Egipto), Kazán (Rusia) y Constantinopla (actual Estambul, Turquía) llegando hasta los reinos hispánicos en el siglo XV, y el norte de África.

Heredera de la Ruta de jade, cuyos restos se remontan a hace 7000 años, la ruta no se menciona en las crónicas chinas hasta el siglo II a. C.
Este itinerario sería el resultado de la curiosidad del emperador chino Wu (gob. 141-87 a. C.) de la dinastía Han por los pueblos civilizados lejanos, que se decía que habitaban en las regiones occidentales más allá de las tribus bárbaras, mientras que los griegos, y luego los romanos, comenzaron a hablar del “país de los Seres” desde el siglo IV a. C. para designar a China. 

La Ruta debe su nombre a la mercancía más prestigiosa que circulaba por ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que solo los Chinos conocían. Los Romanos (especialmente las mujeres de la aristocracia) se convirtieron en grandes aficionados de este tejido, pero lo cierto es que muchos productos transitaban estas rutas, diamantes, rubíes, perlas, metales preciosos como oro y plata, telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, porcelana, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc.

Como vemos, la ausencia de China como líder económico global es una excepción a la norma en la historia del mundo.

Hoy por hoy China busca consolidar su posición de súper potencia reflotando este histórico mecanismo comercial, y por esto ha puesto en marcha un megaproyecto de infraestructura y transporte sin precedentes históricos, el cual es definido por muchos analistas como unos de los mayores desafíos de la economía mundial moderna, una verdadera revolución en el tráfico de pasajeros, mercancías, hidrocarburos y telecomunicaciones. Planteando un nuevo tipo de relaciones comerciales con Pekín como eje central, el proyecto tiene previsto finalizar en 2049, año en que la República Popular China cumple 100 años desde su fundación (1 de octubre de 1949)

La nueva ruta y franja de la seda también conocida como “one belt, one road”  (OROB), tuvo su primera aparición en un discurso del presidente Chino Xi Jinping en la Universidad Nazarbayev de Kazajistán el día 7 de septiembre de 2003, y desde entonces las autoridades Chinas elaboraron un diseño que fue presentado en 2015 y consta de dos partes. Por un lado está la ruta terrestre, denominada como el cinturón económico de la ruta de la seda, que pretende fundamentalmente unir China con Europa a través de Asia central, incorporando a la India en dicho proceso; y por otro lado está la denominada ruta de la Seda Marítima, también llamada Franja de la Seda, que conectará los puertos de China con el Sudeste Asiático, Oriente Medio, Europa y África.

En definitiva el proyecto de la Ruta y Franja de la Seda pretende construir una mega red de autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, oleoductos y redes de telecomunicaciones que sean capaces de convertirse en el nuevo sistema circulatorio de la economía China, ya que su mercado interno no está en condiciones de absorber el excedente generado en la producción de cemento, aluminio y acero, por solo mencionar algunos productos.

Es así que, con la inclusión de la Argentina, y a partir del viaje del Presidente Alberto Fernándezson ciento cuarenta y cinco los países (40% del PBI global) que ya firmaron el Memorándum de Entendimiento para adherirse a la Nueva Ruta de la Seda. Se tratan de cuarenta y cuatro naciones de África (81% del continente), cuarenta y dos de Asia (93% de continente), veintinueve de Europa (61% del continente), veinte de América Latina y el Caribe (59% del continente) y diez de Oceanía (62 % del continente). En todos estos países, China firmó acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas. 

Objetivos de la Ruta y la Franja de la Seda

  1. Impulsar el comercio y la integración económica entre las partes. China es la fábrica del mundo y con este proyecto busca aumentar su competitividad y consolidar su poder industrial
  2. China quiere garantizarse el abastecimiento de recursos naturales, diversificando sus vías de comercio. Ya que depende mucho de la importación de materias primas y las exportaciones
  3. China es un país muy desigual en términos de desarrollo, mientras que la costa oriental está plenamente incorporada al comercio internacional, esta situación no se replica en el interior del país, así que  la intención del megaproyecto de la Ruta y Franja de la Seda persigue el objetivo de consolidar un desarrollo más armónico de todo el territorio Chino.
  4. Consolidar su posición en la región de Asia Central, el Sudoeste Asiático, Medio Oriente, Europa y África

Toda acción genera una reacción 

Para contrarrestar la influencia económica de China, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lanzó una iniciativa de infraestructuras para los países en desarrollo. Denominada “Reconstruir Mejor el Mundo” (Build Back Better World o B3W) financiada por los países del Grupo de los 7 (G7)

El G7 es un foro político intergubernamental formado por Canadá, Francia, Alemania, Italia,  Japón, el Reino Unido y Estados Unidos. Sus miembros son las economías más avanzadas del mundo y las democracias liberales más ricas. A partir de 2020, el grupo colectivo representa un poco más del 50% de la riqueza neta global, al menos el 30% del producto interno bruto global, y alrededor de 770 millones de personas, lo que equivale al 10% de la población mundial. La mayoría de los miembros son grandes potencias en asuntos globales y mantienen relaciones políticas, económicas, sociales, legales, ambientales, militares, religiosas, culturales y diplomáticas mutuamente estrechas.

En un comunicado emitido por la Casa Blanca el 12 de junio de 2021 se destaca que el B3W está impulsado por los valores de las “principales democracias”, con el objetivo de reducir las necesidades de más de 40 billones de dólares en infraestructuras de los países en desarrollo, una brecha que se ha ensanchado por la pandemia de la Covid-19. No se indica el monto que  Estados Unidos piensa destinar al plan, que se extiende hasta 2035, pero se insiste en movilizar la iniciativa privada para cooperar conjuntamente con las agencias de desarrollo en cuatro líneas de acción: clima, salud y seguridad sanitaria, tecnología digital y equidad e igualdad de género.

Es sabido que el rol China divide las aguas en el continente asiático. Por un lado, se encuentran los países que necesitan de China para sobrevivir y desarrollar sus economías, mayormente en el Sudeste Asiático, y por otro lado, se encuentran las economías desarrolladas como Japón y Corea del Sur que buscan balancear el poder de China en la región.

Aún es incierto cuáles serán los próximos pasos del B3W. Resta conocer detalles, estrategia, cuáles son los criterios para priorizar los posibles países receptores y cómo será la movilización del capital privado y multilateral. Por ahora, no es más que un intento de golpe de efecto político, una reacción ante la acción china.

Latinoamérica y la Ruta de la Seda, una relación que promete

Si bien en el proyecto original de la Ruta de la Seda la región de Latinoamérica no estaba contemplada, resulta imposible pensar en un mega proyecto de alcance global y dejar por fuera a una región rica en recursos naturales y productora de materias primas, de hecho, el comercio entre América Latina y China creció veinte veces entre los años 2000 y 2020, y se estima que se duplicarán los valores actuales de cara al año 2035, según los datos divulgados por la agencia de noticias Rusa Sputnik. China, además, ofrece préstamos a un bajo nivel de interés y, financia todo tipo de proyectos  en energía, infraestructura y transporte, a estas iniciativas hay que sumarle la posibilidad de rubricar el memorándum de entendimiento para integrar la Ruta de la Seda.

¿Por qué la influencia china en la región, no solo se expande, sino que se consolida?

La respuesta a dicho interrogante se la puede definir como multidimensional, ya que son varios los factores que deben ser tenidos en cuenta.

En principio se debe considerar el factor cultural, Estados Unidos históricamente,  patrocino las más feroces, crueles y autoritarias dictaduras del continente, desplegando una política de injerencia directa en los asuntos de América Latina, ya sea en términos militares, económicos y financieros, y para una región cuyo perfil productivo estuvo siempre orientado a la extracción de recursos naturales y la exportación de materias primas, el opulento mercado interno chino resulta más que prometedor. Visto así las cosas, no resulta para nada extraño que los Estados de la región reciban con los brazos abiertos los capitales frescos que la República Popular China (RPC) ofrece.

Además, China aplica una política de inversiones pragmática, dejando la ideología de lado, mantiene relaciones con todos los Estados por igual, y financia todo tipo de proyectos. Generando además algo que resulta muy atractivo para los posibles receptores de los capitales chinos, la Transferencia Tecnológica; en una era marcada por los avances tecnológicos, el internet y la inmediatez, el acceso a la tecnología es una herramienta indispensable para el desarrollo de las Naciones.

Ahora bien, lógicamente la presencia China no es uniforme en toda la Región, en el caso de Sudamérica es posible plantear la existencia de una consolidación de las relaciones con el gigante asiático.  La RPC se volvió el principal socio extra regional de Brasil, Chile y Colombia, mientras que mantiene una sólida relación comercial con Argentina, Perú y Venezuela.

Distinta situación se presenta en Centroamérica, donde la presencia del gigante asiático se encuentra en expansión,  siendo solo Honduras, Guatemala y Belice, naciones que aún mantienen un contacto diplomático y comercial con Taiwán, los estados que no tienen formalizado su vínculo con China. Pero en el caso centroamericano la situación es más compleja, ya que dada su proximidad con los Estados Unidos el vínculo político, económico y cultural es más fuerte, además no puede obviarse que el dinero proveniente de las remesas que los migrantes envían a sus países de origen, representan para muchos estados, el principal ingreso de dólares.

En el caso de Norteamérica, región integrada por México, Estados Unidos y Canadá, la presencia China está prácticamente vetada, ya que el nuevo T-MEC (Tratado México, Estados Unidos y Canadá), que se plantea como sustituto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAM o más conocido como NAFTA por sus cícladas en ingles) impide que cualquiera de sus partes firme un acuerdo de libre comercio con China, sin la aprobación de los otros miembros. Cosa que Estados Unidos jamás va a permitir, ya que China es su principal competidor.

Este avance y consolidación de las posiciones Chinas en América Latina en detrimento de los intereses Norteamericanos, se lo puede ejemplificar como las dos caras de una misma moneda.

Por un lado, vemos una política exterior mucho más agresiva desde lo diplomático por parte de China, que utiliza la diplomacia económica como piedra angular en su estrategia de avance y consolidación para penetrar en nuevos mercados, siendo la Ruta de la Seda su “caballito de batalla”; Mientras que ha habido una relajación por parte de Estados Unidos, respecto de su posición en la región.

Ante dicho avance, Estados Unidos parece intentar desplegar una nueva Doctrina Monroe, esta data de 1823, y fue lo que despertó el interés de Estados Unidos en Latinoamérica (“América para los Americanos”), y más tarde se volvió el eje central de su política exterior para con el continente, ya que lo que buscaba (y busca) es no permitir la intervención de potencias extranjeras en los asuntos internos de los Estados del hemisferio Americano.

Como vemos, Estados Unidos intenta atender los nuevos temas de Latinoamérica, con viejas respuestas.

Tal y como se perfilan los acontecimientos la estrategia de la Ruta y Franja de la Seda es como un proyecto que dinamizará la economía global en las próximas décadas, y culminará con la reconfiguración total del tablero geopolítico global en favor del gigante Asiático. Resta solo conocer cuál será la postura que adoptará el eje Occidental, con Estados Unidos a la cabeza, frente al avance China a nivel global.

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