Causa Malvinas: la estrategia británica y la recuperación nacional

La Causa Malvinas condensa un conjunto de cuestiones que revelan por un lado la dependencia de nuestro país; y por otro, nos lleva a problematizar nuestro presente y advertir los peligros en el futuro cercano.

“Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”

Sun Tzu

“No veo razón para que en América Latina existan Fuerzas Armadas importantes”.

Robert McNamara

“La finalidad del gran estratega debería consistir en descubrir (…) el tendón de Aquiles de las capacidades bélicas del gobierno adversario”.

Basil Liddell Hart

“Así como es difícil armar una nacionalidad, es fácil desarmarla cuando no median los factores que la engrandecen y cohesionan (…) como argentinos, no podemos perdonar el intento de destruir el alma nacional”

Juan D. Perón

Luego de la cruenta intervención militar británica conocida como la “guerra del opio” impulsada fundamentalmente para imponer y garantizar el libre comercio, teniendo entre sus consecuencias la indemnización de los comerciantes ingleses, la obligación a pagar los costos de la guerra, y la cesión de Hong-Kong, en 1845 Inglaterra decide junto con Francia la intervención en la Confederación Argentina. Para combatir la intervención Juan Manuel de Rosas despliega un conjunto de estrategias que van desde el plano militar y político al económico, comunicacional y diplomático. En el Brigadier General anida la convicción de utilizar todas las estrategias disponibles pensando incluso en las que tradicionalmente había desarrollado la hábil diplomacia británica. Así Rosas, entre otras cuestiones, deja de pagar el empréstito famoso que venía desde la época de Rivadavia, arma un entramado comunicacional (fundamentalmente a través de Pedro De Angelis), para difundir nuestra posición en el continente europeo, etc. Para llevar adelante esta idea es necesario, desde ya, conocer al enemigo al cual se enfrenta.

Hace varios siglos Sun Tzu advertía al respecto que “si conoces a los enemigos y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si conoces al enemigo, pero no te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los enemigos, ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla”.

Tomando en cuenta esta enseñanza de nuestra historia y esta advertencia, nos proponemos comenzar con una serie de reflexiones en torno a la gran Causa Nacional: Malvinas. Partiremos de algunas consideraciones del pensador clásico y estratégico del pensamiento geopolítico-militar de Inglaterra: Basil Liddell Hart y las vincularemos a las perspectivas que se abren luego de la gesta patriótica de 1982, en torno a las Fuerzas Armadas y su relación con el desarrollo industrial de nuestro país. Luego incorporaremos nociones de otros pensadores y políticos como diversas ideas del General Juan Perón. Desde ya no se trata de una traslación mecánica de ideas y conceptos, sino de una “incorporación” tomando en cuenta nuestra realidad y apuntando a la correspondencia con la resolución de nuestras problemáticas a partir de la construcción y adopción de un criterio nacional.

Consideramos que hoy resultan claras dos cuestiones en torno a la Causa Malvinas, la primera: que tanto la Causa como la resolución 2065 están virtualmente estancadas en base a que los británicos no tienen interés (fundamentalmente por su fuerza), en sentarse a “negociar” con nosotros como lo imponen las reiteradas resoluciones de Naciones Unidas en relación a la ocupación colonial. En este sentido, pensamos que continuar  haciendo lo mismo (que hay que seguir haciéndolo de todas formas, desde ya), y esperar a que se sienten a “negociar” resulta claramente pernicioso en tanto el saqueo acelerado de nuestros recursos en el Atlántico Sur, y la proyección antártica que pretenden fundamentalmente en base a su asiento en Malvinas. También vale preguntarnos en qué se basan para no sentarse a negociar, y resulta claro que se basan en su poderío (principalmente militar-económico), y fuerza.

La segunda cuestión a la que queremos hacer referencia es que hoy resulta evidente que las imposiciones (y entregas por parte de cierta “clase dirigente” cipaya), en la posguerra (cristalizados en los acuerdos de Madrid), vienen de la mano de la desmalvinización por un lado, necesaria para la penetración de un modelo de “miseria planificada”, la destrucción del patrimonio nacional, del tejido militar-industrial teniendo entre sus consecuencias no sólo el fortalecimiento del orden dependiente, sino también (en ese marco), de la desocupación y la miseria de nuestro pueblo (recordando el certero título del libro clave de Julio C. González). Vale destacar que al destruir la comunidad nacional también se apunta a alejar la recuperación de las Islas.

Ahora bien, en relación a estos dos puntos, y fundamentalmente al segundo tomamos la primera idea de Liddell Hart quien sostenía que “es más eficiente y también más económico desarmar al enemigo que intentar destruirlo en combate”. Los británicos esto lo entendieron bien, por eso el desarme de nuestro país en la posguerra, por eso la desindustrialización. Estas constituyen dos caras de una misma moneda en nuestro caso.

No resulta casual la frase del geopolítico norteamericano que fuera ministro de Defensa norteamericano, y director del Banco Mundial Robert McNamara que reproducimos al comienzo del trabajo y recordamos aquí: “no veo razón para que en América Latina existan Fuerzas Armadas importantes”. Es claro que menos poder militar es igual a menos capacidad de negociación internacional. Esta idea de McNamara, muchas veces la aceptamos como propia (por diversas razones), es decir, nosotros terminamos pensando en relación al elemento militar lo que ellos quieren que pensemos. Romper el “antimilitarismo abstracto” es nodal en esta cuestión. Vale recordar, ya que está vinculado a nuestro tema, que McNamara era quien impulsaba el control de la natalidad en América Latina porque consideraba a la explosión demográfica como una limitación al crecimiento. Lo que se traduce en: “eliminar la pobreza impidiendo el nacimiento de niños en nuestro continente”, política que hoy encuentra apoyo mayormente en los sectores progresistas. Valdría preguntarse a quién y a qué es funcional esa política, a quién conviene un país despoblado, desindustrializado, e indefenso. Bastaría leer (o re-leer) a Perón.

En el pensamiento de Liddell Hart está en el centro la idea de la aproximación indirecta tanto en la política como en los diferentes órdenes de la vida. Mejor es debilitar la resistencia del enemigo. Nosotros pensamos aquí la necesidad de debilitar la posición británica de ocupación colonial. Varios de quienes defienden y piensan estrategias en torno a la recuperación de nuestro territorio han remarcado en los últimos años la necesidad de dificultar la ocupación británica. Esta idea resulta nodal, ya que se piensa debilitar la posición británica tanto a partir de dificultar la ocupación, como a través de otros mecanismos como el fortalecimiento de nuestra posición a partir de la suramericanización de la causa y los recursos, como uno de los puntales desde donde retomar la senda de la integración de la Patria Grande. Hay algo evidente, pero necesario de remarcar, que es la idea de que: fortalecer nuestra posición es también dificultar y debilitar la británica.

Este pensador de la estrategia militar también afirma que “en la estrategia, el camino más largo es con frecuencia la manera más rápida de llegar a casa”. Considera así que en la historia, en general, se obtuvieron mejores resultados a partir de una aproximación indirecta. Cabe recordar que si se sigue la línea natural de expectativa del oponente se incrementa su capacidad de defensa. No obstante lo cual, la inversión argentina en materia de defensa, indirectamente lleva a que a Gran Bretaña le resulte más onerosa la ocupación, otra de las claves para fortalecer nuestra posición. En relación a esto último hay análisis en materia militar y geopolítica que muestran cómo a X inversión de nuestro país le corresponde X inversión del imperio colonialista para “contrarrestarla”. Recordemos el embargo/bloqueo militar que sufre hoy nuestro país por parte de Gran Bretaña.

Del mismo modo, Hart sostiene que: “cualquier intento de derribar al oponente sin antes debilitar su punto de apoyo y hacerle perder el equilibrio solo redunda en el agotamiento del atacante, que ve aumentado de forma exponencial y desproporcionada el efecto de la presión real que soporta”. Así es como apunta a que el enfoque indirecto es la estrategia más económica y con mejores perspectivas.En este sentido, en el Caso Malvinas es necesario poner de relevancia por un lado, la disparidad de fuerzas actual y, por otro, que ese debilitamiento no es para una intervención militar –desde ya—, dado que la estrategia política definida claramente es otra, sino para presionar en torno a la negociación y la recuperación del territorio. Fortalecer el “músculo nacional” resulta central en nuestra estrategia.

 Liddel Hart también nos dice que la aproximación indirecta apunta generalmente a ir contra el objetivo económico, contra los intereses económicos del enemigo y los suministros de esa nación. Esto último nos lleva a poner de relevancia la estrategia comentada al comienzo de la nota sobre el accionar de Rosas en la Vuelta de Obligado, y también a poner sobre la mesa la estrategia limitada de la batalla del 82 donde la Junta (más ligada a los intereses imperialistas) no hizo la “guerra total” a la OTAN, sino que mientras en el territorio insular se hacía la guerra militar heroicamente, en el continente se continuaba atendiendo puntualmente los intereses de la deuda entre otras cuestiones. Aún hoy varios que se denominan “malvineros” lo son solo en forma discursiva o a medias, que es equivalente a no serlo. Pensar cuáles son los suministros británicos en las Islas, cuáles son sus intereses económicos para buscar obstaculizarlos resulta parte de la estrategia posible a desplegar.

Liddell Hart también apunta al sentido psicológico del oponente (esto nos recuerda a Sun Tzu en su despliegue de recomendaciones en torno al “arte militar”), a desintegrar las disposiciones y mentalidad del oponente. Aquí el gigante dispositivo desmalvinizador ha cumplido una vital tarea para los británicos, y ha producido un enorme daño. No obstante, a 41 años del último conflicto armado en nuestro Atlántico Sur, observamos que la desmalvinización afortunadamente y debido a la lucha de muchos patriotas (acompañados de la llama malvinera que sostuvo el pueblo argentino), a lo largo de estos años, se encuentra debilitada, aunque todavía tiene fuerza y continúa dañando nuestra conciencia nacional.

Cabe destacar en este punto la estrategia invisible británica, la política de seducción que despliega muy fuerte en la actualidad a través de funcionarios que se acercan “disfrazados” de amigos, la cooperación en diversas áreas, becas de estudio, el financiamiento y/o impulso de viajes acompañados del riguroso sellado del pasaporte (no referimos aquí a los diversos viajes de Veteranos de Guerra de Malvinas y familiares, desde ya), el acercamiento en base a la agenda “políticamente correcta” que impone el orden global, etc. Muchas veces estas políticas son impulsadas incluso por organismos o instituciones argentinas, sin que tengan un sentido opuesto al de las otras (es decir, sin un sentido nacional), lo que nos recuerda que la colonización lleva a que el colonizador obre y hable por el colonizado.

La frase de Hart que reproducimos en el epígrafe en torno al descubrimiento del talón de Aquiles del adversario, nos llama justamente a buscar esos puntos que debiliten la posición británica. Aplicar fuerza donde el oponente es fuerte nos suele llevar al debilitamiento en forma desproporcionada. Para golpearlo suele resultar más eficaz hacerlo en diversos puntos donde es débil.

Sobre la defensa nacional

Malvinas nos permite retomar también la senda de la Argentina Potencia, de la Argentina Industrial. Nos lleva a pensar la necesidad de la elaboración de un proyecto nacional, de la definición de una política nacional en torno a la defensa nacional. Dos cuestiones a remarcar acerca de esta cuestión: primero que la idea de la necesidad del desarrollo y profundización de la defensa nacional no es una cuestión belicista, sino más bien todo lo contrario, la “vieja frase” que reza que “si quieres la paz debes armarte para la guerra” puede graficar bien lo que queremos significar. La segunda, es que la defensa nacional no es una cuestión exclusivamente militar (y no puede ser algo secreto), sino que compromete a todo el pueblo y abarca no sólo la cuestión militar sino que engloba diversas áreas como la económica, la cultural, educativa, moral, etc.

Estas nociones se enmarcan en pensar la defensa nacional en términos integrales como Perón desarrolló en el famoso discurso de inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) en junio de 1944, partiendo de la idea de “nación en armas” de Von der Goltz. En ese discurso, Perón también pone de relevancia que en la cuestión de la defensa nacional tenemos un argumento más en relación a la necesidad de establecer la justicia social, considerando la necesidad de tener un pueblo en buenas condiciones, integrado a la comunidad, y con la convicción de defender lo propio (el sentido del deber tanto individual como colectivo). Se entrecruza aquí el equilibrio no solo entre lo individual y lo colectivo, sino también lo material y lo espiritual.

No casualmente, uno de los maestros de Perón, el Coronel Juan L. Cernadas advertía que “las naciones que se confían orgullosamente en su haber material, por estupendas que sean sus riquezas, pero, sin un elevado espíritu nacional ni inquietudes que el estudio de su seguridad les sugiera, son comunidades políticas inconscientes de los peligros a que están expuestas y preparan su suicidio o elaboran con su negligencia el derrumbe de las aspiraciones, comprometiendo hasta la misma existencia del país”.

En el centro de las ideas aparece entonces tanto la necesaria dotación de las Fuerzas Armadas, como el desarrollo e implementación de una importante legislación social. No se puede descuidar el frente interno. La preparación para la defensa nacional debe ser constante e involucrar a toda la comunidad nacional. En este sentido, Perón también enfatiza sobre la necesidad de controlar los resortes de la economía e impulsar la industria no sólo militar sino en términos generales. Recordemos que la industrialización de nuestro país se realiza fundamentalmente en un entramado industrial-militar.

En su recorrido Perón traza un camino en el que considera central nutrirse de las propias tradiciones y del conocimiento del pasado nacional, como también de un estudio profundo de la realidad de nuestra patria. Para ello, Perón parte del estudio y reflexión sobre la cuestión militar pensando la defensa nacional en términos integrales –como remarcamos antes—, considerando el control estratégico sobre la estructura económica, la ruptura del orden semi-colonial dependiente y la planificación de una Argentina Potencia. Esto es lo que edifica a lo largo de sus gobiernos, y esto es lo que Gran Bretaña se propuso determinadamente destruir, fue así en el 55, en el 76 y también en la posguerra de Malvinas. Destruir la industria militar (e impedir que se vuelva a levantar), no solo entraña el peligro en torno a nuestra defensa, sino que implica obturar el desarrollo de la industria en términos generales.

Por esto urge recuperar y reconstruir el tejido industrial-militar de nuestro país, ya que es parte necesaria de la reconstrucción de la nación y de la comunidad organizada. En este sentido también atender la cuestión social para asegurar la felicidad del pueblo y fortalecer la convicción de la defensa de la patria. De este modo, resulta central la recuperación y reconstrucción de un proyecto vinculado a la Patria Grande, en tanto, como indicaba Perón, al “divide y reinarás” de Gran Bretaña hay que oponerle el “unirnos para emanciparnos”. En este marco, Malvinas constituye un puntal para pensar la construcción de la unidad de la Patria Grande.

La Causa Malvinas condensa un conjunto de cuestiones que revelan por un lado la dependencia de nuestro país; y por otro, nos lleva a problematizar nuestro presente y advertir los peligros en el futuro cercano. Decimos esto porque Malvinas cristaliza esa dependencia general, el Atlántico Sur, la Antártida, la Patagonia, la poca densidad demográfica de nuestro país, la enorme cantidad de recursos que tenemos, la explotación imperialista, la falta de una política nacional, de la elaboración e implementación de un proyecto nacional, la política de defensa nacional, la necesidad del desarrollo industrial, del fortalecimiento de la cultura nacional, la reconstrucción de la Patria Grande, etc. Así, para cerrar reproducimos unas palabras del General Sarobe, otro de los maestros de Perón, quien afirmaba que “la Argentina es una tierra, un pueblo, una tradición, un destino, un porvenir. Conservar esa tierra, educar ese pueblo, enaltecer esa tradición, honrar ese destino y ennoblecer ese porvenir es el deber imperativo de todos sus hijos, en esta hora crucial de la vida de América y de la humanidad”.

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