Bercovich: “Hay que meter presos a los que endeudaron al país y permitieron la fuga de ese endeudamiento”

Entrevista al periodista, economista y realizador de "Fondo, otra vez la misma receta", un documental sobre el organismo y la deuda argentina.

¿Se puede no pagar la deuda? ¿Qué ha pasado con la histórica consigna de “No pago de la deuda externa” y su incidencia en la actual coyuntura Argentina? ¿Es viable avanzar en torno al planteo de que es necesario auditar e investigar los orígenes de los compromisos del país con los organismos internacionales? Sobre estos ejes revista Zoom conversó con Alejandro Bercovich, economista y periodista radial, gráfico y televisivo, que en la actualidad conduce los programas “Brotes verdes” en C5N y “Pasaron cosas” en Radio con vos, y escribe en Bae Negocios y revista Crisis.

¿Se puede no pagar hoy la deuda externa en Argentina? Ese tal vez es un planteo que resuena, no digamos en el simple ciudadano de a pie, pero seguramente en las cabezas de muchos lectores y lectoras atentas que están con preocupación por la actual situación que atraviesa hoy el país. Por otra parte que han comenzado a plantear que hay que auditar la deuda, invertigarla, y no faltan quienes continúan sosteniendo la consigna de “No pago de la deuda externa”, que en otros contextos – pongamos por caso: los años ochenta del siglo pasado– tuvo mucho peso entre las organizaciones sindicales, sociales y políticas de este país. Hoy tal vez hay quienes plantean que la deuda no es ilegítima porque la contrajo un gobierno surgido de las urnas, más allá de que lo hiciera por decreto y no por el Congreso. ¿Vos qué pensas?

Está muy bien plantear los tres ejes juntos porque están muy imbricados. En primer lugar te diría que no es una locura, hoy por hoy, plantear el No pago de la deuda, como consigna o como eje de intervención política por parte de la izquierda y las organizaciones anti-capitalistas, e incluso, por los movimientos sociales, sindicales. La deuda es un mecanismo de sujeción política y no un mecanismo financiero y se puede rastrear su origen política y está bastante manifiesto en lo que ocurrió en los últimos cuatro años, con lo cual no me parece para nada plantear como argumento que “es una locura”. Es claro, por otra parte, que hoy son bastante marginales quienes sostienen esos planteos, y creo que tiene que ver con que en los años ochenta todavía estaba muy claro el origen de esas deuda –con los milicos en el poder– y que no se había contraído en nombre de nosotros, al menos desde un punto de vista institucional, porque la adquirieron en pleno gobierno dictatorial y no democrático. Entonces en ese momento el planteo era más lineal, y logró tener más anclaje social. Ahora han pasado cuarenta años, y los efectos del planteo no son los mismos, pero creo que se puede seguir sosteniendo, en tanto se entienda que es un mecanismo de sujeción política antes que un mecanismo financiero o un resorte más del capitalismo, y también, si se tiene en cuenta que la deuda no puede ser repudiada por el hecho de haber sido contraída por un gobierno dictatorial –que es lo que dice todo el tiempo el presidente Alberto Fernández– pero sí puede ser encuadrada bajo el marco de la deuda odiosa en tanto –como dijo hace muy poco Cristina Fernández en La Habana– no se usó ese dinero para autopistas, carreteras, diques, casas, sino que fue un simple vehículo para la fuga de divisas. Entonces, en la medida en que se establezca claramente que el dinero que ingresó al país se fugó y que los fondos que usufructuaron el dinero por las altas tasas que había y las comisiones que cobraron también en la colocación, son los mismos que usufructuaron la diferencia de cambio por haber comprado dólares más baratos y haberlos fugado antes de la devaluación, puede al menos plantearse una discusión en la cual ésto sea uno de los ejes. Yo, en ese sentido, no tengo dudas de que, como hacen algunos movimientos sociales, el que no tiene una infraestructura básica para que sus hijos tomen agua potable –como está pasando en el Chaco salteño– puede decir a los gritos que no se pague la deuda. No tienen que pedirle permiso a nadie porque hay una deuda muy anterior, que es de este país con aquello que marca la Constitución Nacional, que tiene que proveer a sus habitantes y a toda persona de bien que quiera habitar el suelo argentino. Esta es una cuestión central, incluso para quienes están en el costado izquierdo de este gobierno, porque pensar que tendrían que disciplinarse y no plantear la discusión sería una muy mala decisión política. En mi caso, desde mi práctica práctica periodística, me he propuesto mantenerlo en discusión, más allá de que, como bien vos señalabas, es muy difícil hoy sostenerlo. Pero no es la primera vez que la burguesía se encolumna con una misma posición respecto a un modo de ver las cosas, en este caso la deuda, y pretende decir hasta donde se puede y hasta donde no. Y eso es algo que hay que discutir.

Fotos | Georgina García
¿Cómo evaluás el planteo de auditar la deuda?

Creo que cualquier expresión de repudio respecto de la deuda tiene que ser muy serio y partir de un estudio pormenorizado de cuál fue el origen de la deuda, quienes se beneficiaron y cómo eso impactó en las condiciones de vida de los argentinos. Incluso creo que el gobierno, para poder tener una posición de mayor fortaleza en la renegociación de la deuda con los acreedores –y hasta sin querer patear el tablero o repudiar las emisiones más escandalosas de Caputo o lo que se contrajo con el Fondo incluso contra sus propios estatutos, etcétera–, al gobierno le conviene aprovechar cierta dinámica –como hacen los sindicalistas más burócratas cuando van a un patrón y le dicen que si no concede algo se pudre con los zurdos– y escuchar a quienes están a su izquierda con estos planteos. En ese sentido la auditoría es el paso uno, sí o sí. También creo que hay que investigar otra cosa, que nos lleva a tu tercer planteo…

Fotos | Georgina García
… La cuestión de la ilegitimidad de la deuda incluso contraída por un gobierno surgido del sufragio…

Claro. Yo creo que hay que indagar con qué papeles o cuando se aprobó por decreto o por ley cada emisión de cada bono de deuda, pero también hay que estudiar en detalle si Caputo finalmente no funcionó como delivey boy de los grandes fondos de inversión y los bancos de Wall Street que necesitaba colocar una liquidez a determinado plazo y que él les proveía bonos para calzar esa liquidez en un país que pagara mucho interés como Argentina. Si es así es algo que configura delito, y debería ir preso. Entonces: hay que investigar las fallas institucionales de los decretos, pero también establecer las responsabilidades. Acá hay algo que ya he dicho en otras oportunidades – y no es algo que se me haya ocurrido a mí, sino que escuché decir a varios especialistas en cuestiones de medio ambiente– y es que hay que prestar atención a lo que sucede con muchas empresas respecto del medio ambiente. Lo que hacen sus ejecutivos, ante la penalidad que se establece contra ellas por contaminar –que es una multa en plata– es incorporarlo a su ecuación económica. Y acá pasa algo similar con el tema de la deuda: en la medida en que solamente se renegocie y se diga “bueno, este pagó tanto de más o no”, se está permitiendo que estos tipos incorporen a la ecuación económica el endeudamiento un sobrecosto eventual del default parcial. Por eso creo que lo que hay que hacer es ponerlos presos. Hay que meter presos a los que endeudaron al país y permitieron que se fugara el dinero de ese endeudamiento, así la próxima vez lo van a pensar dos veces. Claro: meterlos presos no es simple y ahí la movilización popular es fundamental, porque estos tipos sí que se robaron todo. Esa creo, al fin y al cabo, que debería ser la dinámica que adquiera un planteo popular frente al problema de la deuda.

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