DUELO. El policía de la Ciudad, Arshak Karhanyan, desapareció el 24 de febrero de 2019. El viernes pasado se cumplió un nuevo aniversario del hecho que involucra a la Policía de la Ciudad. A partir de ese día nada más se supo de su persona y, desde ese momento trágico, la misma fuerza donde se desempeñaba fue la principal sospechosa, la sospecha no resultó nunca antojadiza, recién comenzaron a buscarlo 48 horas después de producida la misma y a regañadientes, por la presión de familiares y amigos. Durante ese lapso se borraron pruebas, entre ellas los chat del WhatsApp por una manipulación indebida realizada por los informáticos de la Policía de la Ciudad, que al introducir una contraseña incorrecta resetearon el celular borrando pruebas y evidencias. Entre esos chat borrados, se encontraban los mantenidos con Leonel Herba, también policía y amigo de Arshak, quien resultara ser la última persona en verlo con vida y con el cual mantuvo un diálogo tenso en la puerta del edificio donde este residía. Rompiendo todo protocolo y consejos de la ONU, que ante una situación semejante recomienda que debe ser otra fuerza de seguridad la encargada de investigar el caso, el juez Alberto Baños dispuso que fuera la misma Policía de la Ciudad la que investigara la desaparición del joven de ascendencia armenia de 28 años. A pedido del fiscal Santiago Vismara, el mismo Baños ordenó que se revisaran las cincuenta cámaras cercanas al domicilio de Arshak, para avanzar en la investigación, pero la misma policía en lugar de enviar las grabaciones de ese 24 de febrero, envió las del día 23 y las filmaciones pedidas se quedaron en la nada. Las únicas imágenes aparecidas fueron dos, una en la cual se lo ve sacar dinero de un cajero de la Red Link en la estación Primera Junta de la Línea A del subte y la segunda, en la caja del Easy de Caballito, donde compró una pala de punta. Allí se pierde el rastro de Arshak, aunque tiempo después y gracias al empeño de sus amigos, que emprendieron una búsqueda amateur y rastrearon el uso de su tarjeta SUBE, se supo que tomó el colectivo de la línea 8 con destino a Ezeiza, pero no se pudo saber si se bajó en dicha terminal o en Liniers u otras paradas intermedias. Este rastreo se podría haber realizado desde un primer momento y hubiera permitido ver las imágenes de todas las cámaras ubicadas en las paradas del colectivo y saber dónde finalizó su viaje.
Ante esto, solo se puede decir sin tapujos que una maquinaria sistemática de encubrimiento se pergeñaba desde el despacho del juez Alberto Baños. Con el fin de detener de algún modo esta maquinaría atroz, el fiscal Santiago Vismara, solicitó la intervención del celular del policía Leonel Herba, la cual fue aceptada a regañadientes por el magistrado encubridor. De esa medida, surgió un diálogo acalorado entre Herba y su pareja, Jazmín Soto, en el cual ella lo acusaba de desaparecer gente. Ante tamaña acusación fue llamada a declarar, pero nuevamente Baños reiteró su conducta encubridora y desestimó lo dicho por Jazmín, ya que esta declaró tener discusiones frecuentes con Herba, en las cuales solía decirle cualquier cosa para enojarlo. En un país como el nuestro y en la sociedad que lo conforma, con un nicho negacionista que niega la cifra de 30.000, un desaparecido en democracia es un puñal clavado en el corazón, pero la herida se multiplica cuando sabemos que en estos 40 años de democracia, según consigna la periodista Adriana Meyer, se produjeron doscientas veintidós desapariciones de personas y tres de ellas, incluido Arshak, revistaban en fuerzas de seguridad. Si como sociedad se pudo realizar un duelo colectivo por los 30.000 desaparecidos, son muchos y muchas quienes desean el duelo individual, el poder enterrar a sus muertos o saber qué pasó con ellos, como Rosa Vardush, madre de Arshak, quien abrió una conferencia de prensa en la Cámara de Diputados a instancias de la legisladora Victoria Montenegro, con motivo del cuarto aniversario del hecho trágico. En esta dijo: “Quiero encontrar respuestas a cuatro años de su desaparición, quiero cerrar esto, hacer un duelo con vida o sin vida”.
CAUSA. De la mencionada conferencia de prensa, participaron los diputados Eduardo Valdez, Mariano Recalde y la legisladora Victoria Montenegro, la cual señaló que: “No estamos dispuestos desde el Estado después de cuarenta años de democracia a aceptar la desaparición de ninguna persona”. Otro de los participantes, Mariano Przybylski, Director Nacional de Políticas contra la Violencia Institucional, al ser consultado acerca del rechazo por parte de Baños de aceptar a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación como querellante en la causa, aclaró que la Cámara Federal porteña apoyó la negativa del juez y ante un pedido de recusación del mismo, obró del mismo modo, lo cual muestra a ojos vistas una sistematización en el encubrimiento a la fuerza policial de la ciudad de Buenos Aires. Ante estas vicisitudes, la secretaría optó por representar jurídicamente a la familia de Arshak, desplazando al abogado de la comunidad armenia, Juan Kassargian. La causa en sí ha avanzado muy poco, el mismo Przybylski, aclaró que solo se logró avanzar en un pedido de investigación de personas NN que se encuentran en morgues o lugares similares y aportó un dato inquietantes, desde el día 24 de febrero de 2019 a la fecha, se han rastreado 50 cadáveres de personas muertas en circunstancias de diversa índole, por lo que el organismo al que representa, ha pedido el cotejo de ADN y huellas dactilares. La cifra no deja de guardar ciertos visos funestos con la ocultación de datos y pruebas de otras mendacidades del aparato judicial, en complicidad con el poder político que gobierna esta ciudad desde hace quince años. Una complicidad, no ajena a los medios de comunicación hegemónicos, que conforman así, un triángulo aberrante dedicado a salvaguardar las políticas del macrismo y sus socios. Sí al principio, se podían elaborar hipótesis acerca de la desaparición de Arshak, fueron tantas las irregularidades llevadas adelantes por el juez Baños, que hoy pareciera ser imposible determinar el motivo de su desaparición, que algunos atribuyeron a su rol secundario en el peritaje de las cámaras de seguridad, relacionadas con el suicidio del fiscal Nisman y por lo cual entró en controversias con sus jefes o a la evaporación de 70 mil dólares de la División Exposiciones, último lugar donde se desempeñó Arshak, antes que lo perdieran en la nada.
VISITAS. En estos cuatro años, Rosita Vardush fue recibida y visitada en su casa por el presidente Alberto Fernández, para brindarle su solidaridad y apoyo para resolver el caso. En los últimos días también recibió un llamado del papa Francisco por los mismos motivos y para que no abandonara la lucha para esclarecer lo sucedido con su hijo. Estas muestras solidarias en lo espiritual también se expresaron en hechos concretos al tomar el Estado nacional a través de la Secretaría de Derechos Humanos la representación de la familia Karhanyan. Algo que contrasta con la falta de solidaridad asumida por la misma Policía de la Ciudad. Nunca se vieron fotos de Arshak en los móviles policiales, ni tampoco declaraciones de sus compañeros mostrando la menor preocupación, solo se supo que en la División Exposiciones, una entidad que realiza desde operativos en la vía pública a allanamientos en delitos complejos, durante un tiempo aparecieron en los pasillos de la repartición hojas A4 con la foto del policía desaparecido, acompañada con una leyenda sintomática: Leo, devolvé a Arshak.
En una fuerza policial, cuestionada desde su fundación y que produce casi a diario hechos de insólita barbarie, que van desde la muerte de una integrante de la fuerza a manos de alguien que aparentemente sufre un brote psicótico en Retiro o muele a palos a vecinos de Soldati que cortaban una calle tras cuatro días sin luz al día siguiente de un suceso conmovedor y continúa sus desaciertos 24 horas después, al reducir a alguien en situación de calle a los sillazos en Belgrano y le da un remate cuasi neo realista, cuando un efectivo reduce a un ladrón de poca monta y permite que otro le robe las zapatillas al reducido. Vale entonces preguntarse si aquellas hojas pegadas en las paredes eran una muestra solidaria o una gastada funesta a costa de alguien que no encajó en el sistema de corrupción de dicha fuerza. Vale también decir que la desaparición de Arshak debe aclararse, como así también la de los otros doscientos veintiún desaparecidos en democracia, junto con esos cincuenta NN que yacen en las morgues y la ausencia de Arshak nos puso ante los ojos, como una carta robada, para mostrarnos una falla siniestra del sistema dominado por el liberalismo.