Apuntes sobre la Revolución Rusa

De la economía stalinista y el doble poder a la revolución "nacional", algunas reflexiones e interrogantes a 100 años del hecho político que alteró el siglo XX.

La Revolución Rusa fue el hecho político de mayor envergadura del siglo XX. Sus conquistas, que aún marcan la historia de la humanidad, implicaron un desafío al mundo capitalista occidental y a las clases dominantes y opresoras en general. Un desafío que obligó a cambios y reformas que permitieron avances sociales y políticos. Y que dio esperanza de victoria a los obreros y explotados. Proponemos aquí un debate sobre algunos puntos de su naturaleza y la vigencia de los desafíos que se plantearon en su desarrollo.

 

Rusa y nacional

¿Es correcto llamarla revolución rusa, bolchevique, soviética, o primera revolución socialista? La «revolución mundial» (o más bien de “revolución europea occidental”, que es lo que los marxistas concebían como mundo significativo en esa época) era la idea dominante dentro de los revolucionarios marxistas. La cuestión nacional era un ruido en la doctrina clásica (no menor). Pero un ruido dentro una estrategia que se basaba en la transición de un modo de producción a otro, y que debía suceder más o menos simultáneamente en la región central del mundo capitalista. Desde allí se irradiaría (como lo hizo el capitalismo) al resto de los países más o menos atrasados. El mundo capitalista –un puñado de países de Europa occidental mucho más adelantados que el resto del mundo (y los EE.UU), según el esquema clásico– había cumplido su etapa burguesa y, con ella, su etapa nacional progresista; la burguesía se consideraba conservadora. La revolución debía ser internacional y socialista, de todas las clases obreras de los países avanzados.

 

Lo «nacional» en Marx, Engels y los revolucionarios socialistas del siglo XIX estaba más relacionado con los países periféricos o coloniales y sólo era analizado en una segunda instancia: entraba por constatación de la realidad (en primera instancia, el materialismo histórico es “histórico”, justamente). Pero la realidad es que la Revolución Rusa fue una “revolución nacional” de principio a fin. El mismo nombre y origen de sus instituciones así lo reclaman. Sus antecedentes y las características propias de la formación social rusa la distanciaban de occidente: hablamos del protagonismo del campesinado, el grado precario de desarrollo industrial, las instituciones políticas absolutistas, etc. Los mismos revolucionarios la consideraban una anomalía en el tiempo, que se ordenaría cuando la vanguardia la tomara el proletariado alemán. Porque Rusia no era uno de los «países avanzados» que debían ser la vanguardia de la revolución mundial, sino un país atrasado.

 

Sin embargo, pese a lo que la teoría reclamaba, ninguna revolución se desarrolló nunca en ningún país capitalista avanzado. Fue una revolución “rusa”, una revolución nacional con un alcance más profundo, sin dudas, que pasó por sobre lo «democrático burgués», tal como teorizaba Trotski. Una revolución en la cual sus dirigentes se propusieron ir hasta un final socialista, pero que en un determinado punto del desarrollo del proceso histórico se vieron obligados a crear un camino propio que no coincidía con las ideas previas. O, como escribía Gramsci, fue «una revolución contra El Capital», en una crítica suspicaz a los dogmas y manuales.

 

¿Revolución o golpe?

En algunos análisis la toma del poder por los bolcheviques se explica como «golpe de Estado». Esto es así porque un grupo minoritario que manejaba una fuerza militar propia (las milicias de la guardia roja) y algunas unidades militares, aprovechó un momento de crisis de un gobierno legal (un gobierno también producto de la revolución de febrero) y se hizo del poder en las principales ciudades, disolviendo por la fuerza las instituciones burguesas. ¿Fue, así, un golpe de Estado?

 

Los hechos del 7 de noviembre son el momento clave: la toma del poder del Estado, el punto cúlmine, de mayor audacia, que se debe espacialmente a la visión de Lenin, ya manifestada en sus «Tesis de abril» en contra de la opinión mayoritaria de los demás bolcheviques, inclusive Stalin. Lenin fue uno de esos hombres que desequilibran la historia.

 

Pero los hechos del 7 de noviembre (octubre en el calendario juliano de la monarquía) son un episodio de un proceso revolucionario que comienza en febrero y continúa hasta la consolidación de Stalin en el poder. Y cuyas raíces profundas se encuentran mucho antes y que se relacionan con problemas seculares de atraso en la sociedad rusa. O sea, la categoría «golpe de Estado», así, es forzada o descontextualizada, aunque, si se la mira fuera de contexto, la acción bolchevique de noviembre es un golpe de mano muy cercano a un golpe de estado: copamiento y disolución de las instituciones legales parlamentarias mediante una acción audaz de un partido que mueve algunas fuerzas propias y paraliza otras.

 

Doble poder

¿Fue el “doble poder”, tal como lo conceptualizó Trotsky, la forma específica en la que se desarrolló el poder popular, una serie de instituciones (específicamente los soviets, y un partido con un desarrollo suficiente) capaces de reemplazar a las vigentes, capaz de llegar a la toma del poder del Estado? Es una norma o un hecho singular de Rusia. Parece la forma singular en que se desarrolla una norma cuando el proceso político tiende hacia la formación de una nueva cultura, una nueva sociedad y nuevas instituciones. Una nueva hegemonía. Ninguna revolución se hace efectiva por más que logre hacerse del Estado si no existen en la sociedad, en paralelo y complementariamente con su desarrollo, una serie de instituciones o una fuerza contra-hegemónica que dé sustento a la nueva estructura que se busca establecer.

 

Claramente el «doble poder», en su manifestación rusa de los soviets, es la expresión del poder popular y alternativa de sustento para el poder revolucionario. No se realizan cambios «sólo» desde arriba: debe tener raíces abajo, sino se derrumban con facilidad.

 

Un partido

El Partido Bolchevique tenía 25.000 afiliados al comienzo de la revolución y creció a 600 mil en un año. Después fue depurado y hacia el final de la década, nuevos reclutamientos lo agrandaron nuevamente (pero este era un partido de Estado, de otra naturaleza y función diferente del partido leninista). Muchas veces se confunde esta relativa debilidad con la idea de que un partido pequeño y disciplinado puede tomar el poder. Sin embargo, es imposible ignorar que esa inserción era mucho mayor relativamente entre la clase obrera industrial de los dos grandes centros urbanos más modernos (Moscú y San Petesburgo), que los bolcheviques eran un actor político «equivalente» a los mencheviques y los socialistas revolucionarios (populistas), y que el poder lo tomó el bolcheviquismo en un proceso en el que se desarrollaron organismos de poder popular entre los obreros y el ejército, y que las grandes masas campesinas se insurreccionaron.

 

El rol de los sindicatos

Tomski era el jefe de los sindicatos, el hombre que encabezó dentro de las estructuras de lucha económica el ascenso del bolcheviquismo. Condujo los sindicatos en un periodo de contradicciones del gobierno soviético frente a las organizaciones económicas de la clase. Este importante líder sindical, único miembro de extracción obrera de la máxima dirección bolchevique, presidió a los sindicatos soviéticos hasta 1929, y sostuvo la posición de autonomía sindical dentro del proceso revolucionario. También impulsó el rol central de los sindicatos en la conducción económica de la producción en los lugares de trabajo. Fue derrotado y terminó suicidándose durante los procesos de Moscú en 1936.

 

Su recorrido, por lo demás, habla de la cuestión sindical en el Estado de partido único, pero también en muchos movimientos políticos cuyo sustento es la clase obrera organizada. Es la contradicción entre el partido que se considera auténtico depositario de los intereses políticos de la clase y las organizaciones económicas que representan los intereses inmediatos, no sólo los estratégicos. La subordinación/autonomía es un problema que todo proceso político de naturaleza popular debe resolver. La URSS lo resolvió con la transformación de todo en un engranaje del Estado perdiendo un contrapeso necesario, un «cable a tierra», una institución de la sociedad civil socialista que le hubiera dado «densidad». La autonomía de la clase obrera dejó de funcionar como fuente de poder popular de la nueva sociedad. Partido-Estado-sindicatos se transformaron en una misma cosa. Los obreros, los sindicatos y la conducción de las fábricas fue un debate presente desde la época del comunismo de guerra, cuando debió disciplinarse la producción, que necesitaba resolverse de forma «nacional» y no «local» para así darle coherencia al desarrollo económico del conjunto del extenso Estado. Estos siguen siendo dilemas centrales de cualquier proceso de transformación más o menos profundo. En le URSS se desarrolló un proceso de paulatina absorción y disciplinamiento de los sindicatos al Estado y del Estado al partido.

 

Fin del Estado

Si las ideas muy difundidas hablaban de «extinción de Estado» y de todos sus atributos, tal como se definía en el «Estado y la Revolución», ¿qué pasó durante el proceso revolucionario ruso? Esas ideas quedaron como la expresión de un momento muy idealista y utópico, cuando en el momento inmediato a la toma del poder las instituciones de la antigua sociedad parecían disolverse y, con ellas, toda forma de autoridad y burocracia estatal. Pero la realidad impuso otros caminos de reconstrucción del Estado, el ejército, la organización industrial y agraria etc. La idea de la «extinción» del Estado quedó en el debate con los sectores más radicales o utópicos de la revolución, que después fueros desplazados e inclusive aniquilados.

 

El ejército del Zar

¿Fue el ejército del Zar un rival para los revolucionarios rusos? ¿O el tema militar terminó siendo un problema, pero más por la ausencia de ejército disciplinado y profesional que por su presencia?

 

El ejército del Zar se destruyó con la guerra y sus partes dispersas se alinearon en ambos bandos, pero la masa de la tropa desertó en el momento de la Revolución y la antigua oficialidad, en gran parte, terminó siendo el esqueleto del nuevo Ejército Rojo: más de 30.000 oficiales profesionales hablan de que el Ejército Rojo no nació de la nada. Que los bolcheviques no hayan tenido que confrontar con un ejército monolíticamente unido contra ellos y en respaldo de las instituciones fue un factor clave de su triunfo.

 

Partido-Estado

¿La dictadura de Stalin fue la conclusión de la fusión partido-Estado en partido disciplinado y necesidades de la guerra? ¿O, como dice Gramsci, fue la etapa «totalitaria» (y necesaria) de una revolución? ¿O fue, acaso, una parte de la incapacidad de transformar el poder en hegemonía y de construcción de un bloque histórico de una nueva etapa? O sea, ¿la dictadura de Stalin representa un momento necesario o es la expresión de la incapacidad de transformar la revolución en instituciones civiles y estatales de la nueva sociedad?

 

Es interesante tomar nota que cuando el general Perón analizaba los procesos revolucionarios decía que estos tenían una «etapa de institucionalización» y ponía en esta etapa a Napoleón y a Stalin. Sorprendente es la similitud de etapas entre las categorías que utilizan algunos marxistas, especialmente los trotskistas –aunque no aventuramos que la valoración de Perón fuera similar a la de ellos respecto de esos dos personajes históricos (que por otra parte fueron disímiles). Sin embargo, sí habla de la valoración propia del proceso peronista por parte de su líder, ya que lo asimilaba a esas referencias.

 

Socialismo en un solo país

¿Existe el socialismo en un solo país? ¿Hasta donde llegan las posibilidades de transformación en una realidad concreta que es nacional o regional en una etapa histórica donde la amplia mayoría del poder sigue en manos de las clases que contemplan el mantenimiento del status quo?

 

Esto depende de qué consideremos socialismo y qué aceptemos como revolución. Como también de la voluntad o no de pelear por el poder en el marco de las estructuras sociales existentes: estados y naciones

 

Stalinismo y economía

¿Fue la revolución rusa, y su estabilización con la NEP (Nueva Política Económica, por sus siglas en ruso) primero y la industrialización acelerada y la colectivización forzosa después, los dos únicos caminos alternativos a elegir? ¿Fue la realidad de tener que gobernar un país concreto y un desarrollo de fuerzas productivas y morales concretas? En ambos casos, se trató de un Estado fuerte que controlaba las palancas de la economía y garantiza las reproducción de las nuevas formas de Estado. Aunque no son iguales en cuanto al rol del mercado y la propiedad privada ni en cuanto a los sacrificios que se imponen al pueblo para el desarrollo acelerado. La NEP era un «compromiso con el campesinado» (la gran masa de la población rusa), pero no sólo eso. Era permitir el funcionamiento del mercado en amplias áreas de la economía, hacer que las empresas estatales interaccionaran con el mercado, permitir la acumulación privada de capital y la gestión privada de empresas no estratégicas o grandes, buscar inversión extranjera (controlada), etc. O sea, una economía mixta, un capitalismo de Estado, un sistema intermedio entre el capitalismo liberal y el socialismo.

 

La planificación se debatía en esos años de la NEP pero no se desarrollaba a rajatabla. Lo que había era el control de la economía: bancos, comercio exterior, grandes industrias, planteamiento de inversión estatal y organización (más que) indicativa de la distribución de bienes y servicios. La colectivización forzosa fue lo que siguió a la NEP y fue el correlato de la planificación total y de la apuesta a la industria pesada a pasos agigantados. La imposición de este modelo resultó un éxito sorprendente y fue extraordinario el crecimiento de la economía rusa, así como el sacrificio que debió hacer el pueblo, ya que las tasas de inversión y la eliminación del campesinado sólo podían implicar grandes privaciones por los años necesarios para que el desarrollo nacional se produjera y diera sus beneficios.

 

Entonces, hablamos de industrialización acelerada vs. gradual. Planificación y mercado vs. planificación integral o propiedad estatal absoluta. ¿Qué, cómo y para qué producir? Esos fueron los dilemas acuciantes de la revolución en sus primeros 10 años. Porque una revolución debe darle de comer al pueblo y resolver los problemas económicos que hacen al nivel de desarrollo y que permite el nacimiento y multiplicación de riqueza que se reparte e invierte. Porque una nación dispone de una cantidad de riqueza que asignar, más si se trata de una nación semiaislada como la Rusia revolucionaria. Y esa riqueza se asigna o bien a la producción de bienes de consumo inmediatos que otorgan bienestar, y a salarios y beneficios, o a la producción de bienes de producción y a grandes obras, que serán multiplicadoras, pero en un plazo de 10 años. Y que se podrán realizar en base al ahorro presente (más en un país donde el ahorro debía partir de la mano de obra). A esto había que agregar la contradicción campo-ciudad, central en la formación social rusa con un campesinado poco productivo. Estos debates son de tiempo presente. Cualquier régimen transformador debe responder a estas preguntas, las mismas que por primera vez debió abordar la revolución rusa: ¿qué hacer con la economía de mercado?, ¿cuál es el rol de la planificación?, ¿cómo resolver la cuestión de la propiedad de los medios de producción? y ¿cómo resolver la cuestión de la administración de las empresas?

 

Para el caso ruso podemos ver que a lo largo de todo el proceso la propiedad estatal centralizada y la asignación de recursos administrativamente, como la planificación al detalle, encontraron un límite de eficiencia en tener que tomar desde un centro planificador millones de decisiones. Aunque los planes en lo que hace al crecimiento e inversión productiva fueron un éxito.

 

Revolución y clases

La Revolución Rusa planteó, con definiciones y acciones, que no se puede hacer una revolución o cualquier transformación profunda sin eliminar a las clases y actores que representan a la sociedad anterior. Y actuó en ese sentido. ¿Los costos históricos de esto fueron justificados? ¿Quién mide los límites y los excesos, ya que a la luz del tiempo es claro que el estalinismo se excedió con creces en la represión de la contrarrevolución?

 

El partido mundial

La Tercera Internacional y las XXI condiciones (serie de condiciones que debía cumplir un partido para ser parte de la Internacional) tenían como destino la creación de un partido mundial conducido desde Moscú. Zinoviev fue el hombre de la Internacional en esta etapa. ¿Qué es el internacionalismo a la luz de la Revolución Rusa? El comunismo internacional replicó el esquema de centralización y pérdida de autonomía, verificable en la política soviética nacional. La Internacional, en vez de funcionar como un centro de discusión, intercambio y apoyo mutuo de diversos procesos nacionales, se transformó en una extensión de la política internacional de la URSS, cada vez más parecida a la geopolítica rusa. Los XXI puntos son el germen del fracaso, y la política del PC argentino una expresión de un internacionalismo erróneo. No es casualidad que el líder de nuestro PC, un importante hombre de esta Internacional, esté enterrado en la URSS mientras que aquí su recuerdo genera incomodidad en los mismos comunistas orgánicos.

 

La revolución rusa impuso también en el plano internacional la definición de un campo de “izquierda”. La “izquierda de sistema”, que se mantuvo como “socialdemócrata”, integrada como ala “evolucionista”, crítica pero no revolucionaria. Esta, casi todos los partidos de izquierda existentes hoy en occidente (o que se los llama de izquierda en los medios) son la izquierda, y son contrapesos y alternancias del sistema. Surgieron en el distanciamiento de la Revolución Rusa en su periodo revolucionario y con el tiempo fueron acompañadas por los mismos partidos comunistas prosoviéticos.

 

¿Fracasó la Revolución Rusa?

Desde una perspectiva comunista de largo plazo podría decirse que sí, cuando nos paramos en el comunismo. Sin embargo, es imposible negar que eliminó a la burguesía en la formación social rusa. Que inmediatamente de la toma del poder la desplazó como clase efectivamente hegemónica. Que construyó un nuevo Estado y que mediante ese Estado impulsó el desarrollo de la fuerzas productivas en un grado sin parangón. Que produjo el fin de una sociedad y el nacimiento de una nueva. Que la nueva URSS avanzó «100 años» en una generación. Que la esperanza de vida, salud y cultura de los rusos pegó un salto enorme alcanzando a los países mas avanzados de Occidente. Es un dato objetivo que las leyes sociales y laborales, la salud y la educación de la URSS estaban a la vanguardia y que aún hoy esas conquistas siguen vigentes. Que en temas más complejos de resolver, como vivienda y trabajo digno, la URSS también fue la experiencia más avanzada. Conquistas que dejan pequeñas en varios casos a las del peronismo treinta años después. Que la clase obrera fue la protagonista y definitoria fuerza social que permitió, y durante un tiempo encabezó, la construcción de esta nueva sociedad. Es muy consensuado que el miedo a la revolución y el mayor nivel de esperanzas y llamado a la organización que esta implicó en los oprimidos de los demás países, fue razón de los grandes avances sociales en Occidente.

 

La Revolución Rusa fue un éxito: no terminó pariendo una sociedad comunista, pero cambió Rusia de los pies a la cabeza. Le dio un cross de derecha en la mandíbula a las sociedades imperialistas occidentales, y transformó a una nación atrasada en una nación moderna, a un pueblo pobre y hambriento en un pueblo culto y sano. No terminó en una revolución comunista pero fue una “Revolución Nacional”. Quizás porque toda revolución es nacional, lo que cambia es el alcance dado por sus objetivos y condiciones de posibilidad.

COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Recibí nuestras novedades

Puede darse de baja en cualquier momento. Al registrarse, acepta nuestros Términos de servicio y Política de privacidad.

Últimos artículos

¿Cómo recordará la historia el gobierno de Milei? Es prematuro decir, pero se pueden conjeturar futuribles teniendo en cuenta el adagio que advierte “la historia la escriben los que ganan”.
La entrega de la soberanía por parte del gobierno de Milei parece no tener límite. Peligrosas medidas y decisiones que amenazan todo el territorio del Mercosur. Un informe detallado, por Germán Mangione.
“Lo moderado, lo políticamente correcto, ya está dando la vuelta de nuestra parte. (…) Está bien no querer caer en la violencia, pero lo modosito ya está cansando.” Sobre el ataque a una militante, el feminismo, Bella Baxter y lo que no estamos diciendo. Por Martina Evangelista.