NARRACIÓN. Se pude decir sin temor a equivocarnos en la apreciación, que el triunfo de Milei no fue solo electoral, sino también mediático y está imbricado en el terreno de la batalla cultural, en la cual el enemigo golpeó duro y posibilitó una derrota en el campo popular. La misma tiene sus causas en distintos puntos que van más allá de los discursos de campaña, pero que no dejan de estar implícitos en el resultado final. Es esto lo que debería llamar a la reflexión y a la búsqueda de un nuevo lenguaje que posibilite y cree una nueva narrativa, un nuevo relato y un nuevo sentido común. Byung Chul Han, el filósofo coreano-alemán, señala en su último libro que la narración está en crisis desde que sus estructuras fueron apropiadas por el capitalismo. Manifiesta que el uso de las redes (Instagram, X y Facebook) fueron modificando las distintas formas de narrar. En otros tiempos la demora se usaba para analizar un relato o una historia que se transmitía generación tras generación y más allá de ser aprendida de memoria, uno pedía que vuelva a ser contada porque en cada reiteración siempre aparecía una nueva imagen o un nuevo mensaje que anteriormente había pasado inadvertido. En las nuevas narrativas, impuestas culturalmente, no se cuenta para transmitir una enseñanza, una tradición o un saber histórico, se cuenta para cautivar desde lo emotivo. Basta que un influencer o un mediático, acuse a alguien de corrupto o ladrón, para que la acusación se propague y sea defendida por una masa iletrada, sin ningún tipo de análisis, que le permita pensar lo contrario. La nueva colonización ha engendrado consumidores de información, que no leen interrogando, solo se informan, sin discriminar quién lo hace o qué interés político tiene una información. En tiempos donde las redes sociales han construido y exacerbado las construcciones individualistas –o sea, el mismo fin que persiguen las políticas liberales y ultra liberales, porque están al servicio de ellas—, podemos ver, si nos detenemos o demoramos a observar los portales de los medios hegemónicos cómo, casi de manera cotidiana, aparecen historias de jóvenes que abandonan el país –en el momento de la aplicación de políticas de justicia social, por parte de un gobierno de signo progresista o populista— y migran a países donde el liberalismo detenta el gobierno y el poder. En estas narraciones uno de los lugares comunes muestra que luego de un tiempo de duros sacrificios (dormir en la calle, pasar hambre, contar con escaso o nada de dinero), pero mucha voluntad y ganas de triunfar, el joven se convierten en el personaje de una historia donde es el triunfador que regresa al país convertido en millonario o emprendedor exitoso (después del triunfo del candidato de la ultra derecha, porque ahora sí, hay posibilidades de futuro y de enriquecerse trabajando). Dicha narración apela a los relatos de: el inexistente héroe solitario, el sacrificio individual en pos de un triunfo, el ascenso en la escala social. Todo eso desde una narrativa centrada en la emotividad. Tales mitos son una falacia en la que caen aquellos que creen posibles tales resultados que la misma realidad desmiente, porque nadie se enriquece trabajando, sino explotando a otros. Tal como confiesan sin tapujos algunos millonarios verdaderos.
FINES. En su libro, La Interpretación de los sueños, Sigmund Freud enuncia en una de sus partes que: “El sueño pertenece a la mitología privada del durmiente, y el mito al soñar despierto de los pueblos”. Esta concepción del mito, en el discurso freudiano, ha sido perforada y atacada por las construcciones de subjetividades propias del capitalismo, donde el soñar despierto de los pueblos se diluye en la emotividad fugaz de las redes sociales y el sueño utópico de un destino de liberación se torna en una pesadilla de la cual cada individuo tratará de zafar a su manera sin ver en el otro a un prójimo, sino a un competidor, que quiere arrebatarle la pequeña cuota de miserabilidad de la que dispone, en el medio de la devastación. Es decir el: “sálvese quien pueda”.
Si miramos hacia atrás, pero no muy lejos (estos son tiempos carentes de lejanía) podemos ver en distintas plataformas, entrevistas y declaraciones de Milei, cómo la agresividad descarnada era un constante que se replicaba permanentemente. De ese tránsito por lo mediático, uno puede recordar frases del tipo: “El que no tenga para comer, puede vender sus órganos”, “Los padres pueden vender a sus hijos”, entre tantas otras declaraciones de inusitado disparate. Nada era azaroso, sino que estaba dirigido a un sector social desde el cual fue mayoritariamente votado. Cuando al Milei candidato, aún no electo, se le preguntaba por sus padres decía detestar a sus progenitores y no tener relación con ellos porque habían impedido con golpes y maltratos su desarrollo como persona y que todo lo que había logrado era en base a su esfuerzo y al amor de su hermana. Esta confesión autocompasiva que podría generar cierto rechazo, sin embargo, rindió sus frutos. Vuelvo, entonces a recurrir a Freud, quien en Moisés y la Religión Monoteísta, dice: “Todo hombre que se dispone hacer algo importante en la vida mata a su padre”. Es posible que Milei haya leído el texto freudiano, ya que Moisés es su héroe venerado y citado con asiduidad cada vez que le es posible. Nada es casual, mientras de un lado se hablaba de salud pública, de gratuidad de la enseñanza, de fortalecer políticas de Estado; por el otro, se decía: dinamitar el Estado, que cada uno se pague los medicamentos y que haya cero políticas públicas. Una narrativa en la que solo merecen las cosas aquellos que las logran con esfuerzo propio y los que son capaces de borrar todo vestigio de historia y pasado. Este discurso caló hondo en un amplio sector de la juventud, que cuestionó desde el peor de los lugares el orden establecido, con un desconocimiento absoluto de la historia y, en ese punto, el enfrentamiento generacional, le dio la anuencia y los votos al estrafalario Mesías de ultra derecha.
DEBATES. El texto freudiano (Moisés y…), fue escrito entre los años 1934 y 1938, en el transcurso del ascenso político de Hitler en una Alemania azotada por la inflación promovida por los sectores financieros. Claro está, que Milei no es el personaje bíblico que conduce a un pueblo a la liberación de su esclavitud, sino al peor de los sometimientos y destrucciones, tal como hizo el cabo austríaco sembrando desolación y muerte por el mundo. Es entonces que podemos hablar de fallas en la comunicación, en el consumo de la información, de redes, de enjambres informáticos, comunidades y de todos aquellos fenómenos mediáticos que propiciaron la derrota y analizar cada detalle, cada aporte, para dar en todos los ámbitos un debate revitalizador, cuyo resultado sea permitir encontrar el camino, las herramientas y los medios para enfrentar la contingencia y a partir de ahí, reformular viejos axiomas, renovar antiguas narrativas y generar nuevas “auras” poéticas, en pos de un relato motivador desde el cual nazca y crezca una contracultura que rompa la discursiva hegemónica de la ultra derecha, que ahora aniquila el sueño y el soñar despierto de todos los pueblos.