Hace semanas que mi consumo literario está en pausa: caí en la adicción a una serie. Una serie que me hace reír y me hace llorar y hace que me angustie por cosas que pienso y que me suceden y me reconforta ver que otra chica ya las pensó y ya le sucedieron. Una serie en la que frases como “Gracias, es una ayuda saber que vos también estás jodido” o “Todo me importa una mierda, aunque a la vez tenga una opinión sobre todo” se dicen de manera tan natural que hacen que una se sienta bastante estúpida y no entienda por qué no se anima a decirlas en voz alta. Una serie que, literalmente, muestra el pasaje a la adultez de una manera en que ninguna serie había mostrado o que, por lo menos, yo no había visto. La serie es Girls.
Se estrenó en el año 2012. Básicamente, trata sobre la vida de Hannah, una chica malcriada, ególatra e insegura de veintitantos que quiere ser escritora, o lo que eso quiera significar, y que intenta conquistar Nueva York. Y trata también sobre su grupo de amigas, que se vinculan bastante mal, entre ellas y con ellas mismas, mientras intentar dilucidar cuál es su papel en el mundo, al igual que Hannah.
La serie tiene más de doce años y seguramente yo esté escribiendo cosas que ya se escribieron una y mil veces sobre ella, pero bueno, siempre hay alguien que ya habló de lo que querés hablar, y seguro alguien ya lo hizo mejor, pero eso no tiene que detenerte, me repito como Hannah se repite tantas cosas en el espejo para poder sobrevivir.

Siempre me entretienen las historias sobre chicas que intentan conquistar las grandes ciudades y que muchas veces enloquecen o tocan los bordes de la locura en el camino. Me entretienen las chicas de la vida real que dicen la verdad, las chicas que tienen kilos “de más” y usan vestiditos muy apretados y las chicas que incomodan al resto. Hannah es todo eso. Además, es bastante insoportable. Lo más gracioso es que dice ser escritora y pasan temporadas y temporadas y ella no escribe nada, aunque cumpla con la condición que develó Virginia Woolf para que una mujer pueda escribir: que tenga un cuarto propio.
Girls nos muestra lo vergonzoso e indecible del universo femenino. Nos enrostra sin tapujos las cosas que nunca admitimos, la envidia a una amiga, el recurrir a la sensualidad para conseguir lo que queremos, los maltratos y egoísmos en los cuales a veces caemos, lo bizarro que es ser una chica en este mundo, en ese momento de la vida en la que terminas tus estudios y el mundo ya espera que sepas quién sos, cómo sos, qué sos.
Abortos, sexo incómodo, ex novios que ahora son gays, la pesadilla de que tu mejor amiga y tu ex novio se enamoren, peleas en la convivencia, trabajos que te dan vergüenza, tomar cocaína en el baño de un boliche con tu amigo y sentirte invencible, la reina de la noche, los complejos con tu cuerpo, las opiniones disfrazas sobre tu cuerpo (porque, aunque sepan que está mal, de alguna manera te hacen saber que engordaste), el amor-odio con tu cuerpo, un papá gay pero que quiere seguir casado con tu mamá, y la soledad. Sobre todo, la soledad. Si alguien no pasó por algo de esto, que tire la primera piedra.
La creadora de la serie es Lena Dunham, y es ella misma quien interpreta a Hannah. Leí que para presentar el proyecto de la serie a HBO, escribió un texto de una o dos carillas. Lo busqué y es un ejemplo de cómo a veces menos es más, y que no se necesita orlar algo ni decirlo de manera rimbombante si la idea es clara y honesta. El borrador que presentó habla justamente de esas chicas, que no son ni las de Sex and The City ni las de Gossip Girls. Se refiere a las chicas millenians y al momento de la vida en que están más a la deriva que nunca. Algunos fragmentos:
“(…) Entre la adolescencia y la edad adulta hay un punto intermedio incómodo, cuando las mujeres son expulsadas de la universidad a un mundo sin glamour ni estructura. El período de cambio resultante es desgarrador, hilarante y demasiado humano. Es humillante, es sexy y propicia a la risa (…)
Productos de la recesión, estas chicas están sobreeducadas y subempleadas, seguras de que son demasiado inteligentes para sus puestos de asistentes, niñeras y camareras, pero no necesariamente lo suficientemente motivadas para demostrarlo (o incluso hacer su trabajo lo suficientemente bien como para avanzar).
Es tan probable que se acuesten con su jefe de 40 años como que se besen, como estudiantes de octavo grado, con un chico de 20 años que conocen en una fiesta en un loft. No buscan parejas con dinero ni influencia. Solo hombres que las hagan sentir delgadas, graciosas o superiores. Están atravesando la transición para salir de la codependencia de sus novios a nivel universitario, pero aun así llaman para anunciar que les vino el período o vieron a un hombre masturbándose en el metro (…)
Son hermosas y desesperantes. Son conscientes de sí mismas y obsesionadas consigo mismas. Son tus amigas, hijas, hermanas y empleadas. Son mis amigas y nunca las he visto en televisión.”
En mi nota anterior https://revistazoom.com.ar/sin-disfraz/ escribí un poco sobre las cosas que no decimos, sobre esa tendencia a no asumir lo más primitivo y profundo de nuestros pensamientos e impulsos, sobre el rechazo a nuestras oscuridades. Y veo esta serie y cada noche me devoro cuatro o cinco capítulos, mientras pienso en qué valiente es esta chica, que con sus veintipico de años hizo una serie donde se desnuda (muchísimas veces, literalmente) y nos muestra lo que ya sabemos pero no lo decimos, lo que reconocemos en silencio, y lo hace por todas nosotras, chicas que hasta nos avergüenza decir que nos da vergüenza algo.
Y me acuerdo de todas las situaciones en las que quise ser sincera con la realidad, como esa vez en la ruta que me hice la linda para que el empleado de la Shell me regalara unos caramelos, y cuando volví al auto fui juzgada por otra mujer, que me culpó de fomentar al patriarcado. Me acuerdo de cuando hablé sobre cáncer después de que se había muerto alguien de cáncer y me dijeron que no era momento de hablar sobre eso. Me acuerdo de todas las veces que dije que sí cuando quería decir que no. Y la veo a Hannah bajándose del auto el primer día de sus vacaciones con un novio que no quiere, diciendo que no va a ir con él, que se va a quedar ahí. Él la persigue, corre tras ella en el bosque, pero ella sigue diciendo que no. Y pienso, qué valiente.
En el primer capítulo, cuando sus papás le dicen que no van a mantenerla más, ella, descarada, les responde que tienen que seguir manteniéndola, que ella es una artista, que quiere ser escritora y sospecha que va a ser “la voz de una generación o, aunque sea, una voz”. Y, lejos de juzgarla, me río. Porque esa, al fin y al cabo, es la punta del ovillo por la cual empezar a tirar: tener una voz. Cuidarla y lograr que sobreviva de ese tira y afloje constante entre lo que una quiere decir y lo que se puede decir. Y que esa voz, finalmente, diga algo verdadero.