Prístina, Santa Cruz de la Sierra y el tráfico de riñones

La fiscal Carla del Ponte, embajadora suiza en Argentina y principal acusadora del dictador Slodoban Milosevic, acaba de revelar que el presidente del flamante Kosovo independiente, Hashim Taçi, no sólo fue traficante de armas y de drogas (lo que ya se sabía), sino que también participó en la ablación de riñones a más de un centenar -acaso trescientos- prisioneros serbios, a fin de venderlos en el mercado internacional.

Kosovo es un estado artificial parido con fórceps por iniciativa de Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido. Algunas de estas parteras no tienen sosiego: ya no es un secreto para nadie que, a despecho de las negativas diplomáticas, la CIA y el Pentágono están fogoneando la secesión de Santa Cruz de la Sierra (y si es posible, de toda la llamada medialuna oriental) de una Bolivia que por primera vez en la historia tiene un presidente aymará, como la mayoría de su población.

Mientras los intentos de secesión recrudecen en Bolivia, tan sólo el presidente Hugo Chávez manifestó con claridad los paralelismos que se advierten entre ambas situaciones. Y en particular entre Thaçi y el presidente del Frente Cívico Cruceño, el fascista Branco Marincovich.

Prístina es la capital de la nueva república de Kosovo, cuya independencia fue proclamada en febrero pasado con los auspicios de Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, lo que hizo que reconocieran al nuevo estado la mayoría de los países de la Unión Europea, aunque no España. Tampoco Argentina.

Según la Real Academia Española, Prístina quiere decir «antigua, primera, primitiva, original», pero en el lenguaje coloquial el adjetivo suele utilizarse para denominar a cualquier cosa tan clara y pura que no da lugar a discusión.

Pues bien, el vínculo entre el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK o UÇK, según su grafía albanesa) y diversos tráficos ilícitos (de drogas, de armas, de mujeres y, para no privarse de nada, también de órganos) está tan claro para las policias de Europa occidental y la propia Interpol desde hace toda una década, que no era posible negarlo, al menos entre expertos.

Pero Washington, Berlín y Londres hicieron caso omiso de que Hashim Taçi (pronúnciese Taqui), desde 1998 jefe militar del ELK y actual presidente de la nueva república, hubiera sido reiteradamente acusado de traficante en múltiples rubros.

Aunque Taçi fue repetidamente señalado como cabeza de una vasta red de traficantes de armas, de cocaína y heroína, ello no fue impedimento para su fulgurante ascenso a la jefatura de un nuevo Estado cuya conformación carece de razones históricas.

Efectivamente, por no tener, Kosovo no tiene en la práctica siquiera bandera (le hicieron una de apuro, pero despierta menos pasión entre los albano-kosovares que la verdiazul entre los bonaerenses) como pudo comprobar quien haya visto por TV los fastos de su independencia, jalonados por el tremolar del pabellón rojo con el águila bicéfala de Albania, muchas banderas de los Estados Unidos y una que otra de Alemania.

La independencia de Kosovo fue más traída de los pelos que una eventual independencia de Navarra, provincia y región foral y autónoma de España que por cierto tiene bandera propia desde los remotos tiempos del Rey Sancho. Como Navarra para los vascos, Kosovo es considerado por los serbios y los serbio-kosovares la cuna misma de la nación, puesto que fue en sus tierras donde se derrotó a los invasores otomanos, obligándolos a retroceder a Albania.

Hasta hace unos años, los ahora patriotas kosovares eran partidarios de anexar a Kosovo (y a parte de Macedonia) a Albania, en una «Gran Albania». Su independencia fue un invento forzado en enorme medida por las ansias de seguir balcanizando (esto es, descuartizando) a la vieja Federación Yugoeslava, ese prístino ensayo de proto-Unión Europea piloteado por el mariscal Tito, esloveno de nacimiento, de madre croata, serbio por adopción y yugoeslavo por vocación. El deseo de unas potencias occidentales deseosas de sabotear desde la semilla cualquier posibilidad de unión de los pueblos eslavos en torno al eje Moscú-Belgrado, hasta el punto de correr el riesgo de desatar una nueva Guerra Fría.

Que haya sido el partisano Tito quien resistió a capa y espada y hasta su muerte que los eslavos del sur -que no otra cosa quiere decir yugoeslavos- quedaran sometidos a sus poderosos primos lejanos del Kremlim, no es más que otra paradoja que demuestra por el absurdo cuán inconfesables son las intenciones de las potencias que apadrinaron una independencia tan traída de los pelos.

Tanto, que la artificialidad del surgimiento del nuevo estado nacional, y de su encaramamiento en su cúspide de nuestro amigo Thaçi, de 38 años, alias «La Serpiente», causa perplejidad en cualquier observador no del todo estragado por el cinismo imperante entre unos jefes de Estado que, bueno es recordarlo, mantienen trabajosamente en pie cuentos para niños del estilo -para no abundar- de la Historia Oficial de los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

Por eso, resultó tan revulsivo que haya sido nada menos que la jueza suiza Carla del Ponte, nombrada embajadora de la Confederación Helvética en Buenos Aires -cargo que está a punto de asumir- quien haya revelado que el ELK y en particular Thaçi, llevaron en 1999 hasta acaso 300 prisioneros serbios y serbio-kosovares hasta el pueblo albanés de Burrel, donde en una casona convertida en carnicería se les practicó la ablación de un riñón a fin de comercializarlos en el mercado globalizado, que paga su peso en oro.

Carla del Ponte ha descrito esta operación en un libro que acaba de aparecer publicado por Feltrinelli, la prestigiosa editorial milanesa: La Caza. Yo y los dictadores. Una historia de terror ante la cual las de Darío Argento parecen cuentos de hadas (1).

Del Ponte narra que, en algunos casos, luego de reestablecer a los extirpados en cárceles clandestinas en Kosovo, se los condujo nuevamente a Burrel para someterlos a la extirpación del otro riñón, asesinándolos.

En su carácter de fiscal del Tribunal Penal Internacional de la ONU para la ex-Yugoeslavia, Del Ponte llevó el peso de la medulosa acusación por genocidio contra el último presidente de la Federación Yugoeslava, el serbio Slobodan Milosevic, quien murió en prisión antes de ser condenado. Lo que disipa cualquier sospecha de parcialidad y le confiere una aboluta autoridad moral para acusar, ahora, al que quizá haya sido el enemigo más encarnizado de Milosevic.

Lo más grave es que hace una década que la policía y la justicia europeas, y particularmente las helvéticas, saben perfectamente que el ELK se financió a través de diversos tráficos ilícitos. Por lo que no pueden ahora siquiera manifestar alguna sorpresa. Como Suiza es uno de los países europeos que reconocieron al Kosovo independiente, su Ministerio de Relaciones Exteriores, en una muestra de exquisita hipocresía, le prohibió a Carla del Ponte hacer declaraciones públicas sobre lo que ha escrito y publicado.

La policía suiza no tuvo que profundizar demasiado para descubrir, ya en 1998, que albaneses y albano-kosovares vinculados al FLK estaban vinculados al tráfico de armas, cocaína procedente de España y, sobre todo, heroína oriunda de Turquía. En muy pocos años, la ciudad de Zúrich, la más poblada de la Confederación, se convirtió en el principal centro de distribución de heroína de toda Europa.

Thaçi estudió Historia en Zúrich y conocía muy bien la ciudad, a la que visitaba asiduamente en sus acostumbrados viajes entre Toronto, donde alquilaba y subalquilaba un edificio de oficinas, y Tirana, la paupérrima capital de Albania, donde el ELK tenia su cuartel general.

En julio de 1998, es decir, un año antes de que se iniciara la lucrativa industria de las vísceras humanas, las autoridades suizas congelaron el equivalente a unos 5 millones de dólares en fondos de la fundación «La patria te llama», fachada del Movimiento de Liberación Kosovar del que el ELK era el brazo armado. Argumentaron para ello que la fundación era harto sospechosa de estar implicada en «tráficos ilícitos de material de guerra y de participación en una organización criminal».

En los años anteriores, según las estadísticas de Interpol, el 14% de los detenidos por narcotráfico en toda Europa occidental eran albano-kosovares, siendo superados únicamente por los «turcos» (en un alarde de no discriminación, Interpol no diferencia entre turcos y kurdos), que constituían el 30% del total.

«Sabemos que las redes del tráfico de drogas y las del tráfico de armas se entrecruzan y, desde principios de los ‘90, los kosovares son el primer grupo comunitario implicado en detenciones ligadas a los dos tráficos», informaba por entonces el Observatorio Geopolítico de las Drogas (ODG), organismo especializado en el estudio del crimen organizado con sede en Ginebra.

El ODG también recordaba que «el 80% del mercado de la heroína de Zurich está en manos de albaneses» y albano-kosovares, y que según la policía de esa ciudad «una parte del dinero (ilícito) es blanqueado a base de comprar restaurantes y empresas en Macedonia», donde el «secretario de finanzas» del ELK, Leku Bojku, regenteaba un enorme prostíbulo (El Espresso, en Velesta, a pocos kilómetros de la frontera con Albania) y organizaba incesantes embarques en camiones, supuestamente para aprovisionar a la guerrilla albano-kosovar.

A principios de 1999, fuentes de la policía suiza citadas por el ODG revelaron que tanto organismos oficiales de Belgrado como redes albanesas y kosovares se encontraban «inmersas en un ingente tráfico de drogas”. Según el informe, las redes albano-kosovares, especializadas en el trasiego de heroína procedente de Turquía a Europa estaban “probando suerte con cocaína provista por traficantes sirio-libaneses y procedente –en primer término- de la Argentina”.

El informe citaba a un oficial retirado del ejército croata que señalaba «que las redes brasileñas y argentinas proveedoras de armas, a menudo apoyadas por la CIA, se reciclaron en la cocaína». Y el presidente y fundador del Observatorio, Alain Labrousse, agregó que las “las rutas utilizadas para contrabandear las armas argentinas a la ex Yugoeslavia son las mismas que utilizan los militares para traficar drogas”.

Tal cual. La próxima semana nos referiremos a los indicios de que el tráfico de armas argentinas hacia Bosnia y Croacia puede haber sido financiado por el envío desde Buenos Aires de alijos de cocaína, mercadería que, una vez recibida en la costa dálmata, habría sido distribuida a través de la mencionada red por toda Europa.

Sólo falta recordar que a mediados de 1980, la dictadura militar que asolaba la Argentina financió y organizó el golpe militar que derrocó el gobierno constitucional de Bolivia en beneficio del general Luis García Meza y un grupo de coroneles ligados al narcotráfico. Y que de inmediato se montó una enorme fábrica de cocaína, con cuya venta habría de financiarse, entre otras cosas, la desestabilización, vía guerrilla contra (que fue originalmente organizada por los militares argentinos) del gobierno sandinista de Nicaragua.

Entonces, los militares argentinos actuaron de consuno con una CIA que había sido maniatada por el presidente más democrático de los anales de la historia estadounidense, James Carter. Hoy, bajo la égida de W. Bush, no parece que tengan más impedimentos que los que interpone el gobierno del presidente Evo Morales a sus actividades, desarrolladas en importante medida por centenares de agentes pagos de la nutrida dotación de la Embajada de Estados Unidos, de distintas agencias federales y de varias ONG’s que ofician de pantalla.

A la vista de lo que ha sucedido en Kosovo y está sucediendo en Santa Cruz de la Sierra, no parece que Hugo Chávez sea paranoico. A diferencia de la mayoría de los argentinos, perezosos a la hora de establecer relaciones entre el intento sojero-mediático de doblarle el brazo al gobierno y las ínfulas petrolero-sojero-independentistas de Branco Marincovih y sus secuaces cívicos, Chávez quiere curarse en salud. Y es que tiene claro que la suerte de Bolivia prefigurará la de la Unión Sudamericana que, de distintos modos, tanto Brasil como Argentina y Venezuela están impulsando. La clave, no tiene misterio, es el Mercosur.

Notas
1) Ver aquí
2) Cfr. «Conexión Narco» en el semanario XXI nº 39 del 08.04.99, pág. 10

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