Por Jorge Devincenzi, especial para Causa Popular.-
El 31 de octubre pasado, un comentarista de la CNN anunció lo que ya se había filtrado en distintos medios: el secretario de Defensa Donald Rumsfeld es el principal accionista de Gilead Sciences, la compañía de biotecnología que patentó el Tamiflu, el «medicamento más codiciado del mundo».
En tono irónico, la noticia mereció este colofón: «La anunciada pandemia de gripe ha logrado hacer todavía más rico a Rumsfeld, uno de los miembros más ricos del gabinete Bush».
Como se recordará, el Tamiflu es un específico derivado de un arbusto chino, el anís estrella, que se fermenta en el laboratorio con bacterias de escheriquia coli (presente en el estiércol) para producir el mágico fosfato de oseltamivir (GS 4104, en la denominación interna de Gilead) que salvaría a la humanidad de una pandemia.
La semana pasada, George W. Bush, utilizando el habitual tono menor de sus discursos, dijo como al pasar que, de ocurrir lo peor, morirían entre 200 mil y 2 millones de estadounidenses.
Según Alfredo Jalife-Rahme (La Jornada, 02/11/05), «Algo nos olía mal respecto al repentino despliegue publicitario de la fiebre aviar en medio del inminente aterrizaje duro de la economía estadounidense, como sostiene Stephen Roach, el solvente jefe de los economistas de la banca de inversiones Morgan Stanley, en las páginas de The Financial Times («El riesgo creciente de un aterrizaje duro»; 31/10/05).
En julio de 2005 el Pentágono compró 58 millones de dosis para el tratamiento de las tropas de EEUU desplegadas en todas direcciones para sostener la pax bushiana.
El gigante farmacéutico Hoffman-LaRoche manufactura y distribuye el fármaco por el que Gilead Sciences, propiedad de Rumsfeld, recibe regalías de 10 por ciento de las ventas, que este año alcanzarían los mil millones.
Además, el presidente Bush anunció que el gobierno adquirirá 20 millones de dosis de Tamiflu, a razón de 100 dólares la dosis, haciendo un total de 2 mil millones de dólares.
Y el Senado ha otorgado un fondo especial de emergencia por otros 8 mil millones de dólares para comprar vacunas, antivirales y mejorar los sistemas de detección de la enfermedad en territorio norteamericano, reaccionando como mono con navaja al anuncio apocalíptico del presidente.
Entre los miembros de los directorios de Gilead Sciences, dueño de la patente, y el laboratorio Hoffman-LaRoche -o Roche, como se lo conoce universalmente- figuran George Schultz, secretario de las administraciones de Reagan y Bush padre, y director de la constructora Bechtel; el holandés Lodewijk de Vink, miembro del Consejo Europeo de expertos de Rothschild e integrante de la Comisión Trilateral; y Etienne F. Davignon, vicepresidente del Grupo Suez, la empresa que abandonó la concesión de Aguas Argentinas y todavía mantiene su pretensión de que el Comité Arbitral del Banco Mundial (CIADI) le dé la razón en ser generosamente indemnizada por la pesificación de 2002.
La norteamericana Bechtel de George Schultz reconstruye el sistema de agua potable de Bagdad luego de que la fuerza aérea norteramericana lo destruyera, con costos a cargo del pueblo iraquí, y espera que el mismo CIADI falle a su favor (lo que parece un hecho, luego de saberse que los jueces fueran designados por la misma empresa) en su contencioso contra la ciudad boliviana de Cochabamba. Mañana le tocará el turno a New Orleans y Guayaquil, cuyas concesiones de agua corriente también pertenecen a Bechtel.
Rumsfeld no es un recién llegado a los escándalos relacionados con la salud pública.
Anterior accionista mayoritario de GD Searle, productora del edulcorante artificial Aspartame, logró que la FDA autorizara su uso masivo en medicamentos y alimentos industrializados, dictaminando contra sí misma luego de determinar que la droga debería estar 10 años en observación hasta que se estableciera fehacientemente si provocaba daños a la salud.
En diversos medios científicos se viene señalando su toxicidad. Rumsfeld embolsó 12 millones de dólares por la venta de GD Searle a Monsanto, el gigante de la soja transgénica y el desfoliador Rand-up.
En 1976, y como joven secretario de Defensa de la administración Ford , Rumsfeld también estuvo involucrado en un episodio relacionado con la muerte de un recluta militar por «gripe porcina», otro caso de enfermedades transmitidas de animales a humanos, en New Jersey. A pedido del secretario, Gerald Ford ordenó la provisión de vacunas. Pero algunos lotes contaminados enfermaron a 500 personas: 52 murieron.
La prestigiosa revista British Medical Journal publicó recientemente una nota del doctor John Macfarlane, especialista en medicina respiratoria, quien sostuvo: «la ausencia de una transmisión sostenida de humano a humano sugiere que este virus aviar H5N1 no posea actualmente la capacidad de provocar una pandemia humana.
Pero, dado el conocido potencial para un cambio antigénico -sea de un proceso gradual de mutación genética adaptativa dentro del virus, sea por un reajuste genético instantáneo con el virus humano influenza A-, el virus podría adquirir el mecanismo para una transmisión humana rápida y ocasionar una expansión global explosiva, facilitada por los viajes aéreos.
Sin embargo, la alternativa optimista al punto de vista apocalíptico es que la aparición de un virus aviar modificado capaz de desencadenar una pandemia humana es improbable: ha habido 150 millones de aves fallecidas, y sólo 118 casos humanos, y la enfermedad aviar ha probado ser contenible con buena vigilancia y pronta acción».
El médico concluye: «Una pandemia podría ocurrir en el futuro, pero no necesariamente vinculada a la fiebre aviar».