«El pueblo recoge todas las botellas que tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es la gran memoria que recuerda todo lo que aparezca muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria».
Leopoldo Marechal, Megafón y la guerra
Metaverso por allá
“Pocos días antes de las elecciones en Alemania, Elon Musk dio un fuerte impulso a la ultraderecha neonazi con una entrevista a su principal dirigente, Alice Weidel, en la red social de su propiedad X (ex Twitter). El hombre más rico del planeta duplicó su fortuna con su respaldo a Donald Trump y aspira a controlar las comunicaciones mundiales a través de su empresa satelital Starlink. En diez días asumirá el nuevo presidente norteamericano que propone a Musk como el modelo de negocios para Occidente. Menos de dos años atrás, el multimillonario sudafricano se convertía en el hombre más rico del planeta cuando su fortuna personal alcanzaba los 200 mil millones de dólares. Según la revista Forbes, gracias a su respaldo a Trump, en los últimos meses más que duplicó esa montaña de plata al traspasar los 400 mil millones de dólares en un planeta donde miles de millones de seres humanos no tienen para comer”.[1]
Jonathan Taplin, director emérito del Laboratorio de Innovación Annenberg de la Universidad del Sur de California, dice, en su muy interesante libro, El fin de la realidad. Marc Andreessen, Elon Musk, Peter Thiel y Mark Zuckerberg: los multimillonarios que quieren gobernar el mundo,[2] que el papel de estos cuatro multimillonarios muy poderosos ha sido una clave fundamental en la creación de un mundo donde “nada es cierto y todo es espectáculo”.
El Grupo Eurasia, una muy respetada consultora encabezada por Ian Bremmer (autor de Nosotros vs. ellos: el fracaso de globalismo),[3] describe acertadamente el mundo que los tecnócratas han creado:
“Su información personal será pirateada. Algoritmos alimentados con los datos sesgados tomarán decisiones destructivas que afecten la vida de miles de millones de personas. Las turbas en línea crearán caos, incitando a la violencia y las chispas se extienden sobre las existencias. Decenas de millones de personas serán arrastradas por los agujeros de conejo de teorías de conspiración. Lo único que todas estas realidades tienen en común es que emanan desde el espacio digital, donde un puñado de grandes empresas tecnológicas, no los gobiernos, son los principales actores y ejecutores”.[4]
Taplin recurre al término tecno-determinismo para describir el camino que los tecnócratas han dictado, porque —según este autor— “han vendido y hemos comprado la idea de que nos van a ofrecer un futuro brillante y tendemos a ignorar cualquier hecho que parezca contradecir esta historia. El futuro que nos están vendiendo —criptofortunas, vivir doscientos años, pasar nuestras vidas en el metaverso o en Marte— es una mentira, como lo ha demostrado el historiador Timothy Snyder al decir que Donald Trump `estaba mintiendo no tanto para negar la verdad como para invitar gente a una realidad alternativa’. Pero cuando nos rendimos a las mentiras de un Trump o Musk, cedemos poder a aquellos con fortunas y magnetismo para crear espectáculo en el lugar de la verdad”.
Y por acá meta verso
Un turbio dizque empresario argentino que —por una desdichada confluencia de circunstancias excepcionales— se hizo de la primera magistratura de la nación argentina en 2015, afirmaba (cuando todavía calzaba el traje de candidato, en noviembre de aquel año) que “estamos a meses de que un robot te reciba como médico clínico en un hospital, te diagnostique y te derive, porque va a tener toda la información que un ser humano no puede tener”. Con ese argumento desmanteló el sistema de salud y nos dejó a la intemperie, presas fáciles de una pandemia que, si no fuese que la afrontamos con un gobierno popular, hubiera sido una catástrofe de dimensiones bíblicas infinitamente superior a la que padecimos. Pero el turbio dirigente deportivo no fue el único, ni fue el primero. Ya un muchachote que se postulara con el ropaje de caudillo de tierra adentro —para entregar mucho de lo mejor que teníamos a gente de tierra afuera— había sido atacado por un delirio semejante: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales, mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir; de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y, por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida”.[5]
Qué cosa con algunas coincidencias, ¿no? Siempre son los que nos hunden en la miseria y el desamparo, los que nos sepultan en un fango nauseabundo despojados de lo más primario, los que —al mismo tiempo, con el cinismo de sus humanidades devastadas— nos prometen mundos de naves, ilusiones, espejos que adelantan y cielos inexplorados. Y aunque vine aquí a compartir otras preocupaciones, díganme si este repaso no tiene su lado fascinante. Quiero decir: si uno no se lo toma muy en serio. Porque basta caer en la cuenta de que el mundo en el que cuatro astronautas llegan, desde la tierra hasta la Estación Espacial Internacional, en solo un puñado de minutos, es el mundo que retorna a la Edad Media despojándonos de todos los derechos y de todos los amparos que, desde entonces, y con no poca sangre derramada, nos hemos conquistado.
La única verdad…
Lejos de la realidad espectacularizada de magnates y tecnócratas, las perspectivas para este año que apenas ha comenzado no auguran nada bueno. Para empezar, no hay manera de abrigar esperanzas respecto de una mejora sustancial de los salarios en términos reales, puesto que ello implicaría, en el actual contexto de desregulación, un impulso al alza de los precios, y ese es un pecado capital para los obispos del déficit cero, aun cuando el escaso dinamismo de los salarios implica una limitación al alza de la actividad económica dado que es el principal componente de la demanda agregada. En suma, la heterogeneidad en el desempeño de los sectores profundizará las diferencias entre sectores ganadores y perdedores. Y no hace falta mucha imaginación para entender en cuál de esos dos bandos estará la mayoría de nuestros compatriotas. Y nosotros mismos, claro.
Sin embargo, la manipulación de “la realidad” estará a la orden del día. Como la medición de la actividad se realiza de manera interanual, cada mes de 2025 se compara con su mes equivalente de 2024 que, en general, han tenido un mal desempeño. Si la producción de bienes y servicios actuales se mantiene durante todos los meses de 2025 (con las variaciones estacionales esperables), el resultado será un crecimiento. En concreto, no se produce más que el nivel actual, pero la comparación con meses magros permite un resultado positivo. De allí la pirotecnia que, seguramente, tendremos que escuchar el 1 de marzo, cuando el mundo peluca nos cuente el cuentito de la buena pipa, haciendo abuso de ese beneficio estadístico.
Pero, como la única verdad es la realidad, la caída de la actividad económica afectó sensiblemente la cantidad de trabajadores/as registrados/as en unidades productivas. Desde noviembre de 2023 hasta agosto de 2024, se perdieron más de 261 mil puestos, según los datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT). Los únicos sectores de la economía que generaron puestos de trabajo son el agro, la minería y la pesca, aunque estuvieron muy lejos de compensar lo sucedido en el resto de los sectores: la construcción perdió 66.000 puestos y la industria manufacturera 29.600 puestos.
El poder adquisitivo de los salarios sufrió una fuerte caída, y para eso basta darse una vuelta por el supermercado. El promedio ponderado de los salarios medido por el INDEC arroja un descenso del poder de compra de 9,6%. No obstante, el indicador de salarios no permite medir la pérdida de puestos de trabajo. Si analizamos la masa salarial real de los trabajadores registrados privados (salario ajustado por cantidad de trabajadores), el nivel respecto de noviembre de 2023 exhibe una caída de 3,7%.
¿A qué distancia de las criptomonedas, del Metaverso y de Marte está la realidad que le toca padecer al pueblo tucumano?
La economía provincial depende en gran parte de la producción de azúcar, aunque hace décadas padecemos regulaciones ambientales y cambios en los mercados internacionales que exigen diversificar la matriz productiva. Un porcentaje alarmante de la población trabaja en condiciones informales, lo que acentúa la vulnerabilidad económica y social. Los tucumanos pagan uno de los pasajes urbanos más altos del país, para un pésimo servicio cuya conectividad interna y externa sigue siendo limitada. Vastas zonas rurales y periurbanas enfrentan dificultades en el acceso a servicios básicos como agua potable y cloacas.
Según estadísticas recientes (que hemos compartido con nuestros lectores) Tucumán presenta uno de los índices de pobreza más altos en el norte argentino, con más del 40% de su población viviendo por debajo de la línea de pobreza. Los jóvenes son uno de los grupos más afectados, enfrentando tasas de desempleo significativamente más altas que otros sectores de la población. Casi el 50% de los trabajadores no están registrados, lo que dificulta su acceso a derechos laborales y contribuye a la vulnerabilidad económica.
Al mismo tiempo que crece el narcotráfico, las razias en los sectores más vulnerables se multiplican, en una espectacularización de una “charlan muy cerquita con el gobierno nacional” que tienen las autoridades provinciales, como dice la excelente nota de Yeyé Soria en esta revista.[6] Así acentúan la impunidad de unos, para criminalizar la pobreza y la exclusión.
Entonces, que hay mucho que hacer. Es nuestro deber poner en palabras políticas este nuevo escenario. Transformarlo en una conversación amplia y constructiva, señalar que cuando la mafia queda desnuda, los que emergen a la vista de todos son los sospechosos de siempre y lo único que espera en el futuro mediato e inmediato —para salir de ese pozo nauseabundo— son las tradiciones nacional-populares… la rebelión, a veces silenciosa, invisible, otras estruendosa y asamblearia, emergiendo inesperada para descuadernar la brutalidad multifacética de la opresión.
Porque no hay mayor exceso en nuestras castigadas comarcas que su desigualdad endémica. Cualquier “nueva institucionalidad” debe plantearse este problema nodal y repensar (como sugiere Álvaro García Linera) en una nueva tensión. No ya —como dice el coro bienpensante— entre República y Democracia, sino entre la Democracia y las Plazas del pueblo, que tienen, siempre, la última palabra.
Y son las que recogen las botellas con sus inextinguibles sueños emancipatorios.
[1] “Mundo Musk”, Luis Bruschtein, Página/12, 11/01/2025.
[2] Taplin, Jonathan (2024): El fin de la realidad. Marc Andreessen, Elon Musk, Peter Thiel y Mark Zuckerberg: los multimillonarios que quieren gobernar el mundo, UNDAV Ediciones y Punto de Encuentro, Buenos Aires.
[3] Bremmer, Ian (2018): Us vs. Them: The Failure of Globalism, Hardcover, New York.
[4] Bremmer, I. y Kupchan, C. (2022): “Riesgo 2: Mundo tecnopolar”, Eurasia Group, 3 de enero. Disponible en: www.eurasiagroup.net/live-post/top-risks-2022-2-technopolar-world.
[5] “Carlos Menem: Momentos que quedaron en la historia”, Página/12, 14/02/2021.
[6] Soria, Yeyé (2024): «El trencito de Tucumán», Zoom Revista, 29 de noviembre. Disponible en https://revistazoom.com.ar/el-trencito-de-tucuman/