A dos años de guerra convencional en Ucrania

Qué guerra es la que se lleva en Ucrania, cuándo comenzó realmente y cuáles son los actores en la disputa. Presente y perspectivas luego de dos años de enfrentamiento y desgaste. Por Guillermo Martín Caviasca

En estos días se cumplieron dos años del inicio de la guerra de Ucrania. La llamada por Rusia: «Operación Militar Especial». Sin embargo, antes de comenzar cualquier análisis debemos indicar que lo sucedido hace dos años es una nueva fase de una guerra en desarrollo.

La guerra ya existía, focalizada en el Donbass (sureste de Ucrania), entre milicias “prorrusas”, contra milicias nacionalistas y fuerzas estatales ucranianas. O sea, que en realidad la guerra comenzó hace diez años, inmediatamente después del llamado “Euromaidán”, una movilización violenta que produjo el cambio de régimen político de Ucrania por una administración dispuesta a incorporarse a las organizaciones internacionales de Occidente. Lo que puede ser interpretado como la fase “híbrida”, civil, de la guerra.

En ese momento, en una amplia parte del territorio ucraniano (especialmente el este y el sur), se produjo una oleada de movilizaciones en sentido contrario que culminaron en tres formas. Una, siendo duramente reprimidas por formaciones milicianas de nacionalistas ucranianos (con algunos crímenes destacados). Otra, con el levantamiento armado que dio inicio a una guerra con operaciones militares convencionales en las provincias del Donbass. Y, tercero, con la anexión inmediata de Crimea por Rusia. Y podríamos agregar una cuarta, con sede en Kiev, donde se estabilizó un nuevo gobierno pro-occidental.

Este escenario de guerra en Donbass quedó “congelado” a los pocos meses en un frente caliente con combates y bombardeos hasta el 2022. Por lo tanto, hablar de “comienzo de la guerra” a partir de la operación rusa, como si este ataque marcara la división entre una época de paz y una de guerra, es equivocado y manipulador. Durante esos años los occidentales se ocuparon de preparar las fuerzas ucranianas para el combate, y la sociedad ucraniana comenzó un proceso de nacionalización fuerte dirigido desde el Estado (cosas que los rusos parecieron no valorar técnicamente con acierto); mientras los rusos caían en una trampa en los acuerdos de Minsk, donde se les prometía algún tipo de federación en Ucrania que tuviera en cuenta sus intereses.

El comienzo de la guerra formal hace dos años se planificó de parte rusa como una operación de cambio de régimen (retroversión en términos de la doctrina occidental); con una intervención de fuerzas limitadas que debían ayudar a los partidarios a tomar el poder en Kiev y neutralizar focos duros de resistencia, pero no coordinados ni preparados como un ejército profesional, ni una amplia resistencia civil. No fue así. Las mejores tropas rusas (las VDV y el 5to ejército de tanques de la guardia) fueron detenidas frente a Kiev, donde el gobierno permaneció sólido. No está de más señalar que los rusos no habían preparado su intervención para tomar Kiev en una batalla tipo Stalingrado o Berlín. Si la situación era esa, tanto el número de fuerzas como la logística no era el adecuado. En realidad, Occidente había tomado precauciones: la inteligencia y los asesores militares en Ucrania, que expusieron a los rusos ante tropas enemigas que estaban muy por arriba de los esperado. A partir de allí vino el repliegue y el replanteo de la guerra. Los ucranianos se fueron fortaleciendo ayudados por Occidente en forma rápida, y los rusos tardaron en reaccionar ante la nueva situación llegando al punto máximo con las ofensivas de Jersón y Karkov (donde los ucranianos lograron sus máximos éxitos). Esto fue mal valorado por Occidente incentivando un exitismo y una infravaloración tonta de las fuerzas rusas, lo que llevó a los ucranianos al desastre de su ofensiva en Zaporiya y a la crisis actual.

La situación actual como apertura de una nueva etapa. Cambios militares.

El “Occidente geopolítico” valoró mal sus perspectivas en el tipo de guerra integral que despliega. Recordemos que esta es una guerra que explícitamente la OTAN, el G7, y demás organismos que expresan el “globalismo”, señalan en sus documentos, que es “sistémica” por “valores” no solo por un pedazo de tierra. O sea, asumen pelear por cuestiones de “género”, de “DDHH”, de “liberalismo económico”, de “democracia liberal”, de “reglas de instituciones mundiales”; o sea, es un nuevo tipo de “guerra total” que va mucho más allá de la definición que realizó en general Ludendorff. Putin así lo asume: es una guerra por el “alma” de los pueblos.

Como los occidentales valoran a su propio modelo como superior, en todos esos aspectos, consideraron que Rusia se quebraría rápido, con la ayuda de una serie de “sanciones” económicas. Su economía se derrumbaría y su pueblo se levantaría en pos de las libertades occidentales. Como sabemos, nada de eso pasó, como era previsible. Porque el mundo es distinto, mucho más amplio y diverso, y se mueve en direcciones distintas a las que el occidente globalista desea (no olvidemos que Rusia también es Occidente). En lo más básico que hace a la guerra, al concepto de “pueblo o nación en armas” la economía rusa resistió bien, primero, y después superó con cierta facilidad (al menos por ahora) la ofensiva económica occidental, que se volvió en contra de Europa. Las relaciones internacionales no implicaron un aislamiento ruso para nada, y de hecho en algunas regiones, como África, Rusia avanza notablemente. Y las definiciones de China como enemigo sistémico al igual que Rusia, solidifica la relación entre ambos.

Las FFAA rusas que de ser sobrevaloradas en algún momento, pasaron a ser despreciadas, así como así, se readaptaron a la situación de una guerra prolongada con templanza y capacidad de absorber la crisis inicial. Mientras que Occidente se encontró en un escenario que le exige esfuerzos notables que afectan gravemente su estructura económica. Como es el caso paradigmático de Alemania.

A partir de esta valoración equivocada de las capacidades rusas los occidentales incentivaron a Ucrania a cometer una serie de errores militares e interpretaron mal las operaciones y sus resultados. O sea, sobrevaloraron los éxitos de Karkov y Jerson, que sin dudas fueron éxitos ucranianos, pero también reacomodamientos operacionales ante una guerra que se desarrollaba de forma que los rusos no esperaban; tal es así que el general Surovikin, el artífice de este reacomodamiento, señaló que se veían duros sacrificios, justo antes de la pérdida de estas posiciones (de hecho, la de Jerson fue una retirada planificada y bien hecha ante la ofensiva enemigo).

A partir de allí, en Occidente algunas mentes afiebradas pensaron que podían –equipando al ejército ucraniano— avanzar hasta Crimea batiendo a los rusos en el campo de batalla (sin fuerza aérea, por ejemplo). Ucrania preparó 12 brigadas mecanizadas, muchas de ellas entrenadas y equipadas en Occidente. Recibió armamento moderno (lo que causó daños a Rusia y la obligó a adaptarse) y lanzó toda su fuerza a una ofensiva muy propagandizada y anunciada. Fue un error gravísimo, no solo por el coste, sino por el daño moral. La ofensiva apenas avanzó y no pudo superar la primera línea defensiva rusa. Paralelamente los occidentales consideraron un éxito su derrota en Bajmut ante Wagner. Señalaban que la resistencia a ultranza de los ucranianos había producido un desgaste a los rusos. Pero cualquier observador neutral podría ver que al finalizar la batalla de Bajmut, los rusos, además de ganar una posición, eran más fuertes que antes en conjunto. Por último, y esto ya de forma clara e inocultable, Ucrania sufrió una derrota en la localidad de Avdiivka cuyas consecuencias están en desarrollo. Allí la defensa a ultranza no pudo ser realizada, y las últimas semanas los rusos avanzaron con rapidez obligando a las fuerzas ucranianas a abandonar sus posiciones con velocidad, sin haber preparado ninguna línea de retaguardia donde resistir.

Los rusos, al tener superioridad numérica y en recursos (cosa que los occidentales perecieron no valorar, salvo el comandante ucraniano general Zalushny, quien describió con bastante certeza las dificultades y quizás por eso fue destituido) realizaron una defensa móvil con contraataques permanentes y lanzaron operaciones en pequeña escala en todo el frente (de 1300 km). Además de frenar a los ucranianos en Zaporiya y Bajmut, comenzaron a avanzar en otros frentes, recuperar o conquistar posiciones. Hoy, la situación se ha revertido y la iniciativa estratégica está en manos rusas, lo que se evidencia, no solo en el campo de batalla, sino también en el discurso público de las autoridades rusas. Todo el frente es machacado con asaltos. Pero especialmente en Avdiivka Marinka/Vugledar en Donetzk; Robotine en la zona de Zaporiya; Bajmut también en Donetzk; en el norte río Siversky-Donetzk en el Oblast Karkov. Además, de haber expulsado a las fuerzas ucranianas que habían intentado cruzar el Dniéper.

Actores: Occidente – Ucrania – Rusia.

De acuerdo a las simpatías o adhesiones militantes de los comentaristas estamos frente a una guerra entre Rusia y Ucrania o entre Rusia y la OTAN. Para un análisis más detallado debemos precisar un poco más.

Existen tres actores, que tiene sus propias dinámicas: Rusia, el “Occidente geopolítico” y Ucrania. La dinámica de cada uno de ellos es clave para comprender el devenir hasta hoy, y el futuro de esta guerra. 

Lo que aquí mencionamos como “Occidente geopolítico”, que otros llaman “Occidente colectivo”, es sí: la OTAN, la UE, el G7, los organismos por ellos hegemonizados, la “anglósfera” (EEUU, Inglaterra, Australia, Canadá, Nueva Zelandia y sus países satélites), y países de oriente que, en este caso particular, no tienen tanta relevancia (Japón, Corea del Sur, etc.). A este universo de Estados y organizaciones internacionales hay que agregar a una élite económica y cultural que es parte, como emergente y como impulso, del proceso globalista. En este bloque la “conducción” parece ser de lo que llamamos “Anglósfera” y la “élite globalista”. “Occidente” como bloque es fundamental en la continuación de la guerra, ya que la capacidad de Ucrania de enfrentar a Rusia depende como un cordón umbilical de la logística occidental. Pero, a su vez, es el menos homogéneo de los actores. Hay contradicciones entre la UE y la Anglósfera. Entre la OTAN y los gobiernos nacionales; al interior de cada uno de los países; y donde la población es la más vacilante, si no en el apoyo verbal y digital a Ucrania, en hacer el esfuerzo económico que una guerra convencional, larga y de envergadura les exige (y no digamos poner hombres o arriesgar las vidas propias). Cosas que ni en Rusia ni en Ucrania es una cuestión determinante.

El segundo actor en esta obra es la Federación Rusa. Aquí no encontramos un “bloque” como en el caso de “Occidente” (salvo por el caso de Bielorrusia). Rusia dispone de aliados informales, de un espacio geopolítico que, más que “propio”, es de un conjunto de países que se mueven por fuera de la hegemonía occidental (de Irán a Turquía; de China a India; de los saudíes a los africanos). En lo que importa para este artículo, Rusia pelea sola. Decide por sí misma el rumbo de sus políticas militares, económicas, de RRII, etc. Y desde allí articula con otros países. Los Estados con los que se relaciona en realidad, más que aliados en el sentido de bloque orgánico, son Estados que se mueven con independencia, o buscan espacios para lograrla, y no aceptan las políticas homogeneizantes de Occidente. Las que en realidad implican un nuevo neocolonialismo basado en ideas iluministas tergiversadas, que en el discurso son “un orden basado en reglas” occidentales, DDHH, democracia liberal, libre mercado mundial si regulaciones nacionales, género, etc.). De hecho, Rusia dispone de una alianza defensiva que la tiene como hegemón: la “Organización del Tratado de Seguridad Colectiva” en el que revistan varios países de la antigua URSS, pero no tiene ninguna relevancia en este conflicto. En cambio, si lo tienen, por ejemplo, los BRICS que no son una alianza ni un bloque orgánico, ni porque hayan manifestado el apoyo a Rusia en la guerra; pero que representan que el lugar de Rusia en el mundo y en el comercio mundial no ha sido afectado gravemente por la guerra económica occidental. Señalamos que para Occidente los problemas del esfuerzo económico y arriesgar vidas son un tema límite que afecta sus decisiones. Bueno, esto no pasa en Rusia, sean las bajas que sean (tema controvertido), estas aún no han afectado el apoyo de la población a la guerra, que es considerada una causa nacional y económicamente la guerra parece sentirse muy poco. De hecho, la economía rusa repunta en base a la industria activada por la demanda militar.

El ultimo actor es Ucrania. La mencionamos en general como “Proxi”, o sea, un actor que pelea por “delegación” de otro que lo sustenta. Sin embargo, esto puede llevar a conclusiones erróneas si lo asumimos en forma extrema. Ucrania es un actor con dinámica propia, cientos de miles de hombres se baten en esta guerra convencidos, y millones de ciudadanos apoyan el hecho de enfrentar a Rusia. O sea, Ucrania y su ejército no son sólo un grupo cuya existencia se deba a una creación de una potencia externa que puede decidir discrecionalmente qué, cómo, dónde, y cuándo opera (en realidad, inclusive los “proxis” más subordinados siempre tiene un grado de autonomía). Por lo tanto, la moral y capacidad de la población y la tropa de seguir peleando es fundamental y tiene causas internas en su evolución. Lo mismo las decisiones políticas e inclusive las militares tácticas e inclusive operacionales, debe mirarse con atención a Ucrania, no solo a los decisores occidentales. Se tienen que comprender las causas internas que son claves para entender los comportamientos ucranianos, creerse que “una banda de neonazis, mercenarios y drogadictos” se apoderaron del Estado y mantiene como rehén a un pueblo, es un escapismo erróneo que nos impide comprender las contradicciones inherentes a los nacionalismos. Y la característica “híbrida” del conflicto principalmente hasta el 2022, no niega de ninguna manera esto: en todos los bandos, el consenso, la identidad, se construye y alimenta. En Ucrania hay política y los funcionarios los nombra el gobierno. Esto no implica que una sugerencia u opinión sólida del bloque occidental, o inclusive de alguno de sus actores particulares, influya, a veces en forma determinante. O que el presupuesto nacional con el que se sostiene la vida civil, el Estado y el ejército dependan en forma determinante de Occidente. Para Ucrania la guerra es sin dudas un desastre; y para el conjunto de su población una catástrofe. Un parte sustancial de ella es ya parte de la Federación Rusa y forma en los ejércitos rusos. Otra parte aun mayor ha huido del país (a occidente, pero también a Rusia, lo que significa algo). La población que queda unos 30 o 35 millones de personas que eran partidarias en gran parte de alguna forma de nacionalismo ucraniano, de cercanía a occidente o, si eran cercanos a Rusia, han sido proscriptos y neutralizados. La base social ucraniana hoy sigue siendo un sustento suficiente para nutrir la administración y un muy numeroso y combativo ejército. Claro, a diferencia de Rusia u “occidente”, los ucranianos de verdad esta sufriendo la guerra todos.

Hacia donde vamos

Habiendo presentado brevemente los tres actores implicados directamente en la guerra veamos cuál es su posible devenir. Ya hemos señalado que el resultado del campo de batalla es determinante; directamente por ser expresión de hábiles comandantes, o porque manifiesta las ventajas o carencias en otros planos económico, social, internacional, etc. Lo importante de un buen resultado económico, o un cambio en la moral, o una resolución de las relaciones de fuerza internacionales, en el campo de batalla debe manifestarse en una derrota o victoria. Está todo interrelacionado, pero estando en guerra el aspecto militar concreto cobra relevancia central, en forma propia autónoma o como manifestación de otros campos.

Muchos comentaristas señalan que se aproxima una pronta victoria rusa. Entendemos como pronto una situación que en pocos meses muestre que la guerra esta liquidada y Ucrania se deba avenir a una paz en las condiciones rusas. Señalamos que ésta es una posibilidad pero, de hecho, no creemos que sea lo más probable. Para esto Rusia debería tener una victoria de carácter operacional contundente, que implicara cambios estratégicos irreversibles. En la que esta actual situación de iniciativa rusa en todo el frente se consagrara en algún tipo de ruptura que permitiera la conquista militar de algún objetivo de carácter estratégico. Eso sí marcaría una nueva etapa en todos los planos. Y allí Rusia podría ofrecer la paz con sus condiciones.

Nos referimos a que la situación que vemos después de Bajmut/Zaporiya/Avdiivka terminara con la toma de Ktromatovsk/Slaviansk, o Karkov o Dnipro (señalamos en ese orden porque cada uno de estos objetivos estratégicos son de mayor envergadura en orden y requerirían haber obligado a los ucranianos a una retirada muy grande o haberles producido una derrota gravísima en combate). Allí quizás con los ucranianos desbaratados militarmente y con los occidentales compelidos a mandar sus propias fuerzas, quizás Rusia podía ofrecer algo que implicara un des-escalamiento o algo similar. Esto solo sería posible en caso de que en estos meses Rusia haga una explotación exitosa de sus victorias aprovechando que el ejército ucraniano tiene carencias logísticas graves que no podrá reponer en meses. Por ahora existe esa posibilidad, y en gran parte depende de los costos en vidas y material que Rusia está teniendo y en su capacidad de reponerlos y mantenerse a la ofensiva.

En la trinchera opuesta solo reina preocupación. Muchos propagandistas superficiales (y lo más increíble y grave) muchos decisores políticos de occidente, muestran cierta sorpresa de la grave situación ucraniana. Sin embargo, era muy previsible, y sus acciones son parte de la responsabilidad de esta situación. Pero aun así plantean que deben movilizar recursos de sus países en la medida necesaria para impedir una victoria rusa, es más para lograr la derrota de Rusia. Esto depende en gran parte de que los ucranianos aguanten esta situación y que los rusos cometan errores, o no encuentren la forma de quebrar el frente. Recordemos que la UE se había comprometido a enviar 1 millón de municiones de artillería, y solo logró enviar 500 mil. Mientras que esos mismos europeos decían que Rusia agotaría sus reservas, y sin embargo hoy la inteligencia occidental señala en sus más pesimistas informes que Rusia produce por si misma 2 millones en mención, y que recibió en semanas de Corea del Norte 1 millón de municiones (el doble de los que la UE pudo enviar en meses).

En una reunión de la UE, reciente, Macron de Francia señaló que se podía pensar con intervenir con fuerzas en el terreno. No sabemos cuál habrá sido la intención de fondo de esa declaración, los europeos hoy deben construir unas FFAA que les permitan pelear una guerra convencional. Si bien la UE y varios de sus países individualmente, disponen de un PBI superior las de Rusia (de Italia para “arriba” todos son mayores que Rusia), muchas veces los números de PBI engañan. Rusia dispone de una economía nacional, unas redes de suministro adecuadas a la guerra y una estructura de su industria que es muchísimo más potente en lo militar, además de una población más combativa. Europa podría tener en teoría muchísimo dinero, pero en ninguno de los factores señalados se aproxima a Rusia, ni siquiera colectivamente. Además de no tener los europeos una unidad de mando. Quizás Macrón está hablando del futuro. O de que si Rusia rompe el frente ucraniano los europeos deban intervenir para poner una fuerza entre el frente de avance ruso y Kiev, por ejemplo. No sabemos. Pero sí podemos decir que la afirmación de Macron muestra la preocupación y las consecuencias de las derrotas sucesivas ucranianas. Y la voluntad de no avenirse a las condiciones rusas.

De la misma forma, creemos que occidente y dentro de ese bloque Europa continental consideran que Ucrania (después de las absorciones en Rusia de una parte de su antiguo territorio) será europea occidental. La resolución de esto no es sencilla ya que las públicas aspiraciones de mínima de Rusia chocan con las aspiraciones de mínima de Europa (y son todas las de Ucrania).

Entre estas dos opciones extremas (victoria total rusa, imposición occidental de condiciones a Rusia) están las más probables que aun así son varias. Rusia está, de hecho, avanzando pueblo a pueblo en el frente de Avdiivka y aún no se ve si los ucranianos podrán establecer una línea de defensa ni dónde lo harán. Y, paralelamente, continúan asaltando posiciones ucranianas en otros frentes, lo que muestra con claridad que la iniciativa está en sus manos. Ahora bien, quien crea que se puede mantener tropas a la ofensiva en forma constante por tiempo indeterminado no sabe lo que es la guerra. Rusia puede (debe) aprovechar ahora este momento y el tempo favorable que se le abrió. Hay muestras de que los ucranianos siguen turbados y con una logística débil y a los rusos aún le reste energía la nueva situación militar que estará en definición. Esto puede durar unas semanas o unos meses, pero no para siempre. Quizás solo sea un avance exitoso paulatino posición por posición y a lo largo del año lleguen a un punto algunas decenas de km en varios lugares, en una guerra de posiciones y desgaste. Eso no definiría la guerra este año, al menos no en términos militares. Pero quizás, como señalamos en algunos de esos puntos, los ucranianos se quiebren. Veremos.

Por otro lado, parece muy aceptable la idea de que Ucrania no estará en condiciones de pensar ninguna ofensiva de carácter estratégico en forma definitiva (nada es “definitivo”), solo intentar establecer una defensa exitosa en el mejor de los casos. Y eso, evidentemente, no es una victoria que permita en una mesa de negociaciones exigir que Rusia renuncie a sus objetivos, o conquistas territoriales. Pero si para indicar que los objetivos ucranianos de volver a las fronteras pre 2014 no se cumplirán ni por aproximación. Pero por ahí si los occidentales desde una perspectiva “realista” como ya planteó Kissinger y sostiene Trump: sin dudas ceden territorios ¿cuántos serían? eso está en disputa.

Por otra parte, pareciera claro ya mismo (con Biden y los globalistas guerreristas demócratas en el poder inclusive) que EEUU disminuirá notablemente su apoyo militar a Ucrania y éste deberá ser reemplazado por los europeos. Más allá de que el actual debate parlamentario en los EEUU se resuelva finalmente por otorgar 60000 millones u$s, el corte de ese flujo ya es un hecho. Recordemos que es una decisión política la de EEUU, más que económica (lo que es más contundente) porque 40 mm o 60 mm de u$s para Ucrania representan una mínima parte de los 800 mm de u$s que es el presupuesto militar de los EEUU (una cifra sideral). Pero ese apoyo, inclusiva para Alemania sola, no sería imposible en fríos números. Pero sí lo es en términos de producción y político sociales. No basta un asiento contable, ni “billetes”. Deben ser materiales de guerra concretos; y hoy ni la UE, y menos Alemania, están en condiciones de producir. Al menos hasta reconvertir parte de su economía. Europa ha descargado su defensa en gran parte de los EEUU, y sus FFAA y su industria no están listas para una guerra convencional (de hecho, aun en Libia agotaron sus reservas). Hoy deben gastar, invertir para el futuro y comprar en el exterior (a EEUU por ejemplo, quien puede beneficiarse de la guerra sin comprometerse, por ejemplo). O sea, gastos con compras de material bélico al exterior es un peso muerto en la economía, en una economía afectada por una crisis sistémica de arrastre, por el frenazo de la pandemia, la ruptura con Rusia y el incremento de los costos, el bloqueo yemení a las rutas del mar Rojo… demasiado…. Para que Europa pueda dotar a Ucrania de capacidades en cantidad falta, al menos, tiempo.

Por eso, este es el tiempo de Rusia. Es muy claro ya que, sin ser aún notable, ni ser una ruptura clara o estar en fase de maniobras, los avances rusos son más rápidos, saltan pueblo tras pueblo cuando antes para cada uno peleaban meses, y si bien en algunos fracasan en la mayoría obtienen éxitos. De hecho, han logrado una victoria en Vuledar, con cierta facilidad, donde el año pasado habían sufrido una catástrofe con una brigada blindada completa en su intento de tomarla.

El tiempo, como señalamos desde hace más de un año, es un factor que favorece a Rusia, al contrario de lo que planteaban los occidentales. El “desgaste” si bien no es una opción sino una imposición de la realidad, a fortalecido en los relativo de esta guerra a los rusos. Esto se ha notado en estos últimos meses. Desde las maniobras del general Surovikin, quien tomó el mando ruso en el peor momento (asumió con frialdad la necesidad de perder Jerson y Karkov), cediendo la iniciativa y esperando que madurara la acumulación de fuerzas rusa. En Bajmut comenzó el fin de ese periodo. En Zaporiya Ucrania quemó sus fuerzas en un ataque suicida contra una fortificación bien preparada. Allí los rusos habían multiplicado sus fuerzas, reacomodado sus tácticas y su estrategia, y ahora cuentan con una superioridad notable frente a un enemigo desgastado.

En la política más general esto implica que (quizás) si logran alguna victoria clara de carácter operacional podrían ofrece condiciones de “paz”. Y occidente ante el riesgo de un derrumbe ucraniano y tener que enviar sus propias fuerzas se avenga a un acuerdo razonable. Pero ese punto de equilibrio para una mesa de negociaciones con resultados rápidos, está aún lejos.

Al menos en público, tal como Vladimir Putin ha señalado con firmeza, una parte aún no definida de Ucrania será anexionada a Rusia, Ucrania residual debe ser “desnazificada” y “desmilitarizada”, además de neutralizada geopolíticamente. Eso en concreto es eliminar a Ucrania como Estado soberano en forma clara, formal. Sin las básicas atribuciones de soberanía. Descartemos los objetivos ucranianos, que no son posibles ni siquiera son tenidos en cuenta por occidente (recuperar Crimea e inclusive las provincias del Donbass ya es algo que los occidentales en la práctica descartan). Pero veamos qué opinan los occidentales. No hay una claridad, ya que como señalamos es un bloque con diferencias; pero no creemos que estén dispuestos a aceptar como un nuevo equilibrio las condiciones definidas por Putin. Pueden aceptar que se anexione varias provincias (de hecho, con mayoría de población prorrusa) pero difícilmente toda la franja desde Karkov a Odessa (aunque eso parece, aún hoy, lejos de las posibilidades en el corto plazo. Y menos que Ucrania quede “neutralizada” en las condiciones rusas. Podrían aceptar una frontera nueva y ciertas garantías de “seguridad” para Rusia. Aunque el discurso europeo de prepararse para una guerra y de la amenaza rusa a Europa del Este parecería ir en sentido contrario. Creemos realmente que ambas posiciones son de máxima y que en algún lugar intermedio podría estar un acuerdo, solo a partir de la consolidación de las victorias rusas actuales y de la aceptación de los occidentales de la imposibilidad de revertir la tendencia militar y macroeconómica actual.

Foto portada: © Gleb Garanich / Reuters

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