Todo está muy fresco todavía para análisis concienzudos y de fondo, pero podemos intentar hacer un breve racconto de cómo llegamos a lo que sucedió el día de ayer, que debe haber sido uno de los papelones parlamentarios más importantes en la historia de nuestro Congreso.
Todo empezó el día de la asunción cuando el presidente, apenas en funciones, dio su discurso de espaldas al Congreso. El mensaje fue claro: “no los necesito, voy a gobernar sin ustedes si me es posible”. Y de esa manera fue escalando su desprecio por la casa de la democracia. Porque desde el día en que mandó al Congreso ese mamotreto llamado proyecto “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, escrito entre gallos y media noche en los estudios de los abogados de las corporaciones, lo único que hizo fue provocar a sus aliados estratégicos y tácticos de los recintos.
Los diputados del PRO estaban jugados y votaban todo tragando sapos y culebras por los estratégicos negocios que su jefe político Mauricio Macri urdía con el presidente. Tema aparte fueron los aliados tácticos como Pichetto que ya ni le preocupa que lo llamen traidor. Es más, se vanagloria con que gracias a él, el proyecto llegó hasta donde llegó hoy. La LLA le debe y mucho. Loredo y los radicales son, a esta altura, incalificables. Podemos sólo decir que deben sufrir el síndrome de Estocolmo, porque fueron los más basureados por el presidente, que se ensañó especialmente con ellos, y sin embargo, votaron disciplinadamente, salvo Facundo Manes y Pablo Juliano.
Párrafo aparte para nuestros traidores de adentro: los tres tucumanos y otros tantos diputados provinciales. Con todo eso se llegó a la votación en general el viernes pasado: 144 a 109. Luego vinieron los festejos, y el fin de semana ya se estaban deglutiendo todos los almuerzos y cenas de la semana. Charlas de quinchos por todo lados: “ya pasamos lo peor”, “lo mejor esta por venir”, algunos también reclamando sus bonus, porque lo del martes iba a ser un trámite.
Era todo “tan de trámite” que el presidente se dio el lujo de darse una vuelta por el mundo cuando su proyecto de ley (casi una reforma constitucional) estaba por entrar en su etapa final en la Cámara de Diputados.
No importó tampoco la otra gran provocación que fue esa represión y puesta en escena de la ministra Patricia Bullrich, absolutamente innecesaria, pero había que poner toda la provocación en el asador. Así nos pasamos el fin de semana pensando que todo era irremontable para este martes, pero apareció la conjura de los necios y todo se fue al carajo en dos minutos.
Esta gente no solo tiene problemas de compresión de texto, de Constitución y de reglamentos parlamentarios. Dicen que fue no entender o comprender o no haber leído el art. 155 del reglamento de funcionamiento del Congreso. Tremenda pifiada del presidente del bloque LLA, el señor Oscar Zago que está más para interpretar la noche fácil y fiestera, que reglamentos del Congreso.
El ministro del Interior Guillermo Franco, o sea el ministro político por excelencia y (creo) a quien Milei dejó como único interlocutor para que saliera la ley, no sabía del art 155. Se enteró durante una entrevista en vivo en un canal amigo. No más preguntas señor Juez.
Sin embargo esto no falló por un mero dato, lo que falló acá fue la política, pero desde el mismísimo día en que asumieron. Porque desprecian la política, y se creen que son superiores y no son más que los mandaderos de los verdaderos dueños de este país.