No es un domingo cualquiera, la mañana se presenta fresca y al frío se lo combate con café o mate cocido antes de emprender la marcha desde la esquina de Cuzco y Rivadavia, a pocos metros del santuario de San Cayetano en Liniers, lugar al que arriban las columnas de las organizaciones sociales que marcharan hacia el centro porteño, bajo la consigna de Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo. Van a partir encolumnados detrás de las vitrinas que guardan las figuras del patrono del trabajo, la Virgen de Luján y su custodio el Negro Manuel, junto a la Virgen de Aparecida de Brasil, que formaban parte de una peregrinación de los Misioneros de Francisco, que partió desde la basílica de Lujan cinco días antes y confluyó en la marcha que las organizaciones sociales hicieron suya a partir del año 2016, cuando las primeras medidas económicas del macrismo aceleraron la caída del salario real de los trabajos y se arremetía contra los derechos adquiridos, junto con el endeudamiento monstruoso del país.
Mezcladas las banderas identificatorias de las organizaciones convocantes, como el Movimiento Evita, Barrios de Pie, CCC y CTA Autónoma, se ven otras de cooperativas de trabajo conformadas en la economía popular y también de organizaciones campesinas como el Frente Agrario Evita, Federación Nacional Campesina y Movimiento Nacional Campesino e Indígena, que marcharan detrás de los tractores y camionetas cargadas con producciones de frutas y verduras, provenientes de las distintas unidades productivas que estás organizaciones han construido con esfuerzo a lo largo y ancho del país. Una clara muestra que serviría para romper con la estigmatización instalada desde los medios hegemónicos, los cuales mostraron en días anteriores a las organizaciones sociales como administradoras delictivas de la pobreza, cuando la realidad habla otra de cosa, ya que el reclamo unánime tuvo sus ejes en la creación de fuentes de trabajo genuino, y la asignación de un Salario Básico Universal que permita a los sectores afectados y marginados de la vida laboral integrarse a la misma.
En ese aspecto, el referente de la UTEP, Esteban “Gringo” Castro, expresó antes de comenzar la marcha bendecida por el obispo Juan Carlos Ares que:
“Si somos capaces de que el pueblo organizado esté en la calle, es muy difícil que las grandes corporaciones, los jugadores de capitales puedan hacernos daño, nosotros tenemos esa premisa, que es estar organizados y en la calle, porque si salen cosas buenas para nuestros sectores, salen cosas buenas para el país”.
De esa unidad palpable a simple vista está en la presencia de pancartas de gremios de la CGT y en la bandera de la CTA Autónoma, cuyo secretario general, Hugo “Cachorro” Godoy nos habla, cuando se le pregunta acerca del significado de la marcha, con la presencia de los trabajadores organizados y los movimientos de la economía popular, en el momento político actual de la Argentina, donde las medidas de ajuste vuelven a recaer sobre las mayorías sin afectar los intereses del poder económico en manos de las corporaciones hegemónicas:
“Es la unidad de la clase trabajadora, más allá de los formatos organizacionales, la clase trabajadora está expresada hoy en los movimientos que se organizan en los barrios que son los sindicatos de este tiempo, los viejos sindicatos, el movimiento cooperativo, por eso estamos acá, todos unidos por Tierra, Techo, trabajo y el salario universal. Qué es decir, que en esta crisis los trabajadores tenemos una agenda distinta a la de los mercados, que quieren sostener la explotación, la fuga de capitales y la subordinación económica de la nación, nosotros queremos producción, soberanía y justicia social, por eso reafirmamos, Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo”.
La misma idea era expresada por Mercedes Taboada, una campesina referente del MNCI quien caminaba junto a otras mujeres, que organizaron ollas populares y comedores durante la pandemia, para atender las necesidades alimentarias de las barrios populares, un gesto de solidaridad mayor, que algunas pagaron con sus vidas, en referencia a la presencia de su organización en la marcha, nos dijo:
“Para nosotras estar acá representa una pelea más que estamos dando por nuestro trabajo, nuestro salario y la dignidad. Y por nuestros compañeros, los que están abajo, como les decimos nosotras a los compañeros de la economía popular, que venimos luchando desde hace mucho, para que podamos lograr las reivindicaciones necesarias, que nos han dado a cuenta gotas. Venimos a pedir tierra, techo y trabajo, como lo hacemos desde hace unos cuantos años”.
Esta coincidencia discursiva no suena casual y la sensación unitaria se sentía al caminar por los alrededores de la iglesia de San Cayetano: donde los fieles al pedido de trabajo, le añadían el reclamo por mejores condiciones laborales en un contexto signado por la informalidad y la inflación devoradora de salarios, un punto mencionado por el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, en la misa central de la conmemoración religiosa. En estos puntos, también estuvo la mira de los discursos de los dirigentes de las organizaciones en el acto final que concluyó sobre la avenida de Mayo y la 9 de julio después de recorrer 16 kilómetros. Quienes apuntaron, además, a la estigmatización ya mencionada, a la desilusión con las últimas medidas oficiales y al «control» sobre el Potenciar Trabajo, y dejar de lado a la persecución judicial emprendida por una parte de la oposición.
La estigmatización se filtró en los discursos que los referentes de los movimientos sociales dieron sobre el escenario montado en Avenida de Mayo y la 9 de julio, pero también estuvo presente en algunas provocaciones aisladas a lo largo de la marcha, como la de ese señor canoso, que envestido en un jogging dominguero de marca cara, grita desaforado en la esquina de Gavilán y Rivadavia: “¡Negros de mierda, vayan a trabajar!” Que además busca, sin lograrlo, la complicidad de aquellos que observan el paso de los tractores y las camionetas. Si lo estigmatizante tuvo su presencia, otros interrogantes se hicieron carne en los discursos, entre ellos y quizá el más importante, después de las premisas convocantes: ¿Qué sucede con el gobierno que se militó y votó, para darle fin a las políticas neo liberales del macrismo? ¿Cómo es posible que los mercados, el campo agroindustrial y las petroleras, tengan respuestas y aquellos sectores que le pusieron el cuerpo a la pandemia, sigan postergados y asolados por la inflación? Además de ser estigmatizados, tal como apuntó Dina Sánchez, secretaria adjunta de UTEP quien integra del Frente Popular Darío Santillán.
«Si el único planteo para los sectores populares es judicializar y estigmatizar, esta Argentina no tiene destino», afirmó Gildo Onorato, quien además señaló: «Parece mentira que la Iglesia reconozca nuestro esfuerzo y trabajo y a la dirigencia política haya que explicarle la diferencia entre un plan social y el trabajo”.
En un domingo fresco y en un día no habitual para movilizar, las organizaciones sociales de la economía popular, junto a sindicatos, realizaron una movida multitudinaria, que pese a todo, no pasó desapercibida y pusieron sobre la mesa las cartas. Está en la dirigencia política que conduce al gobierno tomar nota para modificar el rumbo de las políticas a implementar, por un futuro donde la incertidumbre y la desigualdad no sean el pan de cada día. Las demandas de las tres T a las que se agregaron la de Paz y Pan, es una conceptualización que en la práctica, hacen realidad una Argentina posible.