A las 5 de la mañana partimos desde Andresito rumbo a Posadas, aun es de noche y avanzamos por la Ruta Nacional 12. Apenas salimos de la zona urbana, las siluetas de los montes se dibujan como oscuros fantasmas cubiertos por la niebla, la cual también atraviesa el camino en algunos tramos y dificultan nuestra marcha. Esto es algo que malhumora un poco a Jorge Páez, referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) de Misiones y representante del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). Tiene premura en llegar a Posadas para reunirse con técnicos nacionales abocados a la urbanización de barrios populares en la capital misionera. Con el transcurrir del tiempo, los rayos del sol disiparon la neblina y avanzamos raudamente. Por el camino se puede observar el tránsito de camiones cargados de hoja verde de yerba mate, el precio del kilo ha potenciado la producción de pequeños productores que se ven beneficiados.
Mi viaje no concluye en Posadas, me quedaré en Gobernador Roca, una localidad distante 70 km de la capital, cuyo nombre rinde homenaje a Rudecindo Roca, hermano del genocida Julio A. Roca, quien al acceder a la presidencia lo nombró al frente de la provincia de la cual, mediante muertes y usurpaciones violentas, se convirtió en el mayor latifundista. Con la rememoración de estas historias de tiempos viejos y otras más recientes, vamos acortando de algún modo la distancia, hasta que al fin llegamos a la zona urbana y nos desviamos de la ruta apenas unos metros para llegar a la casa de Nidia Pintos, referente del Frente Agrario Evita (FAE) y responsable zonal de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI). Como buena misionera, me recibe con un rico mate y me comenta sobre la recorrida que haremos por algunas de las cien unidades productivas que el FAE tiene en la localidad. La acompaña Gladis Alvez, una periodista y locutora de Oberá, afincada ahora en la zona. Después de unas rondas de amargos, partimos con Nidia, quien también es docente, rumbo a la Unidad Productiva Ruta 6, ubicada sobre dicha vía provincial. Por el camino me cuenta que:
Las unidades productivas se volvieron muy importantes para Roca, este pueblo tiene unos 10.000 habitantes, y en la cooperativa están involucradas unas 1000 familias. En las chacras trabajan el mismo número de personas, tratamos de cubrir todos los frentes, ya que en el área de educación de la cooperativa tenemos una guardería que atiende a 101 chicos, hijos e hijas de las compañeras, en la edad que va de los 6 meses a los 5 años, en un horario extensivo de las 7 de la mañana a las 19 hs.
Al cabo de un rato llegamos a la Unidad Productiva Ruta 6, allí somos recibidos por Rubén Martínez, un criollo misionero al que todos conocen por El Chicho, alto, espigado, con las manos curtidas por el trabajo agrario, nos cuenta que:
Estas tierras las heredé de mis abuelos y las puse a disposición de la cooperativa así trabajamos todos.
A sus espaldas se abre un sendero que conduce a las carpas o invernaderos donde crecen plantas de lechugas, acelgas y cebollas. Tomamos por esa senda en la cual a un costado de la misma, humea un horno donde se fabrica carbón. Seguimos avanzando hasta llegar a otro horno apagado y dispuestos en ronda, nos sentamos sobre unos troncos. Al círculo se suman unos muchachos y mujeres que trabajaban reponiendo las cubiertas plásticas de las carpas. El Chicho nos cuenta:
No es fácil fabricar carbón, hay que conseguir madera dura del monte, porque si lo haces de pino o eucalipto no sirve y te compran una vez y después no vuelven a comprar, así que nos fijamos mucho en la calidad. Por suerte pasó la pandemia, la sequía y el temporal y las cosas se van encaminando.
Delante denuestros ojos algunas carpas están destruidas, después de la sequía un temporal las echo a bajo y un grupo de hombres y mujeres las están reconstruyendo. La curiosidad me lleva a preguntarles a las compañeras qué tareas hacían antes de trabajar en la cooperativa. El relato de todas es coincidente, la que no trabajaba como empleada doméstica, lo hacía en tareas de limpieza o en casas de comidas. Una habla por todas y me dice:
Sentimos que nos independizamos y que nos liberamos, nuestro trabajo tiene un sentido que antes no lo tenía.
Quien habla es la compañera de Marcos Pérez, quien se muestra ansioso por decirnos algo. Le pregunto cómo se integró a la organización y nos cuenta:
Yo nací en Lanús, ni sabía lo que era el campo, allá trabajaba de colectivero, pero sufrí un robo violento, estuve bastante mal y mi compañera me dijo: vámonos para Misiones y empecé a trabajar acá. Me cambió la vida, todos los días aprendo algo nuevo, sobre las plantas, las semillas y los árboles, estoy muy contento con esta vida y con todo el trabajo que hacemos acá, ya no volvería a vivir en una ciudad.
Tal vez Marcos lo ignora, o no, pero su resolución vital nos habla que la vuelta al campo y el arraigo son la mayor posibilidad de cambio cultural, un cambio que nos permita sobrevivir como especie y en comunión con la naturaleza, una de las premisas del llamado Buen Vivir.
Ya promedia la mañana y hacemos el camino de vuelta, cuesta despedirse porque de algún modo todo lo que nos circunda se vuelve entrañable, pero, no a mucha distancia de ahí, nos espera Gustavo Galarza en la Unidad Productiva Roca Chica, un predio de 20 has. Allí predomina el cultivo de mandioca. En este territorio el temporal también causó estragos y en las carpas que no fueron destruidas crecen las hortalizas y las verduras, provistas de agua por el sistema de goteo. Galarza nos cuenta que:
Acá trabajamos ocho personas, con parte de la producción atendemos unos catorce merenderos y comedores, acá hay varias vertientes y tenemos proyectado la siembra de peces, otra actividad que queremos incorporar.
Con Nidia y Alicia Rojas que no cesa de fotografiar ese paisaje de montaraz, cruzado por surcos donde reverdecen las plantas de acelgas y lechugas, nos adentramos en el monte, donde entre la maleza se ocultan pequeños lagos adecuados para la piscicultura. A la vera de un camino de tierra colorada que atraviesa la espesura, nos detenemos a recoger paltas y mandarinas criollas, frutos que compartiremos con un casal de cerdos que nos miran curiosos desde un corral. Mientras caminamos Nidia me narra parte del trabajo de la cooperativa:
Además de producir tenemos también un área de deportes, con fútbol femenino y masculino en todas las categorías, también otros deportes como el vóley y tae kwon do. En el área de cultura trabajan veinte compañeras, que se encargan de generar actividades con talleres de todo tipo. Creo que ya lo dije, pero el 65% de las verduras y hortalizas que se consumen en Oberá y Posadas, salen de todas estas chacras.
Ya el sol brilla en su cenit y debemos continuar el viaje hacia la Unidad Productiva “El Cazador”, también sobre la ruta 6 y no muy lejos de donde estamos. Antes de partir, Gustavo Galarza nos obsequia unas hermosas lechugas, apropiadas para acompañar el asado que nos espera en “El Cazador”, lugar donde además se encuentra la sede de la cooperativa.
El predio es inmenso y apenas uno traspone la entrada se ve un galpón de dimensiones grandes y otras edificaciones de material. Bajo la sombra de un árbol humea la parrilla donde se asan las tiras de asado y los chorizos, alrededor del fuego, conducido por Alfredo Lima, se apiña un grupo de jóvenes que, como buenos misioneros, matean en la rueda del fogón. Entre ellos está Emanuel Santa Cruz, muy jovencito pero ya recibido de Técnico en Agroecología, algo que, sin preguntar, nos demuestra que su objetivo de vida es adquirir conocimientos para ponerlos al servicio de la comunidad en la cual vive y trabaja. Mientras comemos, Lima, excelente asador, me aporta datos de la Unidad Productiva:
Acá en El Cazador trabajamos cuarenta personas, las producciones principales son la mandioca, también repollo, choclo, batatas y frutas. En temporada producimos melones, sandías y zapallos. Además tenemos talleres de carpintería para fabricar muebles y también taller textil, donde fabricamos manteles, remeras, ropa. Hay muchos jóvenes integrados a la cooperativa. El 60% son mujeres y el 40% hombres y todos trabajamos parejo.
Entre los jóvenes se encuentra Braian Machado, un estudiante de historia en la Universidad de Misiones, porque también es importante rescatar la memoria misionera, impregnada por las luchas artiguistas de Andrés Guacurarí y otras más recientes que llevan la marca de las Ligas Agrarias y la pelea por la tierra campesina e indígena. De aquí también cuesta emprender la despedida, porque también lo entrañable se hace carne y recuerdo imborrable. En unas horas estaremos otra vez en Buenos Aires, donde la barbarie amarilla parece corromperlo todo y donde uno agradece haber conocido a Nidia, a Alicia, a Gladis y a un cúmulo de paisanos misioneros, quienes con su trabajo, nos enseñan que otra vida es posible.