El próximo miércoles 4 y jueves 5 de mayo se desarrollará en la comuna de Zavalla el “Encuentro: Nodos Agroecológicos Territoriales”, que tendrá como sede a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Dicho encuentro promete ser un marco para la articulación entre diferentes instituciones públicas, organizaciones sociales y actores territoriales para promover las prácticas agroecológicas en la región. Guillermo Montero es Ingeniero Agrónomo, docente universitario, ex Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias y actual Secretario General de la UNR. A partir de su labor nos iremos introduciendo en el paradigma agroecológico y la actual experiencia de Nodos Territoriales.
Para empezar, sería muy interesante saber tu mirada sobre la Agroecología ¿Que es la Agroecología? ¿Cómo surge este paradigma?
La agroecología es una concepción de cómo poder producir en los agro-ecosistemas, es decir en un ecosistema. El ecosistema agropecuario es uno productivo que se ha instalado donde previamente había un ecosistema natural. Con el paso del tiempo se fueron mezclando las acciones culturales con las acciones naturales. La agroecología lo que hace es recordarnos a los que alteramos el ambiente, en el sentido de modificarlo para la producción agrícola o pecuaria, que estamos haciendo eso en un ecosistema. Y como en cualquier sistema de este tipo, se cumplen las reglas naturales del mismo: cuanto más disturbio generamos, se producen más situaciones de inestabilidad. Cuanta menos biodiversidad tiene se acortan las cadenas tróficas y más posibilidades hay de que aparezcan fenómenos catastróficos como pueden ser las plagas. Como todo ecosistema, se inserta en los grandes biomas que integran la biosfera en el mundo y por lo tanto están sujetos a los fenómenos globales, como el cambio climático. Entonces, la concepción de la agroecología de forma integral nos hace recordar la existencia de un ecosistema que precede al sitio productivo.
Como todo ecosistema, las personas, la humanidad y nuestra cultura, está dentro del mismo. No hay ecosistemas naturales que no incluyan a las personas, no es que el hombre los mira desde afuera. Eso incluye a las relaciones sociales, económicas, políticas que se establecen en esos mismos territorios. Por tanto, naturalmente la agroecología también integra a los territorios, a su gente, a la historia de cómo se producía en esos ambientes. Se establece una interrelación transdisciplinaria, pluridisciplinaria que tiene que ver con el sistema productivo en cuestión. Yo creo que la agroecología es la forma más lógica de producir. En nuestra facultad no existía una materia que se llame agroecología ¿Sabes por qué? Porque la mirada que propone es transversal a toda la agronomía, y por supuesto a la producción pecuaria. Todas las cátedras y todas las disciplinas tenían que tener la mirada de la producción sustentable, que es la producción agroecológica.
Nosotros queremos – que es lo que se intenta hacer desde el gobierno nacional con la creación de la Subsecretaría de Agroecología – pensar en una agricultura en transición. La transición es un camino que nos lleva a un tipo de producción que es fundamentalmente agroecológica, por lo cual dependería menos de los insumos externos y estaría más centrada en el conocimiento del propio sistema productivo.
A propósito de esto ¿Qué expectativas tenés con este proyecto de Nodos Agroecológicos?
Lo que se intenta hacer con el proyecto de Nodos Agroecológicos es poner en diálogo a los sectores académicos de distintas disciplinas de distintas universidades del país y los sectores que investigan para el mundo empresarial, con los actores territoriales, que son los que producen en estos lugares y los que tienen la experiencia agroecológica. Serían asociaciones diversas de personas que se dedican a buscar un ambiente más saludable. La idea es hacerlo en un marco de un sitio demostrativo, donde veamos que si podemos hacer las producciones de esta manera, que se puede trabajar la tierra sin pesticidas y otros insumos.
Desde el punto de vista nuestro, como Universidad Pública, tenemos el compromiso de generar alternativas para que estas áreas que están entre la ciudad y el campo – que las llamamos periurbanos – tengan la posibilidad de ser productivas. Nuestra idea es ir en la búsqueda de alternativas productivas para desarrollar en estas áreas, y hay muchas posibilidades. Desde situaciones donde el impuesto que tenga que pagar la persona cuya superficie de tierra queda afectada por el periurbano implique una tasa diferencial respecto al que lo hace en otro lugar; a que los productores que adopten el paradigma agroecológico y puedan mostrarlo tampoco paguen la misma cantidad de impuestos, y así tengan posibilidades de acceder a otro tipo de recursos.
Hay muchísimas situaciones donde el Estado no puede mirar para otro lado, no puede tomar una postura liberal donde solo se sancione una ley y dejar a los actores a su propio proceso de reconversión. Eso no funciona, no se realiza la transformación productiva. Lo que hay que cambiar es la conciencia.
Recuperar el sentido de pertenencia y el arraigo de los productores. En esta misma dirección también se vienen desarrollando diferentes proyectos de investigación y comunicación vinculados con diversas experiencias de transición agroecológica. Para saber más sobre estos hablamos con Santiago Ravlic. Él es Abogado y becario de CONICET, se dedica a la investigación de procesos de transición productiva en la provincia de Santa Fe.
Venís investigando en torno a la transición agroecológica en la región ¿Qué significa este concepto? ¿Qué implicancias tiene?
En primer término, el paradigma agroecológico parte de aportar estrategias y criterios para el diseño, manejo y evolución de agroecosistemas sustentables. Surge como oposición al sistema de agronegocio que se instaura en nuestro país y en la región a mediados de los 90’. Como sabemos tiene como pilares claves a la siembra directa y a la introducción de variantes genéticas de semillas resistentes a herbicidas. En el caso de la soja, la Soja RR resistente al glifosato es lo más extendido y más conocido en términos productivos, pero también sucede lo mismo con el trigo y con el maíz.
La resistencia a estas prácticas se fue organizando a lo largo del tiempo. Primero surge de las ciencias agrarias a partir de una serie de técnicas con un enfoque científico, pero también se van sumando a este paradigma movimientos sociales y académicos de otras ciencias y disciplinas. La transición agroecológica no solo tiene que ver con un proceso técnico, que pueden aportar los especialistas en ese área – ingenieros agrónomos particularmente –, sino que también se trata de un proceso en el que tienen que aportar las ciencias sociales y humanas para avanzar a un sistema integral que tenga que ver con una soberanía alimentaria para nuestro pueblo, con un campo en el que haya trabajadores y con un sistema productivo que respete y garantice el derecho a un ambiente sano, apto y adecuado para la vida humana.
Lo que nosotros planteamos como transición agroecológica lleva años, lleva tiempo de adaptación de los predios rurales a esta nueva forma productiva. Requiere circulación de saberes, sustituir insumos, herramientas científico tecnológicas, además de desarrollos tecnológicos, y también requiere de instrumentos de financiación por parte de los gobiernos y créditos. Se trata por supuesto de algo bastante integral. Nosotros no partimos de la base que la transición agroecológica tiene que universalizarse o extenderse por todo el territorio masivamente de un día para el otro, sino que sucederá a partir de las grietas y falencias que va mostrando el sistema de agronegocio.
Ayer veía que se suma una nueva maleza resistente al glifosato, con lo cual se requieren cientos de litros más para poder contenerla. Son esas falencias que va mostrando el modelo productivo convencional a las que le vamos a ir encontrando solución desde un enfoque agroecológico. La transición no puede darse de un día para el otro porque nuestro actual sistema productivo sostiene parte de la macroeconomía del país. Yo creo que el modelo convencional es necesario como formato a gran escala, por lo pronto, pero también es necesario empezar a trabajar en proyectos para que cada vez más hectáreas empiecen a producir agroecológicamente o en transición a la agroecología. La punta de lanza para esto son los territorios periurbanos, que son los que más conflictos socioambientales generan, especialmente en los pueblos del sur de la provincia de Santa Fe, el norte de Buenos Aires y al oeste de Córdoba. Eso va a permitir que los pueblos y ciudades se autoabastezcan y que no haya tanto traslado de mercaderías en camiones y así poder descongestionar un poco las rutas. De esta manera vamos a abaratar el precio de los alimentos, a la vez que van a ser de mejor calidad. Estaríamos atendiendo al problema de la calidad nutricional de los mismos y a la suba de los precios de los alimentos, problema que nuestra sociedad arrastra desde hace años.
¿En qué proyectos se vienen trabajando en torno a estas temáticas?
Los proyectos que estamos trabajando en este tema son básicamente dos. Formó parte de un espacio interdisciplinario de nombre Grupo de Reflexiones Ambientales desde Latinoamérica, en el cual integramos profesionales provenientes de ciencias sociales y derecho. A partir de los proyectos que voy a comentar pudimos formar lazos y dialogar con otras ciencias, con compañeros y compañeras de otras áreas del conocimiento.
El primero tiene que ver con un proyecto de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), especialmente de la línea de proyectos interdisciplinarios, en el que nosotros estamos trabajando sobre Comunicación Agroecológica. Se trata de una investigación de acción participativa en la que nosotros nos proponemos conocer las experiencias agroecológicas del sur de la provincia de Santa Fe y generar una estrategia de comunicación con las herramientas que nos brindan las redes sociales y los nuevos medios de difusión. Partimos de hacer entrevistas, registros audiovisuales y fotográficos, utilizando plataformas de comunicación transmedia. La idea de este proyecto es hacer conocidas esas experiencias. Vemos con frecuencia que muchos productores se encuentran en contradicción con el sistema de producción convencional pero no ven otra opción posible. Nuestro proyecto intenta mostrar que sí hay otras opciones productivas posibles, que se puede hacer de otra manera, que hay muchas familias que lo hacen y que es redituable económicamente. Se trata también de ver experiencias en escuelas de educación ambiental, de huertas agroecológicas y de procesos formativos en esas instituciones.
El segundo proyecto es parte de una línea de proyectos de investigación de la provincia de Santa Fe. Se trata de ver aportes y demandas de mujeres en la agroecología en la totalidad del territorio provincial, y en ese caso tomamos tres experiencias agroecológicas donde hay participación de mujeres como casos de estudio para luego desarrollarlos en el marco de un mapeo de experiencias agroecológicas a lo largo y a lo ancho de nuestra provincia.
Como vemos la provincia viene desarrollando distintas actividades académicas y científicas con respecto a la agenda agroecológica. Pero también hay importantes proyectos productivos que despuntan en la región. Pedro Peretti es productor agropecuario, integrante del Manifiesto Argentino y el Movimiento Arraigo. Es gestor de un importantísimo núcleo productivo agroecológico en la comuna de Máximo Paz.
¿En qué consiste el proyecto? ¿Cómo se da la articulación entre los distintos actores?
Nosotros estamos en un proyecto que busca tratar de demostrar en la práctica una producción agroecológica, fundamentalmente apuntando a lo que pueden los periurbanos de los pueblos y ciudades. Lo que estamos armando acá en Máximo Paz es un proyecto técnico científico que hemos desarrollado junto a la UNR, con el Ministerio de Ciencia y Técnica, con el INTA y la Y-Tec (YPF). Va a haber allí un módulo de producción concreta, estará presente el Proyecto SemillAR, que es un reservorio de semillas originarias y nativas. Además, va a haber una planta de biocombustible, un tambo agroecológico y cultivos bajo cubierta, también trabajados por medio de prácticas agroecológicas. La idea es que puedan participar estudiantes de diferentes niveles, funcionarios y ciudadanos en general, para que puedan tener un panorama de cómo se produce concretamente de manera agroecológica, sin fumigar, en los lugares donde uno lo quiera hacer. Esto está apuntado, en primer lugar, a los periurbanos.
Para desarrollar esta idea acabamos de adquirir ocho hectáreas de campo. El tambo a su vez va a estar en ocho hectáreas más que arrendamos. Tenemos además funcionando dos mil quinientos metros de cultivo bajo cubierta. Cuando despegue el proyecto SemillAR seguramente vamos a tener que salir a alquilar algunos campos más para poder reproducir esa semilla. Lo estamos articulando socialmente con el MoCaSE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero), que se ha instalado en un albergue de la localidad gestionado por la organización. Han venido jóvenes con diferentes problemáticas de inserción social y laboral que se van a integrar al trabajo como parte también de procesos terapéuticos. Para que esto funcione hemos reconstruido una escuela rural abandonada y la hemos dejado en buen estado.
En este edificio hemos montado también un invernáculo bastante importante para que puedan tener acceso al trabajo los chicos y chicas que están viviendo allí. En esta escuela estamos desarrollando dos proyectos: uno vinculado a la cría de ovejas, en el que estamos intentando alcanzar el número de cincuenta a cien madres; el otro punto a desarrollar es el tema apícola para la región. Paralelo a eso, ya está terminando y está lista para ser inaugurada una sala de elaboración de alimentos completa, con cámara de frío, con túneles de congelados, con cocina, con sala para extracción de miel, con un espacio para la fabricación de quesos. Lo fundamental aquí es poder tender hacia el agregado de valor y la industrialización local.
Este proyecto además cuenta con muchísima inversión pública. Hay un gran aporte del Ministerio de Interior de la Nación, aportes de la Secretaría de Ciencia y Técnica, y de la Comuna de Máximo Paz. Además, hay un respaldo institucional del Ministerio de Agricultura y el INTA que nos ha facilitado muchos pasos. Hasta el momento contamos con un volumen de inversión total cercano a los cien millones de pesos y están previstos un millón de dólares destinados a la construcción de la planta de biocombustible. Calculamos que para el proyecto de SemillAR hay una inversión programada de al menos cien millones de pesos más. Esto es lo que ya tenemos invertido y lo hemos ido organizando convenios. Para que se desarrolle ha sido de vital importancia la labor de los ministros Julián Domínguez, Wado de Pedro y Roberto Salvarezza. Ellos han entendido el proyecto y lo han apoyado muchísimo, por eso estamos muy agradecidos con ellos.