Foto: Agencia EFE
Por Fernando Esteche
Los mujahidines
Afganistán es una nación con un complejo mapa étnico. Hay grandes matices que dividen étnica y lingüísticamente a Pashtún, Hazara, Tajikos, Uzbekos.
Afganistán fue ocupada por los soviéticos en 1979 para estabilizar al gobierno de entonces y a partir de allí se desata una guerra civil donde el Pueblo afgano, principalmente los musulmanes, resisten la invasión. De allí que los Estados Unidos mediante operaciones cada vez menos encubiertas se disponen a apoyar financiera y militarmente la resistencia contra su enemigo estratégico: los soviéticos.
Aquí nuevamente el cine ayuda a la construcción de una visión favorable de los “luchadores de la libertad”, uno de los mejores exponentes de esto es la película Rambo III donde se presenta a los mujahidines como los buenos a los que Estados Unidos proporciona armas y que además pelean junto a Rambo frente a las atrocidades de los soviéticos malvados.
A partir de marzo de 1985 el presidente Reagan expidió la Directiva de Seguridad Nacional 166, que autorizó una importante ayuda financiera y armamentística a los rebeldes afganos. La guerra afgana contra la URSS fue una operación de miles de millones de dólares, pagada en gran parte por la CIA y la Casa Real saudita. A finales de los 80, los comandantes de los mujahidines se reunían abiertamente con congresistas y con el mismo presidente Ronald Reagan. La prensa los llamaba ostentosamente “freedom fighters” (luchadores de la libertad). En 1985, el entonces presidente Ronald Reagan invitó a la Casa Blanca a los líderes mujahidines, El presidente Reagan afirmó que “los mujahidines afganos son el equivalente moral de los próceres de Estados Unidos”.
Durante los años ochenta los Estados Unidos enviaron, por medio de la CIA e ISI (Servicio Secreto de Pakistán), entre 2.000 y 3.000 millones de dólares en armas y pertrechos, en lo que fue su mayor programa de acciones encubiertas desde la Segunda Guerra Mundial. Los mujahidines contaron con el amplio apoyo de ambos partidos: el senador Orrin Hatch (Republicano) elogia a estos “luchadores de la libertad” por su “determinación y coraje”; el senador Bill Bradley (Demócrata) insta a que sean reconocidos como “los únicos representantes legítimos del pueblo afgano”.
AL Qaida
Osama Bin Laden crea Al Qaida en 1985 en el marco de las operaciones sostenidas por la CIA y el ISI para montar una suerte de “guerra santa” contra los ateos soviéticos y crear un gran califato musulmán, es decir un gobierno musulmán con autoridad más allá de los territorios nacionales que hoy están delimitados. Con estas groseras ideas Osama Bin Laden funcionó como el principal reclutador de combatientes para liberar a Afganistán del yugo soviético.
El 23 de agosto de 1996 Osama Bin Laden difundió una Declaración de lucha total contra los norteamericanos que ocupan la tierra de los dos lugares Sagrados (La Meca y Medina), destinada a proporcionar una justificación religiosa a sus acciones futuras. Esa sería la razón aparente del rompimiento entre Bin Laden y los norteamericanos, el hecho de que estos últimos luego de la primera Guerra del Golfo no retirarán sus enclaves militares de la zona.
Es sumamente conocida la relación comercial del clan Bush con el clan Bin Laden. Aunque los árabes sufrieron siempre curiosos y fatales accidentes aéreos cuando en distintas ocasiones visitaban a los Bush y así murieron en dos accidentes distintos con aviones en tierra tejanas el padre de Osama primero y el hermano mayor luego.
En febrero de 1998, desde Afganistán, Osama Bin Laden y responsables de organizaciones islámicas diversas crearon un Frente Islámico Internacional contra los judíos y los cruzados, y en su carta de presentación instaba a ‘matar a los norteamericanos y sus aliados civiles y militares en todos los países que sea posible’. Esta sería la base de la cual luego se desprendería DAESH (ISI) que terminará fagocitando a Al Qaida.
Los talib
Pero para intentar comprender mínimamente cómo es que aquellos “luchadores de la Libertad” se convirtieron en monstruosos terroristas fundamentalistas, debemos destacar que a la caída de la Unión Soviética con el desmoronamiento de las tensiones que imponía la guerra fría, Afganistán fue abandonado a su suerte donde las rivalidades étnicas afloraron.
Las distintas milicias islámicas combatieron intentando influir en el nuevo estado musulmán. El enfrentamiento entre las fuerzas del presidente Najibullá y la guerrilla muyahidin, se saldó con la caída de Kabul en manos de Rabbani y su jefe militar, Ahmad Shah Masud, héroe de la resistencia anti soviética, el león del Panshir, líder de los Tayiks. Esto fue además de una victoria militar, una reivindicación de las etnias minoritarias que desplazaron a la históricamente dominante pashtun, puesto que las fuerzas de Rabbani eran en su mayoría tayikas y uzbekas.
En este contexto surgen los talibanes (mayoritariamente pashtunes), estudiantes de religión (talib significa estudiante), que advierten además el nivel de desgaste interno del nuevo poder, con corrupción generalizada y el país dividido territorialmente bajo el mando de una suerte de señores de la guerra, ex mujahidines.
Los talibanes pertenecen a la corriente sunnita del Islam y estuvieron férreamente enfrentados con Irán (shiíta) y con los shiítas de Afganistán, los hazaras, que habitan el norte del país. Cuando los Talibanes conquistaron la principal ciudad del norte, Mazar-i- Sharif, se asesinó a seis mil shiítas, y a los miembros de la embajada de la República Islámica de Irán.
La inteligencia pakistaní (ISI) ofreció suficiente apoyo a los talibanes que llegaron en 1996 a hacerse del poder apoyados por la estructura de poder parcializada que respetaron en la medida del reconocimiento de su poder central. Este movimiento nació en los campos de refugiados afganos de Pakistán. Su líder espiritual fue el mullah Mohamed Omar líder religioso de mucha menor jerarquía que un sheij, y que fue comandante mujahidin durante la guerra contra la URSS. Su proselitismo realizado mediante hechos de guerra proclamaba la intención de establecer la paz, desarmar a la población, establecer la sharia (justicia islámica) y el modo de vida islámico desde el Estado.
La criatura creada para los negocios
Tanto el gobierno pakistaní como el saudí han apoyado y financiado el fortalecimiento de los talibanes. Estos dos últimos países, que encaraban la construcción de un ducto en el oeste afgano -obra adjudicada a la compañía norteamericana Unocal en sociedad con la saudita Delta Oil-, adjudicación lograda frente a los talibanes gracias al lobbysta de Unocal Zalmay Khalilzad, habrían buscado satisfacer sus intereses petroleros en detrimento de Rusia e Irán. Al mismo tiempo y por su parte, Pakistán intentaba instaurar en Afganistán un régimen tutelado que le fuese propicio en su enfrentamiento con la India y que le abriera paso hacia el Asia Central, de manera de obtener allí injerencia y utilidades en el flujo de hidrocarburos.
Para destacar es que el enviado especial del gobierno norteamericano frente a las autoridades títeres de Kabul fue precisamente Zalmay Khalilzad, miembro del Consejo Nacional de Seguridad de EEUU, que ayer hacía lobby con los talibanes e incluso los defendía frente a las primeras acusaciones que iban apareciendo en el gobierno de Clinton. Escribió en aquel entonces en el Washington Post “Los Talibanes no practican el fundamentalismo anti-norteamericano como lo hace Irán”, agregaba “Nosotros deberíamos…estar prestos a ofrecer reconocimiento y ayuda humanitaria así como a promover asistencia internacional para la reconstrucción económica. Ya es tiempo de que los Estados Unidos se comprometan de nuevo” fue uno de los máximos defensores de este grupo. Sin embargo a su llegada a Kabul en el inicio de las operaciones post torres gemelas fue elocuente en sus declaraciones: “Es necesario aniquilar a los talibanes y a Osama Bin Laden”.
El opio
La invasión a Afganistán desde el 2001 fue un verdadero estrago para la política norteamericana. Pakistán otrora base de operaciones para el combate contra la URSS, se fue alejando y autonomizando como potencia regional a partir de su poderío nuclear; en sus tierras y con su logística creció el movimiento Talibán con la venia de la CIA y a la postre tomaron el poder en Kabul, desatando un proceso de masificación de plantaciones de dormidera, amapolas, para producción de opio que sirvió para financiar tanto a los servicios secretos norteamericanos y pakistaníes, como a los propios talibanes. Este negocio multimillonario, aporta el 30% del Producto Interior Bruto. Salvo financiar clandestinamente la DEA y la CIA, la incursión en Afganistán es un rotundo fracaso y una evidencia de la imposibilidad norteamericana de incidir mínimamente en el proceso político de tal país como no sea la caotización.
Cuando la retirada soviética, los mujahidines intentaron erradicar y prohibir la producción de opio en el país. La población se rebeló y se apoyó en los talibanes que toleraban el cultivo a cambio de impuestos.
En el 2000, después de haberse financiado durante más de un lustro con cerca de cien millones de dólares anuales en concepto de impuesto a las exportaciones del opio, el Mulá Omar prohibirá las plantaciones de dormidera creando una crisis formidable, disparada de precios y empobrecimiento precipitado de los plantadores.
Con la invasión norteamericana volvió el cultivo masivo de amapolas. Pronto el gobierno títere y los extranjeros intentaron regular el mercado produciendo grandes protestas que paradójicamente terminaron capitalizando los talibanes que prometieron garantizar el cultivo libre.
Daesh contra los talibanes
Cuando Daesh en 2015 pretendió desarrollarse en «Khorasan»(el nombre antiguo con que se conocen Afganistán y áreas de Pakistán, Irán y Asia central) los talibanes advirtieron que no lo permitirían y entraron en graves enfrentamientos.
Daesh cuestionó la legitimidad de los Talibanes, acusándolos de estar promoviendo los intereses del servicio de inteligencia pakistaní.
Hay profundas diferencias ideológicas y culturales que dividen ambos grupos. Daesh es una organización panislámica, con una agenda de una guerra total al infiel, sin fronteras, en la que pretende establecer una única entidad política, un califato, con todos los países y territorios musulmanes.
Los Talibanes plantean una lucha local, limitada a los que consideran es el Emirato Islámico de Afganistán. Su meta es liberar a Afganistán de la «ocupación extranjera» y lograr un total e inmediato retiro de todas las fuerzas armadas foráneas.
En términos de teología, el Talibán es un movimiento clerical conservador y ortodoxo, de ascendencia hanafí que es la practicada por la mayoría de afganos sunitas; aunque el movimiento en sí fue desarrollado en escuelas “deobandis” con fuerte sectarismo e influencia salafista.
Los militantes de Daesh, por su parte, son wahabitas y salafistas, una versión grosera del islam sunita. Rechazan el sufismo y consideran a los chiitas infieles, cuyas creencias buscan eliminar. Son teológicamente supremacistas.
Daesh pretendió establecerse en el norte de Afganistán para conectarse con otros militantes uzbecos, tayikos, chechenos y uigures y lograr cruzar fronteras con facilidad.
Los talibanes temieron en su momento una deserción masiva de sus filas por cuestiones “salariales”. Muchos jóvenes desempleados son atraídos por salarios de hasta US$500 al mes.
La presencia de Daesh en Afganistan recuperó a los talibanes de la marginalidad y les permitió dialogar con varios países regionales, asegurándoles que no permitirán una presencia de Daesh en Afganistán que pudiera amenazar su estabilidad. Estados como Irán, China y Rusia han tenido que reexaminar sus antiguas políticas de no contacto con el Talibán en Afganistán.
Repliegue y contraofensiva
Después del repliegue de la derrota con un complejo sistemas de alianzas internacional y el financiamiento del opio, con un cuartel general funcionando en Pakistan en Shura de Qetta y el fuerte apoyo del partido Jamiat-e-Ulema (poderosa formación islámica deobandi).
Entre 2007 y 2008 comenzaron una táctica de control de carreteras y toma de ciudades. Los ataques a objetivos del gobierno títere y a tropas ocupantes se multiplicaron.
La llegada de Obama al gobierno anuncia una ofensiva que pretenderá acabar con la guerra. Se imponen una fecha e evacuación, relegitiman al presidente títere Karzai que cuenta con un cada vez más amplio repudio y anuncian el asesinato de Osama Bin Laden, excusa que se utilizó para la invasión al país.
En 2012 se firmó el acuerdo entre Barack Obama y Hamid Karzai, llamado “Enduring Strategic Partnership Agreement”. Mediante el mismo se acordaba la cesión del control absoluto de parte de las tropas ocupantes al gobierno afgano. Para ello se reorganizaría ejército y policía nacional. Esto fue un verdadero escándalo ante la corrupción, el bandidaje y la falta de control para el reclutamiento que produjo no solamente acceso a las fuerzas de elementos talibanes o de Daesh o simples bandidos, además de un importante número de “tropas fantasmas” que financiaban las billeteras de generales o comisarios inescrupulosos.
Los acuerdos de paz
Los intentos de los distintos gobiernos estadounidenses por encontrar una salida elegante a su empantanamiento en Afganistan fueron fracasando una y otra vez.
La retirada fáctica unilateral de parte de Estados Unidos produjo situaciones donde los talibanes ganaron capacidad de maniobra política y militar.
Finalmente se lograron avances trabajosos en Doha (2019) donde los talibanes logran una gran victoria diplomática que difícilmente, en la desesperación de la retirada, los norteamericanos hayan advertido.
Los norteamericanos acordaron retirar la totalidad de sus tropas de suelo afgano, lo mismo las tropas extranjeras de la coalición (OTAN) y todo aquel personal que no haga actividades diplomáticas.
Estados Unidos ha dejado claro que no reconoce como estado al Emirato Islámico de Afganistán, que es la forma de denominar su territorio y gobierno por parte de los talibanes, con quienes firman este acuerdo.
También se acuerda un intercambio de detenidos.
A los Talibanes se les pide que no permita actividades de Al Qaida, o cualquiera de sus aliados. Se insta a iniciar negociaciones entre los talibanes y el gobierno títere. Se los apoya en su combate contra Daesh.
Geopolítica imperialista de la guerra
Con la llamada Doctrina Carter los norteamericanos aseguraron la utilización del recurso militar en defensa de sus intereses en el área árabe islámica. El objetivo de esta era garantizar la seguridad marítima y energética, y la seguridad de Israel. Es a partir de esta doctrina que se crea el comando especial para seguir las operaciones militares en el exterior, la Rapid Deployment Joint Task Force, que se convertirá más tarde en el CENTCOM (U.S. Central Command). Hoy concentra 90.000 militares y civiles (de los que menos del 20% se hayan en Iraq y Afganistán). Cuenta con programas de asistencia militar por valor de 2.000 millones de dólares, además de los 3.100 millones que recibe Israel y otro tanto Arabia Saudita; y mantiene decenas de bases, lugares de entrenamiento, y puestos de mando desde Egipto hasta Pakistán.
Las dos invasiones a Irak, lejos de ordenar el área la convulsionaron aún más incluyendo el auspicio semi-secreto de los norteamericanos a la conformación de Al Qaida y las consecuencias derivadas. La segunda invasión a Irak, realizada ya sin el apoyo de la ONU, terminó objetivamente fortaleciendo a Irán y sus aliados, desguazando la soberanía territorial iraquí, y empantanando la operatividad militar norteamericana. La decisión de menguar la presencia militar en Irak coincidió con las operaciones de 2011 de las llamadas Primaveras árabes con el concurso de aliados como Gran Bretaña o Francia, en el intento de consagración de un nuevo mapa de la región. De este capítulo de golpes blandos y guerras híbridas podemos decir que Siria es el punto de inflexión que anunciará la inviabilidad del proyecto en varios sentidos; crecimiento desmesurado y descontrolado de DAESH (otro invento norteamericano), redespliegue militar y diplomático ruso en la pacificación de la zona, reorientación geopolítica de Turquía, nuevamente fortalecimiento de la influencia de Irán en la región.
Trump con la ilusión de una alianza de largo alcance con Rusia que contuviera el despliegue chino, anunció la retirada de tropas de Irak y Afganistán con el ingente saldo de 7 mil muertos propios y 9 billones de dólares. Pero esta intención chocó con la profundización del alineamiento ruso con China; y la prepotencia hostil que ensayó contra Irán en la ilusa convicción de que lo estaba cercando, al punto de atentar y cobrarse la vida del General Suleimani y generar una situación de altísima tensión en la región.
El acuerdo sionista-wahabí (Israel y Arabia Saudita) es absolutamente funcional a la idea de Medio Oriente tutelado y pretende poder operar sobre el cambio del sistema político de Irán; sostener y alentar la kurdistización que redunda en secesiones en Irak, Turquía, Siria e Irán. En lo económico organizar una Federación con aliados para la explotación de petróleo en el desierto de arena internacional de Rub al Jali y en Ogadén, bajo control etíope; garantizar el control del puerto de Adén, en Yemen; y poner en manos del Bin Laden Group la construcción de un puente ferrocarretero entre Yibuti y Yemen. Tratar de tomar el control de Yemen y Etiopía para gravitar en el estrecho de Bab el-Mandeb por donde pasa gran cantidad de la producción petrolera global; hay que considerar que esta alianza perversa ya controla Sudán del Sur y Somalilandia, dos países que inventaron a expensas de despedazar otros estados.
¿A dónde van las tropas que estaban en Afganistán?
El presidente Biden además de poner en duda la posibilidad de que los Talibanes ingresaran a Kabul (los hechos evidencian su cinismo) ha reafirmado su voluntad de retirada absoluta del territorio.
La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán e Irak no redundará en el fin del guerrerismo en la región ni de su injerencismo.
La retirada de Estados Unidos y la OTAN de Afganistán significa mantener fuerzas ágiles y reducir la carga de los costos. La estrategia a largo plazo es controlar la región. Sus hipótesis de conflicto principales le imponen controlar el Asia Central. Par ello ya hay avanzadas conversaciones con Tayikistán y Uzbekistán para evaluar posibilidades de cooperación militar. Estados Unidos intenta influir en Asia Central mediante la construcción de ferrocarriles desde Kazajstán, Uzbekistán y Afganistán a lo largo de la costa del Mar Caspio.
Las tropas desplazadas de Afganistan del CentCom facilitan la instalación de las mismas en las fronteras de China y Rusia.
Lejos de traer paz a la región el CentCom preanuncia más caotización y guerrerismo en las propias fronteras de sus dos principales enemigos.