Abraham Guillén: los orígenes remotos de la resistencia peronista (1955-1960)

La historia de un mentor de la guerra de guerrillas

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Siempre que se plantea el estudio del peronismo revolucionario se habla de John William Cooke, Carlos Olmedo o Gustavo Rearte. Incluso en las acciones de Montoneros (por sólo nombrar al grupo más hegemónico) se ven las lecturas de Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz o de Frantz Fanon. Muy pocos saben de la influencia política-ideológica de Abraham Guillén, quien además de poseer una increíble obra editorial, realizó la acción concreta que lo transforma en el mentor de la guerra de guerrillas en América Latina.

 

En Castilla La Mancha, Guadalajara, existe un pequeño pueblo llamado Corduente, allí nace Abraham Guillén Sanz un 9 de marzo de 1913, campesino como su familia, se cría haciendo agricultura y adquirirá el oficio de resinero. Cuando comienza la República se traslada a Madrid, logrando ingresar a la universidad para estudiar economía con una beca que le dio la Municipalidad de Guadalajara. Se integra a las Juventudes Marxistas Unificadas, pero toma distancia al ver la hegemonía comunista: este hecho determinó su abrazo al comunismo libertario (anarquismo) y comienza su militancia en las Juventudes Libertarias.

 

En 1910 se fundaba en Barcelona a partir de grupos organizados en torno al sindicato Solidaridad Obrera una confederación de sindicatos autónomos de ideología anarcosindicalista en España. En 1927 y ante el posicionamiento «moderado» de algunos integrantes de la CNT, se crea en Valencia la Federación Anarquista Ibérica (FAI), una asociación de grupos de anarquistas, que desempeñará un papel importante con la intención que el sindicato no se alejase de los postulados anarquistas. Guillén se integra a la CNT FAI. Cuando estalla la guerra civil (1936) Abraham Guillén es director de Juventud Libre y luego de Nosotros en Valencia, publicaciones de las juventudes libertarias. Llegando a un puesto de lucha de gran importancia para cualquier anarquista, como es el ser redactor del diario CNT.

 

En 1938 fue comisario político de la 14° División y del Cuarto Cuerpo del Ejército, mandado por Cipriano Mera1. Estas fuerzas se hicieron célebres en la batalla de Guadalajara (8/3/1937), así como en las batallas de Torrejón, Casa del Campo, El Prado, Brunete y Jarama. En 1938 resistieron la ofensiva de las fuerzas franquistas en el frente de Levante. Terminada la guerra civil, el 4 de abril de 1939 cayó preso en el puerto de Alicante junto a cuatro mil combatientes que esperaban en vano los buques del Comité Internacional de Coordinación2.

 

Fue condenado a la pena de muerte al ser juzgado por un tribunal de guerra franquista. Luego le fue conmutada por 20 años de prisión en la cárcel de Añover de Tajo, de donde se fuga en 1942. A partir de este hecho conforma el Comité Nacional de la CNT en la clandestinidad, cuando es nuevamente detenido en 1943, evadiéndose por segunda vez, ahora de la cárcel de Carabanchel en Madrid, de donde pasa a Francia clandestinamente en 1945, ayudado por una tribu de gitanos libertarios.

 

Allí dirigió Solidaridad Obrera, planteándose conflictos en la CNT en el exilio por su tendencia pro UNE (comunista)3.

 

defrente59El Gallego: un anarco-peronista

En 1948 emigró a la Argentina. Instalado en Buenos Aires, se desempeñó como columnista de los diarios peronistas El Laborista y Democracia y fue el editor de la revista Economía y Finanzas bajo el seudónimo de Jaime de las Heras. En 1948 comienza su relación con John William Cooke. En 1952 publicó su primer libro, El destino de Hispanoamérica, con el que comenzó a alejarse de las ideas nacionalistas del peronismo planteando la necesidad de la unidad continental para lograr la liberación Latinoamericana”4.

 

John William Cooke fue la primera persona convocada por Perón después de los bombardeos aéreos del 16 de junio de 1955. Fue nombrado interventor del Partido Peronista en la Capital Federal. Encontró una estructura corrupta y burocrática que no podía ser cambiada de un día para otro. Ante esto, Cooke intentó derrotar el golpe militar en ciernes, visitando los sindicatos y unidades básicas en un intento de insurrección popular y resistencia armada.

 

Esta política causó una fuerte oposición entre los militares y la dirigencia peronista, y hubo pedidos para que se lo arrestase aun antes del golpe de estado de septiembre de 1955.

 

Dice Richard Gillespie: “Se ha sugerido, quizás con exageración, que el plan de acción de Cooke estaba basado en la experiencia de la resistencia española a Franco y que éste la conoció a través del veterano de la Guerra Civil Abraham Guillén, amigo y colaborador de De Frente. La idea básica era organizar una fuerza guerrillera urbana clandestina que pudiera frustrar un golpe de estado por medio de actividades guerrilleras respaldadas por el apoyo y la movilización popular. Cooke debía actuar con precaución dado que el Consejo Superior Peronista había rechazado la idea de crear milicias populares, ya que sabían que aun los generales «peronistas» se opondrían a la idea, temerosos de que pudiera surgir una estructura de mando paralelo. A pesar de la falta de autorización, Cooke y otros pocos estaban preparados para actuar a espaldas de los líderes y organizar secretamente los contingentes guerrilleros. Al ocurrir el golpe de septiembre, poco es lo que se había realizado y que tuviera resultados prácticos, pero tiempo más tarde sus ideas formarían la base de la primera actividad de la Resistencia Peronista, en especial cuando Perón, en enero de 1956, les dio su respaldo táctico”5.

 

El plan Guillén-Cooke

En 1954 comenzó a colaborar en De Frente, la revista que editaba John William Cooke. Ante la inminencia del golpe militar, desarrolla junto a Cooke un plan de resistencia popular armada, conocido como el «Plan Guillén-Cooke». Luego de los bombardeos del 16 de junio de 1955 en la Plaza de Mayo que deja más de 300 muertos, a Cooke se le ocurre pedirle a Guillén que elabore un plan para la resistencia popular basado en su experiencia durante la Guerra Civil española, sabiendo que los militares conspirarían nuevamente para derribar al gobierno de Juan Perón a menos que los trabajadores se movilizaran para defenderlo. Es así como dieron forma al «Plan Guillén-Cooke», de 1955.

 

Gracias a la traducción que realiza en 2005 el periodista Hernán Reyes6 del libro A Personal Memoir of Abraham Guillén (1913-1993)” de Donald Hodges, quien publica el plan en base a los recuerdos de Guillén en 1973. El Plan llegó al Comando Superior Peronista, pero al plantear una vanguardia armada totalmente independiente del ejército, los propios militares peronistas vetaron el Plan. No concebían la falta de control. Flotaba en el ambiente la pregunta: ¿Cómo le sacamos luego las armas a esta gente? El plan articulaba a la juventud peronista, la CGT y la rama femenina de Movimiento, creando secretamente a las milicias para evitar cualquier intento militar que determinaría un golpe de Estado o más muertos del espacio peronista. Eran las bases de la resistencia peronista.

 

Dice Hernán Reyes que “Sin embargo, para el golpe militar de septiembre de 1955, estos grupos no estaban aún preparados, por lo que resultaron ineficaces. No tenían el apoyo político de los mandos peronistas y les resultaba difícil convertirse en unidades de combate capaces de resistir el embate de los golpistas. De ahí su debilidad e incapacidad de ponerse en práctica entre junio y septiembre, cuando miles de militantes se movilizaban para repudiar el intento de golpe del 16 de junio. Según Hodges, el plan quedó en papel hasta enero de 1956, cuando Perón dio la orden de comenzar la resistencia. Por entonces, Cooke había tomado el control de la estructura partidaria”.

 

El Plan Abraham Guillén-John William Cooke se organizó en seis puntos básicos

 

1. Vanguardia popular armada: Debe haber una vanguardia armada, organizada sobre las bases de los más avanzados cuadros políticos peronistas. Debe ser rigurosamente clandestinas, y no sólo servir para asustar al enemigo. Teniendo en cuenta que el ejército profesional está preparado para resistir exitosamente cualquier tipo de ataque que ponga en peligro su monopolio del uso de la fuerza, organizar guerrillas para defensa propia y con el consenso de un gobierno popular es una invitación a un Golpe de Estado. La única alternativa factible es organizar guerrillas en secreto, clandestinas.

 

2. Ejército y guerrillas: Si bien el ejército regular es muy grande y la guerrilla es en principio muy chica, el balance de las fuerzas sociales debe inclinar la balanza a favor de las guerrillas. Un gran ejército represor debe ser derrotado por una resistencia popular con la condición de que la vanguardia armada ponga en movimiento un movimiento insurreccional apoyado por el pueblo y operando en grandes ciudades, donde las guerrillas cuentan con un mayor apoyo de la población.

 

3. Ejército de superficie versus tácticas de frente y línea: Cuando un enemigo es más fuerte en número y capacidad de fuego, se puede derrotarlo únicamente haciendo lo contrario de lo que él hace. Si el ejército regular concentra su poder y sus fuerzas en un solo lugar, hay que atacarlo simultáneamente en otros lugares en los que no esté preparado para entrar en combate. El enemigo debe ser tomado por sorpresa y atacado en los puntos en los que el número y la capacidad de fuego favorezcan a la guerrilla, que debe ser más fuerte que el enemigo en una situación dada. A pesar de que el Ejército represivo es más fuerte en general, siempre es más débil durante períodos de tiempo y espacio determinados por la guerrilla. La resistencia debe ser más fuerte que el Ejército Regular, pero en un punto y en un instante. Poco importa que el ejército sea más fuerte en otros lugares; siempre habrá un punto en el que las guerrillas puedan derrotarlo. De este modo, las guerrillas pueden derrotar al ejército en una operación tras otra hasta que se vuelvan más fuertes y el ejército se vuelva más débil. Ésta es una regla fundamental de la guerra revolucionaria.

 

4. Espacio y población: Las guerrillas nunca deben aferrarse o defender un terreno fijo. Enfrentadas con un ejército contrarrevolucionario, deben morder y desaparecer. Teniendo en cuenta que el enemigo es superior en la dimensión espacio, las guerrillas deben ser más fuertes en la dimensión tiempo. Pueden crecer ganando cada vez más población. Las fuerzas represivas y contrarrevolucionarias aspiran a dominar no sólo el espacio, sino también la gente que allí vive. Nada los detendrá en su camino, ni siquiera las masacres de personas indefensas. Pero este uso de la fuerza, en violación de principios morales elementales y de los derechos humanos, es un signo de debilidad. Las guerrillas deben tomar ventaja de esa debilidad asistiendo a las víctimas de la represión y alentando la resistencia de las masas a través de la propaganda armada y política capaces de catalizar un movimiento insurreccional. El secreto es ceder espacio y durar en el tiempo. En resumen, la estrategia de la guerrilla debe ser durar hasta que la conciencia y voluntad de la gente se hayan transformado, hasta que la vanguardia armada se convierta en popular.

 

5. Estrategia de la guerrilla: Enfrentada con un golpe militar que haya depuesto un gobierno popular, es suficiente con tener grupos de guerrilla urbana que entren en acción en una o en varias grandes ciudades para que el ejército no pueda establecer su propio orden y leyes. Si las poblaciones tanto urbanas como rurales son arrastradas por la guerrilla hacia una resistencia popular el ejército se verá entonces rodeado y obligado a retroceder. La lucha contra un gobierno de facto es básicamente política. Sumergida en las unidades básicas del peronismo, en los barrios obreros y en los principales lugares de trabajo, las guerrillas urbanas cuentan con una enormidad de recursos para lanzar acciones recurrentes contra las fueras de represión. El rol político de las Guerrillas es servir de locomotora al tren popular. Deben por ende perseverar en sus operaciones y forzar al ejército a retroceder frente a una población hostil.

 

6. Política, Estrategia y Táctica: Si “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz), entonces un partido popular debe llegar a ella cuando todos los caminos legales están cerrados. Cuando un gobierno popular es amenazado o depuesto por un golpe militar, la única estrategia efectiva es la del ‘pueblo en armas’. Cuando la paz de rodillas es peor que el riesgo de muerte a través de la violencia, la población debe tratar de arrojar fuera a sus tiranos. No obstante, la violencia de los oprimidos no triunfará si no tiene una visión clara de sus objetivos políticos, si su estrategia es improvisada y sus tácticas espontáneas. Una escalada militar contra un gobierno popular es una gran ocasión para transformar el golpe militar en una guerra civil. La Guerra Civil Española comenzó de esta manera y ofreció varias posibilidades de victoria para las fuerzas populares. Desde que el Gobierno Peronista estuvo al margen de la legalidad, pudo haber sido posible dividir las fueras armadas y la policía como en España en 1936. Se pudo haber derrotado al enemigo en unos pocos días, antes de que los gobiernos imperialistas hubieran intervenido y apoyado a los golpistas. Una Guerra Civil rápida ofrece la mejor estrategia: impide que el enemigo restablezca la ley y el orden; toma gran ventaja del momento de entusiasmo de las masas para el combate, minimiza el posible daño a las fueras productivas y salva al pueblo de un sufrimiento prolongado. Pero para eso, es necesario el apoyo popular a escala nacional.

 

Este Plan Guillén-Cooke, que luego será ofrecido a Manuel Mena (El uturunco) para realizar la primera experiencia guerrillera en la argentina, tiene bastante similitud con el primer “manual guerrillero” que Abraham Guillén inserta en el segundo volumen de La agonía del imperialismo (1956-1957). En dicho manual de prácticas guerrilleras dentro del capítulo «La lucha armada contra el imperialismo». El manual llega a la guerrilla cubana y es incorporado a sus tácticas. En 1965 se publica en Buenos Aires la obra de Guillén «Teoría de la violencia», y el mismo año aparece en Montevideo la primera edición de su «Estrategia de la guerrilla urbana»; son obras que sirven de base estratégica para los Tupamaros en Uruguay y para la guerrilla brasileña de Marighella y Lamarca, así como para la lucha urbana que ese mismo año se desarrolla en Santo Domingo (varios exiliados dominicanos son aleccionados directamente por Abraham Guillen en Buenos Aires). se percibe un proceso de traducción marxista del Plan Guillén-Cooke, es despedido y silenciado de todos los medios de prensa donde trabajaba.

 

guillen2La Resistencia

En septiembre de 1955, Perón viajaba rumbo al exilio. En mayo de 1956 el general de división Juan José Valle se encontraba en la calle Castelli de Avellaneda, seguramente pensando en las directivas que en enero de aquel año circulaban por la naciente resistencia peronista. Valle sabía que se jugaba un patriada, pero no estaba solo en esas mismas directivas, Perón dice que “Cada casa debe ser una unidad básica y cada peronista un jefe y un vigía de nuestro Movimiento”. Valle fue fusilado el 12 de junio de aquel año en la Penitenciaría de Las Heras. “Entre mi destino y el suyo, me quedo con el mío” le dejará escrito al presidente fusilador Aramburu, que será fusilado unos años después por los nacientes Montoneros .

 

El hecho que no hubiera una organización centralizada permitió al peronismo sobrevivir. Brotaron formas organizativas que imitaban aquellas montoneras de Felipe Varela o el Chacho Peñaloza en el siglo XIX. Se atacaba en un lado y cuando las fuerzas represivas llegaban surgía otro hecho, en otro lado. Petardos, “caños”, sabotaje, expropiaciones revolucionarias, transformaron al peronismo en resistente, le dio una nueva identidad. Esas primeras generaciones no eran los hijos de los gorilas que emergeran contra sus padres en los ‘70. Eran los jóvenes que en realidad habían vivido la última etapa del peronismo.

 

No había grandes debates ideológicos, la emergencia transformaba a esta primitiva juventud peronista en “hombres de acción”.

 

Tuli Ferrari fue uno de los fundadores de la gloriosa Jotapé en 1955. Se fue a afiliar a la Unidad Básica el 21 de septiembre de 1955, el día que derrocaron a Perón. Llegó a la Unidad Básica cuando estaban quemando los archivos. No pudo afiliarse

 

Leían El Líder, un periódico de la CGT que salió hasta la caída de Lonardi, con los artículos de Jauretche. Cierto día salió un aviso convocando a la Juventud Peronista a un local de la calle Riobamba. Se encontró con Tito Bevilacqua y Alberto de Morra, que preparaba un comando vinculado a la juventud. El local fue allanado y clausurado, conociendo a Rodolfo Traversi, primer secretario de la Juventud Peronista y al mítico Jorge Eduardo Rulli7.

 

El Comando Nacional surgió en un local de la calle Riobamba con Marcos y Lagomarsino, luego se incorporó Cooke, hasta que cayó preso. El objetivo era desplazar a la dirigencia traidora del peronismo. La lucha de la Juventud Peronista empezó en 1957 en la calle Lavalle, cuando el diario Palabra Argentina de Alejandro Olmos, convocó a una Marcha del Silencio en conmemoración del 9 de junio. Eran cincuenta o cien muchachos, primero en silencio, pero después, cuando los comandos civiles (que en realidad eran militares de la Marina) los cagaban a palos, el grito era ¡Viva Perón! Caían presos. Dice Tuli Ferrari que: “Para mí fueron muy importantes esos treinta días porque el submundo de la cárcel era muy raro, las líneas negociadora y dura… Conocí a todo el jetoneo peronista en Caseros. Todos querían jugar al ajedrez conmigo para melonearme en la interna carcelaria. Y yo me sentía Gardel”8.

 

De la banda de Corrientes y Esmeralda salió el primer grupo de la Juventud Peronista. Ahí lo conocieron a Pocho Rearte y empezó la vida de agitación permanente. Eran Énvar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli, el gordo Cerdeira, Spina, y alguno que otro marginal que se prendían en aquella aventura y a la larga defeccionaron.

 

Iban todas las noches a joder a Corrientes y Esmeralda. Inventaron “el cazagorila” que consistía en poner una foto de Perón y cuando pasaba algún gorila y le hacía algo, cobraba. Otra forma era cuando salía la gente del cine uno gritaba: «¡Viva la Revolución Libertadora!», y el otro «¡Viva Perón!». Siempre alguien respondía y vivaba a. la Libertadora, y lo fajaban. Muchas veces cobraban los muchachos peronistas. Se transformaron en luchadores callejeros. La resistencia comenzó con militantes que utilizaban la gran herramienta de esa época como el periódico y el caño. Periódicos como “Lucha Obrera”, “El Líder”, “El Lidercito”, “El 45” de Arturo Jauretche y “Palabra Argentina”, de Alejandro Olmos.

 

Dice Jorge Rulli: “Un día me atreví a ir al local de Palabra Argentina, y lo encontré durmiendo en un rincón al Tuli Ferrari. Tenía varios años más que yo y era muy ardiente y muy delgado, un hombre de verbo apasionado, un prototipo al que yo seguí hasta el ’60, en que se marchó. Cuando volvió era otro. También lo conocí a Tito Bevilacqua, uno de nuestros primeros muertos. Lo mataron en 1960, la misma noche que golpeamos a la Aeronáutica en Ciudad Evita. A Pepe Pignataro, un héroe de la Resistencia, uno de los que más caños puso en la historia del peronismo”9.

 

Y agrega que: “En realidad las Marchas del Silencio nos marcaron a toda una generación, que repudiaban aquella “Revolución Fusiladora” Las Marchas fueron dos, después de los fusilamientos del 9 de junio, y las organizó Palabra Argentina, que no era un diario peronista, se cuidaba de no serlo. Era nacionalista popular y daba lugar a aquella JP, porque cuando terminaba el acto uno podía gritar «¡Viva Perón!» y establecer contactos en el margen de esa realidad política dictatorial. Era la denuncia de la persecución y el intento histórico de destrucción del peronismo que llega hasta nuestros días. En esas marchas se reconstituía el Peronismo”10.

 

Cuando salían del trabajo, iban a poner pastillas de cloruro de potasio, o azufre y azúcar, en los tranvías.

 

En el 1958 eran la Juventud Peronista, después de la elección de Frondizi. Acataron la orden de Perón de votarlo, que llevó Susana Valle (la hija del General Valle) a través del capitán Anzorena. En el patio del Sindicato de Farmacia que prestaba Jorge Di Pascuale (hoy detenido-desaparecido) todos los grupos de Juventud se reúnen y forman la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista. Fue la primera conducción que todos aceptan. De la vieja historia había quedado Funes: el resto eran jóvenes formados en las luchas callejeras, muy agresivos, muy desprovistos de conocimientos: Tuli Ferrari, Gustavo Rearte, Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Envar El Kadri, Felipe Vallese (primer desaparecido peronista) y Jorge Rulli.

 

Hacia 1959, decenas de grupos peronistas se hallaban empeñados en realizar pequeñas acciones armadas de resistencia a la «Libertadora», sin que llegara a consagrar esta práctica como una estrategia de toma de poder. No obstante, para algunos grupos de la Resistencia Peronista las tácticas variaron a partir de la finalización de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre, cuando se plantearon la necesidad de combinar la lucha política con el desencadenamiento de la guerrilla. No es de extrañar que estos planteos hayan atraído a Guillén quien veía en esta tentativa la materialización de su fórmula del «pueblo en armas».

 

Los Uturuncos

El puntapié inicial vendría de la mano del Comando «17 de Octubre», ligado a Cooke. La nueva táctica produce fisuras en el «17 de Octubre» que se divide en dos fracciones, una de las cuales decide la creación del comando guerrillero «Uturuncos», cuyo primer grupo subió al monte tucumano en octubre de 1959. Hay quienes sugieren que el mismo Guillén subió al monte, además de cumplir funciones como miembro del Comando Político que operaba en Buenos Aires recaudando apoyo económico entre algunos intelectuales, como José María Rosa y Silvio Frondizi. Tras el fracaso en los primeros intentos del grupo, Guillén fue encarcelado en el marco del Plan Conintes, permaneciendo preso tres meses11.

 

En 1958 Abraham Guillén, vinculado a sectores de la resistencia peronista, comenzó a entrenar y a participar en las acciones del Movimiento Peronista de Liberación-ELN en Tucumán, base de lo que sería Uturuncos12. Ya Perón advierte en el terreno en que se da la lucha: “Pero es necesario que la lucha sea básicamente de guerrillas13”. Si bien podemos afirmar que Perón en su estrategia cotejaba la culminación del proceso insurreccional con un hecho militar, y que éste sería afrontado con un “levantamiento civil y militar”, se preocupará constantemente por educar al movimiento contra el golpismo -que sólo sería “salir de las manos de una dictadura para caer en otra, en pos de acentuar la resistencia civil, único camino para asegurar que el pueblo y él mismo, lleguen al poder14.

 

Muchos años después, Guillén recuerda que: “Los Uturuncos» fueron la primera guerrilla urbana y rural (ambas combinadas) en los finales y comienzos de los años 1959 y 1960. Al unir el campo y la ciudad en los guerrilleros «Uturuncos», mi punto de vista estratégico, político, económico y social, era dar a la guerra revolucionaria, sobre todo, un carácter estratégico opuesto a la batalla o el combate de línea; es decir, que una guerra de pueblo en armas, si quiere vencer a un gran ejército represivo, tiene que ser una guerra en superficie, en todo un territorio nacional, como si fuera hecha a manera de una piel de leopardo, circulando los guerrilleros por todos esos intersticios. Como los combatientes «uturuncos» eran (casi todos) peronistas, yo estimé que ello constituía una limitación política, pues una guerra revolucionaria debe englobar a todo un pueblo y no sólo a un partido. Si la concepción política es mala o estrecha, por más brillante que sea la táctica y la estrategia guerrillera, se pierde la guerra revolucionaria o no se supera el estado primario de pequeños grupos de acción que no se convierten en ejército de liberación, en pueblo en armas,único medio de alcanzar el triunfo”15.

 

uturuncosTras el fracaso del método insurreccional Abraham Guillén propone la guerrilla desde el monte. Se conforma un estado mayor con Manuel Mena y Genaro Carabajal. Dice uno de los participantes José Luis Rojas: “Y ahí el Comando 17 de Octubre se divide en momentos en que Mena se pone en contacto con el Gallego Guillén, y el Gallego Guillén, que venía de la revolución española, plantea la lucha en otros términos, no ya en términos de huelga revolucionaria que ya había mostrado que como método no servía. Entonces, al no haber una salida electoral, con el fracaso de los partidos blancos, laboristas y toda esa runfla de partiditos que se han formada nada más que para beneficio personal, porque levantando las banderas peronistas iban a elecciones y salían elegidos, pero medraban en beneficio propio; nunca se planteaban en serio la vuelta de Perón. Ellos querían explotar el movimiento peronista en beneficio propio. (…] querían nada más actuar en un terreno legal, digamos. […] Cuando el Gallego Guillén dice: ‘No, aquí hay que hacer la guerra’, y para hacer la guerra hay que hacer una guerra con los medios que el pueblo tiene, que en forma natural el pueblo va buscando sus cauces con recursos naturales del propio pueblo, está planteando una guerra revolucionaria, una guerra moderna basada en los factores que él llamaba generar espacio y generar tiempo. (…] Ya habían pasado tres años, unos golpeando las puertas del sindicato y otros golpeando las puertas de los cuarteles, todo había fracasado, la huelga general revolucionaria no llegaba nunca porque todos los dirigentes estaban vendidos y los cuarteles, con la muerte del general Valle, también se terminó, porque fue un movimiento totalmente entregado que termina con el fusilamiento. Quedaba eso, lo único que nosotros teníamos, los recursos naturales del pueblo son ésos: salir a pelear con cualquier elemento que condujera a la vuelta de Perón, es decir, un movimiento armado que lo traiga a Perón. Eso es la idea… la idea fundamental era que ya rompíamos con todo el pasado y, haciéndole caso a Perón, agarrarnos el bastón del mariscal”16.

 

Tras la desarticulación de la experiencia uturunca en 1960, fue encarcelado durante tres meses en el marco del llamado Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). Allí se conoce con Jorge Eduardo Rulli quien lo describe de la siguiente manera: “Me crucé con el viejo Guillén en la Cárcel de Las Heras durante el Conintes en que estuvo detenido un tiempo con nosotros. Año 60. Sus dos tomos sobe el imperialismo era una de mis lecturas favoritas hasta que me cansaron. El viejo Guillén que debía ser de la misma edad que yo tengo ahora, poseía la facultad de transmitir un optimismo incansable por la causa revolucionaria y por un futuro a la vez determinista y mesiánico, un porvenir que sabia predicar como un orate iluminado por una fe supuestamente científica en la determinación de la historia. Y fue lo que hizo con nosotros, un grupo de jóvenes de la juventud peronista que estábamos allí y que lo escuchábamos arrobados. Recuerdo cuando volvimos del Consejo de Guerra que nos había juzgado en el Cuartel de Patricios, con unas condenas de reclusión de seis años… Cuando uno tiene 19 años seis de cárcel es para toda la vida… es como la perpetua… estábamos abrumados.. . además la operación para rescatarnos de los camiones que organizaba Gustavo Rearte y José Luis Nell había fracasado… Entonces, el viejo nos levantaba el ánimo, y nos hablaba desde su propia experiencia como desde un oráculo… no me lo puedo olvidar… ‘Qué importan las condenas’, decía…’las rejas son de paja… lo que vale es la organización… con seis años de condena adonde nos llevarán?… a Rawson, en la Patagonia… pues mejor… tomamos la guardia y nos alzamos con las armas del penal y de allí, con los vehículos que requisemos, encolumnados y en marcha a la montaña… a comenzar la guerra de guerrillas’ . Pero viejo -le deciamos-, las montañas quedan lejos de la cárcel…’No hay distancia que no se pueda vencer’ nos replicaba ‘importa la voluntad y la decisión, las armas las tiene siempre el enemigo, los barrotes son de paja, iniciaremos la guerra un puñado de decididos y luego seremos miles, hasta que nos extendamos por todo el Andes…’ Y así continuaba por horas… recuerdo que remataba siempre con una condición sine qua non para ayudarnos… una condición que nos terminaba de convencer que el Comandante de milicias, hablaba en serio… esa condición era que en algún momento del triunfo revolucionario lo dejáramos partir con parte del ejercito de liberación para reconquistar y liberar España… Estábamos en esos diálogos una mañana cualquiera de primavera de ese año ‘60, cuando el guardia voceó su nombre desde la reja y se fue en libertad. Lo abrazamos pero sentimos que algo mágico que habíamos construido había estallado como un globo… A nosotros días después nos trasladaron, primero a la cárcel militar de Magdalena y luego a la cárcel de Viedma en la Patagonia, nunca pudimos tomar el penal ni tampoco iniciar la guerra de guerrillas… por lo menos del modo en que nos lo había enseñado Guillen… al Viejo no lo vi nunca más… pese a todo, le guardo un gran cariño pero con pena y con bastante ternura, no tan solo por él, supongo que también por esa juventud que pasamos entre rejas, rejas que no eran de paja…”17.

 

Justo cuando Serravalle y sus Uturuncos asaltaban la comisaría de Frías, Manuel Mena “El gallego” y Abraham Guillén “El maestro” habían ido a Buenos Aires a recabar ayuda a Cooke. Éste delegó en su compañera, Alicia Eguren, la tarea de coordinar la ayuda hacia la guerrilla. Fue a través de Alicia como los impulsores de la guerrilla contactaron con los grupos de la Juventud Peronista bonaerense que habían manifestado su admiración por los uturuncos. Con estos militantes, Mena constituyó un nuevo grupo guerrillero.

 

Tupamaros

A principios de abril de 1961 viajó a Cuba, donde permaneció un año como entrenador de cuadros guerrilleros y pasó luego a Montevideo, Uruguay, donde colaboró en el periódico Acción bajo el seudónimo de Arapey; publicó diversas obras sobre economía latinoamericana y táctica guerrillera. Dice Guillén: “Con Sendic me vi pocas veces, pues andaba siempre clandestino. Pero había cuatro comandantes que recibieron preparación sobre estrategia de la guerrilla urbana. Estos eran los hombres de acción, mientras que Raúl Sendic era más bien un político, ex-dirigente del Partido Socialista, muy vinculado a los obreros cañeros del Departamento de Artigas. Tanto es así, que la consigna de estos cañeros era la siguente: «Por la tierra y con Sendic». No era ese movimiento guerrillero, sino reformista, pues pedía la reforma agraria en los latifundios de los cultivos de caña de azúcar. Hasta 1965, el grupo de Sendic, muy castrista, estaba limitado a realizar marchas por carretera hasta Montevideo pidiendo tierra para los obreros cañeros. Como Fidel Castro, «Che» Cuevara y Regis Debray, no concebían la guerra revolucionaria fuera de las montañas, y el Uruguay no las tenía, no había posibilidad de crear así un movimiento guerrillero, según la doctrina cubana.

 

Justamente en 1965, cuando publiqué Estrategia de guerrilla urbana, los «Tupamaros» vieron una luz, pues yo decía que los «bosques de cemento son más seguros que los bosque de árboles. Y que las ciudades tienen más recursos logísticos que el campo. Y como nuestra civilización es capitalista y concentra el capital y las poblaciones en las ciudades a ritmo acelerado, en países como Uruguay con más del 80 % de población urbana, era absurdo ir a hacer la guerra revolucionaria en el campo, donde hay más vacas y ovejas que población rural. Por consiguiente, las teorías fidelistas y maoistas de la guerra revolucionaria no eran apropiadas para países industrializados o subdesarrollados con más población urbana que rural […] Está todavía muy próxima su experiencia: creo que fue muy brillante tácticamente, pobre estratégicamente y débil políticamente, pues intentaron copiar la revolución cubana. Mi punto de vista es que no se hacen dos guerras con la misma estrategia ni dos revoluciones con la misma política. La revolución hay que inventarla y reinventarla, sin limitarse a desalojar del Poder a una minoría dominante, para establecer una dictadura de tipo stalinista. Si un pueblo se ve constreñido entre una dictadura que puede caer y otra que se puede levantar en lugar de ella, cae así en la indiferencia política, pues el pueblo prefiere el socialismo y la libertad y no la dictadura de las burocracias o de las burguesías. Al no descubrir las leyes específicas de la guerra revolucionaria en el Uruguay y ofrecer un programa de socialismo autogestionario, creo que los «tupamaros», por ser fieles al modelo castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista o soviético, no creo que arrastre a las masas hacia una Revolución de tipo cubano, ni en América Latina ni en ninguna otra parte. Fui el inspirador táctico y estratégico de los «tupamaros», pero mi origen libertario me separaba políticamente de ellos, fervientes castristas, aunque alguno era también libertario. Al no compartir mi propuesta de socialismo autogestionario, apropiada para un país que le sobra espacio y le falta población, se fueron alejando políticamente de mí y acercándose a Fidel Castro. Ellos creyeron que yo era un romántico por no ser partidario del socialismo estatal, de la democracia directa, de la propiedad social, del federalismo económico y administrativo. Su castrismo y guevarismo condujo a los «tupamaros» a un dogmatismo político de tipo marxista-leninista, lo cual les procuró población estudiantil; pero no población adulta, urbana y rural, en cantidad y calidad para volcar el país en su favor. Y si una guerrilla, cualquiera que sea y en cualquier país que actúe, no gana población con sus acciones, tendrá, en el mejor de los casos, victorias tácticas, pero finalmente una derrota estratégica y política”18. Estos conceptos fueron desarrollados en su Teoría de la violencia (1965). En el Uruguay estuvo vinculado a Raúl Sendic y el grupo fundacional de Tupamaros, así como a la FAU.

 

el-destino-de-hispanoamerica-de-abraham-guillen-18037-MLA20148926645_082014-FGuillén y el foco

En 1969 publica en Montevideo un libro titulado Desafío al Pentágono donde realiza una crítica al foquismo. Allí explica la incongruencia de las tesis de Regis Debray, del libro Revolución en la Revolución. La tesis del «foquismo» cubano es que todas las guerras revolucionarias hay que hacerlas desde el campo, desde las montañas. Guillén plantea que “La ciudad populosa más apropiada a la guerrilla en la época del capitalismo. Indico que si en la Edad Media, cuando toda la población estaba en el campo, no han triunfado las guerras campesinas, ¿cómo podrían hacerlo ahora en plena civilización urbana? Aclaro que la Revolución cubana no se hizo exclusivamente en Sierra Maestra, sino que hubo más muertos y más combates que en ésta en las ciudades; que se propagó la insurrección en superficie apareciendo en segundo frente de Escambray»; que se luchó por todo Cuba; y que eso hizo que el ejército batistiano, cogido entre dos frentes, tuviera que rendirse, no sólo frente a Sierra Maestra, sino porque está copado por su retaguardia, en las ciudades. Otra consigna simplista es la de que «el poder viene del cañón del fusil». Si fuera esto verdad, los suboficiales y los sargentos darían los «golpes» de Estado; pero son los generales y los coroneles los que los dan; aunque no estén todos los días con los fusiles y los soldados. Y es que sin fin político no hay visión de lo estratégico. Los generales piensan en políticos y por eso dan los «golpes» de Estado; pero los sargentos y los suboficiales no piensan ni en generales, ni en políticos. Así, teniendo más de cerca las armas y los soldados, los suboficiales y los sargentos casi nunca producen un «golpe» de Estado y, cuando lo dan, lo pierden posteriormente porque no saben qué hacer con el Poder”19.

 

Se reencontró aquí con Joe Baxter, a quien había conocido en Cuba. Tras el golpe militar uruguayo de junio de 1973, Guillén había concluido, entre otras cosas, que era inconveniente establecer bases urbanas fijas, así como construir un «microestado»; también descartaba el uso de «cárceles populares»; pues implicaba un sistema paralelo de represión y, sobre todo, concluía que había que evitar aislarse de los sentimientos y deseos populares pues toda «victoria militar resulta inútil si no es políticamente convincente». Por su excesiva militarización y profesionalización, los Tupamaros se habrían aislado de las masas urbanas. Retornó entonces (1973) a Buenos Aires, donde se desempeñó como profesor de Economía Política en la Facultad de Filosofía y Letras y como director de Investigación Económica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Entre 1973 y 1974 colaboró en el diario La Opinión.

 

Guillén fue una de las influencias teóricas de Montoneros, si bien ésta se vio eclipsada en la práctica por otras, como la de von Clausewitz. Rulli aclara que: “La influencia de Guillén es de fines de los cincuenta y principios de los sesenta. Tengo idea que influyó o tuvo una participación en los Uturuncos pero no lo puedo precisar. A poco andar se descubría como demasiado panfletario y poco sustancial, no tuvo la obra de Guillen una prolongada influencia, creo yo. Se lo conocía en todos los sectores pero en la época de debates internos como el de los iluminados entiendo que no eran obras tenidas en cuenta […] En toda esta etapa la obra de Guillen ya no es tenida en cuenta en absoluto, todo lo contrario, la influencia cubano soviética barre con el gallego e impone otros paradigmas. Si algunos sectores cristianos lo tuvieron en cuenta no lo sé. En el Conintes yo era de los pocos sino el único que lo leía, en general no se lo consideraba serio en los medios militantes”20.

 

Guillén: verdad y libertad

Amenazado por la Triple A, se exilió a fines de 1974 en Lima, Perú, donde colaboró en el diario La Prensa y se desempeñó como especialista de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo. A lo largo de sus 30 años de exilio latinoamericano, apadrinó el desarrollo de las guerrillas latinoamericanas, ante las cuales apareció como un experto en estrategia y táctica militar revolucionaria.

 

Concluía en aquel histórico reportaje de la revista “La bicicleta” diciendo: “En resumen: un revolucionario para poder asumir la historia en un momento crítico debe conocer las leyes de la dialéctica y de la economía política; dominar la política científica; unificar su pensamiento y su acción; saber esperar una ocasión histórica, que siempre se presenta, para transformar el mundo y resolver las contradicciones que se opongan al interés general; plantearse a cada momento sólo lo que se pueda resolver, sin ser centrista ni oportunista; no destruir sino aquello que se pueda sustituir para no adelantarse ni atrasarse en los cambios de estructuras socio- económicas, políticas, culturales y jurídicas. Por encima de todos los dogmas y sectarismos, un revolucionario debe ser fiel a la verdad y a la libertad; no hablar ni proceder en infalible, sino aceptar la prueba y el error, la pluralidad de criterios; rechazar el culto a la personalidad; dejar que la Sociedad haga cuanto mas mejor, sin la tutela del Estado. Y estar siempre dispuesto a aprender del error para llegar a la verdad sin olvidar jamás que sólo se ve lo que se sabe y, por tanto, se ve tanto mejor el futuro, el presente y el pasado cuanto mejor se los sabe. El pueblo ve poco porque sabe poco; es necesaria una revolución cultural permanente para que el pueblo por el saber tenga el autopoder para ser él, únicamente él, el sujeto activo de la historia, superando as¡ las estructuras políticas de dominación por la autogestión, sin burguesía. monopolistas no burocracias totalitarias. La guerrilla peronista de los Uturuncos así como la que lideró Hugo Blanco en el Perú, pasando por la guerrilla uruguaya de los Tupamaros, lo reconocieron como un maestro. Tras la muerte del General Francisco Franco retornó a España, desarrollando en Madrid intensa actividad como conferencista, autor de nuevos libros y periodista. Sus colaboraciones en la prensa anarquista internacional y en el periodismo político son incontables. Fue designado catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. Publicó alrededor de 50 libros, dejando inéditos, entre muchos otros, cuatro tomos titulados La guerra. España (1936-1939).

 

Conclusión

La influencia teórica de Abraham Guillén, su impronta está determinada por su pensamiento y accionar coherente. Su intento de creación de guerra de guerrillas comienza con los olvidados Uturuncos como antecedente de fines de 1960 del proceso de radicalización que tiene su apogeo en la década de 1970. Ahora bien, muchas de estas ideas explican el accionar político militar con un contenido de “nación en armas” que implica la descalificación de toda aventura militarista. La ideas de Guillén fueron abandonadas por la militancia de las clases medias en los ’70 y esto mismo lo transformó en vanguardias esclarecidas saltando al vacío al decir de Rodolfo Walsh. Guillén afirma contundentemente que “Un Ejército Popular de Liberación, que realiza una guerra político-militar, tiene que desarrollarse en dos direcciones: una política, que tiende a ganar la simpatía y la ayuda de la población civil, y otra, militar, que permita reponer y ampliar el material y los hombres perdidos en acciones de guerra. Claramente las ideas de este teórico de la guerrilla fueron sepultados por la historia, por la misma violencia que nos sacudió. Es momento de realizar el debate tantas veces pospuesto. Llegar a la verdad y a la justicia también implica salir de la trampa siniestra de un pasado oculto, como bien lo expresa Jorge Rulli: “… Los horrores causados por la dictadura militar tuvieron entre muchos otros, el efecto de cancelar toda discusión sobre los años 60 y 70. Fueron tantas y tan espantosas las violaciones a los derechos humanos que nos vimos obligados a postergar los debates necesarios para comprender una época clave e imprescindible que a su vez permitieran llegar a la comprensión del propio presente en que vivimos, en especial para las jóvenes generaciones que necesitan retomar la memoria histórica, tender puentes con el pasado, saber de dónde vienen para luego saber hacia dónde se dirigen. No sólo se canceló lamentablemente, el debate de aquella época, sino que también se diluyeron y banalizaron durante el menemismo y por el predominio de la idea setentista de que la gloria es cosa del pasado, se diluyeron las diferencias de aquellos años entre los diversos actores y como en una noche oscura todos los gatos fueron pardos, y los protagonistas de aquellos años complejos quedamos, al igual que la sociedad, sin poder hacer el balance de nuestras luchas y sin poder hacer el examen de una época clave, monopolizada la palabra interpretativa por no más de tres formadores de opinión pública, por todos conocidos”21.

 

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Notas

1IÑIGUEZ, Manuel, Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español. Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid, 2001.

2TARCUS, Horacio, Diccionario biográfico de la izquierda argentina: De los anarquistas a la nueva izquierda (1870- 1976), Buenos Aires. Emecé Editores, 2007, pp. 209-301

3THOMAS, Hugh, Historia de la Guerra Civil Española. Círculo de Lectores, Barcelona, 1976.

4REYES Hernán, «Abraham Guillén: teórico de la lucha armada», en Lucha Armada N° 4, septiembre-noviembre 2005: 56-67.

5 GILLESPIE, Richard, J. W. Cooke: El peronismo alternativo, Buenos Aires, Cántaro editores, 1989 p. 24

6REYES Hernán, «Abraham Guillén: teórico de la lucha armada», en Lucha Armada N° 4, septiembre-noviembre 2005: 56-67.

7CICHERO, Marta, Cartas peligrosas: La apasionada discusión entre Juan Domingo Perón y el padre Hernán Benítez sobre la violencia política, Buenos, Aires, Editorial Planeta, 1992, p. 236

8CICHERO, Marta, Op. Cit., p. 237

9 RULLI, Jorge, Entrevista realizada por Guillermo Daniel Ñáñez el 11 de agosto de 2007

10Ibidem

11SALAS, Ernesto, Uturuncos: El origen de la guerrilla peronista, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2006

12UTURUNCOS: La primera tentativa de guerrilla rural data de diciembre de 1959. Es la que llevan adelante los Uturuncos, «hombres tigres» en idioma quechua. Hombres transformados en tigres que inmunes ya a las armas salen a defender sus derechos y a pelear por sus hermanos, al decir de la leyenda. Son de origen peronista y con la conducción ideológica de John William Cooke, se instalan al norte de la provincia de Tucumán, en el cerro de Cochuna a 80 kilómetros de la capital provincial. Revolucionarios como el republicano españolAbraham Guillén aportaron su experiencia militar al proyecto. Los aproximadamente veinte guerrilleros usan brazaletes con las siglas MPL (Movimiento Peronista de Liberación) y son liderados por el «Comandante Uturunco», un flaco alto de unos treint a y cinco años, que no es otro que «El Gallego» Enrique Manuel Mena, porteño de nacimiento -barrio de San Telmo-, pero en la provincia tucumana desde los 17 años, donde trabaja en la zafra, y que luego de un paso rápido por el comunismo, abraza las ideas p eronistas en el 45. Producen varias acciones armadas, aunque una sola trasciende para el público en general. Incendian una gomería de una firma extranjera en Concepción, tirotean el cuartel policial de bomberos, queman un depósito de granos y asaltan el destacamento policial instalado en el Ferrocarril Mitre y también la comisaría de Alto Verde. La decisión más importante, la que los lleva a trascender el ámbito provincial y repercute en Buenos Aires, es la toma de la comisaría de Frías -en Santiago del Estero- en la Nochebuena del59, con la conducción del»Comandante Puma», Félix Serravalle. El copamiento es un éxito, pero la persecución será implacable. Optan por disolverse, ante la oposición que su accionar produce en el seno del partido Justicialista y la incomprensión y desconfianza de los demás sectores de la izquierda. Mena es detenido y condenado por los tribunales del CONINTES (Conmoción Interna del Estado) a siete años de prisión, pero antes de cumplir tres en esas condiciones, escapa del hospital penitenciario del Chaco en donde se trataba de una hernia inguinal. Viaja en secreto a La Habana y se entrevista con el «Che» entre febrero y abril de 1963, pero no hay acuerdo en como seguir la lucha en nuestra tierra. Un cáncer galopante de pulmón se lo lleva el 14 de junio de 1970.

13PERÓN-COOKE, Correspondencia, Tomo I, Buenos Aires, Granica editor, 1973, p.14

14RAIMUNDO, Marcelo, La política armada del peronismo: 1955-1966, en Historiapolítica.com, S/f

15GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias, Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España

16SALAS, Ernesto, Uturuncos: El origen de la guerrilla peronista, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2006, p. 53

17RULLI, Jorge, correo electrónico del 30 de enero de 2008 a las 11:28 a.m.

18GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias, Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España

19GUILLÉN, Abraham en Bicicleta: Revista de comunicaciones libertarias, Año 1 Núm. 9 Octubre 1978, España

20RULLI, Jorge, correo electrónico del 14 de marzo de 2008 a las 9:31 a.m.

21RULLI, Jorge Eduardo, El libro de los editoriales: Globalización y resistencia. Buenos Aires, Corregidor, 2007, p. 25

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