El domingo empieza con las elecciones primarias el camino definitivo hacia el 23 de octubre. Las encuestas más serias (si es que hay alguna) le están dando a Cristina un 43% de intención de voto a nivel nacional. Lejos pero muy lejos, viene Alfonsín y, muy cerca suyo, el inefable Duhalde.
Todos sabemos que el 23 de octubre no solo se juega una elección más, sino la posibilidad de que este modelo pueda continuar y proyectarse más allá de 2015.
Un modelo que todos, incluídos los más opositores, debieran estar pensando que es lo mejor que le pudo pasar a este país tan solo con ver lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en la eurozona. Deberían tener un poco de lo que hay que tener y reconocer que si hubiéramos mantenido las mismas relaciones de sometimiento en las que estábamos hasta 2003, hoy nuestro pueblo estaría en la calle sufriendo las consecuencias de aquel modelo.
Tampoco hace falta irse a otro continente para ver que el modelo que cruje en el mundo y que se instauró a sangre y fuego en Latinoamérica en los ’70 está agotado. En Chile, la educación, uno de los pilares para construir una sociedad igualitaria, está en manos de los mercantilistas y especuladores. Pero hay una sociedad que dice basta, y como siempre los jóvenes son la vanguardia de ese no va más.
Seguramente, al mundo todavía le esperan tiempos difíciles. Este derrumbe no viene con partida de defunción, pero el final está cerca. La Argentina tiene que protegerse más que nunca y coordinar con la UNASUR medidas que nos puedan proteger de este vendaval del que solo participamos obligados como en probetas.
En este contexto continental y mundial, tanto el 14 de agosto como el 23 de octubre el pueblo decidirá cuando entre al cuarto oscuro qué modelo lo acerca más a la felicidad y al futuro.
Allí, en las urnas, estará la verdad donde mueren las palabras.