El dolor irreparable que nos produjo la muerte de nuestro compañero Néstor Kirchner estuvo acompañado por la esperanza que nos dejó la enorme demostración de amor y agradecimiento del pueblo en su despedida.
Hecho el duelo, ya tenemos que poner manos a la obra para trabajar para conseguir el principal objetivo de aquí a octubre del año próximo: Cristina 2011. No alcanza con las distintas expresiones de lealtad y de afecto. Lo que importa es proclamar lo antes posible la candidatura presidencial de la compañera.
Enemigos poderosos de afuera y sempiternos alcahuetes de adentro se agazapan esperando el momento de que la espuma baje para pegar el manotazo. Cada vez que alguien dice que aun no es tiempo de hablar de candidaturas, está echando dudas sobre quién encabezará la fórmula del Frente para la Victoria. Si el gobierno actual es el mejor de los últimos 50 años y tan solo faltan seis meses para la definición de los candidatos, ¿por qué no sería tiempo de hablar de candidaturas? Aparece en el escenario una táctica de pinzas donde se reclama moderación desde afuera y desde algunos sectores propios, cuyo rumbo parece dirigirse hacia un imposible: un kirchnerismo sin Cristina. Si Alfonsín y Solanas lanzarán sus candidaturas en menos de un mes, ¿por qué no lanzar la candidatura presidencial de Cristina el 10 de diciembre, al cumplirse su tercer año de mandato?
Para quienes militamos en el proyecto nacional y popular, resultan inaceptables las dilaciones malintencionadas. La única (y único) dirigente que garantiza la profundización de este modelo, y que puede expresar ese inmenso amor y adhesión manifestados en todo el país hacia quien fue capaz de sacarnos del infierno, se llama Cristina Fernández. El resto, son operaciones.