El voto de los sectores medios y las posibilidades del kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires. El Conurbano Bonaerense es el eje de la disputa de cara al 2011 por su importancia electoral y todos han comenzado a andar.
“Pepe, estoy muy cansado. La verdad que no sé si llego, y preferiría que fuera Daniel”. Nueva York, 25 de septiembre de 2010.
Mabel y Cecilia no se conocen, pero tienen varias cosas en común. Tienen edades similares (orillan los cincuenta), son madres y las dos (sí, las dos) votaron en 2007 a Cristina Fernández.
Las dos, también, viven en el Conurbano Bonaerense, bastante cerca una de la otra: Mabel vive con su marido y sus tres pibes en Valentín Alsina, mientras que Cecilia vive con sus dos hijos (está separada) en Avellaneda Centro.
Las dos son mujeres trabajadoras, que al mismo tiempo tienen que hacer de madres y lidiar con sus hijos adolescentes.
Cecilia tiene a los dos varones en el Nacional Buenos Aires, y Mabel los tiene repartidos: los más chicos, que son mellizos, van al Di Tella que está en Galicia y Rivadavia, y el más grande termina este año en el Otto Krause.
Ambas también comparten cierto desinterés por la televisión: ninguna mira mucha tele, pero por razones diferentes: Mabel es más de radio. Tiene el dial clavado casi todo el día en Continental, y a veces en Radio América.
Cecilia en cambio no mira televisión, porque dice que “ya no se puede ver nada en la tele”, los medios te mienten todo el tiempo. Sólo mira el programa 6.7.8 y admira muchísimo a Sandra Russo.
Ninguna de las dos se considera experta en cuestiones políticas (Mabel, de hecho, reconoce que de política no entiende nada), pero eso no las priva de opinar y decir lo que les parece, ya sea en el trabajo o en una reunión familiar. En los últimos meses, gracias al impulso que le han dado a sus opiniones las reflexiones de Russo, Barone & Cía., Cecilia se atreve a intervenir cada vez en más lugares de discusión: de alguna manera, se podría decir que “salió del closet”, y ya no tiene miedo de decir lo que piensa en el almacén, la panadería, o en la cola del chino.
A esta altura ya sabrán, Cecilia es una kirchnerista furiosa, y casi no admite críticas hacia este Gobierno. Mejor dicho: sí las admite, pero las refuta con una convicción tal, que sus hijos la gastan diciéndole que es “la versión femenina de Aníbal Fernández”.
Mabel, en cambio, recién ahora se está “amigando” con su voto a Cristina de 2007. Nunca estuvo enemistada del todo con el Gobierno, pero a partir de la crisis por la Resolución 125, la simpatía que le generaba esta mujer tan elegante y educada comenzó a desvanecerse. En los meses que duró el conflicto y hasta mediados del año pasado, la sola presencia de la voz de la Presidenta en la radio, hacía que le dieran ganas de cambiar de dial. En junio de 2009, caía de maduro, Mabel votó a Francisco De Narváez.
Ahora Mabel no sabe si votaría nuevamente a Cristina o a Néstor para las presidenciales del año que viene, pero reconoce que las cosas “están mejor”, y que el Gobierno tomó un par de medidas muy acertadas. No obstante, le preocupa que no se termine de resolver “el tema de la inseguridad” (Mabel no entiende de estadísticas, y tampoco le interesan).
Sin embargo, más allá de todas las semejanzas que reúnen sin conocerse, Mabel y Cecilia difieren en un punto del cual casi no hay retorno: para Mabel, la hipótesis de una candidatura presidencial de Daniel Scioli es motivo de entusiasmo. Para Cecilia, en cambio, es algo así como una catástrofe.
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“Señor Ministro: ¿Qué hacemos con la custodia del bulo que tiene en 7 y 48?” La Plata, 27 de septiembre de 2010.
Tanto Mabel como Cecilia pertenecen a ese cuerpo social amorfo e indefinido, que el periodismo ligero suele denominar como “la clase media”. A simple vista, ambas mujeres solo coinciden en caracteres superficiales, al mismo tiempo que tienen convicciones completamente diferentes. Sin ir más lejos, Cecilia puso punto final a su matrimonio cuando se cansó de postergar las expectativas que había depositado en él, mientras que Mabel tolera que todos los veranos la familia veraneé en el mismo balneario de Santa Teresita desde hace veinte años. Eso no es ni bueno ni malo, simplemente es.
Cecilia es fanática de Caetano Veloso, y no se pierde ninguna de las visitas del cantante bahiano. Mabel, colecciona discos de Pimpinela.
A esta altura, supongo que ya no hace falta seguir ejemplificando, y queda claro que en el Conurbano Bonaerense, la clase media no es toda igual.
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“La supuesta autonomía de 500 millones por los bonos es pasto para la gilada: si Julio nos corta la Obra Pública y Alicia nos saca los planes, la autonomía se acaba en veinte segundos” La Plata, 30 de septiembre de 2010.
A la hora de analizar los comportamientos electorales del Gran Buenos Aires, la mayoría de los comunicadores políticos suelen caer en un lugar común, que es el de catalogar el voto de los Intendentes de manera clasista: a tal Intendente lo votan los pobres, y a tal otro los sectores medios.
Esta clasificación no es inocente, sino que parte de un supuesto que los sicarios de la comunicación política se empeñan en instalar: Al kirchnerismo no lo votan los sectores medios.
En el cuadro que sigue a continuación, se observa el caudal electoral que obtuvieron cuatro Intendentes del Conurbano en las elecciones de 2007. Los casos fueron elegidos al azar, con la intención de refutar aquella falacia de que algunos Intendentes triunfan gracias al voto de la clase media, mientras que otros ganan merced a los intercambios de favores que realizan entre la población de menores recursos.
INTENDENTE MUNICIPIO VOTANTES PORCENTAJE
Martín Sabbatella Morón 94.900 54,97%
Sergio Massa Tigre 66.822 46,46%
Alejandro Granados Ezeiza 28.252 52,06%
Hugo Curto Tres de Febrero 82.654 48,21%
(FUENTE: ATLAS ELECTORAL DE ANDY TOW)
Ante estos números, suponemos que no hace falta andar aclarando que ni el 54,97 por ciento de los votos que obtuvo Martín Sabbatella son fruto de la simpatía que genera en los sectores medios de Morón, ni que en Tres de Febrero hay un 48,21 por ciento de pobres que votan todos juntos a Hugo Curto.
Ergo: la cantinela de la falta de aceptación del kirchnerismo en los sectores medios es una farsa equivalente a la que sostienen aquellos que dicen que los votantes de Sergio Massa son todos de clase media.
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“De Daniel podrán decir cualquier cosa, menos que anda conspirando o planificando algo ¿Alguna vez viste que leyera lo que dice en un discurso?”. Avellaneda, 9 de octubre de 2010.
Revista Zoom consultó a tres operadores del peronismo bonaerense, para conocer qué hay de cierto respecto de una hipotética sucesión del kirchnerismo en manos de Daniel Scioli. Palabras más, palabras menos, los tres coincidieron en que hay un acuerdo en la cúpula del Partido Justicialista a nivel nacional por el cual hasta el mes de marzo, no se va a hablar de candidaturas.
Esto no impide, claro está, que algunos cronistas vitalicios de ciertos matutinos porteños se pongan a elucubrar hipótesis cuyo único fundamento son chismes de dudosa procedencia.
Dicen, los escribas que jamás citan una fuente, que el peronismo bonaerense ya tendría decidido forzar una candidatura presidencial del actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Más allá de la irresponsabilidad que supone difundir una información de cierta envergadura sin haber chequeado ninguna fuente más o menos confiable, todo aquel que intente construir un relato del futuro cercano haciendo de la proyección política de Daniel Scioli un triunfo del Pejotismo, incurre en un error de apreciación imperdonable.
Una hipotética candidatura presidencial de Daniel Scioli no es, como muchos pretenden hacer ver, el triunfo de la “ortodoxia” o el Pejotismo, sino que es el triunfo de la clase media. O mejor dicho, la entrada definitiva de la clase media al peronismo. Por supuesto que no se trata de la clase media juvenil, ilustrada y con bríos revolucionarios, de los ’70: esta clase media es la hija de la movilidad social.
Son todas las Mabel (que esto no lo conté, pero es hija de un Tano analfabeto que vino a la Argentina en el ’45), que desde hace mucho tiempo apoyan en silencio al kirchnerismo, sin necesidad de hacer alharaca de nada.
Mujeres “de clase media”, que se entusiasman con la idea de poder ayudar a que su hijo más grande se pueda comprar un Volkswagen GOL una vez que termine la secundaria en el Otto Krause.
Amas de casa a las que Hebe no les va ni les viene, pero aprueban que sus pibes vayan con el Colegio de visita guiada a la ESMA.