El exitismo maradoniano y la ciega ilusión no permitieron críticas razonables. “Se juega como se vive”, decían algunos. Periodistas convertidos en fanáticos que sólo argumentaban “Vamos Argentina”.
La derrota de la Selección Nacional dejó evidenciado un aspecto sobre el cual hicimos hincapié reiteradas veces en La Señal: el fútbol es un juego real, y aunque canalice emociones, intereses y proyectos, se plasma en un terreno, con jugadores, árbitros y entrenadores como protagonistas.
Básicamente quiero cuestionar la defensa cerrada que se hizo del planteo táctico de Diego Armando Maradona, y de sus convocatorias, identificando a quienes decían que faltaban laterales y que la línea de cuatro estaba mal armada con los que aprovechaban cualquier circunstancia para condenarlo, para atacar al Gobierno y para golpear sobre Fútbol para Todos y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
En los últimos tiempos, especialmente desde el programa televisivo 6.7.8, pero también desde muchos núcleos militantes, surgieron decenas de personas que sin saber absolutamente nada de fútbol decían al aire que el asunto pasaba por la buena onda, el aliento, la motivación, la confianza y, de algún modo el Deseo en el triunfo argentino.
En secuencias injustas y arbitrarias, identificaron cualquier objeción táctica con gorilismo, como si el deporte llamado fútbol no tuviera sus propias lógicas, su sentido, su técnica. Como si se pudiera jugar sólo con “espíritu patriótico”.
En una ocasión, en nuestro programa radial, ironicé cruelmente sobre el técnico televisivo de Atlas (ascenso argentino) que consideraba que todo era motivación, y que sin brindar una línea de juego, resumía su charla técnica en alaridos sorprendentes que aturdían a sus jugadores.
Y si el gran Maradona no es comparable, de todos modos vale la precisión: ningún grito, ningún incentivo genuino, ninguna motivación emocional, relevan el trabajo de pelota parada, la colocación de los marcadores, el escalonamiento defensivo, la decisión de marcar a presión o entrar en zona cuando los delanteros rivales lo ameriten. Tampoco releva la necesidad de conocer las variantes de ritmo para transformar según el partido, la región del mediocampo de lugar de tránsito en lento pantano.
Todos esos datos, entre tantos otros, se pueden modificar de partido a partido aun cuando el equipo no cambie su línea ofensiva.
Y como colofón, vale indicar que carece de sentido improvisar puestos con jugadores que conocen una posición determinada desde hace quince años aproximadamente.
Por eso apoyamos el planteo ante Uruguay en las eliminatorias, y el planteo ante Corea del Sur, en el Mundial; pero nos preocupamos cuando vimos, ante México, que más allá de la victoria no había variantes.
Ahora bien: cuando Maradona fue interrogado en la conferencia de prensa por el obvio desnivel entre defensa y ataque, respondió mal, sugiriéndole al periodista que se presente ante la AFA como técnico con sus proyectos.
Pero una cosa es decir chupala al gorilismo y a quienes lo atacaron a priori, y otro es decirlo a quien hace un atinado comentario táctico, evidente y despojado de doble intencionalidad.
Aprender es importante. Para eso hay que entender que la vida no es blanco y negro aunque algunas personas se jacten de su “personalidad” por definir todo de ese modo. La única verdad, es la realidad.
Lejos de apremiar a Maradona, debemos indicar: el espíritu ofensivo de la Selección Nacional y la convocatoria de delanteros fue un gran acierto del técnico que merece reconocerse y continuar. El mediocampo fue gris porque faltó un armador que abriera perspectivas para esa línea de ataque y aprovechara seriamente los tiros libres. La defensa estuvo mal convocada, mal alineada y su sistema táctico fue el mismo ante Grecia y ante Alemania, lo cual es un disparate. El arquero estuvo bien escogido, pero el ordenarle desde el cuerpo técnico que rechace siempre con los puños, se lo transformó en inseguro cuando su fuerte es la seguridad.
En suma, el balance es 50 y 50, y por lo tanto la Argentina quedó a medio camino.
No está tan mal. Maradona puede seguir aprendiendo, es un técnico novel. Pero nosotros debemos aprender, también, de los errores que genera el exitismo acrítico.
La defensa a ultranza que se ha hecho del sistema táctico de Maradona en las últimas horas, cerrando filas como si se tratara de defender la política latinoamericana o alguna razón de Estado, es un dislate superior a la defensa de la Selección y un ataque a nuestra inteligencia, aunque también a nuestra pasión futbolera.
Queremos realmente a Maradona.
Pero como sucede con los seres queridos, no pensamos que todo lo que hace está bien.
La reducción del análisis futbolístico a un ramplón “Vamos Argentina” transformó a una parte del periodismo argentino en hinchas con micrófono. Y le permitió a los malintencionados decir “¿Vieron, son autistas?”.
El fútbol es el juego más lindo que el hombre ha inventado. Tiene una lógica propia: los de izquierda o los de derecha no ganan por su posición conceptual. Para ganar, aunque haya una cuota de azar, es preciso jugar bien al fútbol. Integralmente.
No se juega como se vive. Se puede hacer el mal, en cualquier sentido, y jugar bien.
Creo que Maradona puede seguir al frente de la Selección. Es probable que en el futuro esta tendencia ofensiva nos brinde grandes satisfacciones.
Pero deberá comprometerse a aprender, a consultar, a escuchar.
Porque nadie sabe todo.
Ni D10S.
Como hemos visto.
*El autor es Director La Señal Medios (TV, Radio y textos en la web) lasenialmedios.blogspot.com