No bajar la guardia, no bajar las banderas

Continúan los análisis y las opiniones de un suceso histórico que quedará en la memoria popular. Elementos fundamentales del proyecto nacional y popular iniciado a partir del 2003 y los caminos a seguir.

La euforia desatada en el campo nacional y popular a raíz del masivo e histórico protagonismo popular en los actos del Bicentenario no nos debe confundir, los enemigos del pueblo, o si se quiere los factores de poder económico y mediático, están golpeados pero no derrotados.

No se trata de discutir los análisis optimistas sobre el cambio en el humor popular que representó la presencia de millones de argentinos en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de las principales ciudades del país, haciendo de la celebración del Bicentenario la fiesta del pueblo. No está en cuestión la impecable organización de los actos ni la direccionalidad ideológica de los mismos que mostraron en claroscuro los dos lineamientos en los proyectos de país que han recorrido nuestra historia. La selección de acontecimientos y el enfoque representativo encuadran la historia en un proyecto de liberación nacional y en un modelo industrialista e inclusivo. En contraposición, tal como lo resaltó la Presidenta de la Nación, el festejo del primer Centenario se había enmarcó en un proyecto elitista y en un modelo agroexportador excluyente.

Esta significación de la historia orienta el futuro, permite vislumbrarlo, anticipa el mañana que el actual proceso socio-económico-político pretende construir. Es desde esta resignificación de la historia desde donde podemos comprender los grandes lineamientos de este gobierno que han generado una transformación significativa en la relación inclusión-exclusión, nacional-antinacional, independencia-dependencia, soberanía-sumisión.

Algunos elementos de esta experiencia alternativa concreta a los postulados del capitalismo financiero global, aplicada por el gobierno argentino en el período 2003-2010, se podrían sintetizar en una serie de postulados que, probablemente, encontrarían elementos en común con otros intentos alternativos y también con las experiencias peronistas de 1945 y 1974:

– Recuperar el papel del Estado como regulador de la economía, orientador de las políticas económicas y partícipe activo en la producción de bienes estratégicos para el desarrollo del país y la conservación de los recursos naturales.

– La revalorización del capital productivo por sobre el capital financiero, a fin de detener el decrecimiento relativo del primero y de reducir el carácter especulativo del segundo.

– Una utilización crítica de las tecnologías para evitar que la rentabilidad no sea el único criterio de su desarrollo y de su aplicación, introduciendo otros parámetros, tales como la independencia tecnológica, poniéndola al servicio del bienestar de la comunidad, la dignidad de las personas, el respeto a la naturaleza.

– Revertir el proceso de flexibilización laboral impulsado por el neoliberalismo, recuperando la prioridad del trabajo considerándolo como elemento sociabilizador y los beneficios sociales (salud, educación, jubilación, tiempo libre, etc.) como parte del salario y elemento fundamental en la autoreproducción de la comunidad.

– Es necesario reconsiderar el factor ecológico, ya que no es posible continuar con el actual curso de las cosas, caracterizado por la explotación indiscriminada de los recursos no renovables y la destrucción del medio ambiente para la simple obtención de un beneficio a corto plazo.

– Revalorización de los derechos humanos fundamentales como política de Estado, lo que implica una revisión del pasado para que los crímenes de lesa humanidad no queden impunes, resguardando de esta manera, y como consecuencia, el futuro democrático y las decisiones político eleccionarias del pueblo, deslegitimizando los intentos de reemplazar gobiernos legítimos mediante golpes de estado.

Esos lineamientos han tenido una expresión concreta en decisiones tales como las renacionalizaciones (Correo, Agua, espacio radioeléctrico, Aerolíneas Argentinas, creación de ENARSA); las leyes vinculadas a beneficiar a sectores excluidos por gobiernos anteriores (modificación del sistema jubilatorio con eliminación de las AFJP, regreso al sistema solidario de reparto y movilidad de jubilaciones y pensiones, pensiones para discapacitados y para madres con más de siete hijos, Asignación Universal por Hijo, monotributo social, ley de microcrédito, jubilación para amas de casa, blanqueo del trabajo doméstico, etc.); nuevo proceso de industrialización por sustitución de importaciones (tipo de cambio ventajoso, excepciones impositivas, financiamiento subsidiado par inversión, etc.); revalorización de la educación, la capacitación laboral, la ciencia y la técnica (ampliación del financiamiento educativo por encima del 6 por ciento del Producto Bruto Interno, extensión de becas secundarias y universitarias, creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, ampliación de los cargos de investigador en el CONICET y recuperación de investigadores que habían migrado al exterior, etc.); impulso al desarrollo de infraestructura y de obras proveedoras de energía (inversión pública record en red vial, reactivación de Atucha y construcción de Atucha II, impulso a la exploración petrolera, etc.); protagonismo del trabajo (eliminación de la ley de flexibilidad laboral, modificación de leyes que flexibilizaron las relaciones del trabajo durante la década del ’90, convenios colectivos de trabajo); protagonismo en la integración regional y latinoamericana (MERCOSUR, UNASUR); política de derechos humanos orientada a recuperar la memoria y aplicar la justicia a quienes violaron esos derechos durante la dictadura.

Ahora bien, el proceso de transformación iniciado en el orden nacional, convive con un modelo global de signo contrario. El modelo de capitalismo financiero sigue vigente en el mundo, sustentado en el poder político (y militar) de los países centrales (principalmente EE.UU.) y sus organismos de aplicación (Fondo Monetario Internacional -FMI-, Banco Mundial, etc.) para imponerlo. Aunque la experiencia reciente ha mostrado su inconsistencia teórica y que su aplicación terminó en la crisis económica y financiera más grave de los últimos cincuenta años, la vigencia de dicho poder político permite a sus voceros continuar recomendando las mismas políticas para intentar salir de la crisis que esas políticas crearon (ver por ejemplo Grecia y España).

Generar un proyecto político diferente, con fuerza suficiente para enfrentar al proyecto de los países centrales, que permita la implementación de políticas alternativas, no es un camino fácil ni exento de oposición con poder, dado que la actual concepción económica global ha penetrado culturalmente la información económica, a políticos locales que la aceptan como salida y a actores económicos multinacionales poderosos. Cuenta, además, con medios de comunicación concentrados dispuestos a defenderla a ultranza.

Apoyado en estos factores de poder, el proyecto imperial puede ser asumido como proyecto nacional por los gobiernos y así impuesto a los pueblos. Por el contrario, cuando se forja un proyecto nacional alternativo al de dominación se genera, a su vez, una alternativa al modelo global y se pone en cuestión el sistema mismo. Estas fueron las razones por las cuales el programa de convertibilidad menemista, hecho a medida del Consenso de Washington, fue el niño mimado del FMI. A pesar de que las variables de la economía real se deterioraban progresivamente se intentó sostenerlo, aún cuando era fácil preveer que su caída era inevitable. Por el contrario, el programa implementado por Néstor Kirchner y continuado por Cristina Fernández en el período 2003-2010 ha sido centro de la crítica de los organismos internacionales a pesar de que los resultados económicos han sido altamente positivos. El problema está en que estos organismos y el poder financiero global no están dispuestos a aceptar el desarrollo de programas que ponen en cuestión sus postulados por muy exitosos que sean.

La acción política del gobierno para romper los intentos de aislamiento a partir del impulso al MERCOSUR y de su integración a la UNASUR le permitió dar sustento político regional a su proyecto alternativo. No es menor, en esta cuestión, el hecho de que en otros países del subcontinente también se hayan llevado adelante proyectos alternativos cada uno con sus propias características nacionales y que las alternativas económicas hayan sido acompañadas por un camino hacia la unidad política que le ha dado sustento. No es, en consecuencia, secundaria la presencia de los presidentes latinoamericanos en los festejos del Bicentenario. Muy distinto que en los festejos del Centenario en los que los latinoamericanos estuvieron ausentes y sólo hubo presencia de representantes menores de la Europa imperial.

En los últimos meses hemos experimentado una intensificación de las acciones opositoras que, montadas en los resultados electorales del 2009 y en la nueva relación de fuerzas en el Congreso Nacional que de ellos se derivó, han intentado por todos los medios, legítimos e ilegítimos, frenar las iniciativas del gobierno convirtiéndose en una máquina de impedir. Y no sólo se ha observado en el ámbito parlamentario, también desde algunos sectores de la justicia se ha frenado la aplicación de leyes aprobadas por el Congreso, tal el caso de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Y no parece necesario recordar el accionar opositor de entidades empresarias como la Mesa de Enlace y la Asociación Empresaria Argentina, de sectores de la Iglesia Católica y de los Multimedios de Comunicación concentrados. La presencia masiva del pueblo acompañando los actos del Bicentenario, sin duda, ha generado un nuevo clima social. La oposición ha bajado los decibeles frente a la contundencia de la realidad para no quedar en ridículo, pero las elecciones del año próximo son un acicate para retornar a la oposición impiadosa. Por eso afirmé en el título que no debemos bajar la guardia; los enemigos del pueblo, los enemigo del proyecto nacional y popular, acechan. No deben encontrarnos con la guardia baja.

La mejor manera de estar alertas es avanzar y mantener altas las banderas del proyecto nacional. Así como el pueblo levantó las banderas, se embanderó para celebrar en las calles, así debemos permanecer en las calles siempre que sea necesario y con las banderas en alto. La bandera nacional, las banderas de una Patria con justicia social, soberanía política e independencia económica, las banderas del Proyecto nacional. Acompañando con energía a este gobierno mientras las siga enarbolando con valentía como hasta ahora.

*Director del Departamento de Ciencias Sociales del Centro de Estudios Socioeconómicos y Sindicales (CESS).

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