Una creación neocolonial

Un buen ejercicio de la memoria nos lleva hasta la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948 en Bogotá, Colombia, que había comenzado con otros proyectos como la Primera Conferencia Internacional Americana en 1890, hasta llegar a la Unión Panamericana de 1910 y luego a la IX Conferencia Panamericana en Bogotá donde se conformó el organismo, en los días tumultuosos y trágicos que vivió ese país, después del asesinato del líder popular y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.

El asesinato de Gaitán fue una de las actividades primeras más importantes después de la creación de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) en 1947. A la luz de los acontecimientos que siguieron y de las investigaciones de la familia Gaitán, se conoció que esta institución decidió el asesinato de quien sin duda iba a ser un presidente liberal con ideas socialistas, elegido por las mayorías pobres de Colombia.

Ese crimen desató una violencia que pasó a la historia como “el bogotazo”, donde miles de personas fueron asesinadas en los campos y arrabales de Colombia. Ahora se sabe que estaba pensado dentro del proyecto de forzar el nacimiento de un nuevo organismo bajo control de Washington.

El representante del departamento de Estado ante la Conferencia era el general George Marshall, quien tenía la misión de “alinear” a los cancilleres de 21 países latinoamericanos. Nada mejor que aquella enorme revuelta en Colombia para acusar a los “comunistas” y a la Unión Soviética del asesinato de Gaitán, lo que no creyeron nunca los mejores periodistas de Estados Unidos.

Esta creación obedeció a las necesidades estratégicas de Estados Unidos como lo revelarían después diversos documentos desclasificados y recopilados por el político, abogado y escritor colombiano Apolinar Díaz Callejas en 1988. Washington sembró el terror entre los cancilleres con algunas escasas excepciones y esto aparece en los documentos secretos intercambiados entre Marshall y la embajada de Estados Unidos con su gobierno, donde iban informando sobre “los progresos” para ese fin.

El secretario de Estado del gobierno de Harry Truman, llevó a Colombia dos planteos básicos de la “Guerra Fría”: la lucha contra el comunismo y la “seguridad continental” que se convertiría luego en Doctrina de Seguridad Nacional y contrainsurgencia en los años ‘60, Seguridad Hemisférica y Guerra infinita en los 2000. Y lo cumplió gracias a los miedos y presiones que logró imponer.

Díaz Callejas da cuenta del cuidadoso armado que se realizó con la complicidad del entonces presidente Mariano Ospina Pérez, los amigos de Estados Unidos y los medios, que instalaron la histeria anticomunista para vencer las resistencias de algunos de los países asistentes. Lograron el rompimiento de relaciones con la URSS y convencieron a la mayoría para aprobar la resolución de la IX Conferencia Internacional Americana contra el comunismo donde se destacaba la “naturaleza antidemocrática e intervencionista del comunismo internacional” y cualquier “totalitarismo incompatible con la concepción de la libertad” y por supuesto con los consabidos “postulados de la dignidad humana y la soberanía de las naciones” que precisamente Estados Unidos jamás respetó.

El 30 de abril de 1948 la OEA nacía marcada para un destino claro: serviría a las necesidades de los sucesivos gobiernos de Washington como lo demostró todo lo actuado hasta estos días.

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