La ciudad tomada. Las barricadas que como decía aquel grafitti del Mayo francés, cierra la calle pero abre el camino, formando parte de la geografía urbana. La Guardia de Infantería retrocediendo y emprendiendo la retirada. El barrio de Clínicas convertido en bastión de la insurgencia popular. La confluencia de obreros y estudiantes, vieja premisa de la Reforma Universitaria de 1918, sellando su alianza en las manifestaciones masivas. Como decía John William Cooke, citando a Raúl Scalabrini Ortiz, por otro hecho histórico: “Parecía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río”. La llamada Revolución Argentina empezó con Juan Carlos Onganía y “la noche de los bastones largos”, un verdadero garrotazo a la ciencia nacional y empezó a caminar hacia su ocaso con el Cordobazo. Se proponía, en 1966, terminar con la política en la Universidad, con lo que consideraban “el polvorín tucumano”, con la economía cerrada, con el déficit de las empresas estatales, con la lentitud radical. La realidad es que el golpe se produjo para evitar el triunfo del peronismo en las elecciones a gobernador en la Provincia de Buenos Aires, que tenían que celebrarse en marzo de 1967.
Onganía pensó que la historia le otorgaría un plazo de 20 años, durante el cual se produciría la muerte de Perón. Dividió, con lógica castrense, su gobierno en tres tiempos: el económico, el social y el político. El proceso concluiría en 1973, con resultados estrictamente opuestos, con las universidades saliendo de su isla e integrándose combativamente en todo el país. Tucumán, con los ingenios cerrados por la política económica de Adalbert Krieger Vasena, terminó siendo el escenario de un experimento de guerrilla rural del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), el peronismo aglutinando a toda la oposición, Perón regresando triunfante, los sectores de la banca y el tabaco desnacionalizados y las Fuerzas Armadas representadas por los tres comandantes saliendo por los techos de la Casa Rosada.
El punto de inflexión entre los propósitos establishment-militar y los resultados, fue el Cordobazo, un hecho histórico que marcó el mayor avance de la lucha de las masas en la década de los ‘70. En mayo de 1968, había surgido la CGT de los Argentinos, dirigida por Raimundo Ongaro, y a cuyo alrededor se nuclearon los intelectuales y los estudiantes. La Regional Córdoba, decía el 21 de Marzo de 1969, “durante años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron que fuésemos austeros: lo hemos sido hasta el hambre. Nos pidieron que aguantemos un invierno: hemos aguantado diez. Nos exigen ‘racionalicemos’, así vamos perdiendo conquistas que obtuvieron nuestros abuelos. Y cuando no hay humillación que nos falte padecer, ni injusticia que reste cometerse con nosotros, se nos dice, irónicamente, que participemos. Le decimos: ya hemos participado y no como ejecutores, sino como víctimas en las persecuciones, en las torturas, en las movilizaciones, en los despidos, en las intervenciones, en los desalojos. No queremos ya esta clase de participación.”
Sólo en Ika-Renault trabajaban en su planta de Santa Isabel, 11.486 obreros en 1969. En Ferreyra estaba asentada Fiat y la fábrica de Motores Perkins. Apenas algunas de las fábricas de la Córdoba industrial.
Los motivos que desbordaron la situación fueron, en el plano gremial, las quitas zonales (un derecho patronal de aplicar en algunas provincias reducciones salariales sobre el salario pactado en convenciones colectivas a nivel nacional). El gobierno nacional sancionó el 12 de Mayo de 1969 una ley que unificaba la jornada laboral en 48 horas semanales, lo que implicaba la derogación del sábado inglés en cinco provincias, incluida Córdoba. De ahí surgen una sucesión de paros, que luego se completarían con los paros activos (salida de las fábricas a las 10 de la mañana y manifestaciones).
El incremento del ticket del comedor universitario privatizado de la Universidad de Corrientes originó manifestaciones, que al ser reprimidas produjeron la muerte del estudiante de medicina Juan José Cabral, el 15 de Mayo de 1969. Esto provocó gigantescas manifestaciones en Rosario, en lo que se conoció como “el Rosariazo”, donde fue asesinado el estudiante de ciencias económicas Adolfo Bello, de 22 años. Rosario fue declarado “zona de emergencia” después de la muerte de Luis Norberto Blanco, de apenas 15 años. Tribunales militares juzgaron a los detenidos. Se cerraron las Universidades en Córdoba y Rosario. En pocas horas Resistencia, Corrientes. Córdoba y Rosario se encontraban en pie de guerra. El país convertido en polvorín.
El 29 de Mayo de 1969, el paro activo cordobés y la huelga de la FUA conformarían una jornada definida por Gordillo y Brennan de la siguiente manera. “Por la mañana protesta obrera, después del mediodía rebelión popular, por la tarde, tras el repliegue de la policía, insurrección urbana.” En las calles de la Córdoba tomada por el pueblo, la consigna que se elevaba entre los gases lacrimógenos y las balas era: “Luche, luche, luche/ no deje de luchar/ por un gobierno obrero/ obrero y popular.”
El histórico día terminaría con la muerte del obrero Máximo Mena. A las 17 horas regía el toque de queda y el Ejército intentaba ingresar y despejar el Barrio de Clínicas, lo que recién lograron a la noche del día siguiente. Con las primeras horas de la noche, ingresaban a la historia y a los juicios sumarios —consejos de guerra— las figuras de los dirigentes obreros Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, Elpidio Torres de Smata, y Atilio López, dirigente del transporte (UTA). A partir de ahí comenzaría el ascenso de los sindicatos Sitrac (automotores), Sitram (ferroviarios) y cobraría prestigio su secretario, René Salamanca.
El gobernador de Córdoba, Carlos Caballero, en su renuncia, reconoció el enorme apoyo popular que suscitó la confluencia obrero-estudiantil. En forma textual dijo: “contó con la adhesión masiva de la población”.
No fue un movimiento espontáneo. Sostenía Agustín Tosco, uno de sus protagonistas, en una carta dirigida a su compañera Susana Funes, recogida por Silvia Licht en su biografía del dirigente sindical: “No hay espontaneísmo. Ni improvisación, ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los sindicatos organizan y los estudiantes también. Se fijan los lugares de concentración. Cómo se realizarán las marchas. La gran concentración se llevará frente al local de la CGT, en la calle Vélez Sarsfield 137.”
El balance del Cordobazo arrojó 14 muertos. La intervención del ejército se demoró como consecuencias de que el General Alejandro Agustín Lanusse retrasó la llegada de las tropas del General Jorge Calcagno (luego Jefe del Ejército en la Presidencia de Héctor Cámpora), para desgastar al triunfador de la interna de azules y colorados.
Los veinte años de Juan Carlos Onganía se redujeron a cuatro. Su sucesor, Marcelo Levingston, considerado un intelectual, porque sabía escribir a máquina, fue traído de Estados Unidos. Un segundo Cordobazo, en mayo de 1971, conocido como “el viborazo“, termina con su gobierno y arriba, finalmente, un General audaz e inteligente, Alejandro Agustín Lanusse, que intentó, inútilmente, lidiar contra la historia y Juan Domingo Perón.
El 17 de Noviembre de 1972 regresó Perón, un hecho que parecía imposible de concretarse, y luego el 11 de Marzo de 1973, las urnas reventaron con los votos del FREJULI.
El 25 de Mayo asumió el nuevo gobierno que, con sus esperanzas y sueños había nacido en aquel histórico 29 de Mayo, donde en las calles tomadas parecían resonar, con la fuerza de las causas justas, las palabras del Manifiesto Liminar de la Reforma: “Hombres de una República Libre… hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tiene. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten, estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”