El Congreso Nacional de Delegados de la CTA dispuso una jornada nacional de lucha para el 22 de abril, postergando el anuncio de un Paro General. Las tensiones internas entre los sectores que lideran Yasky y De Gennaro siguen impidiendo que la Central sea un factor coagulante de la fragmentación del campo popular.
Ya dejó de ser patrimonio de los analistas políticos la certeza de que en el seno de la Central de Trabajadores Argentinos conviven concepciones enfrentadas en torno a las responsabilidades políticas de los actores sindicales. En el transcurso del año pasado, estas tensiones se fueron acrecentando al ritmo del desarrollo del conflicto del campo. La presencia de Hugo Yasky, máxima autoridad de la Central, en las convocatorias llamadas en apoyo al ejecutivo nacional en plena disputa con el bloque agrario, generó profundo malestar entre sus bases, incluso hacia dentro de CTERA, principal base de sustento del secretario general. No menos corrosiva fue la decisión de Víctor De Gennaro de continuar vinculado (algunas voces incluso lo colocaban como asesor) a Eduardo Buzzi, ex referente de los pequeños productores hoy devenido socio político de la Sociedad Rural.
En los meses subsiguientes, las diferencias se palparon en las estrategias elegidas por unos y otros ya con la vista puesta en el, por entonces inminente, desembarco de la crisis internacional en el país. Así Yasky, centrando su lectura en la defensa de lo institucional, priorizó estos ámbitos a partir de su participación en el Consejo del Salario y mostrándose flexible a la hora de negociar con Hugo Moyano, titular de la CGT. Por su lado, De Gennaro peleó por la implementación de la Constituyente Social, espacio que en teoría será el partero de la expresión política de los trabajadores, con este sector a la cabeza.
Si bien en los últimos meses Yasky ha tenido una menor exposición pública, los conflictos salariales en el gremio docente le continúan dando visibilidad y capacidad de negociación con el Ministerio de Trabajo, incluso a pesar de no gobernar todas las seccionales provinciales por haber perdido en el último año la conducción de algunas de las más importantes. Fiel al estilo opuesto, el “Tano” De Gennaro se hizo ver en varios conflictos sindicales, personalmente o representado por otros directivos alineados en este sector. De esta manera, se lo vio a Pablo Michelli, Secretario General de ATE Nacional y segundo en la jerarquía nacional de la Central, en un acto convocado por la UOM de Villa Constitución y la Federación Agraria a mediados del mes de enero en plena ruta. También el propio De Gennaro estuvo hace unos 20 días en esa misma ciudad participando de un plenario de delegados convocado por los metalúrgicos villenses a modo de homenaje por los 35 años de la jornada de lucha conocida como el “Villazo”.
El Congreso Nacional de Delegados
Los desencuentros se volvieron a hacer visibles en la última semana en el 9° Congreso Nacional de Delegados de la CTA. El plenario convocó a 352 trabajadores mandatados y se realizó en el Teatro Margarita Xirgu de la Capital Federal. El grueso del debate se centró en cuáles deben ser los métodos más adecuados para que los trabajadores, generadores de la riqueza, no sean quienes carguen sobre sus espaldas las consecuencias de una crisis que no solo no han generado sino que es fruto de la obscena ambición patronal. En este sentido, desde la apertura de esa instancia nacional, hubo acuerdo en que era necesario que la CTA enviara una señal indiscutible tanto a las patronales como al gobierno nacional. Así, la discusión se trasladó a cuál debería ser el tipo de señal a emitir, teniendo en cuenta que actualmente no es una alternativa de los trabajadores la que está en condiciones de capitalizar la crisis, sino más bien todo lo contrario. Esta caracterización prevaleció entre los delegados a la hora de las discusiones, aunque no resultó unificadora. Las posiciones encontradas, a riesgo de ser esquemáticos, eran entre quienes promovían la convocatoria inmediata a un paro general, y entre quienes no veían con buenos ojos lanzar una medida de máxima sin instancias previas que puedan conducir a una negociación de las reivindicaciones. Entre los reclamos, estuvo presente la promulgación de una ley que prohíba los despidos sin causa, el ya histórico acceso universal por hijo menor de 18 años y un aumento inmediato a los jubilados. Las discusiones se saldaron con una posición intermedia, se definió convocar a una jornada nacional de lucha para el 22 de abril.
El 9° Congreso cerró con la realización de una masiva movilización al Ministerio de Trabajo donde Yasky lanzó “si después de ese día (por el 22 de abril) no hubiera respuesta, vamos a reunirnos en el marco de la Mesa Nacional de la CTA y vamos a definir la convocatoria a un paro nacional. Depende de la respuesta del gobierno”. Horas más tarde se reunió el Consejo Directivo Nacional de la Asociación de Trabajadores del Estado, ATE, el cual definió que ese gremio sí convocará a Paro General el 22 de abril, promoviendo además cortes de ruta distritales. Esta definición tiende a cristalizar nuevamente diferencias internas que, si bien no son insalvables, sí dificultan el funcionamiento de un actor que debería ser un factor aglomerante, antes que un representante más, de la fragmentación del campo popular.