De la Redacción de ZOOM. No tienen edad para votar o conducir un vehículo, pero los líderes estudiantiles chilenos fueron capaces de articular un movimiento de protesta, bautizado como la revolución de los Pingüinos, que asombra por su organización y convocatoria.
A una edad en la que la mayoría de los jóvenes se preocupa sólo de las fiestas, este puñado de líderes estudiantiles llamó a protestar y convocó a un millón de estudiantes y profesores, en la más multitudinaria manifestación estudiantil de las últimas tres décadas en Chile.
«Son jóvenes que tienen la misma edad de esta democracia», dijo la presidenta Michelle Bachelet, al considerar «legítimas» sus demandas.
La convocatoria superó largamente anteriores llamados de estudiantes universitarios y de la mayor central sindical del país, incapaces de articular un movimiento de protesta con tanto apoyo como el de los estudiantes de secundaria.
La revolución de los Pingüinos, llamada así por el uniforme de chaqueta azul oscuro, camisa blanca y corbata de los escolares, comenzó a gestarse a principios de mayo del 2006 en el interior de los colegios más emblemáticos de Santiago, como el Instituto Nacional, el Liceo de Aplicación, el Carmela Carvajal de Prats y la Confederación Suiza.
Allí estudia un grupo de dirigentes estudiantiles, con edades que fluctúan entre 15 y 18 años, que se vislumbran desde ya como los futuros líderes políticos del país.
Sus simpatías abarcan todo el espectro ideológico, desde dirigentes que militan en el Partido Comunista hasta quienes lo hacen en la ultra conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI).
Todos, sin embargo, comparten su desilusión por los resultados del modelo económico chileno, que mantiene en la educación la histórica barrera social que hace de Chile uno de los países con más desigualdad de América Latina.
Todos también se muestran dispuestos, incluso, a perder el año escolar por su causa, y después de casi un mes de movilizaciones reconocen estar cansados, aunque con fuerzas aún para seguir luchando por lo que les parece justo: una educación igualitaria.
«Estamos super cansados, pero no estamos dispuestos a bajar los brazos», dijo a la AFP María Jesús Sanhueza, de 16 años, estudiante del Liceo Carmela Carvajal y la menor de los voceros de la asamblea de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios.
El rostro demacrado de María Jesús, militante del Partido Comunista, es un espejo de sus palabras. El martes, día de la movilización, se levantó a las 6 de la mañana y regresó a su casa pasada la medianoche, tras una extensa reunión con las autoridades del Ministerio de Educación donde no se llegó a acuerdo.
«Sí, estamos cansados, pero aún enteros«, dijo Julio Asameit, de 17 años, secretario ejecutivo del Centro de Alumnos del Instituto Nacional, el colegio más antiguo de Chile.
Julio, simpatizante de la UDI, es el encargado de hablar con los medios de comunicación como vocero de su colegio y de organizar una asamblea que este miércoles debía decidir la continuidad de la movilización.
Representantes de 300 colegios de Santiago estaban invitados a la reunión a la que no tenía acceso la prensa. Antes de ingresar, las identidades de cada uno de los asistentes eran revisadas, al igual que sus bolsos y mochilas.
«No queremos a ningún infiltrado. Esto es demasiado serio para arriesgarnos«, dijo Asameit.
La organización es uno de los aspectos más elogiados de la protesta de los secundarios, que además de las marchas y la paralización de clases, comprende la «ocupación» de un centenar de colegios, entre ellos el emblemático Instituto Nacional, donde estudió el ex presidente Ricardo Lagos.
«Algunos duermen, otros corren; nosotros sólo les abrimos los ojos», señala un enorme lienzo desplegado en la entrada del añoso colegio en pleno centro de Santiago, en un sutil mensaje al mundo de los adultos.