El año en que se adelantó la primavera

El autor es uno de los delegados despedidos por el diario Clarín en el año 2000. En exclusiva para Revista ZOOM, recuerda aquellos días de ilusión, tensión y desencantos.

Aquel 26 de julio de 2000, vaya fecha paradigmática, que tras subir los dos pisos por escalera me topé con una asamblea en la Redacción de Clarín, decididamente supe que ya nada sería igual.

Hacía mas de 7 años que trabajaba en el Gran Diario y salvo con mis compañeros de Deportes (a pesar de que llevaba casi 8 meses freezado en el Suplemento Autos, vivía en la Sección Deportes) difícilmente había cruzado una palabra con algún otro periodista, más que un saludo formal. Y aquella tarde, en que la Primavera decidió arrancar más temprano en el viejo edificio de Tacuarí, de golpe empezó a sonar de nuevo la palabra compañero.

En solo seis días y tres multitudinarias asambleas nos habíamos dado cuenta que estábamos hartos de no reconocernos entre nosotros. Y eso fue lo que llenó de miedo a Clarín y a la Utpba (Unión Trabajadores de Prensa de Buenos Aires) por igual. A los primeros, porque entre los 10 delegados elegidos había nombres periodísticos muy pesados, como Ana Ale, editora de economía, principal fuente de consulta cuando el tema eran los combustibles, nada menos. También allí estaba Olga Viglieca, profesional super-respetada en medios políticos y culturales. Entre los 8 restantes había gente de todas las áreas de redacción y todos nosotros sustentados por una Junta Electoral de 37 personas, con un dato histórico: todos los redactores de la sección deportes la integraban… Al gremio, porque se ponía en marcha un grupo de gente que se reconocía solo en los mandatos de las asambleas. Uffff!!!!

Se sucedieron las asambleas hasta sumar 6, la última el 15 de agosto, un día antes de la elección. Nunca había sentido tan de cerca el funcionamiento de la democracia. De todas las fotocopiadoras salían cartelitos informando de las resoluciones tomadas entre todos y llamando a votar. Ya no me acordaba los nombres de los compañeros, pero ahora era porque conocía a muchísimos, en rincones edilicios que nunca había supuesto siquiera su existencia.

El 16 de agosto, votaron 565 compañeros (el 40,36 por ciento del padrón que habíamos reconstruido caminando el diario, ya que las autoridades nos negaron los listados). Nunca, en 55 años de historia que llevaba Clarín hasta allí, había votado tal porcentaje, ni obviamente tanta gente se había movilizado.

Definitivamente fue histórico. Luego vendrían las venganzas y las traiciones. Las primeras eran esperables. La empresa jamás se dignó a recibirnos, escudada en una maniobra que necesitó la complicidad de la Utpba, en una asamblea general del gremio el 26 de octubre, en la que la conducción del sindicato dejó en claro que defendería los intereses de Clarín y no los de sus trabajadores. La traición hizo efecto de a poco, como el veneno.

El 4 de noviembre llegarían los 117 despidos, con los 10 delegados a la cabeza. Y también un gran porcentaje de los compañeros que habían participado de la Junta Electoral. Y todo el departamento de corrección. El Grupo Clarín aprovechó el conflicto para saciar su necesidad de reestructuración. La Utpba negoció para evitar que una comisión interna democrática fuera espejo para los trabajadores cansados de sus prácticas burocráticas.

Ese 4 de noviembre, Clarín y Utpba cortaron 117 flores. Y aun en tiempos de sequía como este 2008, estoy seguro que aquella primavera alguna vez terminará convirtiéndose en un verano ardiente.

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