Esta nota fue publicada en noviembre del año 2000 en Clarinete, el periódico que los trabajadores despedidos de Clarín realizaban para denunciar las arbitrariedades y los abusos del diario de Ernestina Herrera de Noble.
Tres veces figura la expresión “proceso de organización” (¿Nacional?) en la carta que recibieron los compañeros que no fueron despedidos y que firma Héctor Aranda. El impresionante operativo represivo montado frente al diario desde la mañana del sábado 4 alejó la posibilidad de cualquier error semántico.
Es que las comparaciones con la dictadura militar son inevitables. Listas de despedidos, en muchos casos acompañadas de las fotos del legajo, en manos de matones de seguridad para impedirles la entrada. Doble vallado sobre la vereda de Tacuarí, de policías y de gorilas. El refuerzo de la seguridad interna que exige identificaciones a cada paso, patrulleros de las comisarías 16, 24, 26, 28,32. Los bastonazos del cuerpo de operaciones especiales de la Policía Federal (apostada en camionetas sin identificación) a los despedidos y compañeros solidarios el domingo 5, a las trece horas sobre la calle Tacuarí que se repitieron a la noche sobre la entrada de Piedras ante la mirada de Roberto Guareschi. El ingreso de personal de prensa que era conminado a embarcarse desde Canal 13 y el Hotel Intercontinental en combis con vidrios polarizados escoltadas por patrulleros y motos policiales. Helicópteros sobrevolando la Asamblea del Domingo 5. La campaña de amenazas y de terror para que los compañeros que estaban trabajando no asistieran a la Asamblea General el Martes 7, que incluyó la presencia de matones armados filmando.
“El gran diario argentino” no tolera la organización independiente de sus trabajadores y su funcionamiento democrático. Y garantiza su salvaje ofensiva con la Guardia de Infantería.